Auxiliar de Bogotá y miembro de la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores Mons. Luis Manuel Alí: "Esto también es una llamada del Señor para que la Iglesia sea un Hogar Seguro"
"Esto no puede ser de propuestas bonitas y emocionales, tiene que ser algo muy objetivo, estructurado, técnico".
"Con protocolos, con propuestas creativas, en las que los padres de familia sepan que estamos construyendo un Hogar Seguro"
"En la institución tenemos Ambientes Eclesiales Tóxicos que propician el abuso. Lo que se ha hablado una y otra vez y se ha confrontado: el clericalismo"
"En América Latina, en los años 90 nos enteramos de situaciones que nacen de propuestas un tanto conservadoras, y allí es donde nacen los casos más relevantes: Maciel en México, Karadima en Chile, Los Sodalites en Perú"
"En la institución tenemos Ambientes Eclesiales Tóxicos que propician el abuso. Lo que se ha hablado una y otra vez y se ha confrontado: el clericalismo"
"En América Latina, en los años 90 nos enteramos de situaciones que nacen de propuestas un tanto conservadoras, y allí es donde nacen los casos más relevantes: Maciel en México, Karadima en Chile, Los Sodalites en Perú"
“La tutela efectiva de los menores y el compromiso de garantizar su desarrollo humano y espiritual conforme a la dignidad de la persona humana son parte integrante del mensaje evangélico que la Iglesia y todos sus miembros están llamados a difundir en el mundo. Dolorosos hechos han impuesto un profundo examen de conciencia por parte de la Iglesia y, juntamente con la petición de perdón a las víctimas y a la sociedad por el mal causado, han conducido a iniciar con firmeza iniciativas de varios tipos con la intención de reparar el daño, hacer justicia y prevenir, con todos los medios posibles que se repitan episodios similares en el futuro”
Entre los 18 miembros de la comisión se encuentra el Obispo Colombiano Luis Manuel Alí, Auxiliar de la Arquidiócesis de Bogotá y quien dirige todas las acciones que para éste propósito se están llevando a cabo en ésta jurisdicción eclesiástica.
Conversamos con Monseñor Alí a propósito de la reciente Cumbre sobre la protección de los menores en la Iglesia para conocer, desde una voz de la misma comisión, la visión, los desafíos y las acciones que hay en la Iglesia sobre éste asunto que tanta atención y cuidado merece.
Por favor cuéntenos un poco quién es usted y cómo llega a este tema y a este cargo.
En mis 27 años de sacerdocio, más de 11 de ellos estuve como formador en el seminario mayor de Bogotá. Además tuve una formación como psicólogo clínico en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, entonces uno de los trabajos que hacíamos en el seminario mayor era la formación afectiva y comunitaria de los muchachos. A eso se suma que en algún momento hiciera un estudio en la Catholic Theological Union de Chicago, sobre la dimensión afectiva del sacerdote, con un enfoque en la situación de los abusos de menores dentro de la Iglesia.
Me fui interesando en el tema y por esas “diosidencias” fui invitado por el presidente de la comisión, el Cardenal de Boston Sean O´Malley a integrar ésta instancia pontificia. Desde diciembre de 2014 estoy allí, y al año siguiente el Señor me llama a ser Obispo Auxiliar de Bogotá, y una de las primeras propuestas que le tengo al señor Cardenal es precisamente la de entrar de una manera más técnica, objetiva y formal, en éste tema de la protección de los menores en la Arquidiócesis de Bogotá, de manera que todo lo que se haga aquí sea una prueba piloto que luego pueda entregarse a las otras diócesis y a las conferencias episcopales.
Empezamos a hacer alianzas, como con el CEPROME (Centro de Protección de Menores) de la Pontificia Universidad de México, con el Padre Daniel Portillo, donde han estado trabajando mucho éste tema y con ellos empezamos a trabajar y soñar propuestas. También con la CLAR (Comisión de Religiosos de América Latina) y por supuesto con el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano).
