Historia de una enfermedad huérfana El Evangelio según Sara Manuela
Este es uno de esos artículos que escribo en el aeropuerto, de salida, mientras voy a mi nuevo destino en el Vicariato Apostólico de Puyo, en la Amazonía ecuatoriana. Es siempre la buena noticia de Jesús la que nos lleva a la misión, la alegría del Evangelio lo pone a uno a correr...
Sara Manuela sintió desde pequeñita que algo extraño, muy grande, tal vez un monstruo, la habitaba y la limitaba, le pesaba y le dolía: “en mi -dice ella- habitaba algo, y aunque sentía que estaba allí, no sabía muy bien qué era”.
Y un día, se decidió a estarse en silencio, calladita, ahí con el monstruo que se movía en ella; quiso, simplemente, estarse con él y cerrar los ojos para poder mirarlo; y llegó la sorpresa, o mejor, la revelación, no era un monstruo, era un amigo“: "solo cuando acepté su presencia, pude ver lo especial que era”. Mirar con amor transfigura la realidad y eso le pasó a Sara Manuela.
Cuando miramos con amor, nos miramos con amor, le prestamos los ojos a Dios para que saque la luz que ilumina por dentro a la gente y a las cosas y a uno mismo.
Y un día, se decidió a estarse en silencio, calladita, ahí con el monstruo que se movía en ella; quiso, simplemente, estarse con él y cerrar los ojos para poder mirarlo; y llegó la sorpresa, o mejor, la revelación, no era un monstruo, era un amigo“: "solo cuando acepté su presencia, pude ver lo especial que era”. Mirar con amor transfigura la realidad y eso le pasó a Sara Manuela.
Cuando miramos con amor, nos miramos con amor, le prestamos los ojos a Dios para que saque la luz que ilumina por dentro a la gente y a las cosas y a uno mismo.
Este es uno de esos artículos que escribo en el aeropuerto, de salida, mientras voy a mi nuevo destino en el Vicariato Apostólico de Puyo, en la Amazonía ecuatoriana. Es siempre la buena noticia de Jesús la que nos lleva a la misión, la alegría del Evangelio lo pone a uno a correr, así como puso a María después de la anunciación para que se fuera a las carreras a visitar a su pariente Isabel que la necesitaba. En los últimos días, en mi pueblo Jardín, y como combustible de esta alegría que me anima a salir, escuché la historia de Sara Manuela Arcila Herrera, y esa, como todas las otras historias que se cuentan desde adentro, fue buena noticia para mí, el evangelio Según Sara Manuela.
Sara Manuela sintió desde pequeñita que algo extraño, muy grande, tal vez un monstruo, la habitaba y la limitaba, le pesaba y le dolía: “en mi -dice ella- habitaba algo, y aunque sentía que estaba allí, no sabía muy bien qué era”. Se veía diferente, un bicho raro; cuando fue a la escuela no podía jugar con los otros niños y niñas y no le faltaron las burlas; es complicado ser diferente. Y Sara Manuela no quería saber de este monstruo, quería escaparse de sus garras, y él la seguía, ahí metido en su cuerpo, no se iba, se quedaba.
Y Sara Manuela fue creciendo, la ternura de papá y su mamá, de su familia y de tanta gente, la llenaron de fuerza y confianza. Y un día, se decidió a estarse en silencio, calladita, ahí con el monstruo que se movía en ella; quiso, simplemente, estarse con él y cerrar los ojos para poder mirarlo; y llegó la sorpresa, o mejor, la revelación, no era un monstruo, era un amigo: “solo cuando acepté su presencia, pude ver lo especial que era”. Mirar con amor transfigura la realidad y eso le pasó a Sara Manuela. Cuando miramos con amor, nos miramos con amor, le prestamos los ojos a Dios para que saque la luz que ilumina por dentro a la gente y a las cosas y a uno mismo.
Y Sara Manuela ahora está feliz de tener un amigo, un amigo que le ha enseñado mucho y que la hace más linda, que le ayuda a ser sensible, a salir de su dolor y llegar al de los otros, a comprender y acoger; ella supo con certeza, como decía Etty Hilessum en los campos de concentración, que no estaba en las garras de algo malo, que estaba en manos del amor; y como decía Pablo, que la gracia de Dios se muestra perfecta en la debilidad y que cuando somos débiles es que somos fuertes. Les anuncio el santo evangelio según Sara Manuela. Y yo, en mi nueva misión, quiero ir a las personas que sufren y hacer eco de este evangelio. Esta buena noticia también me pone a mí a las carreras, es la noticia de Cristo hoy; para contar esto, vale la penar ir al fin del mundo.
Nota: Les recomiendo el libro de Sara Manuela Arcila Herrera, y Luis Fernando Herrera Ramírez ¿Es tal vez un monstruo? Historia de una enfermedad huérfana.
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