La historicidad de la figura de Judas


La cuestión de la historicidad de Judas suele plantearse por algunos estudiosos de un modo global: la figura de este personaje aparece tan lastrada por leyendas e inverosimilitudes que se formula una suerte de juicio global, sintético, una especie de juicio sumarísimo: “Probablemente este personaje nunca existió”. Es decir, la comunidad primitiva inventó totalmente su figura para descargar sobre los hombros de ella parte del fracaso ignominioso de la muerte del mesías.

Sin embargo, si se examina la cuestión más de cerca pueden encontrarse algunos argumentos, basados en los criterios o herramientas generales de autenticidad que nos sirven de calibre para estimar la posibilidad de la historicidad de los hechos y dichos de Jesús. Nos parece que es muy plausible que la figura de Judas no sea un mero invento de la comunidad cristiana:

Primero por el criterio de múltiple atestiguación: tenemos probablemente dos fuentes independientes Marcos /Juan que atestiguan su existencia. Es posible quizá contar con una tercera línea de tradición independiente, si consideramos el fantasioso relato de la muerte de Judas de Hechos 1, 18-19 como muestra simple –naturalmente legendaria- de la existencia sin más del personaje.
Así pues, de ser esto así, su mera existencia histórica estaría atestiguada por tres fuentes distintas.

El segundo es el criterio de dificultad: parece poco verosímil que la comunidad primitiva inventara a partir de la nada el personaje del traidor, pues deja muy mal parada la pre-visión de Jesús a la hora de haberlo escogido como compañero íntimo. En el marco de la hipótesis de la pura ficción, los instantes del “invento” de esta figura corresponden a un marco cronológico en el que la comunidad creía ya en un personaje, Jesús, al menos semidivino, omnisciente, dotado de toda sabiduría. Atribuirle un caso de tan crasa ignorancia o previsión lo deja malparado, por lo que parece inverosímil. Muestra de ello es que la tradición –como hemos ya visto- hubo de inventar posteriormente que Jesús previó, como profeta divino, la traición del personaje (Mt 17,22) y le deseó no haber nacido. Se inventa también, como dijimos, que la “entrega”, o traición, de Judas es un cumplimiento de las Escrituras: estaba previsto por el plan divino de la salvación y anunciado de antemano.

Tercero: cuando se inventa de nuevo cuño un personaje se le suele rodear desde el principio de unas características más plenas y rotundas. Por el contrario, el análisis de las tradiciones que, como bola de nieve, se incrementan en torno a Judas, y las líneas diversas del desarrollo –como veremos- de esta misma tradición parecen postular más bien una mínima base histórica: la existencia sin más del personaje y la noticia de que pertenecía a “los Doce”. Luego, las diversas líneas de tradición desarrollan en torno a ese mínimo motivos tópicos (avaricia, por ejemplo) o legendarios (detalles de su traición y de su muerte). Crece así la tradición por líneas diversas (contraposición Sinópticos -Juan o contradicción Mateo-Hechos sobre las noticias de la muerte de Judas).

De modo global, pues, parece que ofrece menos problema a la hora de explicar el conjunto de la tradición recibida, postular la existencia histórica del personaje Judas, que lo contrario. No basta con afirmar “probablemente nunca existió” a modo de juicio sintético global, sino que hay que explicar la verosimilitud de por qué surgen líneas diversas de tradición. En conjunto, pues, nos parece que aclara más cosas de los textos recibidos postular la mera existencia histórica de Judas –un núcleo simple y mínimo-, que lo contrario.

Y, como decíamos ayer, a este núcleo mínimo cada evangelista añadió su propia perspectiva. Son diferencias que marcan el interés personal en Judas de cada uno de los escritores evangélicos, y que moldean -o quizá deforman- los contornos del personaje:

El Evangelio de Marcos insiste sobre todo en que Judas es el prototipo del amigo infiel, y relaciona su “traición” con el Salmo 41,10, por medio del artificio literario del uso de palabras análogas a las del salmo: “Aquel en el que confiaba y comía mi pan alzó contra mí su calcañal”: Sal 41,10 / “Me entregará uno que come conmigo”: Mc 14,18.

El de Mateo recalca el motivo de la codicia: “Entonces fue uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los príncipes de los sacerdotes y les dijo: ‘¿Qué me queréis dar y os lo entrego?’. Y convinieron en treinta monedas de plata” (26,14). Mateo contrasta también, muy peyorativamente para Judas, la actitud avara de éste con la de la mujer que unge a Jesús: “¿A qué viene este derroche? Podría haberse vendido y dado a los pobres” (Mt 26,8; el Evangelio de Juan, en el pasaje paralelo de 12,4, precisa que el más murmurador de entre los discípulos era Judas). Mateo no dibuja el arrepentimiento de Judas tan emotivamente como el de Pedro (compárese 27,3 con 26,75: “Se arrepintió Judas… He pecado entregando sangre inocente” / “Pedro lloró amargamente…”), y el evangelista da la impresión de que considera el pecado de Judas como algo imperdonable. Por eso Jesús lo maldice de algún modo: “¡Ay del hombre por el que el hijo del Hombre será entregado; mejor le fuera a ese no haber nacido” (Mt 26,24).