Somos dos miembros de América Latina, con el Padre Nelson Rosendo Dos Santos, fundador de Fazenda da Esperanca en Brasil, y nuestro objetivo a nivel regional es estar cada vez más conectados con las Conferencias Episcopales y brindar acompañamiento y asesoría para que comiencen a abrir comisiones nacionales, regionales, y revisar las líneas guías. Y claro, se viene un trabajo enorme después de la cumbre, que será el trabajo fundamental de aquí en adelante.
¿Qué ha significado para usted esta labor, entrar en éste tema? Porque supongo que tiene implicaciones muy profundas a nivel emocional, vocacional.
Esto tiene un antes y un después. El antes es cuando hay un acercamiento teórico al tema. Cuando empiezan los estudios formales, en el seminario hablando con los muchachos sobre el tema en jornadas de formación afectiva. Pero hay un punto de quiebre, que es cuando empiezo a trabajar terapéuticamente con las víctimas, conociendo cara a cara a personas que han sido abusadas en ambientes eclesiales y por ministros de la Iglesia. Eso cambia completamente la perspectiva. Empiezo a descubrir en carne propia, ya no con los libros sino cara a cara el drama de una persona que ha sido abusada. No alcanza uno a imaginarse el impacto que tiene a nivel emocional y espiritual, todo se revuelve. Surge la pregunta ¿Cómo es posible que dentro de nuestra Iglesia haya podido suceder esto? ¿Cómo es posible que un hermano sacerdote, que tiene la misión de anunciar a Cristo Jesús y tiene el poder para sanar, tenga el poder para destruir una persona?
Comienzo entonces a “ponerme la camiseta” porque esto no puede ser así. Porque esto es aberrante, que una institución que está al servicio del ser humano, en algunas situaciones haya permitido estos vejámenes contra hombres y mujeres concretos. Entonces comienza un después, que es comprometerse con las víctimas y con la Iglesia para que esto sea transformado y no pueda seguir pasando. Insisto, empiezo a sentir la urgencia de hacer algo en serio, porque esto no puede ser de propuestas bonitas y emocionales, sino que empezamos a descubrir que tiene que ser algo muy objetivo, estructurado, técnico. Y así nace la propuesta que tenemos en la Arquidiócesis de Bogotá.
¿De qué se trata esa propuesta piloto?
Desde el inicio de 2018 creamos la “oficina del buen trato” con personas tiempo completo encargadas de realizar este trabajo formativo y preventivo, y fundamentalmente dedicados a la atención a víctimas. Así nacen los proyectos que tenemos en éste momento: Formación de Gestores de buen trato, un curso de nueve meses que hicimos con la Universidad Gregoriana de Roma. Jornadas preventivas y de sensibilización en las comunidades parroquiales. La conformación de un equipo para la atención a víctimas que han venido a denunciar, lo que nos llevó a estructurar la Ruta de Atención a las Victimas, que es un esfuerzo para hacer algo estructurado y muy organizado. Pensamos que una ruta de atención era algo fácil, pero fuimos entrando en la investigación y la validación, que la hizo la Dra. Clemencia Ramirez, una experta en el tema de abuso de menores, y esa ruta la estamos haciendo conocer por todas las instituciones de la Arquidiócesis: Parroquias, colegios, universidad, movimientos, tienen ahora un instructivo para que sepan responder cuando hay una situación de éstas.
En las parroquias de Bogotá vimos los afiches, pero más allá no hay mucha divulgación de esto. Los fieles no sabemos lo que la Iglesia está haciendo. ¿Cómo lograr que esto se divulgue más y mejor?
El año pasado iniciamos con la formación de los gestores, que son la punta de lanza. Empezamos de manera muy discreta, más con una campaña de expectativa, enviando el Key Visual a las parroquias, para primero estructurar la oficina y tener lista la atención a las víctimas y la formación de nuestros gestores. Esa formación de 108 gestores termina en éste mes. A partir del segundo semestre empezaremos la formación de agentes de evangelización. Los Gestores son los encargados de que en la arquidiócesis de Bogotá se viva la Cultura del Buen Trato. Los que activan la ruta, ayudan en las jornadas de prevención, en la sensibilización, en la comunicación.
