Teología y Secularidad
No cabe duda que las supuestas afinidades que Novak ve entre capitalismo y cristianismo convienen mejor al socialismo. Lo mismo hay que decir de los logros sociales que atribuye exclusivamente al capitalismo. Mardones echa en falta en su reflexión la mención de movimientos obreros, sindicatos, partidos políticos de izquierda etc, para concluir que el teólogo católico norteamericano, Michael Novak, ha trasladado de un plumazo al capitalismo las virtudes características del socialismo.
Se trata de una guerra ideológica por parte de los neoliberales, que no quieren reconocer el papel que el socialismo democrático ha desempeñado históricamente en la humanización del capitalismo y que la solución a los graves problemas que tiene hoy la humanidad pasa por la vía solidaria e igualitaria abierta por el socialismo.
El hombre es todo él social y la vida privada, como distinta de la pública, no es más que un pretexto para el egoísmo.
En contra de la tesis de Novak está el socialismo como "teología social democrática o como la secularización política de la comunidad religiosa", de que hablaba ya en su día Ortega y Gasset. Para nuestro mayor filósofo, en efecto, el único estado moralmente aceptable hoy en el mundo es el estado socialista y con su vena profética de intelectual e invocando el entusiasmo de la espiritualidad franciscana, dice: hay que ejercitar la virtud laica y moderna del socialismo.
Parece como si en este momento tuviera en su mente la queja que el santo de Padua dirige al Papa: "Los labios de los ministros de Cristo son con demasiada frecuencia cómplices con la codicia de los avaros". Con este franciscano, precursor de leonardo Boff y H. Chaigne, simpatiza Ortega a través de El Santo, la obra simbólica del modernismo italiano de Antonio Fogazzaro.
Extraña la escasa crítica que Novak hace al mercado no controlado y a la concentración del poder, que son los verdaderos causantes del aumento de la pobreza y la violencia en el mundo actual. Sin embargo, hay críticos que reconocen a los neoconservadores el mérito de plantear cuestiones que no han planteado la teología política ni la de la liberación.
Por ejemplo, cómo hacer efectiva la opción por los pobres propia de la teología de la liberación, puesto que no basta con optar, es necesario poner en acción un sistema económico que ayude a los pobres a salir de la situación en que se encuentran. No basta la mera retórica, sino que hay que acompañarla de un análisis económico y político: cómo incrementar la producción y distribuirla mejor de manera compatible con el crecimiento de instituciones libres etc.
No obstante, la teología burguesa norteamericana es opuesta a la igualdad entre los hombres propugnada en la tradición cristiana, que cita en su favor. Ciertamente por esta vía no se reconduce el cristianismo a su veracidad historica, aunque Estados Unidos se esfuerce en tener una teología propia, que Vázquez Montalbán bautizó como teología de la globalización.
1. Réplica a la religión neoconservadora
Es frecuente constatar que las comunidades humanas que disfrutan de bienestar económico, social y político, atribuyen virtudes sociales y políticas a aquello de lo que disfrutan. Atribución que se reivindica a pesar de la evidencia en sentido contrario.
Esta apreciación del profesor de economía de Harvard, John Galbraith, se corresponde perfectamente con el ethos de la religión neoconservadora: "Las creencias de los privilegiados se ponen al servicio de la causa de la satisfacción continua y se acomodan de modo similar a las ideas económicas y políticas del momento".
Este ethos se ve favorecido hoy día en los países donde impera el capitalismo, porque son muchos los que se sienten motivados por él y se ven protegidos por una cobertura democrática, particularmente en los Estados Unidos.
Una crítica semejante hace Metz al catolicismo de Alemania occidental, que considera una religión burguesa con alta plausibilidad y prestigio ante la opinión pública mundial, pero sin futuro mesiánico. El teólogo culpa a la teología y a la Iglesia ilustradas de no contradecir esta religión, puesto que el futuro mesiánico de la tradición judeocristiana no confirma este futuro burgués, sino que lo interrumpe: "Los primeros serán los últimos y los últimos los primeros".
El evangelio, nos previene contra la avidez del dinero (Mt 6, 24) por el peligro de convertirlo en valor supremo. Por consiguiente, la forma como las religiones burguesa y neoconservadora entienden la tradición judeocristiana no responde a su verdadera esencia.