Éste es el fundamento de la muerte terrible del traidor. Mateo compara esta muerte voluntaria con el suicidio de un famoso malvado del Antiguo Testamento, Ajitofel, enemigo del rey David (2 Samuel 17,23: “Viendo que no se había seguido su consejo… se ahorcó [en su casa]”).

El Evangelio de Lucas vuelve sobre el motivo de la codicia: “Los príncipes de los sacerdotes convinieron en darle dinero [por entregar a Jesús]” (22,5), y muestra que, mientras la vida pública de Jesús se ve libre del acoso de Satanás, vencido por los exorcismos y expulsiones de malos espíritus, el momento de la Pasión es cuando el Diablo vuelve a actuar contra el Salvador. Judas tiene parte activa en ello y aparece como un agente del Diablo entregando al Salvador: “Entró Satanás en Judas, llamado Iscariote, que era del número de los Doce”: Lc 22,3.

La segunda parte del Evangelio de Lucas, los Hechos de los Apóstoles no mencionan en absoluto el arrepentimiento de Judas (Mateo), y recogen una tradición muy distinta del final del traidor. Pedro dice en su primer discurso: “Judas se precipitó de cabeza, reventó y todas sus entrañas se desparramaron” (1,18). La visión implícita del suicido en este texto, aunque no se dice expresamente, es muy negativa.

El moldeado/deformación del personaje Judas se ve con extrema claridad en estos últimos pasajes referentes a su muerte que conviene considerar más de cerca. Son posiblemente expansiones creadas expresamente a partir de algunos textos de las Escrituras considerados mesiánico-proféticos.

Es evidente que dos versiones tan distintas de la muerte del traidor no pueden ser históricas a la vez.

1. Hay notable unanimidad entre los comentaristas al señalar que la muerte de Judas por ahorcamiento es un evento creado a imitación del episodio de Ajitófel, que traicionó al rey David y luego se ahorcó comido por los remordimientos (2 Sam 15, 1-37; 17, 23). Son curiosos e interesantes los paralelos entre la narración del Antiguo Testamento y la de los Evangelios: David, cuando su amigo y consejero Ajitófel lo traiciona (2 Sam 15, 12), cruza el torrente Cedrón (2 Sam 15, 23; cf. Jn 18, 1) y sube la cuesta del Monte de los Olivos. Allí llora con la cabeza cubierta y los pies desnudos (2 Sam 15, 30 = la agonía de Jesús en Getsemaní); entonces, al parecer, David se pone a rezar (v. 32 = plegaria de Jesús en Getsemaní). David, compasivo por la suerte de los demás, ordena a Sadoc y a los suyos que vuelvan a Jerusalén (2 Sam 15, 27 = Jn 18, 8: “Dejad id a éstos…”). Finalmente, Ajitófel ve que sus planes contra David fracasan y se ahorca (2 Sam 7, 23 = muerte de Judas también por ahorcamiento).

2. La versión del fallecimiento de Judas de los Hechos de los apóstoles está inspirada probablemente en la historia de la muerte del rey perverso Antíoco IV Epífanes en 2 Mac 9, 9-12: “Vino a caer Antíoco de su carro y todos los miembros de su cuerpo se descoyuntaron… postrado en tierra… del cuerpo del impío pululaban gusanos, sus carnes caían a pedazos… y su infecto hedor apestaba a todo el ejército”.

3. Otro ejemplo de expansión es el de las palabras de Jesús en Mt 26, 31-32 más el final del tema de las treinta monedas de plata como pago a Judas en el mismo evangelio 27, 5-10: “Entonces les dice Jesús: ‘Todos vosotros os escandalizareis de mí esta noche, pues está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del pastor. Pero después de que resucite, iré delante de vosotros a Galilea’”. “Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: ‘No está permitido echarlas en el tesoro, porque son precio de sangre. Y, después de llegar a un acuerdo, compraron con ellas el Campo del Alfarero, para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía hoy ‘Campo de Sangre’. Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Je¬remías: ‘Tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había mandado el Señor’ (Jer 32, 6-9 + Zac 11, 12-13).

Prácticamente todos los comentaristas están de acuerdo en que Mt 26, 31-32 es una formulación creada por el evangelista a base de Zac 13, 7, es decir, la cita de la Escritura ha dado lugar a la composición de unas palabras de Jesús que él nunca pronunció, ya que contienen una predicción absoluta de su resurrección, impensable en el Jesús histórico. Igualmente están de acuerdo los estudiosos en que es también construcción de Mateo el episodio final de las 30 monedas: el evangelista unió la mención del “pastor” de Zac 13, 7 (el profeta = a Jesús) con Zac 11, 7.12 (donde también se habla del pastor) donde luego se afirma: “Me pesaron mi salario, treinta monedas de plata. Y Yahvé me dijo: ‘Tira al Tesoro el rumboso precio en el que te han tasado’. Y tomando las treinta monedas de plata, las tiré a la casa de Yahvé, en el Tesoro”. Para la compra del campo se inspira Mateo en Jr 32, 8ss, donde se relata que el profeta, por orden de Yahvé, hubo de comprar un campo (el del alfarero: capítulos 18 y 19 del profeta Jeremías).

Mañana atenderemos a la actualidad. Cortaremos momentáneamente el hilo del tratamiento del tema "Jesús-Judas", y abordaremos el de la figura de Herodes el Grande -a propósito del "descubrimiento" de su tumba- del que hay algo que decir.

Saludos de Antonio Piñero
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