Cristianismo y Secularidad



Capítulo Sexto

(Cont. viene del día 22)
3. Crisis o purificación de la teología


La teología radical o de la muerte de Dios despierta en los creyentes una viva inquietud y hace que nos planteemos, si no somos hipócritas, un redescubrimiento del Dios verdadero. En este sentido se puede ver en ella un cierto parecido con la teología política. De tal manera que lo que se considera una crisis teológica puede desembocar en un hablar más auténtico sobre Dios.

En definitiva, sería conveniente tomar más en serio a los teólogos de la muerte de Dios, porque ellos nos pueden despertar de nuestras creencias facilonas y burguesas. En ocasiones son también el eco de nuestras inquietudes, por consiguiente, debemos escucharlos, pero no pasivamente sino en diálogo con ellos.

Esto hasta puede llevarnos a una mejor y más convincente formulación de nuestra fe en esta época de desacralización creciente que vivimos y que se muestra ya irreversible. Puede sernos útil en este sentido el libro del obispo anglicano de Woolwich, Honest to God. Su motivación es pastoral y señala la ruptura existente entre la forma de expresión del cristianismo tradicional con la mentalidad y civilización actuales. Su empeño es que la presentación del mensaje cristiano sea significante para el hombre de hoy.

El obispo pone el origen de la ruptura en haber predicado un Dios en lo alto de los cielos: este lenguaje simbólico distorsiona la imagen de Dios, porque le coloca fuera del mundo y de nuestro horizonte humano. "Al tú eterno se le encuentra en, con y debajo del tú finito, en relación con otras personas y en la adhesión al orden natural de las cosas", por lo que se impone una radical reintegración del cristianismo a la vida del hombre contemporáneo .

Los teólogos de la muerte de Dios, en efecto, se han adelantado y están muy ligados a fenómenos como desmitificación, desacralización, secularización, teología radical etc. Están convencidos de que el hombre actual no vive ya en un ambiente sacro y se siente y quiere ser sólo un hombre secular; desea ser un hombre adulto y dueño de su propio destino. Los teólogos que profesan esta teología radical creen que el mismo creyente de hoy debe deshacerse de mitos infantiles que le alejan del mundo y ocupar su lugar en él.

Creen asimismo que la teología debería afrontar radicalmente unas vías nuevas que desalojen las representaciones tradicionales de Dios provenientes de la filosofía y de la época de cristiandad. En todos ellos podemos hallar unos puntos comunes en su doctrina. Nos encontramos, pues, ante un fenómeno cultural, según el cual, Dios o una cierta imagen de Dios habría desaparecido de la conciencia de los hombres.
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3.1. Hacia una nueva imagen de Dios

Sea cual sea la realidad ontológica de la existencia de Dios, ésta no será percibida como natural por un número cada vez más creciente de hombres en el mundo. En este sentido, es decir, como fenómeno cultural, Dios habrá muerto en la conciencia viva de los hombres. Salvo los más radicales, para quienes muerte de Dios significa ateísmo, inexistencia de Dios, todos coinciden en decir que nos encontramos en una época en que debe surgir una nueva imagen de Dios. No se sabría decir cual, pero es necesario esperar de alguna manera en Dios, y apostar porque se presentará con una imagen muy diferente a la que estamos acostumbrados.

Ante este fenómeno cultural de la muerte de Dios en las conciencias y en la espera de una nueva imagen, es necesario hacer un trabajo, no de sociología ni de filosofía, sino de teología. Se tratará de tener siempre presente en el esclarecimiento de la fe este hecho cultural de la muerte de Dios.

Por eso no debemos extrañarnos de ver frecuentemente expresiones como ateísmo cristiano, interpretación secular del evangelio, teología radical, época postreligiosa y postcristiana. Expresiones que no pretenden necesariamente convencernos de que el evangelio no tiene nada que decirnos, sino al contrario, se trata de terminar con una manera metafísica de ver a Dios, para reconstruir una teología o discurso sobre Dios que sea conforme a las exigencias de la fe auténticamente cristiana .

Leonardo Boff nos ofrece la siguiente explicación de esta teología radical: algunos discípulos de Bultmann radicalizaron las posiciones del maestro. En efecto, la desmitificación alcanza en ellos no sólo al contenido del NT, sino a conceptos fundamentales como la imagen de Dios. Así H. Braun, exégeta y teólogo de Maiz, cree que se debe excluir la objetivación de Dios, porque no es objeto de conocimiento ni existe como las demás realidades.

