Un ángel y un profeta

Hoy les hablaré de dos hombres de Iglesia. Uno, que es amigo personal, y una persona admirable en todos los sentidos. Otro, con el que me he peleado por la cuestión vasca pero que es uno de los mayores expertos en Pastoral de nuestro país. Los dos, hombres de Dios. Los dos, perseguidos y ahora reivindicados. La primavera de Francisco, que para que sirva de algo, ha de ser la primavera de todos y cada uno de los seguidores de Jesús, tiene en el padre Ángel y en José Antonio Pagola dos de sus máximos exponentes. Para alegría, espero, de todos los buscadores de Jesús.

Ángel García está celebrando, porque no se puede definir de otra manera, sus 50 años como sacerdote, y los 50 años de ese milagro llamado Mensajeros de la Paz. Hoy ha sido recibido en audiencia por el nuevo Papa, junto a Amalia, una anciana de la residencia de Mensajeros en Buenos Aires que tuve la suerte de visitar hace ahora doce años.

Como soy su biógrafo, no me extenderé a la hora de decir que conozco bien a Ángel. Es un hombre tremendo en todos los sentidos: emocionado y emocionante, bruto como él solo cuando se pone, excesivo en sus encantos y sus defectos, padre, hermano, hijo, amigo y tantas cosas de quienes le queremos. Un experto en llevarse bien con todo el mundo y en, como diría su admirada Madre Teresa, saber sacar lo mejor de los poderosos. Esto es: su dinero y su tiempo, para construir un mundo mejor para los desheredados. Es, en mi opinión -hablo desde el corazón, que en estos temas nunca engaña- el Evangelio hecho vida.

José Antonio Pagola ha sido uno de los grandes perseguidos por esa Iglesia en decadencia presidida por el cardenal Rouco -que sigue intentando "morir matando", algún día contaremos, con datos, pruebas y documentos, algunas de sus "hazañas"- y por aquellos que entienden la Iglesia en clave de poder y no de servicio. Su "Jesús" es una auténtica maravilla, al fin liberada de cualquier sospecha por Roma, mal que les pese a los prendedores de hogueras. Cualquiera de sus ediciones, dicho sea de paso.

Es público que estoy en absoluto desacuerdo con la política que él, de la mano de Setién, llevó a cabo en San Sebastián en lo referente al nacionalismo y la condena de los atentados de ETA. No soy sospechoso en este asunto. "Los curas de ETA" y "Setién: un pastor entre lobos" (Esfera de los Libros) así lo atestiguan. Pero también lo es -este blog es testigo- de que sus palabras, sus reflexiones sobre el Evangelio, rezuman Jesucristo por todos sus poros. Ese Jesús que más que Padre o Rey es Profeta, un profeta que nos recuerda que todos debemos serlo. Pues la construcción del Reino es una maravillosa profecía que debemos seguir construyendo entre todos. Ayer tuve la suerte de cubrir su maravillosa conferencia en el Chaminade, donde no cabía un alfiler.

Ambos, el ángel y el profeta, se unen en la figura de Francisco. Que sólo es un hombre. Pero menudo hombre. Un soplo de esperanza y de vida para seguir caminando, para seguir construyendo. Para levantar una sonrisa en tantos que hasta ahora estaban alejados, en el mejor de los casos; o echaban pestes de esta Iglesia, en el peor. De esta Iglesia que es suya, que también es suya. Que es nuestra que también es nuestra. Que está hecha para ser reformada continuamente, en clave de primera persona del plural.

Aunque no lo necesitan, desde aquí, vaya para Ángel y José Antonio mi admiración y mi cercanía. Y mis manos, y mi corazón, como el de tantos, para seguir construyendo el camino iniciado por Jesús.
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