Tal como aparece en el NT Jesús decide voluntariamente identificarse con los pobres en un gesto de oposición al hombre a quien todo le parece poco y tiende a acaparar y convertir la posesión en privilegio a costa de los demás. De esta manera el mismo ser-hombre termina dividido en categorías, castas, clases.
Tanto la teología política como la de la liberación, que han captado y traducido muy bien a nuestro tiempo la tradición judeocristiana, denuncian este desmedido afán de posesión. Las dos entran en confrontación con la sociedad capitalista, pero no se oponen a entrar en diálogo con la religión que la sustenta.
Concretamente desde la periferia del mundo, la mayoría de la población mundial empobrecida, se considera una idolatría la interpretación que la religión neoconservadora nortamericana hace del sistema capitalista como "cumplimiento de las promesas", "el Mesías ya ha venido", "no hay que esperar nada más y mejor", "la esperanza se ha realizado" etc.
No cabe duda que quien mira desde el interior del sistema capitalista está ciego para ver el inmenso cinturón de pobreza que le rodea. Por eso, de quienes miran la situación del mundo de esta forma estrecha y egocéntrica no cabe esperar un diálogo cultural solidario y menos aún disposición para recibir la crítica del propio sistema .
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1, 2. Criterios de verificación
Desde la opción por los pobres, que ha hecho la teología de la liberación, es posible encontrar unos criterios que nos permitan comprobar si las estructuras sociales que ofrece el sistema capitalista son aptas, como mediación, para la realización del reino de Dios en el mundo. He aquí los más importantes:
a) El criterio del pobre
El pobre tal como lo describe Gustavo Gutierrez, es el subproducto del sistema en que vivimos y del que somos responsables. Es el marginado de nuestro mundo social y cultural, el oprimido, explotado y despojado del fruto de su trabajo, en definitiva, el expoliado de su ser de hombre.
Ahora bien, su pobreza no es una llamada a una acción generosa que la alivie, sino una exigencia inapelable de construir un orden social distinto. Por lo que la solidaridad con el pobre implica la transformación del actual orden social . Toda la mediación de las estructuras socioeconómicas ha de estar orientada a eliminar las condiciones de injusticia que engendran la pobreza.
Este primer criterio incluye la universalidad de los beneficios coseguidos por el capitalismo de manera que puedan ser recibidos por la mayoría de los pobres del mundo. La eliminación, pues, de la pobreza ha de ir acompañada de un estilo de vida solidaria, que no reviste la mediación que hace el capitalismo.
El que fuera director del Fondo Monetario Internacional, Michael Camdessus, antes de ser cesado del cargo alertó al mundo contra el peligro que representa para su estabilidad el aumento creciente de la pobreza. La brecha cada día mayor entre ricos y pobres lo considera moralmente reprobable y explosivo socialmente, por lo que no cre suficiente hacer crecer la riqueza en el mundo, sino que es necesario que esta se reparta con mayor equidad.
Ciertamente, el discurso del alto financiaero está dirigido de manera interesada al dinamismo del desarrollo, porque si se deja a los pobres sin esperanza, la pobreza y la violencia que eso generaría socavaría los cimientos de la sociedad.
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Es sabido asimismo que tras la caída del muro de Berlín, pronto se alzaron voces alertando sobre los efectos de una economía abandonada a su sed especulativa sin respetar norma alguna. Uno de sus engendros más nocivos, la globalización financiera, ha merecido ya el calificativo de "nuevo desorden mundial", porque está creando hoy los mismos estragos que el imperialismo y el colonialismo en el pasado.
La misma Organización Mundial del Comercio surgida en 1995 para liberalizar el intercambio comercial y favorecer el desarrollo, muy pocos años después ha conseguido que haya en el mundo cien millones más de pobres, como ha denunciado recientemente el Foro Social Mundial de Bombay. Nada más terminar éste, el Foro Económico Mundial reunido en Davos (Suiza), que representa los intereses del gran capital, ha mirado a otro lado para no ver la situación de extrema pobreza y violencia en que está sumida una buena parte de la población mundial.