Vamos ahora a formar a los animadores, catequistas, líderes de grupos y todos los que trabajan con menores, para la divulgación de la Cultura del buen trato y para que conozcan la ruta de atención. Que es una ruta muy técnica, entonces estamos ya implementando pedagogías y campañas de divulgación que han sido propuestas por los gestores, cosas muy creativas con teatro, música, títeres, etc.
¿El Piloto se va multiplicando a otros lugares a la par que se va haciendo o se comparte una vez terminada la prueba?
Esta prueba piloto está planeada para 3 años. Llevamos ya un poco más de un año, y está pensada hasta el 2020. Debemos revisar y ajustar muchas cosas, incluida la ruta. Esperamos entonces mucha retroalimentación, que la gente nos diga lo que funciona, lo que debe ajustarse, esto está haciéndose con humildad, dejándonos confrontar, porque esto es nuevo y nadie estaba listo para este desafío y menos para dar una respuesta proactiva. Tenemos muchas respuestas reactivas, defensivas, pero pocas respuestas proactivas.
Esto también es una llamada del Señor para que la Iglesia sea un Hogar Seguro. Para que tengamos nuevas maneras de evangelizar niños, niñas y adolescentes. Nos hemos acobardado ante la propuesta evangelizadora. Me he encontrado con hermanos sacerdotes que prefieren ahora no hacer pastoral infantil, no tener acólitos. Y ¡Ahora más que nunca hay que hacerlo! Claro, con protocolos, con propuestas creativas, en las que los padres de familia sepan que estamos construyendo un Hogar Seguro. Pero no podemos cerrar entonces esa función.
Además con el rol que juegan los niños en el evangelio…
Claro. “Dejad que los niños vengan a mí”, el Señor nos exhorta, no nos sugiere. La propuesta evangelizadora a los niños es algo a lo que no podemos renunciar.
Esto es lo que hace que tengamos un reto apasionante. Que además de tener una estructura muy seria de atención a las víctimas, tengamos toda una propuesta proactiva para la Cultura del Buen Trato. En ese sentido va la prueba piloto, porque estamos navegando y con toda la humildad queremos presentarla a los obispos de las otras diócesis para que sepan lo que hemos estado haciendo. Ya la formación de los agentes de evangelización que vamos a comenzar en el segundo semestre, involucra a las diócesis vecinas. Como es más virtual que presencial, será más fácil que agentes en zonas cercanas puedan tomarla sin ningún problema.
Regresando un poco al tema general, decía usted que surge una gran pregunta en todo el proceso y es: ¿Qué pasó? ¿Cómo llegó a suceder esto en la Iglesia? y quisiera que nos contara cuál es su lectura después de abordar el tema y trabajar en ello.
Ante esta pregunta es bueno evitar caer en la tentación de buscar una causa, solo una causa, o un chivo expiatorio. Esta situación es muy compleja y lo primero que un aprende de esta situación es que uno se desgasta buscando una sola causa porque son múltiples. Causas institucionales, situacionales, causas de la vulnerabilidad humana. Pero hay constantes.
La primera constante es cuando hay un descuido en la formación sacerdotal, cuando hay laxitud, cuando no se exige lo que se debe exigir, que son unas serias motivaciones vocacionales.
¿Un tema de pastoral vocacional?
