Jesucristo historia y misterio. Teología para no teólogos
Obra muy interesante de Dietrich Bonhoeffer, incluso para os que no sabemos nada, o muy poco, de teología
| Antonio Piñero
Escribe Antonio Piñero
Desde hace muchos años, y aun sin haber leído en profundidad la obra de Dietrich Bonhoefer, me ha admirado la inmensa altura moral que tuvo en su vida; su defensa a ultranza de sus posiciones teológicas con el máximo respeto hacia sus adversarios; el valor con el que soportó su encarcelamiento por los nazis después del atentado fallido contra Hitler del 20 de julio de 1944, promovido por el Conde von Stauffenberg, en el que se vio implicado; y sobre todo su ejecución en abril de 1945 – Bonhoeffer fue ahorcado– muy poco antes de la rendición total de Alemania. Mis respetos ante una personalidad de un valor admirable. Vivió de pie, no de rodillas.
El libro que hoy comento se titula “Jesucristo: historia y misterio”, fue publicado por Trotta en 2016, y reeditado hace poco tiempo. Su ISBN es 978-84-9879-637-7. El precio puede consultarse en la página web de la Editorial. El libro tiene solo 189 pp., incluido el índice. La traducción es de Sergio Vences (ya fallecido) y Úrsula Kilfitt. Texto difícil de traducir, por lo que me alegra su resultado.
El libro está dividido en dos grandes partes. La primera se titula “¿Quién es y quién fue Jesucristo. Su historia y su misterio” (pp. 11-80) que ha sido la que más ha atraído mi atención. La segunda, titulada “Creación y caída” y “Tentación” (pp. 85–155; 157-185) son dos ensayos exegéticos, que tienen valor por sí mismos. El primer ensayo se ocupa de aclarar teológicamente los tres primeros capítulos del Génesis con una breve mención a Caín de Gn 4,1; y el segundo trata de la tentación de Adán y el relato de las tres tentaciones de Jesús en Mateo 4,1-10 y Hebreos 4,15 (“un Jesús como sumo sacerdote, puesto a prueba -es decir, tentado- como nosotros, pero que nunca cayó en pecado; la prueba suprema de Jesús fue su propia muerte”)…, igualmente aclarado de un modo teológico.
Señala el autor del “Prólogo” Otto Dudzus que este texto refleja el pensamiento de Bonhoeffer expuesto en un curso sobre cristología (la ‘ciencia’ teológica que intenta explicar quién fue Jesús como mesías, = ungido = cristo), aunque textualmente lo que se reproduce en el libro no son exactamente las palabras del autor, porque el manuscrito se ha perdido. Pero se han conservado numerosos apuntes de sus oyentes, de modo que Eberhard Bethge ha logrado reconstruir el texto en sus líneas esenciales e incluirlo en las “Obras completas” de Bonhoeffer, publicadas en 1961, como tercer volumen.
Bonhoeffer no hace distinción alguna en aquello en lo que yo he insistido tantas veces, entre “Jesús de Nazaret” y “Jesucristo”: el primero como figura histórica indudable, de cuya existencia no me parece lícito metodológicamente dudar; y el segundo, un híbrido de “Jesús histórico / Cristo de la fe”, el cual como tal no es objeto de la historia, aunque el buen creyente sostiene que el Cristo histórico es exactamente igual a Jesús. Además, toda la reflexión cristológica de ese buen creyente gira en torno a la definición esencialmente cristológica del Concilio de Calcedonia del 451. Reproduzco el texto sobre el que reflexiona Bonhoeffer. El Concilio declara:
“Siguiendo la enseñanza de los Santos Padres, todos unánimemente enseñamos que hay un solo y único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, perfecto en cuanto a su divinidad y perfecto también en cuanto a su humanidad, verdaderamente Dios y al mismo tiempo verdaderamente hombre, de cuerpo y alma racionales; consustancial (griego homooúsios) con el Padre por su divinidad, consustancial con nosotros por su humanidad, en todo semejante a nosotros excepto en lo que se refiere al pecado Profesamos que existe un solo y único Cristo Jesús, Hijo único de Dios, a quien reconocemos en dos naturalezas, sin que haya confusión, sin cambio, sin división ni separación entre ellas, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión; por el contrario, los atributos de cada una de esas naturalezas son conservados y subsisten siempre en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partida o dividida en dos personas, sino sólo y el mismo Hijo unigénito, Dios, Verbo, Señor Jesucristo, como de antiguo acerca de Él nos enseñaron los profetas, y el mismo Jesucristo, y nos lo ha transmitido el Símbolo de los Padres (= Nicea)”.
Para la razón humana el que exista una persona única pero con dos naturalezas, una divina y otra humana, es una contradicción. Pero hay que aceptarlo como proposición dogmática, según Bonhoeffer, porque así es la fe cristiana. Como buen luterano, lo único que importa y lo único que salva es la fe, tenga o no un agarradero en la historia.
Bonhoeffer se esfuerza en toda esta primera parte del libro que comento en la siguiente idea: si se pregunta por “quién es Jesucristo” estamos inquiriendo sobre su trascendencia; y si se pregunta por el “cómo se realizó en la historia” se está preguntando por la inmanencia.
Creo que el núcleo de esta primera parte se explicita claramente cuando Bonhoeffer aclara que el “objeto” por el que el ser humano se interroga es el Hijo de Dios, de cuya existencia no se puede dudar. Ahora bien, la pregunta sobre la inmanencia, el “cómo”, no llega a alcanzar a Jesucristo. Se le escapa. En realidad esta pregunta por el “cómo” va contra la fe, y es similar –según Bonhoeffer – a lo que habló la serpiente del paraíso a Eva. Sostiene nuestro autor: No es posible preguntar a Jesucristo “¿Cómo eres posible?”, sino que lo que me interesa a mí es preguntar “¿Quién eres tú?”. Esta es la pregunta por el ser, por la substancia y la naturaleza de Jesucristo.