La distancia Norte-Sur sigue creciendo y para aminorarla Naciones Unidas reúne periódicamente a los países de uno y otro hemisferio. En el año 2OOO Kofee Anann propuso en el Foro de Nueva York que la organización que él preside fuera el árbitro de la globalización. Su iniciativa no prosperó y el árbitro sigue siendo el G-7, que es tanto como decir los siete países más ricos del globo, avalados por el Fondo Monetario lnternacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, instituciones todas a su servicio.
Nadie duda del crecimiento económico que la gestión de estas organizaciones han conseguido para los países ricos, pero no han distribuido la riqueza producida equitativamente en ellos y tampoco han permitido que los productos agrícolas de los países pobres circulen por los del Norte en las mismas condiciones en que los de estos circulan por los del Sur, cosa que se considera fundamental para el equilibrio económico mundial.
En otra cumbre semejante, esta vez en Monterrey en el 2002, la Unión Europea se comprometió a aumentar la cooperación al desarrollo hasta el 0'39 de su PIB en el 2006. La aportación de estados Unidos es aún menor, con lo que la contribución al desarrollo de los países pobres por parte de los ricos es claramente insuficiente e injusta. En consecuencia, mientras en el Norte mucha gente se alimentan y se benefician de unas condiciones de vida nunca antes conocidas, más de mil millones de personas viven en el Sur en condiciones infrahumanas, según el Informe de desarrollo Humano de Naciones Unidas del año 1998 .
El capitalismo se muestra incapaz de reconciliar a ricos y pobres, por lo que hay que confiar en que el socialismo democrático, haciendo honor a la solidaridad y a su mismo nombre, sepa encontrar un modelo de desarrollo justo y sostenible que dé respuesta a las necesidades de la humanidad en su conjunto. Los grandes pensadores ven en el socialismo el imperativo moral puesto sobre el hombre de hoy para que éste destile unas gotas de virtud.
Entre ellos José Ortega y Gasset llega a decir: "Es hoy una verdad cientítica adquirida para in aeternum que el único estado social moralmente admisible es el estado socialista". Frente a los partidos vigentes emerge el ideal socialista. "Su realización es el mandato nuevo, el imperativo moral puesto sobre el hombre moderno..."
De todo lo dicho es fácil deducir que el bien común de la humanidad no ha sido bien gestionado durante siglos por la política económica internacional. La política se ha prostituido y se ha alejado del carácter virtuoso que entraña. No son pocos también los que piensan que hasta la religiones se han prostituido, porque perpetúan la pobreza, legitimando los sistemas que la causan y restringiendo la liberación espiritual al plano individual e interior de la persona.
De esta manera la transformación radical de la sociedad que piden los líderes espirituales más carismáticos para erradicar la pobreza, es neutralizada por una espiritualidad y moralidad que dejan mucho que desear. Con lo que cobra actualidad la queja de Bonhoeffer en los años cuarenta: "la moral y la religión pueden convertirse en el más peligroso enemigo de la venida de Dios a los hombres".
Estas críticas tienen el respaldo de la Constitución pastoral del Vaticano II.
Según ésta, la pobreza hay que afrontarla políticamente, puesto que tiene su origen en la injusticia y en un desorden de la estructura socieconómica. Así se desprende del capítulo tercero de la segunda parte dedicado a la vida económico-social (GS 63-72.
Los teólogos de la liberación que beben en esta fuente conciliar son unánimes en decir que la gesta liberadora, que está obligada a realizar la mayoría de la población del Tercer Mundo para salir de la situación en que se encuentra no sólo es legítima, sino que entra de lleno en la historia de la salvación. Es más, a cualquier cristiano que ha hecho la opción por los pobres, le parece carente de sentido esta opción, si falta contenido político en ella .
Subordinación al reino de Dios
Entre los criterios de verificación que estamos analizando para ver si las estructuras sociales creadas por el capitalismo son aptas como mediación para la realización del reino de Dios en el mundo, los teólogos concluyen que esta mediación ha de ser siempre relativa y sometida al mismo reino, porque él trasciende a toda mediación. Sin embargo, tampoco esta condición se percibe en el uso que la religión burguesa neoconservadora de Estados Unidos hace del capitalismo democrático.