Claro. Cuando no hay un serio proceso vocacional, y no hay una exigencia en esa formación inicial. La Conferencia Episcopal Norteamericana solicitó en 2011 un estudio sobre éste tema a la John Jay College of Criminal Justice, un instituto de criminalística muy reconocido, y entre los resultados que arroja, indica que una de las correlaciones más fuertes entre abuso sexual e Iglesia Católica es la formación deficiente en lo humano afectivo y en lo espiritual. Es decir, personas que no asumen realmente lo que implica ser un sacerdote, los compromisos en la espiritualidad, en la pastoral, los compromisos con el celibato. Eso lo confirma después el informe de la Australian Royal Comission y el estudio que contrató la Conferencia Episcopal Alemana el año pasado; cuando hay una formación deficiente, cuando no hay una exigencia y cualquier persona entra porque tenemos falta de vocaciones y queremos llenar los seminarios, eso es terrible.
Otra causa es el desconocimiento del fenómeno. Esto es algo que ni la sociedad civil ni la Iglesia habían estudiado en profundidad. No sabíamos qué era un abuso de menores, los estudios más serios son recientes. Los medios de comunicación siguen cometiendo errores pensando que es un problema de pederastia, pero también es de pedofilia, de efebofilia, y todo lo que implican los abusos sexuales a menores, que es preferible llamar Violencia Sexual contra Niños, Niñas y Adolescentes. Aquí hay múltiples fenómenos como la pedopornografía, la trata de personas, material pornográfico en redes sociales, turismo sexual, pederastia que es una relación genital homosexual de un adulto con un niño, pedofilia, que es una atracción e interés no solo genital sino afectivo y erótico de un adulto hacia una niña o un niño. Efebofilia que es esa atracción erótica y afectiva de un adulto hacia un adolescente. O también en todo ese panorama de cosas, puede ser que el agresor sea un pervertido, un pedófilo, pero también hay casos en los que los abusadores no tienen ningún rasgo de éste tipo en su personalidad, y sin embargo hay abuso sexual de un menor.
¿Es decir que hay abusos en los que es determinante la configuración psicológica del abusador, pero hay otros en los que pueden ser más determinantes otras causas?
Exactamente, y entre esas múltiples causas, está la situación de la institución. Por eso es importante ver con detalle cada caso, porque a nivel psicológico la atención es distinta según sea el hecho.
Llevamos dos causas: El tema de la vocación y la formación de los sacerdotes, y el desconocimiento del fenómeno. ¿Cuál sería la tercera causa?
Si profundizamos, la causa puede ser también la misma institución. Aquí es donde empezamos con el Mea Culpa en el que el Papa Francisco ha sido un profeta. En la institución tenemos Ambientes Eclesiales Tóxicos que propician el abuso. Lo que se ha hablado una y otra vez y se ha confrontado: el clericalismo. Cuando el sacerdocio es vivido como un estatus social, y ahí conectamos con la primera causa. Cuando un muchacho entra al seminario por una cuestión de búsqueda de reconocimiento, porque así va a obtener respeto social, porque va a tener un carro, ¿Dónde está ahí la pasión por el Reino? ¿Dónde la pasión por Jesucristo? Un sacerdocio vivido como estatus, donde lo único que interesa es la imagen personal, estar sobre el pedestal, genera esa triada maligna que el Papa Francisco denunciaba en su carta de agosto: Abuso de Consciencia, de Poder y Sexual. Una triada que ha estudiado mucho la doctora Karlijn Demasure y por lo que ella apunta a esta causa como algo muy incrustado en la Iglesia.
Frente al clericalismo hay un tema cultural del imaginario del pueblo de dios sobre los sacerdotes y también un imaginario al interior del clero, que puede alimentar esa visión deformada. Pero le pregunto ¿Es posible que la teología sacramental, tanto del Orden Sacerdotal como de la Eucaristía pueden llegar a promover esa visión? ¿No coloca esa teología sacramental en un lugar demasiado central al sacerdote, casi que nada pasa sin él, mientras que es común en esos documentos el “nunca un laico”, promoviendo así, ese clericalismo?
