Esta tarde contaba: “Iba yo paseando por el monte y a cierto momento me encontré con un guardián y me pregunta: ¿Por qué lleva Usted un palo en la mano? Me eché a reír y no contesté nada. Muy serio insistió: Le he preguntado algo. ¿No va a responder? Estás de coña, le dije. No te multo por ser un conocido. Si fueras un desconocido podría ponerte una multa porque con ese palo puedes maltratar a un sapo, un conejo, una culebra, una perdiz, o un ratón si salen al camino mientras tu paseas, me explicó”. Sin dar crédito a lo que oíamos, los presentes nos partíamos de risa y nos decíamos unos a otros sin decir palabra: Hemos tenido buenos, malos, mediocres y hasta estúpidos gobernantes pero hasta ahora nunca habíamos tenido genios como el padre de la ley, la norma, el decreto o la orden que prohíbe llevar un palo cuando vas paseando. “Una norma más en auxilio del mundo rural”, terminó diciendo el narrador.