El modo como la mediación capitalista pretende hacer realidad el reino de Dios en la historia se sobrepone sobre el reino mismo, puesto que le somete a los intereses del propio sistema. Por consiguiente, ni éste ni la religión que le sustenta tienen nada en común con la opción por los pobres y ésta es conditio sine qua non para el descubrimiento del reino prometido a los pobres. Por lo que es lógico concluir con Mardones que nos encontramos ante un caso más de idolatría .
El capitalismo, aunque se llame democrático en el argot occidental, no concuerda con el mensaje cristiano, porque origina mucha exclusión social, explotando a los más débiles de la sociedad en función de sus fines. La ideología neoliberal heredera de la burguesía tradicional, que sustenta al sistema, está absolutamente convencida de que la exclusión o marginación es culpa del individuo exclusivamente; es incapaz de entenderla como resultado de tramas sociales.
Asimismo concibe la desigualdad como resultado de la libertad, es decir, del uso que cada persona decide hacer de su propia libertad: "algunos deciden trabajar menos o asumir menos riesgos". Por tanto, estamos ante "diferencias libremente deseadas y no ante injusticias sufridas" . Además, da por supuesto que todas las personas tienen acceso al trabajo, lo que denota que su razonamiento es ajeno a la realidad, porque la experiencia dice que la puerta de la pobreza la abre siempre la escasez de empleo y este es hoy el problema número uno en todo el mundo.
De modo que, a pesar de su disfraz democrático y religioso, el neocapitalismo burgués arrastra la herencia de la ideología liberal basada en la ley natural del egoísmo, que es necesario respetar siempre. Ya antes de Adam Smith los fisiócratas franceses habían concebido el desarrollo del orden económico en conformidad con las leyes naturales. A ellos se debe la política del laissez faire, que pasaría a los economistas posteriores. Los puntos principales de esta doctrina son:
-Los individuos han de ser libres en la consecución de su propio interés. Se les debe permitir elegir su propio trabajo, trasladarse de un lugar a otro, ganar dinero y hacer lo que quieran con su propiedad.
-El Estado no debe ayudarlos ni obstaculizarlos. Este principio se considera como una norma moral: la ley natural de los derechos del individuo. Y como ley natural ha de dar buenos resultados para la colectividad.
Toda esta doctrina de los fisiócratas franceses se contenía en la fórmula que acuñaron: "Laisser faire, laisser passer, le monde va de lui même". Pero a la larga dicha doctrina traería muy malas consecuencias, porque se impuso la ley del más fuerte, que es la que rige en el capitalismo actual, tanto en los países ricos como en los pobres. En esto no hay diferencia entre Norte y Sur, porque el Norte no es una realidad homogénea de gente rica con igual capacidad de consumo ni el Sur es tampoco una realidad homogénea de gente pobre que se solidariza entre sí para eliminar la miseria en el mundo.
Adam Smith, fundador de la escuela económica clásica en el siglo XVIII y recopilador de la ciencia económica, se ha guiado por los principios de los fisiócratas franceses y ha respetado de la misma manera el egoísmo natural del individuo como fuente primaria del bienestar social. Dice así:
-El operador económico, buscando su propio interés, "es conducido por una mano invisible" a conseguir un fin que sobrepasa sus intenciones. Con frecuencia promueve de esta manera el interés de la colectividad más eficazmente que si lo intentara a propósito.
-Todos los sistemas dirigidos a fomentar o a obstaculizar deben ser abandonados; el sistema simple de la libertad natural se impone por sí mismo.
El egoísmo natural del individuo como fuente indiscutible del bienestar social, la mano invisible providente, la libertad natural etc., aunque revistan distintas modalidades hoy, son temas que se barajan todavía en el neoconservadurismo norteamericano.
Es cierto que en la revolución industrial este capitalismo salvaje se mostró muy eficaz, pero también muy inhumano. No en vano contiene en sí grandes contradicciones. Por ejemplo, decir que la libertad de mercado es un mecanismo que asegura el buen funcionamiento del sistema al servicio de las necesidades de todos los hombres, está en contradicción con la tendencia a la concentración monopolística que le caracteriza.