Y continúa Bonhoeffer: No preguntes por lo que hizo Jesucristo. Lo que hizo son meras obras y nunca llegarás a comprender qué significado tienen esas obras, si antes no se te ha respondido al “quién es Él”. Y el autor responde que él es Jesucristo; que es el Cristo presente, crucificado y resucitado. Pero que todo eso es “por mí”. Y en ese “por mí” está representada toda la humanidad. Hay que aceptar como dogma de fe que Jesucristo es el Verbo, la palabra de Dios. Y que Dios se ha revelado en la Palabra. Se ha vinculado a la Palabra, para por ella hablar al hombre. El Cristo histórico es esa palabra y es Jesús de Nazaret. Así de claro. Existe, pues, un Cristo histórico.
Otra respuesta de Bonhoeffer es que ese Cristo encarnado en la Palabra se ha encarnado en los sacramentos de esa misma Palabra por excelencia: la confesión (de la fe y de los pecados propios) y la eucaristía. Ahora bien, ninguno de los dos sacramentos entendidos al modo católico. Bonhoeffer hace hincapié en que él no piensa en el modo craso de la transustanciación, como los católicos, sino en una presencia real pero simbólica a la vez.
El lugar de Jesucristo es ser el centro de la existencia humana, asegura Bonhoeffer. Cristo es el centro de la historia. Esto es un dogma y lo acepta. Ahora bien, la dogmática necesita una total certeza de la historicidad de Jesucristo, es decir asegurarse de que es cierto que el Cristo proclamado por la fe es igual al Cristo, ungido, histórico.
Y aquí la fe absoluta tiene que aceptar las paradojas de la investigación: que la investigación histórica ha demostrado que ella no puede negar absolutamente la existencia histórica de Jesucristo, pero tampoco puede afirmarla absolutamente. Segundo: No es posible jamás alcanzar una certeza absoluta de un hecho histórico; y debemos asumir que la “certeza” alcanzable es siempre una paradoja. En Jesús la paradoja es la contradicción de que él es totalmente un hombre y totalmente Dios. Es paradójico, pero cierto a la vez, porque lo afirma la fe.
Y aquí viene una parte del libro, a mi modo de ver interesantísima incluso para un mero historiador, como yo pretendo ser (en realidad historiador de las ideas), puesto que Bonhoeffer explica nítidamente los errores, (así, “errores”) que la cristología ha cometido a lo largo de los siglos. Estos errores son cuatro:
1. La herejía doceta: creer que el cuerpo de Cristo no es real sino mera apariencia
2 La herejía ebionita, que considera el dogma de la encarnación como una locura. Jesús de Nazaret y el Cristo no son más que meros seres humanos.
3. Las herejías monofisita y nestoriana que tienen el fallo de una insistencia exagerada en la naturaleza divina de Jesucristo, de modo que su naturaleza humana queda tan en un segundo plano, que casi desaparece. (la 4ª, doble, aparecerá después en el decurso del libro).
Como es lógico, según Bonhoeffer, estas herejías pecan por exceso o defecto: ponen en tela de juicio el gran dogma paradójico del Concilio de Calcedonia: Jesucristo es Dios y hombre a la vez; y/ totalmente Dios y totalmente hombre; no se pueden hacer parcelas. De modo que, y aquí coinciden la cristología luterana de Bonhoeffer con la católica, sólo “queda redimido y salvado lo que es asumido”. Si el Jesucristo histórico no asumió totalmente la humanidad, el ser hombre entero y verdadero, no hay salvación para el ser humano.
En este aspecto me parece interesantísimo, desde la p. 57 a la 77, cómo Bonhoeffer explica con absoluta claridad (dentro lo la complejidad de la teología) la doctrina de Calcedonia. Cómo aclara nuestro autor las diversas perspectivas de la teología calvinista y luterana sobre cómo hay que entender esa declaración tan paradójica.
Y aquí es en donde Bonhoeffer aclara la herejía doble número 4: el subordinacionismo y el modalismo. La primera declara que Jesucristo es como un dios secundario subordinado al Padre. Y la segunda afirma que Jesucristo no es más que un “modo de Dios”, con lo que se sostiene que Jesucristo no tuvo una apariencia real: muy parecido a lo afirmado por los docetas.
Como resumen, el lector puede vivir la controversia del núcleo del cristianismo tal como se entendió la declaración cristológica de Calcedonia (que precisó la definición del Concilio de Nicea) y que constituye el núcleo de la fe cristiana. Y puede entender –y esto me parece muy importante– lo que piensan al respecto los calvinistas y luteranos, de los que el lector normal en español tiene muy poca información.
En síntesis: el libro de Bonhoeffer me ha interesado muchísimo por lo que lo declaro muy recomendable. Para un filólogo como yo –que en algunos momentos de su vida no se ha centrado solo en el Jesús histórico y el Cristo de la fe, pero que se ha adentrado en los “Cristianismos Derrotados”– este libro de Bonhoeffer me ha resultado en verdad muy esclarecedor.
Y enhorabuena a la editorial Trotta por publicar libros que tienen una salida económica menos viable que otros más ligeros, pero que son libros de fondo, de cultura seria, de profundidad y reflexión… en un mundo en el que a menudo prima la superficialidad y lo banal. Es un gusto leer cosas serias e interesantes a la vez, porque explican nuestra cultura cristiana. Sea uno un creyente fervoroso o mero cristiano cultural.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com