Antigua mansión de paramilitares, ahora laboratorio forense para identificación de los desaparecidos Salvación en la mansión Montecasino, la casa de los horrores de Medellín
“Fuera de las víctimas no hay salvación”, afirma Jon Sobrino, y nosotros lo experimentamos cada vez que nos acercamos a sus luchas y sus logros. En la semana en que los colombianos recordamos a las personas detenidas desaparecidas, las víctimas, con su resiliencia y resistencia, nos han propiciado salvación y nueva creación, y es la historia que hoy les cuento
La casa de los hermanos Castaño, la mansión Montecasino, en el barrio Poblado de Medellín, llegó a ser en las últimas décadas del siglo pasado, la casa de la muerte
Pues hoy, mayo 30, la salvación llegó a esa casa y la llevaron las víctimas, muy especialmente las de la Mesa de Desaparición Forzada de Antioquia
Entre las víctimas presentes en la bendición de hoy estaba doña Blanca Nury Bustamante, y tenía en su pecho las fotos de sus seres queridos que nunca pudieron volver y a los que ella, después de muchos años, no deja de buscar y de esperar
Pues hoy, mayo 30, la salvación llegó a esa casa y la llevaron las víctimas, muy especialmente las de la Mesa de Desaparición Forzada de Antioquia
Entre las víctimas presentes en la bendición de hoy estaba doña Blanca Nury Bustamante, y tenía en su pecho las fotos de sus seres queridos que nunca pudieron volver y a los que ella, después de muchos años, no deja de buscar y de esperar
“Fuera de las víctimas no hay salvación”, afirma Jon Sobrino, y nosotros lo experimentamos cada vez que nos acercamos a sus luchas y sus logros. En la semana en que los colombianos recordamos a las personas detenidas desaparecidas, las víctimas, con su resiliencia y resistencia, nos han propiciado salvación y nueva creación, y es la historia que hoy les cuento.
La casa de los hermanos Castaño, la mansión Montecasino, en el barrio Poblado de Medellín, llegó a ser en las últimas décadas del siglo pasado, la casa de la muerte; allí se planearon muchos de los crímenes que ensangrentaron este país; allí, los dueños dieron a luz, o mejor a oscuridad, a grupos paramilitares encargados de sembrar luto en campos y ciudades; allí, la degradación de la inteligencia concibió el genocidio de todo un partido político, la Unión Patriótica; allí se decidió la supresión de los que no pensaban como la oficialidad y de muchos hombres y mujeres que fueron considerados desecho; allí se maquinaron masacres, entre ellas la de Mapiripán, que todavía hacen llorar a los campesinos, negros e indígenas que las sufrieron y en las que perdieron a los suyos; allí, en lo más elegante y chic de nuestra ciudad, se perpetró por años el horror que todavía se recicla entre nosotros, y todo con la complicidad de políticos, empresarios, militares y la indiferencia de los buenos “cristianos”.
Pues hoy, mayo 30, la salvación llegó a esa casa y la llevaron las víctimas, muy especialmente las de la Mesa de Desaparición Forzada de Antioquia. Ellas, con mucho tesón e insistiendo como la viuda del evangelio, lograron que el gobierno destinara esos espacios a la identificación de restos humanos encontrados como N.N. El predio quedó en manos de Medicina Legal y será, desde esta fecha, un laboratorio forense. Si antes se borraba a los seres humanos, ahora se les va a identificar; si sólo el dinero de la guerra tenía la palabra, ahora la tendrá la memoria de los que han sufrido; ante se oían maldiciones, hoy se escuchaban bendiciones.
Entre las víctimas presentes en la bendición de hoy estaba doña Blanca Nury Bustamante, y tenía en su pecho las fotos de sus seres queridos que nunca pudieron volver y a los que ella, después de muchos años, no deja de buscar y de esperar. Ella me contó la historia de su hijo, John Jairo, soldado, desaparecido en el 2005, y la de su hija Lizeth Andrea, una niña de sólo nueve años, desaparecida en el 2007.
Esas historias, contadas con lágrimas y con voz quebrada, resonaron en la casa y el aliento con los que Blanca Nury las pronunciaba se iba apoderando del caos de la casa y la llenaba de luz. La señora era como Dios en el génesis, que hablaba y su palabra sacaba de la nada las cosas lindas y la humanidad, también ella hablaba y en esa casa aparecía la esperanza. La palabra en los labios de los hombres y mujeres que sufren tiene la fuerza para darnos cielo nuevo y tierra nueva. Sí, padre Sobrino, fuera de las víctimas no hay salvación.