Es igualmente contradictorio estructurar de manera individualista y sobre una base lucrativa y anárquica la producción económica moderna, que es una realidad social e interdependiente. Por esta vía económica monopolista y colonial no es posible solucionar los graves problemas del tercer mundo, ni los que preocupan al primero .
A esta actitud insolidaria del capitalismo.....
Se trata de una guerra ideológica por parte de los neoliberales, que no quieren reconocer el papel que el socialismo democrático ha desempeñado históricamente en la humanización del capitalismo y que la solución a los graves problemas que tiene hoy la humanidad pasa por la vía solidaria e igualitaria abierta por el socialismo.
El hombre es todo él social y la vida privada, como distinta de la pública, no es más que un pretexto para el egoísmo.
En contra de la tesis de Novak está el socialismo como "teología social democrática o como la secularización política de la comunidad religiosa", de que hablaba ya en su día Ortega y Gasset. Para nuestro mayor filósofo, en efecto, el único estado moralmente aceptable hoy en el mundo es el estado socialista y con su vena profética de intelectual e invocando el entusiasmo de la espiritualidad franciscana, dice: hay que ejercitar la virtud laica y moderna del socialismo.
Parece como si en este momento tuviera en su mente la queja que el santo de Padua dirige al Papa: "Los labios de los ministros de Cristo son con demasiada frecuencia cómplices con la codicia de los avaros". Con este franciscano, precursor de leonardo Boff y H. Chaigne, simpatiza Ortega a través de El Santo, la obra simbólica del modernismo italiano de Antonio Fogazzaro.
Extraña la escasa crítica que Novak hace al mercado no controlado y a la concentración del poder, que son los verdaderos causantes del aumento de la pobreza y la violencia en el mundo actual. Sin embargo, hay críticos que reconocen a los neoconservadores el mérito de plantear cuestiones que no han planteado la teología política ni la de la liberación.
Por ejemplo, cómo hacer efectiva la opción por los pobres propia de la teología de la liberación, puesto que no basta con optar, es necesario poner en acción un sistema económico que ayude a los pobres a salir de la situación en que se encuentran. No basta la mera retórica, sino que hay que acompañarla de un análisis económico y político: cómo incrementar la producción y distribuirla mejor de manera compatible con el crecimiento de instituciones libres etc.
No obstante, la teología burguesa norteamericana es opuesta a la igualdad entre los hombres propugnada en la tradición cristiana, que cita en su favor. Ciertamente por esta vía no se reconduce el cristianismo a su veracidad historica, aunque Estados Unidos se esfuerce en tener una teología propia, que Vázquez Montalbán bautizó como teología de la globalización.
1. Réplica a la religión neoconservadora
Es frecuente constatar que las comunidades humanas que disfrutan de bienestar económico, social y político, atribuyen virtudes sociales y políticas a aquello de lo que disfrutan. Atribución que se reivindica a pesar de la evidencia en sentido contrario.
Esta apreciación del profesor de economía de Harvard, John Galbraith, se corresponde perfectamente con el ethos de la religión neoconservadora: "Las creencias de los privilegiados se ponen al servicio de la causa de la satisfacción continua y se acomodan de modo similar a las ideas económicas y políticas del momento".
Este ethos se ve favorecido hoy día en los países donde impera el capitalismo, porque son muchos los que se sienten motivados por él y se ven protegidos por una cobertura democrática, particularmente en los Estados Unidos.
Una crítica semejante hace Metz al catolicismo de Alemania occidental, que considera una religión burguesa con alta plausibilidad y prestigio ante la opinión pública mundial, pero sin futuro mesiánico. El teólogo culpa a la teología y a la Iglesia ilustradas de no contradecir esta religión, puesto que el futuro mesiánico de la tradición judeocristiana no confirma este futuro burgués, sino que lo interrumpe: "Los primeros serán los últimos y los últimos los primeros".
El evangelio, nos previene contra la avidez del dinero (Mt 6, 24) por el peligro de convertirlo en valor supremo. Por consiguiente, la forma como las religiones burguesa y neoconservadora entienden la tradición judeocristiana no responde a su verdadera esencia.
Tal como aparece en el NT Jesús decide voluntariamente identificarse con los pobres en un gesto de oposición al hombre a quien todo le parece poco y tiende a acaparar y convertir la posesión en privilegio a costa de los demás. De esta manera el mismo ser-hombre termina dividido en categorías, castas, clases.
