"Me bastaría que cada sacerdote sea capaz de vivir con el pobre al lado y Dios dentro" Carlos del Valle, rector del Colegio San Pedro de Roma: "Nuestra tarea es evangelizar formando o formar evangelizando"
"Un rector no lo es porque sea nombrado por el Cardenal-Prefecto; se va haciendo poco a poco cuando logra que los demás se impliquen y colaboren en la dirección"
"A nosotros nos preocupan cuatro dimensiones en la formación de nuestros sacerdotes: lo humano, lo espiritual, lo misionero y lo intelectual. El Collegio no es un seminario, pero tampoco es un albergue o un hotel. Es una casa de formación"
"Este año hemos tenido 176 sacerdotes, de 51 países. El próximo año serán algunos menos porque la pandemia no ha permitido el relevo con la llegada de los nuevos. Los grupos más grandes son de India, Nigeria, China, Indonesia…"
"No es fácil formatear el disco duro de tantos sacerdotes que han sido formados en ambientes del más crudo clericalismo, y que hoy lo viven como su razón de ser"
"Este año hemos tenido 176 sacerdotes, de 51 países. El próximo año serán algunos menos porque la pandemia no ha permitido el relevo con la llegada de los nuevos. Los grupos más grandes son de India, Nigeria, China, Indonesia…"
"No es fácil formatear el disco duro de tantos sacerdotes que han sido formados en ambientes del más crudo clericalismo, y que hoy lo viven como su razón de ser"
El Rector del Colegio de San Pedro de Roma, Carlos del Valle, verbita y español-chileno, conversa con RD sobre los retos de su misión educativa. Subraya con convicción "la importancia que tiene hoy para la Iglesia la formación de su clero" y celebra la diversidad cultural de sus alumnos. También el ejemplo inspirador de Tagle como Prefecto y de las enseñanzas del Papa, asi como la necesidad de erradicar lo que el Papa llama la plaga del clericalismo y que sigue siendo "la razón de ser de algunos sacerdortes".
¿Desde cuándo es usted Rector del Colegio San Pedro de Roma?
Llegué al Colegio a mediados del 2013. Pasé el primer año como vicerrector, abriendo los ojos a desafíos y aprendiendo la tarea. Como rector asumí el 1 de julio 2014. Son ya 6 años con el timón de este buque en la mano. Pero te diré algo… Un rector no lo es porque sea nombrado por el Cardenal-Prefecto; se va haciendo poco a poco cuando logra que los demás se impliquen y colaboren en la dirección. Lo primero que me tocó fue constituir un “consejo de estudiantes”, para tratar de implicar a todos en la marcha de la casa.
La dirección académica, espiritual y económica está en manos de los Verbitas, ¿desde cuándo?
El Collegio fue fundado en 1946, por el Cardenal Costantini. Había conocido a los misioneros del Verbo Divino en China. Y al fundar el Collegio, deseando una congregación misionera, lo entregó a la dirección del Verbo Divino. Hemos estado aquí desde sus inicios. Siempre una comunidad de misioneros verbitas como formadores y “administradores” de esta casa. Creo que es una ventaja para el Colegio el ser una comunidad religiosa de formadores. No es el caso en otros Colegios romanos. Personalmente me siento más a gusto como formador que como administrador. La administración económica se ha hecho más compleja. Hoy funciona bajo una fundación de Propaganda fide, colaborando nosotros con ella.
¿Qué siente como Rector de un Colegio tan antiguo y prestigioso?
El peso de la responsabilidad. Y no tanto por lo antiguo y prestigioso, sino por la importancia que tiene hoy para la Iglesia la formación de su clero. Digamos que uno de los grandes desafíos es la formación de los sacerdotes. Hasta me atrevería a calificarlo como “el desafío” en la Iglesia hoy. Pienso ante todo en el clero africano. Donde hay formación, hay humanidad sana, trabajo evangelizador bien orientado, y entusiasmo misionero. Con la formación, crecen los miembros y crece la Iglesia en los criterios del Evangelio. En el fondo nuestra tarea en el Colegio es evangelizar formando o formar evangelizando.
¿A qué se dedica el Colegio y cuántos alumnos tiene?
La razón de ser del Colegio es la formación. Pero la formación de nuestros sacerdotes no se reduce a lo intelectual. No es tarea exclusiva de las universidades romanas. A nosotros nos preocupan cuatro dimensiones en la formación de nuestros sacerdotes: lo humano, lo espiritual, lo misionero y lo intelectual. El Collegio no es un seminario, pero tampoco es un albergue o un hotel. Es una casa de formación. Una casa de fraternidad. Si lo que realmente nos forma es la vida, en esta casa nos formamos desde un determinado estilo de vida, que intentamos crear como aire que se respira.