Esto tiene implicaciones desde el punto de vista teológico y pastoral. Te cito un texto de Amadeo Cencini llamado “Los sentimientos del hijo”, que habla de los modelos formativos en la vida consagrada y cómo pueden influir en todas estas situaciones. Si el modelo formativo que yo recibo en el seminario me enseña que todo mi proceso interior como persona es una integración en Cristo Jesús, todo mi trabajo teológico y pastoral va en esa línea y en esa línea me expreso hacia mis fieles como sacerdote. Pero si el modelo apunta más a una casta sacerdotal, todas las reflexiones teológicas se van a acomodar hacia esa identidad construida. En esos modelos formativos hay una influencia significativa sobre la visión que el sacerdote tiene de su ministerio.
Hay una situación un tanto compleja a nivel latinoamericano, miremos el contexto histórico: En los análisis de las situaciones de los países angloparlantes en los que se destapó este fenómeno: Estados Unidos con Spotlight, pero también el estudio de la John Jay, Irlanda con el informe Ryan, Australia con el informe de la Royal Comission, ellos analizan entre 1950 y 2010, y en esos 60 años hay un pico, entre 1970 y 1980 que es cuando más abusos fueron cometidos por presbíteros católicos en estos países. Luego del 2002 baja significativamente la situación, porque comienzan las propuestas de protección y prevención, análisis, exigencias, y sobre todo una cultura del buen trato.
En América Latina, en los años 90 nos enteramos de situaciones que nacen de propuestas un tanto conservadoras, y allí es donde nacen los casos más relevantes: Maciel en México, Karadima en Chile, Los Sodalites en Perú. El fenómeno latinoamericano tiene esa connotación, son esos los contextos en los que primero se conocieron los casos de abuso.
El tema del Celibato. Muchos cuestionan si es hora de revisar o incluso de abolir. Pero al parecer las respuestas de la Iglesia apuntan a que es un tema resuelto y hay confianza plena en la doctrina que se tiene al respecto. ¿Qué decir sobre la relación entre celibato y violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes?
Respondo con la investigación de la John Jay. Los obispos norteamericanos le preguntaron a esta investigación por esa relación entre celibato y abuso sexual, y la respuesta fue muy interesante: No hay relación. Una persona célibe no es más propenso a ser abusador de menores que alguien casado o con una vida sexual activa. El celibato no es el culpable de los abusos de menores dentro de la iglesia católica. La relación que encontraron fue entre laxitud moral y abuso de menores. Es la falta de estructura moral y el no asumir compromisos propios del ministerio, como el celibato, lo que sí considera la investigación, una causal de los abusos.
Volvemos sobre las causas. Si no hay una seria y profunda motivación espiritual, de un encuentro con Cristo y una vivencia de los valores vocacionales y sacerdotales, empieza una doble vida que sí puede ser un caldo de cultivo para que acontezcan los casos de abuso de menores o cualquier tipo de abuso o motivo escándalo. Si alguien libre y conscientemente asume su celibato, no por eso va a resultar siendo un abusador de menores.
Tenemos la otra gran tragedia en este tema, que no sé si está tan estudiada como la violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes: El Encubrimiento. Que a muchos les parece peor que la primera. ¿Qué pasa con esa realidad tan difícil de entender?
Tiene mucho que ver con lo que hablamos de los ambientes eclesiales tóxicos, con el clericalismo, con la defensa de la institución y de la imagen de la institución, y que es igual o peor de dramático que los abusos. Tristemente y con la vergüenza que nos da ocurrió. Y ocurrió en muchos casos.
Ésta costumbre o tendencia de los traslados, se ha entendido como un modus operandi perverso diseñado para encubrir los abusos. ¿Fue así? ¿Era una solución para cualquier problema con un sacerdote o para problemas de éste tipo?
No hay una norma establecida al respecto, ni una directiva oficial de la Iglesia universal. Pero sí es una costumbre no oficial, que no es una costumbre perversa porque no está diseñada para encubrir abusos, sino una respuesta de ciertos obispos para resolver distintas situaciones conflictivas con sacerdotes, muchas veces de carácter administrativo. Fue un grave error que algunos hayan usado la misma respuesta ante casos de abusos, cosa que hemos aprendido casi a los golpes, con toda esta experiencia de trabajo.