Dios acontece en la vida humana, es el acontecimiento que permite surgir el amor y en el que el malo y el desesperado recobran la esperanza y atisban un futuro mejor. Por su parte, Dorotea Sölle afirma: la aceptación de la divinidad no es un presupuesto para ser cristiano.

Se puede ser ateo y cristiano. Y P. van Buren ha sugerido que se descarte definitivamente el nombre de Dios. Para Boff es evidente que estos teólogos no difunden un ateísmo vulgar. Dios continúa desempeñando una función, puesto que es el símbolo para el comportamiento que Cristo exige: amor desinteresado y una actitud de servicio al prójimo ilimitada. Donde esto se dé, dice Braun, Dios está presente .

Entre los teólogos norteamericanos más destacados en esta corriente teológica, junto a Altizer, figura Hamilton, muy influenciado por Bonhoeffer y que, como él, no parece tener mucha necesidad de religión. En cambio, sí proclama muy fuertemente el retorno de Dios, del verdadero Dios. De manera que su muerte no significa tanto la ausencia de una experiencia de Dios como la experiencia de la ausencia actual de Dios. Y, en el tiempo de espera, un dato que se subraya en estos autores es una vuelta más intensa a Cristo.

William Hamilton fundamenta esta teología radical en la experiencia de la muerte de Dios, aunque considera que hay muchas maneras de leer y explicar esta experiencia. Con todo, piensa que lo importante en dicha teología no es una teoría de la desaparición de Dios, sino una interpretación del cristianismo sin Dios. La muerte de Dios es un mito, dice, y no tenemos necesidad de mitos.

El verdadero problema que ella plantea lo sintetiza en las siguientes preguntas ¿qué esperáis? ¿cómo realizáis vuestra actividad? ¿funciona el Dios cristiano como una realidad presente o no? Si no funciona es algo de lo que hay que prescindir y esto entraña una ardua tarea teológica y prácticamente, puesto que pensar y vivir en cristiano sin Dios es harto difícil.

Ya en su primera obra The New Essens of Christianity Hamilton se muestra preocupado por todo lo que puede poner en duda la fe cristiana, sobre todo el dolor tal como se muestra en la historia humana. En ese momento el teólogo tiene muy presente el recuerdo de los crímenes de Auschwitz cometidos por cristianos. A partir de 1963 evoluciona hacia una afirmación de la muerte de Dios. Su centro de atención ya no es Dios, sino el hombre y el mundo:

"El cristiano debe asumir sus responsabilidades mundanas, participando plenamente en los problemas de los hombres, esforzándose por realizar un orden social mejor y más justo. Esa actitud debe denominarse cristiana en cuanto que depende de la figura histórica de Cristo". El teólogo baptista está de acuerdo en que la espiritualidad de la teología radical en este momento es la política .

3.2. Interpretación secular del evangelio
Paul Van Buren sin considerarse tan explícitamente un teólogo de la muerte de Dios como los dos anteriores, influenciado también por Bonhoeffer, propone una interpretación del evangelio más acorde con la actividad del hombre en el mundo. Su obra, La significación secular del evangelio, aparece poco después de Honest to God de Robinson, por lo que se la considera como algunas de las propuestas del obispo llevadas a sus últimas consecuencias.

El mismo Robinson lo vió así y se apresuró a matizar sus afirmaciones anteriores. Conocedor de la obra de Bonhoeffer, Van Buren se pregunta: ¿Cómo puede el cristiano de hoy, que vive en un mundo secularizado, comprender su fe de manera secular?

A su juicio, el evangelio, que carece de contenido intelectual, sólo quiere expresar una actitud vital, por tanto, consiste en una entrega a los otros: Nuestra interpretación representa una reducción de la fe cristiana a sus dimensiones históricas y éticas. Jesús era para Van Buren un hombre libre capaz de entregarse a los otros allí donde estuvieran. Actitud que contagió a los suyos después de la experiencia de pascua, dando lugar al nacimiento del cristianismo .

Tributario, por otra parte, del empirismo anglosajón y de su filosofía del lenguaje, el episcopaliano Van Buren considera que la misma palabra Dios no es verificable y resulta vacía de sentido y de contenido, por lo que no se la puede emplear más que como una designación simbólica de una actitud ética puramente humana. El teólogo radical intenta plantear un problema más importante:

"¿El cristianismo se refiere fundamentalmente a Dios o al hombre? Yo trato de mostrar que se refiere al hombre, que el lenguaje relativo a Dios es una manera de expresar lo que tiene que decir sobre el hombre, sobre la vida, la historia humana...

