La Misa sobre el Mundo. Teilhard de Chardin
VI
OREMOS
(Cont., viene del día 28 de junio)
COMO EL BIÖLOGO materialista que cree suprimir el alma al demostrar los mecanismos fisico-químicos de la célula viviente, los zoólogos han creído que inutilizaban a la Causa primera al descubrir un poco mejor la estructura de su su obra. Es hora de dejar de lado un problema tan absurdo. No, el transformismo científico, estrictamente hablando, no prueba nada en favor o en contra de Dios.
Consta simplemente el hecho de un encadenamiento en lo real. Nos presenta una anatomía, y en modo algunoa una razón última de la vida. Afirma "Algo se ha organizado, algo ha crecido". Pero es incapaz de discernir las condiciones últimas de este crecimiento. Decidir si el movimiento evolutivo es inteligente en sí o si exige, por parte de un Motor primero, una creación progresiva y continua, es un problema que atañe a la Metafísica.
El transformismo, es fuerza repetirlo sin trgua, no impone filosofía alguna ¿Quiere esto decir que no insinúa ninguna por su parte? No, ciertamente. Pero aquí resulta curioso observar que los sistemas de pensamiento que mejor se acomodan a él, son precisamente, acaso, aquellos que se creía que eran los más amenazados. El Cristianismo, por ejemplo, se halla fundado esencialmente sobre la doble creencia de que el hombre es un objeto especialmente continuado por el poder divino a través de la creación, y que Cristo es el término sobrenatural, pero, fisicamente, asignado a la consumación de la humanidad.
¿Puede pedirse una visión experimental de las cosas más en consonancia con estos dogmas de unidad que aquella en que descubrimos seres vivientes no artificialmente yuxtapuestos los unos a los otros para un discutible fin de utilidad o de placer, sino ligados a título de condiciones físicas, los unos a los otros en la realidad de un mismo esfuerzo hacia más ser?...
VII.
ALLÍ DONDE LA PRIMERA MIRADA de nuestros ojos no percibe más que una distribución incoherente de altitudes, de tierras y aguas, hemos llegado a unir una red sólida de auténticas relaciones. Hemos animado la tierra al comunicarle algo de nuestra unidad.
Ahora bien, he aquí que, por un rebrote fecundo, esta vida, que nuestra inteligencia ha infundido a la mayor masa material que nos haya sido dado a tocar, tiende a resurgir en nosotros bajo una forma nueva. Tras haber dado en nuestra visión, su "personalidad" a la tierra de piedra y de hierro, sentimos un deseo contagioso de construir nosotros mismos, a nuestra vez, con la suma de nuestras almas un edificio espiritual tan vasto como el que contemplamos salidos de las cusas geogénicas. En torno a la esfera rocosa se extiende una capa auténtica de materia animada, la capa de los vivientes y de los humanos, la biosfera.
El gran valor educativo de la geología es que al descubrirnos una tierra autenticamente una, una tierra que no forma sino un solo cuerpo, puesto que sólo tiene un rostro, nos recuerda las posibilidades de organización cada vez mayores que hay en la zona de pensamiento que envuelve al mundo. En verdad, no es posible fijar habitualmente la mirada sobre los horizontes descubiertos por la ciencia sin que surja un deseo oscuro de ligarse entre los hombres una simpatía y un conocimiento crecientes, hasta que, bajo efectos de una atracción divina, no existan más que un solo corazón y una alma única sobre la faz de la tierra.
Ver: Teilhard de Chardin
La Misa sobre el Mundo
y otros escritos.
VIII
OBSERVANDO DE UNA MANERA CORRECTA, aunque no fuera más que en un solo punto, un fenómeno tiene necesariamente, en virtud de la unidad fundamental del Mundo, un valor y unas raíces ubicuistas. ¿Hacia dónde nos conduce esta regla si la aplicamos al caso del "self-conocimiento" humano?
"La conciencia no aparece con conciencia total más que en el hombre -nos sentíamos tentados a exclamar_. y, por tanto, se trata de un caso aislado que no interesa a la ciencia