Por eso estamos construyendo esta propuesta de acciones estructuradas y transparentes para prevenir y responder. Porque el encubrimiento no puede volver a ocurrir. Se están clarificando las pautas para que en todos los casos los obispos y responsables de cada lugar sepan exactamente qué hacer.
Sobre la Cumbre que recién se realizó y de la que muchos estuvimos muy pendientes, Más allá del recuento de lo vivido, ¿Qué cree usted que pasó ahí, cuáles son los primeros frutos?
Me parece que hubo un momento fundamental en la iglesia universal, y es que tomaron consciencia los presidentes de las conferencias episcopales de la magnitud de éste asunto. Notaron que es una situación mundial, es de la iglesia universal, hubo un kairós, algo transformador para la iglesia. Tenemos que decantar la cumbre, pero allí llegaron muchos presidentes de conferencias episcopales de África o Asia o Europa Oriental pensando que éste problema no es suyo, sino de los Americanos o los Australianos o algunos Europeos. Pensando que no era algo de ellos. Pero todos se dieron cuenta que esto los implica. En la metodología de la Cumbre hubo algo muy acertado y es que tuvimos víctimas de todos los continentes y de muy distintos contextos. Esa toma de conciencia me parece el gran primer fruto.
¿Qué viene después de la Cumbre? ¿Qué buenas noticias podemos esperar ahora tras la Cumbre?
Viene algo muy concreto que son las líneas guías, porque de ahora en adelante van a tener carácter normativo. Lo que tienen que hacer los responsables, sean obispos o superiores va a tener un carácter de norma. Eso es lo que vendrá con el vademécum, que no son los 8 puntos, pues éstos son apenas unas pautas propuestas por el Inspire de la OMS y que han sido acogidas por el Papa. Éstas pautas no son el resultado de la cumbre y pensar que eso fue así, es lo que más ha causado insatisfacción en las asociaciones de víctimas y algunos medios de comunicación. El gran resultado no son esas pautas. Lo que va a suceder es que las líneas guías del 2011 serán revisadas, actualizadas y establecidas como norma, para empezar, en el Vaticano, de manera que sean la inspiración de todas las demás.
Segundo vendrá un instructivo que las conferencias episcopales tendrán que hacer normativo. No serán sugerencias, sino que deben ser implementados por todos. Algunos pensamos que habrá un equipo itinerante que le ayudará en la implementación a todas las conferencias episcopales.
Si hablamos de ambientes eclesiales tóxicos, eso ya no es un asunto del clero solamente, sino de toda la Iglesia. ¿Qué necesitan y qué esperan de parte del pueblo Laico para comprometernos con todo este proceso de Cultura del Buen Trato y de protección de los menores?
Es una pregunta muy importante. Se ha hablado mucho de la responsabilidad, y esa es eclesial. En eso los laicos son la punta de lanza de toda la cultura del buen trato. La presencia especialmente de la mujer católica, no solo religiosa, sino las fieles, es supremamente importante en todo este tema. Es precisamente en las familias y los ambientes eclesiales en los que necesitamos laicos que se comprometan con que en la Iglesia seamos un Hogar Seguro.
Es aquí en donde se va a sentir mucho el liderazgo de los laicos. Pensemos en las instancias: Las comisiones de protección de menores a nivel de las diócesis, las comisiones de las conferencias episcopales, todo eso tiene que ser liderado por laicos, tiene que ser comisiones interdisciplinares, con psicólogos, psiquiatras, abogados, canonistas, y es una de las sugerencias de la Comisión Pontificia, que todas esas instancias sea lideradas por laicos. Lo mismo las oficinas del buen trato. La nuestra, si la visitas, soy el único sacerdote. La directora es una trabajadora social y psicóloga, nuestros gestores son laicos, es aquí en donde más necesitamos ese compromiso eclesial.
