¿Fue Marcos discípulo de Pedro o de Pablo? (y III)

Tema importante para la cuestión de los orígenes del cristianismo

Blog 12.- 1277

Mar Pérez Marcos paulino

Escribe Antonio Piñero

Es esta mi última entrega / comentario al libro de Mar Pérez i Díaz, cuyo título es el de esta postal.

He concentrado mi comentario en la Introducción del libro de M. Pérez porque creo que, en este caso, la autora presenta muy bien el tema y el interés del tema propuesto, y porque ponerme a discutir pormenorizadamente los puntos concretos en los que la autora va desgranando el punto de vista del evangelista y lo va contrastando con el de Pablo haría de esta reseña una suerte de tratado polémico interminable. Y no es ahora el caso.

En general me he manifestado, y me ratifico en la idea de que la autora expone mejor el punto de vista del Evangelista que el de Pablo mismo, ya que –en mi opinión– la exégesis de la M. Pérez se mueve por terrenos que no tienen en cuenta el último estado de la investigación paulina que de la mano de autores protestantes y sobre todo judíos ha iluminado mucho, muchísimo, diría yo cómo hay que entender el pensamiento de fondo del llamado “apóstol de los gentiles”.

Y finalmente he comentado ya que –como el libro que reseñamos ha sido publicado en 2022– la autora habría tenido tiempo de sobra de enterarse de estas nuevas corrientes de interpretación, ya que yo mismo las he expuesto en castellano en mi libro “Guía para entender a Pablo de Tarso” del 2015, publicado en una editorial señera en España como es Trotta (una editorial independiente), libro que en 2019 tuvo su segunda edición. Este volumen ni siquiera aparece mencionado en la bibliografía, pero sí artículos de muy breve factura…, pero de gentes que son “de la escuela de pensamiento” de la autora.

Pues bien, afirmo que el libro de Mar Pérez es muy interesante, e importante, ya que el tema en sí aborda una de las cuestiones fundamentales de los orígenes del cristianismo, a saber cómo eran los primerísimos tiempos de la generación de una secta judía mesianista y cómo se va convirtiendo este en una religión nueva.

Afirmo, con la mayoría de los intérpretes, que el judeocristianismo era simplemente una secta judía “mesianista”, es decir, que afirmaba que el mesías era Jesús, que era el mesías verdadero a pesar del aparente fracaso de su muerte en cruz algo que chocaba frontalmente con el pensamiento general sobre el mesías en el siglo I en Israel), y que en lo demás se diferenciaba bien poco del resto de otros grupos mesianistas de su época, como los henóquicos o los esenios del Mar Muerto).Y la cuestión que se plantea en el fondo el libro de M. Pérez es  si en esos primero decenios tras la muerte de Jesús (hasta el año 70-75) había dos grupos básicos, nucleares (grupúsculos habría más), de interpretación de la muerte de Jesús o bien tres grupos.

En la investigación de hoy sobre Pablo creo que pueden discernirse –aunque con dificultades–  una cierta división de opiniones al respecto:

  1. A) Sólo había dos grupos: 1. El formado en torno a Santiago, Juan y Pedro: judeocristiano, y 2. El formado en torno a los misioneros judíos de la Diáspora en Antioquía, que hacia los años 50-65 tenía ya un personaje muy destacado por su teología que era Pablo de Tarso.

  1. B) Había en realidad tres grupos: 1. El formado en torno a Santiago en Jerusalén (del que pronto desaparece Juan). 2. Un subgrupo de esta formación jerusalemita, el de Pedro, más abierto a los gentiles / paganos, y 3. El grupo “antioqueno” que a la postre fue liderado por Pablo.

Los que tienden a defender esta posición suelen afirmar que el grupo 2, el petrino, llegó a formar el núcleo de la “Gran Iglesia”, unificada y unificante, separada con bastante nitidez de la facción paulina, exagerada y rompedora en su teología, a la cual el grupo petrino “domestica” y “lima” en sus aristas teológicas exageradas, acabando por integrarla finalmente en la “Gran Iglesia”, netamente petrina.

La defensa de esta posición B) se basa fundamentalmente en que la teología de los tres evangelios sinópticos, Marcos, Mateo y Lucas, es esencialmente petrina, sobre todo la del primero, Marcos, porque representan una teología distinguible de la Pablo, una teología que sostenía “que todas las coincidencias entre Pablo y Marcos –el modelo al que siguen Mateo y Lucas–, reflejaban puntos de vista generales, compartidos por todos, del cristianismo primitivo” (p. 18) y no específicamente paulinos.

Esta posición B) es exactamente la que es cuestionada en su base por el libro de Mar Pérez: la teología del evangelista Marcos es esencialmente paulina y no petrina/santiaguesa-jerusalemita. Ahora bien, este libro que comentamos progresa en la investigación porque no es ya el estudio de unas cuantas coincidencias, dos, tres o cuatro, entre la teología de Marcos y la de Pablo, sino un trabajo de conjunto, amplio, global, que intenta abordar la búsqueda y el análisis de todas la secciones del Evangelio de Marcos “que están en consonancia con el pensamiento de Pablo”.

Naturalmente, la autora no defiende que todo lo que leemos en Marcos sea paulino, sino que propone “mostrar cómo el primer evangelista retoca y cambia las fuentes que recibe para que estén con consonancia con Pablo”, teniendo en cuenta que Pablo escribe cartas y que Marcos compone una suerte de historia biográfica de Jesús, lo que hace que su impostación literaria sea diferente a la de su modelo teológico, el paulino. Lo que intenta el libro de Mar Pérez no es presentar a Pablo ante los ojos del lector, sino la interpretación que el evangelista Marcos hace de Jesús, que en muchísimos puntos está de acuerdo con el pensamiento teológico de Pablo.

Aunque no lo diga expresamente en su Introducción, Mar Pérez i Díaz está minando con su libro la base para pensar que la Gran Iglesia Petrina estaba sustentada por una teología particular de Marcos y colegas que sería diferente a la de Pablo, con lo cual nuestra autora está diciendo de una manera indirecta algo que he defendido yo mismo desde hace muchísimo tiempo, a saber, que la presunta Gran Iglesia Petrina, unificada y unificante que acoge en su seno a un paulinismo ya depurado y suavizado no existió jamás.

Así pues, en síntesis, bienvenido sea al “mercado teológico” de lengua hispana ese libro de Mar Pérez, a la que solo le desearía que obtuviera las consecuencias de su trabajo para la historia ideológica del cristianismo primitivo y que profundizara más en el conocimiento de la teología de fondo de Pablo.

Para ello tendrá que concederse un tiempo para profundizar en las tesis cardinales del pensamiento paulino sobre la Ley, la naturaleza del Mesías, y la importancia real de la conversión de los gentiles en Pablo, pensando cayendo en la cuenta de que para él quien se salva no son “los “gentiles en sí” o los “pueblos gentiles”, sino ante todo Israel, el Israel mesiánico,  y que ese es el núcleo de una teología paulina, en la que en el fondo los gentiles desempeñan una función relativamente secundaria ante la exigencia de esa salvación ante todo del pueblo elegido, el cual como un olivo verdadero, recibe algunos injertos de un oleastro salvaje, los cuales también se salvarán.

Enhorabuena, pues, por ese trabajo y mi deseo que obtenga de él todas las consecuencias para el dibujo de la génesis del cristianismo.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

NOTA

Un enlace a un debate entre Eugenio Gómez Segura y Antoni Piñero sobre la existencia o no del “Cuerpo místico de Cristo” en la teología paulina:

https://youtu.be/HvK828X7jcc

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