Lo dijimos hace unas semanas:
Sodano morirá matando. Es el último representante de una Curia oscura, que mantuvo tratos con dictadores, que compadreó con pederastas, que engañó y mintió a la Iglesia toda, desde el fiel más modesto al propio Juan
Pablo II, cuya beatificación está en el alambre por su culpa.
Sodano, igual que Castrillón, debe desaparecer de cualquier responsabilidad eclesial, pedir perdón y exponerse a la justicia divina (en esta ocasión no estamos hablando de delitos penales, sino de una repugnante doble moral).
Los cuchillos ya se lanzan sin miramiento alguno en la Santa Sede, unos contra otros, mientras Benedicto XVI trata de sostener una postura digna, coherente y radicalmente evangélica. ¿Lo conseguirá? Creemos, esperamos, confiamos que sí. Pero Sodano ya está tardando en marcharse.
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