¿Hablar de la “Cultura del Buen Trato” y de “Nuestra Iglesia un Hogar Seguro” es la otra cara de la moneda del “Tolerancia Cero” siendo ésta última una expresión tajante y coercitiva, mientras que el buen trato es propositiva?
Yo no las confrontaría porque la cultura del buen trato exige la tolerancia cero. Pienso que el gran marco de nuestro esfuerzo de protección a los menores debe ser la cultura propositiva del buen trato, teniendo claro que esto que exige un asunto transparencia, de responsabilidad, de rendición de cuentas y de estricta tolerancia cero.
Lo digo porque hemos oído más de Tolerancia Cero que de Cultura del Buen Trato. Y esa comunicación también apunta más a lo reactivo, pero sería bueno que escucháramos mucho de la Cultura del Buen Trato que nos genera un compromiso proactivo.
Así es. Debemos proponer más la cultura del buen trato. Además porque la Tolerancia Cero es una palabra policiaca, que no nace de una propuesta teológica ni jurídica, sino de toda esa propuesta de la policía norteamericana ante conflictos de los años 70´s y 80´s y que responde a ésta idea de la “teoría de la ventana rota”. Pero la Tolerancia Cero tiene que ser entendida en términos de responsabilidad y rendición de cuentas en un marco de Cultura del Buen Trato que es mucho más amplio y más propositivo.
La idea de esta entrevista surge tras ver el documental “Examen de Conciencia” en el que aparece alguien que fue miembro de la comisión y que se queja del trabajo allí, que afirma que se retiró por desacuerdos y básicamente dice que la comisión no tiene real interés en resolver el tema. El documental no tuvo cotejo de versiones. ¿Cuál es la versión de la comisión?
Estos procesos en la Iglesia toman tiempo. Para trabajar en algo como la comisión hay que armarse de mucha paciencia. A Peter Saunders lo conozco, lo aprecio y lo admiro. El dirige una asociación de víctimas británicas. Entiendo su situación y su emoción, porque quería que todo se resolviera muy rápido. Ellos se quejaron porque el proceso es lento. Pero sí es injusto que hayan dicho que solo hacemos relaciones públicas. Nosotros nos ocupamos todo el año en los grupos de trabajo de cada tema. Tenemos uno para las víctimas, otro para la parte canónica y otro para la formación. Yo estoy en el grupo de trabajo de la formación con el P. Hans Zollner SJ.
Por ejemplo este año, en abril vamos a Roma a la comisión y luego vamos a dar formación a la conferencia episcopal del Brasil, en junio vamos a la Pontificia Universidad de México a dar un curso a las cabezas diocesanas de las comisiones para la protección de menores, en enero pasado estuve en Perú en un encuentro con sacerdotes, hace un par de semanas estuve con los Provinciales de los Agustinos Recoletos, entonces este es nuestro trabajo, en mi caso en la formación.
Nuestra razón de ser en la Comisión es proponer al Santo Padre directivas para la protección de los menores. Hay propuestas que hemos hecho a la Santa Sede que están a la espera, como la creación de un tribunal para obispos, mientras otras propuestas se han realizado, como ésta cumbre que acaba de suceder, o la aceleración y agilidad de los procesos canónicos sobre este tema en la Congregación para la Doctrina de la Fe que es una propuesta que ha marchado, con el nombramiento de Mons. Scicluna como secretario adjunto, y también sugerimos un foro permanente de víctimas, que se ha encargado a la Baronesa Sheila Hollins, una psiquiatra británica que hizo parte de la comisión.
Es un trabajo en la Iglesia Universal en el que a veces uno se puede frustrar porque no es tan rápido como uno quisiera, ese fue el choque con Peter y tiene razón en eso porque es así. Pero no podemos abandonar la labor, sino insistir con toda la responsabilidad y el compromiso que el tema nos exige.
(Para conocer el trabajo de la Oficina para el Buen Trato de la Arquidiócesis de Bogotá: oficinabuentrato@arquibogota.org.co +573176231619)