Que el cristianismo ha tenido por objeto proponer una determinada forma de vida, unos modelos de existencia humana y unas normas destinadas a regular las actitudes de los hombres y sus comportamientos morales". Hoy muchos católicos hacen suya esta interpretación y reconocen que el cristianismo más que una religión es un mensaje de vida.

Desde este punto de vista Jesús de Nazaret es presentado como un hombre perfectamente libre y cuya libertad soberana ha sido decisiva en la liberación de sus discípulos respecto a la interpretación del mundo y de sí mismos. De ahí que Paul Van Buren elabore una verdadera Jesulogía, en la que no se trata del ser trascendente de Cristo. Su Señorío es de otro orden, el de la liberación, en la que está comprendido el acontecimiento pascual.
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En definitiva, viene a decir que se puede ser un auténtico cristiano sin ninguna referencia a Dios. El capítulo veinticinco de San Mateo, en lo que dice refiriéndose a los creyentes anónimos, le da la razón. Según esto, la fe no implica ninguna visión cosmológica o metafísica particular; es una perspectiva, un punto de vista personal del cristiano sobre su situación en la vida, una ética, como en Hamilton, que tiene su origen en la libertad contagiosa de Jesús.

Libertad que compromete al creyente a vivir de una manera determinada: vivir libremente para los demás en el amor, como Jesús . Sin considerarse propiamente como teólogos de la muerte de Dios están otros muchos, como Gabriel Vahanian, Dorotea Sölle y Harvey Cox. Como "ateísmo cristiano" suele definirse el pensamiento teológico de Thomas JJ. Altizer, quien se considera un pensador radical y portador de un mensaje teológico igualmente radical.

Su radicalismo nace del encuentro con la cultura contemporánea, guiado por la convicción de que el mensaje cristiano tiene mucho que ver con la situación del hombre contemporáneo. No ocuparse de ese mensaje en cuanto influyente en el pensamiento y vida presentes representa una forma de infidelidad al mismo mensaje. Igualmente, una teología leal a Cristo no puede evadirse de la historia, aunque ésta, como la presente, sea profana.

Altizer cree que Cristo es una realidad presente en el mundo, a pesar de la muerte de Dios, por lo que él como teólogo está dispuesto a perder todos los valores asociados al cristianismo tradicional con tal de encontrar una auténtica forma de fe contemporánea. Todo su interés se centra en la búsqueda de una forma profana de fe. La expresión "ateísmo cristiano" quiere significar que la renuncia a hablar de Dios va acompañada de una exaltación de la figura de Cristo y su entrega a los hombres .

El primer deber del teólogo es la lealtad a Cristo, esta convicción ha llevado al "profeta apocalíptico" y al "místico profano" a peregrinar por las religiones no cristianas y los profetas profanos, para descubrir la forma contemporánea de la presencia de Cristo en el mundo. El resultado es este: En el desarrollo de su tesis sobre el Verbo Encarnado, aunque valora el misticismo oriental como la forma más pura de religión, nos orienta en un sentido diametralmente opuesto al de la religión.

En contraste con el misticismo oriental resalta más claro el carácter no religioso del mensaje cristiano. Y aquí ve abierto el camino para que la Cristiandad purgue sus agregados "religiosos" y pueda resurgir la forma de fe que subyace en el Evangelio, compatible, además, con la conciencia profana del hombre de hoy.

La obra de los teólogos de la muerte de Dios se asienta, pues, sobre la confesión de Jesucristo y nos orienta al centro del mundo, para tomar parte en los problemas de la humanidad. En todos estos teólogos subyace el cristianismo no religioso de Bonhoeffer. En síntesis, ser cristiano para ellos significa una forma particular de estar en el mundo.

Entre los católicos, dos teólogos norteamericanos, E. Fontinell y L. Dewart se han agregado a este joven movimiento. El primero se pregunta si no es precisamente el Dios inmutable de la teodicea clásica el que ha muerto. Por su parte Dewart, en un virulento ataque al helenismo, que sirve aún de cauce al pensamiento y expresión de nuestra civilización, propone contra el teísmo de la apologética tradicional, lo que él llama un teísmo relativo y condicional, más abierto a la percepción que pueda tener de la teología un hombre de este fin de milenio .

Ver: Francisco Garcia-Margallo Bazago
Cristianismo y Secularidad
Manual de Nueva Teología Política Europea
(Es mi tesis doctoral)
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