Este año hemos tenido 176 sacerdotes, de 51 países. El próximo año serán algunos menos porque la pandemia no ha permitido el relevo con la llegada de los nuevos. Los grupos más grandes son de India, Nigeria, China, Indonesia… Un 60% son africanos y el 40% asiáticos, con algunos representantes de América Latina y Oceanía. Hay sacerdotes de países menos significativos en número y extensión, pero no en dinamismo misionero: representantes de Kazajistán, Papua Nueva Guinea, Sudán del Sur, Centroáfrica, Lesotho. De islas y lugares turísticos: Islas Solomon, Fiji, Seychelles, Galápagos. En esta casa se respira eso de “llegar a los confines de la tierra”. Nos enriquecemos tocando culturas tan diferentes y aprendiendo a vivir el Evangelio de otra manera. Un ambiente donde se siente la catolicidad de la Iglesia. Es una casa que ofrece una misión extraordinaria vivida en lo ordinario. Y personalmente me entusiasma.
¿Por qué lo llaman la 'fábrica de obispos'?
No sé realmente quién lo llama así. En todo caso, sí, efectivamente, de nuestro Colegio han salido y salen buen número de obispos. Tenemos más o menos un 10% en el haber del archivo. Y es comprensible que los responsables de la Iglesia cuando buscan candidatos al episcopado se fijen en aquellos que han tenido una buena formación. Precisamente lo que el Colegio les brinda en esos años de estudio. Dios nos libre de responsables eclesiásticos mal formados. Y no hablo solo de formación intelectual. La formación en primer lugar debe ser humana, esa humanidad que refleja el Evangelio.
¿En qué medida les ha afectado y les está afectando la pandemia?
Claro que nos ha afectado y nos afecta la pandemia. Por de pronto este año no vendrán los 68 nuevos que estaban previstos. Como a todos, también a nosotros nos ha cambiado la vida. Hemos pasado cuatro meses encerrados 180 personas, con llamadas continuas a la responsabilidad de cada uno. Ante todo las primeras semanas no todos teníamos conciencia de los riesgos que suponía salir de casa. Nuestro estilo de vida tampoco posibilita el distanciamiento. El primer objetivo ha sido velar por la seguridad del ambiente. Debo decir que como rector me sentí muy apoyado por los sacerdotes. Tampoco faltaron momentos de tensión. En todo caso han sido muy responsables en seguir las clases y exámenes online. Pero no hay mal que por bien no venga. Personalmente he estado mucho más cerca de los sacerdotes y los he conocido mejor. Creo que hemos logrado crear un ambiente más fraterno, con el empeño y compromiso digamos de casi todos.
¿Qué curas necesitan los países de misión?
Tu pregunta apunta a los desafíos que tenemos en la formación de nuestros sacerdotes. Los países de misión necesitan los curas que necesita toda la Iglesia. Tendríamos que ir a las continuas reflexiones del Papa Francisco, que van dando en el clavo, con las características que aporta en un nuevo perfil del sacerdote, más evangélico. Como síntesis yo diría que lo primero es desterrar el clericalismo de la Iglesia, esa línea que solemos poner entre nosotros y los otros, sean laicos, mujeres, pobres… Implica el cultivo de una imagen de Dios que aporta privilegios al clero.
En algunos ambientes es muy fuerte el clericalismo, esa imagen del sacerdote en el pedestal, con poder, autoridad y privilegios. No es fácil formatear el disco duro de tantos sacerdotes que han sido formados en ambientes del más crudo clericalismo, y que hoy lo viven como su razón de ser. Pero bueno, hay que ir por partes. Para empezar, a mí me bastaría que cada sacerdote sea capaz de vivir con el pobre al lado y Dios dentro. Para ello lo fundamental es ayudarles a crecer en humanidad, esa humanidad que muestra Jesús en el Evangelio. Y que continuamente está recordando el Papa Francisco ante todo con sus signos, que de hecho constituyen la encíclica más importante del Papa. Lo humano es siempre encarnación de lo espiritual, de lo religioso. Ser humano, ser hermano, igual a los demás, sentir alegría y orgullo por ser pueblo, y no una casta especial. Y más en concreto, hay que desterrar la práctica del sacerdote pesetero y abusador. El sacerdote poderoso, que no es capaz de poner su poder al servicio de los más débiles.
¿Cómo evitar que los sacerdotes de países de misión que vienen estudiar a Europa se queden aquí?
Es otro de los desafíos que tenemos que afrontar cada día. La política de Propaganda fide es muy clara: no se dan más becas de estudio a aquellas diócesis que permiten que un sacerdote se quede en Europa, después de haber sido formado para enriquecer a la Iglesia de su país. Pero llevamos adelante una labor de formación, de cambio de valores en la persona. Está en relación con lo que decía antes sobre el clericalismo. Quizá hasta ahora en nuestros ambientes ha primado esa división entre conservadores y progresistas. A mí no me interesa tanto esa división que es ideológica. Lo que me interesa es si el sacerdote, comenzando por mí, vive centrado en sí mismo o vive para los demás. Esta es la alternativa fundamental, que en el fondo se trata de si mi vida la guía el Evangelio o son otros valores los que encarno.