Tanto la teología política como la de la liberación, que han captado y traducido muy bien a nuestro tiempo la tradición judeocristiana, denuncian este desmedido afán de posesión. Las dos entran en confrontación con la sociedad capitalista, pero no se oponen a entrar en diálogo con la religión que la sustenta.
Concretamente desde la periferia del mundo, la mayoría de la población mundial empobrecida, se considera una idolatría la interpretación que la religión neoconservadora nortamericana hace del sistema capitalista como "cumplimiento de las promesas", "el Mesías ya ha venido", "no hay que esperar nada más y mejor", "la esperanza se ha realizado" etc.
No cabe duda que quien mira desde el interior del sistema capitalista está ciego para ver el inmenso cinturón de pobreza que le rodea. Por eso, de quienes miran la situación del mundo de esta forma estrecha y egocéntrica no cabe esperar un diálogo cultural solidario y menos aún disposición para recibir la crítica del propio sistema .
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1, 2. Criterios de verificación
Desde la opción por los pobres, que ha hecho la teología de la liberación, es posible encontrar unos criterios que nos permitan comprobar si las estructuras sociales que ofrece el sistema capitalista son aptas, como mediación, para la realización del reino de Dios en el mundo. He aquí los más importantes:
a) El criterio del pobre
El pobre tal como lo describe Gustavo Gutierrez, es el subproducto del sistema en que vivimos y del que somos responsables. Es el marginado de nuestro mundo social y cultural, el oprimido, explotado y despojado del fruto de su trabajo, en definitiva, el expoliado de su ser de hombre.
Ahora bien, su pobreza no es una llamada a una acción generosa que la alivie, sino una exigencia inapelable de construir un orden social distinto. Por lo que la solidaridad con el pobre implica la transformación del actual orden social . Toda la mediación de las estructuras socioeconómicas ha de estar orientada a eliminar las condiciones de injusticia que engendran la pobreza.
Este primer criterio incluye la universalidad de los beneficios coseguidos por el capitalismo de manera que puedan ser recibidos por la mayoría de los pobres del mundo. La eliminación, pues, de la pobreza ha de ir acompañada de un estilo de vida solidaria, que no reviste la mediación que hace el capitalismo.
El que fuera director del Fondo Monetario Internacional, Michael Camdessus, antes de ser cesado del cargo alertó al mundo contra el peligro que representa para su estabilidad el aumento creciente de la pobreza. La brecha cada día mayor entre ricos y pobres lo considera moralmente reprobable y explosivo socialmente, por lo que no cre suficiente hacer crecer la riqueza en el mundo, sino que es necesario que esta se reparta con mayor equidad.
Ciertamente, el discurso del alto financiaero está dirigido de manera interesada al dinamismo del desarrollo, porque si se deja a los pobres sin esperanza, la pobreza y la violencia que eso generaría socavaría los cimientos de la sociedad.
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Es sabido asimismo que tras la caída del muro de Berlín, pronto se alzaron voces alertando sobre los efectos de una economía abandonada a su sed especulativa sin respetar norma alguna. Uno de sus engendros más nocivos, la globalización financiera, ha merecido ya el calificativo de "nuevo desorden mundial", porque está creando hoy los mismos estragos que el imperialismo y el colonialismo en el pasado.
La misma Organización Mundial del Comercio surgida en 1995 para liberalizar el intercambio comercial y favorecer el desarrollo, muy pocos años después ha conseguido que haya en el mundo cien millones más de pobres, como ha denunciado recientemente el Foro Social Mundial de Bombay. Nada más terminar éste, el Foro Económico Mundial reunido en Davos (Suiza), que representa los intereses del gran capital, ha mirado a otro lado para no ver la situación de extrema pobreza y violencia en que está sumida una buena parte de la población mundial.
La distancia Norte-Sur sigue creciendo y para aminorarla Naciones Unidas reúne periódicamente a los países de uno y otro hemisferio. En el año 2OOO Kofee Anann propuso en el Foro de Nueva York que la organización que él preside fuera el árbitro de la globalización. Su iniciativa no prosperó y el árbitro sigue siendo el G-7, que es tanto como decir los siete países más ricos del globo, avalados por el Fondo Monetario lnternacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, instituciones todas a su servicio.
