Acompañar de manera virtual: una experiencia nueva, exigente y hermosa Ejercicios espirituales on line
Requiere sobre todo escuchar con atención para poder captar los relieves del caminar del ejercitante, por dónde anda, qué necesita aunque no logre expresarlo con precisión. Es más nítido cara a cara, por supuesto, pero la imagen en la pantalla ayuda y mucho a registrar las tonalidades no verbales de la comunicación.
Un privilegio porque resulto enriquecido por la luz que cada persona me comparte de sí, por el caudal de sabiduría que cada conexión me aporta.
Llevo algunos años colaborando con el portal de los jesuitas espiritualidadignaciana.org, donde se ofrece la experiencia de los ejercicios virtuales en muchas modalidades. He de confesar que al principio detecté vestigios de escepticismo en mi interior, pero la vida me ha ido llevando a considerar esta tarea una auténtica misión.
Y eso que he registrado varios fracasos. Me explico. En la página se ofrecen los itinerarios, que son una concreción de lo que San Ignacio llama “ejercicios leves” (Ej 18): una serie de ejercicios introductorios o adaptados a personas con poco recorrido en estas lides. La etapa de iniciación a la experiencia de Dios se compone los itinerarios 1 y 2; la de profundización comprende los itinerarios 3 (ejercicios de primera semana) y 4 (una especie de ejercicios resumidos), para terminar con los ejercicios completos en el itinerario 5. Todos conservan los acentos ignacianos principales, como la oración personal, el silencio, el acompañamiento y el compromiso en la vida diaria.
Pues bien, he tenido varios ejercitantes de los itinerarios 1 y 2, todos sudamericanos por aquello de la compatibilidad de los horarios. El método está muy logrado: ellos se descargan materiales (fichas y algún vídeo) para su oración personal; los comentamos (“se los doy”) en una videollamada (whatsapp, Skype) y pasados unos días, según el ritmo que cada persona se marca, volvemos a conversar sobre “cómo le ha ido” (Ej 77). Si el facilitador lo ve conveniente, libera el ejercicio siguiente. Algunos empezaron bien, pero después de dos o tres sesiones desaparecieron; entre ellos había gente verdaderamente ocupada por familia, trabajos, etc. Otros, que se habían inscrito, nunca comenzaron, no llegaron a ponerse en contacto conmigo.
En cambio, con los acompañamientos a tandas on line de ocho días me ha ido mucho mejor. Ahí no tengo que explicar nada, los puntos “se los dan” los directores mediante vídeos y pdfs que se descargan. Los acompañantes tenemos acceso a ambos subsidios y así sabemos por dónde van los tiros a la hora de conversar con los ejercitantes; pero el ritmo de acompañamientos, como en la modalidad presencial, lo marcan ellos mismos según su preferencia o necesidad. Y está siendo una experiencia muy bonita.
Hay personas que solicitan conversar todos los días, incluso más de una vez, como en la pasada semana santa. Felizmente coincidió con una época en la que yo disponía de más tiempo y calma para el asunto. Otras veces bastan dos o tres conversaciones en total durante toda la tanda, como está sucediendo en julio y agosto, también justo cuando me veo muy ajetreado por las tareas de la campaña de lucha contra el COVID en el Vicariato. Todo un reto encontrar los momentos para el servicio artesano del acompañamiento, que es, si se realiza con fidelidad, una delicada obra de orfebrería espiritual ignaciana.
Requiere sobre todo escuchar con atención para poder captar los relieves del caminar del ejercitante, por dónde anda, cómo siente (sus “agitaciones y pensamientos” de Ej 17), qué necesita aunque no logre expresarlo con precisión. Es más nítido cara a cara, por supuesto, pero la imagen en la pantalla ayuda y mucho a registrar las tonalidades no verbales de la comunicación. Curiosamente, puede ser más sencillo abrirse a alguien desconocido que se te brinda puntualmente a pesar de estar en el otro lado del mundo, o precisamente por eso.
Te toca hacer de espejo, es decir, recibir y ofrecer algo consecuente: una aclaración, una sugerencia, un consejo. Noto que la práctica lo es todo, va desarrollando en ti un “olfato” para acoger y para elegir con eficacia y rapidez lo que al otro le conviene en ese momento. En ocasiones es suficiente con una ligera indicación; pero hubo quien debió salir del ritmo propuesto porque no conseguía “entrar”, y hasta quien requirió que yo le diera “algunos espirituales ejercicios convenientes y conformes a la necesidad” (Ej 17).
Es un privilegio porque resulto enriquecido por la luz que cada persona me comparte de sí, por el caudal de sabiduría que cada conexión me aporta. Como si la reverberación del amor de Diosito lindo, desparramado a manos llenas por los corazones, me afinara un poco más a su voluntad siempre creadora y me descubriese nuevos matices de su bondad en los demás y en mí.