¿Ya ha podido hablar con el nuevo Prefecto? ¿Qué recomendaciones les ha dado?
Sí, he podido hablar un par de veces con el Cardenal Tagle. Aunque la pandemia no nos ha permitido conversaciones más tranquilas y profundas. En todo caso puedo decir que inmediatamente me he sentido apoyado y reforzado en la tarea. También me sentí escuchado y apoyado siempre por el Cardenal Filoni. Siento que ambos son muy conscientes de la importancia que tiene para el Dicasterio de la misión la formación de esta masa humana que acompañamos. Una de las grandes tareas que lleva a cabo Propaganda fide. Pero volviendo al nuevo Prefecto, personalmente me fortalece mucho su sensibilidad social y la sintonía que tiene con el Papa Francisco. Me alegró tanto cuando no hace mucho sacó a flote el tema de la deuda externa de los países pobres. Fue precisamente el tema de mi tesis doctoral en América Latina a comienzo de los años ’90. Por otra parte la simplicidad, cercanía, espontaneidad y simpatía del Cardenal Tagle ponen en evidencia una personalidad sin formateo en ambientes diplomáticos. Características que ante él ayudan a uno a sentirse en casa, sin corbata y en zapatillas.
¿Qué recuerda todavía de su paso como misionero por Chile?
Tocas una tecla sensible de mi vida. Me hace sentir latinoamericanitis aguda. Lo primero, permíteme que te matice: lo mío no fue “un paso por Chile”. Llegué para quedarme. La Biblia no conoce eso de vocación “ad tempus”, de paso. En Chile siempre me ha marcado profundamente la visita a un cementerio y ver tumbas de misioneros “extranjeros”. Digo esto porque también podemos hacer de la misión un safari, un viaje turístico de paso.
En mi caso fueron 30 años, y salí no por gusto personal sino porque me lo pidieron los superiores. Creo que me hice chileno con los chilenos. También lo dice mi pasaporte: tengo doble nacionalidad. Tengo la sensación de haber vivido mucho en ese tiempo. Son 30 años de vida intensa que te marcan, y no se pueden olvidar fácilmente. Y si acaso algunos días olvido, no me lo permiten los múltiples contactos y amistades con Facebook o Whatsapp. Debo mucho de mi vida al pueblo chileno. Tantas vivencias que me cambiaron en el modo de pensar y modo de vivir. Puedo decirte que llegué a Chile como profesor, con mi doctorado en teología moral, y salí de Chile como alumno, capaz de sentarme a los pies de mis maestros, los sencillos. Y tuve maestros en abundancia. Bastaba abrir los ojos y despertar la sensibilidad. Fue una bendición para mí el haber caído pastoralmente en la Vicaría Sur de Santiago, una de las zonas más dinámicas de la Iglesia chilena. Llegué en tiempos de Pinochet, que también como verdugo consiguió despertar en la Iglesia chilena coraje, confraternización, humildad, sensibilidad, mirada samaritana, fidelidad al valor de la vida humana… es decir, Evangelio. Precisamente lo que hoy le falta a esa querida Iglesia. En todo caso, no es que yo viva de recuerdos pasados. Alimentan, sí, mi identidad y mis motivaciones. Cuando llegué a Roma tuve que aprender a vivir el mismo Evangelio de otra manera. Y en eso estoy.
"Llegué a Chile como profesor, con mi doctorado en teología moral, y salí de Chile como alumno, capaz de sentarme a los pies de mis maestros, los sencillos"
¿Sienta bien tener tan cerca un papa tan misionero como Francisco?
No te lo imaginas lo bien que asienta. Cada vez que el Papa habla o hace alguno de sus gestos cotidianos, nos desinstala y recibimos una buena dosis de entusiasmo por el apoyo y sintonía en la tarea. La misión es y será nuestra razón de ser en el Colegio. Lo ha sido en toda mi vida, y ahora con mayor razón en este ambiente tan variopinto en colores, sabores y opiniones. Y el Papa nos recuerda que es la razón de ser de la Iglesia. Sin la misión, la Iglesia no tendría motivo para existir. En el Colegio S. Pietro, con el Papa Francisco, es más fácil sentirse como parte del corazón de la Iglesia. Sin embargo, también me preocupa que no seamos capaces de sacarle el jugo al magisterio cotidiano del Papa Francisco. Creo que en nuestros ambientes clericales caemos tantas veces en el error de acoger los mensajes de Francisco como algo que entusiasma y acumulamos en el cerebro, pero que no somos capaces de encarnarlos en vida cotidiana. Razón de ser para fortalecer cada día más nuestra tarea formativa.