Nadie duda del crecimiento económico que la gestión de estas organizaciones han conseguido para los países ricos, pero no han distribuido la riqueza producida equitativamente en ellos y tampoco han permitido que los productos agrícolas de los países pobres circulen por los del Norte en las mismas condiciones en que los de estos circulan por los del Sur, cosa que se considera fundamental para el equilibrio económico mundial.
En otra cumbre semejante, esta vez en Monterrey en el 2002, la Unión Europea se comprometió a aumentar la cooperación al desarrollo hasta el 0'39 de su PIB en el 2006. La aportación de estados Unidos es aún menor, con lo que la contribución al desarrollo de los países pobres por parte de los ricos es claramente insuficiente e injusta. En consecuencia, mientras en el Norte mucha gente se alimentan y se benefician de unas condiciones de vida nunca antes conocidas, más de mil millones de personas viven en el Sur en condiciones infrahumanas, según el Informe de desarrollo Humano de Naciones Unidas del año 1998 .
El capitalismo se muestra incapaz de reconciliar a ricos y pobres, por lo que hay que confiar en que el socialismo democrático, haciendo honor a la solidaridad y a su mismo nombre, sepa encontrar un modelo de desarrollo justo y sostenible que dé respuesta a las necesidades de la humanidad en su conjunto. Los grandes pensadores ven en el socialismo el imperativo moral puesto sobre el hombre de hoy para que éste destile unas gotas de virtud.
Entre ellos José Ortega y Gasset llega a decir: "Es hoy una verdad cientítica adquirida para in aeternum que el único estado social moralmente admisible es el estado socialista". Frente a los partidos vigentes emerge el ideal socialista. "Su realización es el mandato nuevo, el imperativo moral puesto sobre el hombre moderno..."
De todo lo dicho es fácil deducir que el bien común de la humanidad no ha sido bien gestionado durante siglos por la política económica internacional. La política se ha prostituido y se ha alejado del carácter virtuoso que entraña. No son pocos también los que piensan que hasta la religiones se han prostituido, porque perpetúan la pobreza, legitimando los sistemas que la causan y restringiendo la liberación espiritual al plano individual e interior de la persona.
De esta manera la transformación radical de la sociedad que piden los líderes espirituales más carismáticos para erradicar la pobreza, es neutralizada por una espiritualidad y moralidad que dejan mucho que desear. Con lo que cobra actualidad la queja de Bonhoeffer en los años cuarenta: "la moral y la religión pueden convertirse en el más peligroso enemigo de la venida de Dios a los hombres".
Estas críticas tienen el respaldo de la Constitución pastoral del Vaticano II.
Según ésta, la pobreza hay que afrontarla políticamente, puesto que tiene su origen en la injusticia y en un desorden de la estructura socieconómica. Así se desprende del capítulo tercero de la segunda parte dedicado a la vida económico-social (GS 63-72.
Los teólogos de la liberación que beben en esta fuente conciliar son unánimes en decir que la gesta liberadora, que está obligada a realizar la mayoría de la población del Tercer Mundo para salir de la situación en que se encuentra no sólo es legítima, sino que entra de lleno en la historia de la salvación. Es más, a cualquier cristiano que ha hecho la opción por los pobres, le parece carente de sentido esta opción, si falta contenido político en ella .
Subordinación al reino de Dios
Entre los criterios de verificación que estamos analizando para ver si las estructuras sociales creadas por el capitalismo son aptas como mediación para la realización del reino de Dios en el mundo, los teólogos concluyen que esta mediación ha de ser siempre relativa y sometida al mismo reino, porque él trasciende a toda mediación. Sin embargo, tampoco esta condición se percibe en el uso que la religión burguesa neoconservadora de Estados Unidos hace del capitalismo democrático.
El modo como la mediación capitalista pretende hacer realidad el reino de Dios en la historia se sobrepone sobre el reino mismo, puesto que le somete a los intereses del propio sistema. Por consiguiente, ni éste ni la religión que le sustenta tienen nada en común con la opción por los pobres y ésta es conditio sine qua non para el descubrimiento del reino prometido a los pobres. Por lo que es lógico concluir con Mardones que nos encontramos ante un caso más de idolatría .
El capitalismo, aunque se llame democrático en el argot occidental, no concuerda con el mensaje cristiano, porque origina mucha exclusión social, explotando a los más débiles de la sociedad en función de sus fines. La ideología neoliberal heredera de la burguesía tradicional, que sustenta al sistema, está absolutamente convencida de que la exclusión o marginación es culpa del individuo exclusivamente; es incapaz de entenderla como resultado de tramas sociales.
Asimismo concibe la desigualdad como resultado de la libertad, es decir, del uso que cada persona decide hacer de su propia libertad: "algunos deciden trabajar menos o asumir menos riesgos". Por tanto, estamos ante "diferencias libremente deseadas y no ante injusticias sufridas" . Además, da por supuesto que todas las personas tienen acceso al trabajo, lo que denota que su razonamiento es ajeno a la realidad, porque la experiencia dice que la puerta de la pobreza la abre siempre la escasez de empleo y este es hoy el problema número uno en todo el mundo.
De modo que, a pesar de su disfraz democrático y religioso, el neocapitalismo burgués arrastra la herencia de la ideología liberal basada en la ley natural del egoísmo, que es necesario respetar siempre. Ya antes de Adam Smith los fisiócratas franceses habían concebido el desarrollo del orden económico en conformidad con las leyes naturales. A ellos se debe la política del laissez faire, que pasaría a los economistas posteriores. Los puntos principales de esta doctrina son:
-Los individuos han de ser libres en la consecución de su propio interés. Se les debe permitir elegir su propio trabajo, trasladarse de un lugar a otro, ganar dinero y hacer lo que quieran con su propiedad.
-El Estado no debe ayudarlos ni obstaculizarlos. Este principio se considera como una norma moral: la ley natural de los derechos del individuo. Y como ley natural ha de dar buenos resultados para la colectividad.
Toda esta doctrina de los fisiócratas franceses se contenía en la fórmula que acuñaron: "Laisser faire, laisser passer, le monde va de lui même". Pero a la larga dicha doctrina traería muy malas consecuencias, porque se impuso la ley del más fuerte, que es la que rige en el capitalismo actual, tanto en los países ricos como en los pobres. En esto no hay diferencia entre Norte y Sur, porque el Norte no es una realidad homogénea de gente rica con igual capacidad de consumo ni el Sur es tampoco una realidad homogénea de gente pobre que se solidariza entre sí para eliminar la miseria en el mundo.
Adam Smith, fundador de la escuela económica clásica en el siglo XVIII y recopilador de la ciencia económica, se ha guiado por los principios de los fisiócratas franceses y ha respetado de la misma manera el egoísmo natural del individuo como fuente primaria del bienestar social. Dice así:
-El operador económico, buscando su propio interés, "es conducido por una mano invisible" a conseguir un fin que sobrepasa sus intenciones. Con frecuencia promueve de esta manera el interés de la colectividad más eficazmente que si lo intentara a propósito.
-Todos los sistemas dirigidos a fomentar o a obstaculizar deben ser abandonados; el sistema simple de la libertad natural se impone por sí mismo.
El egoísmo natural del individuo como fuente indiscutible del bienestar social, la mano invisible providente, la libertad natural etc., aunque revistan distintas modalidades hoy, son temas que se barajan todavía en el neoconservadurismo norteamericano.
Es cierto que en la revolución industrial este capitalismo salvaje se mostró muy eficaz, pero también muy inhumano. No en vano contiene en sí grandes contradicciones. Por ejemplo, decir que la libertad de mercado es un mecanismo que asegura el buen funcionamiento del sistema al servicio de las necesidades de todos los hombres, está en contradicción con la tendencia a la concentración monopolística que le caracteriza.
Es igualmente contradictorio estructurar de manera individualista y sobre una base lucrativa y anárquica la producción económica moderna, que es una realidad social e interdependiente. Por esta vía económica monopolista y colonial no es posible solucionar los graves problemas del tercer mundo, ni los que preocupan al primero .
A esta actitud insolidaria del capitalismo.....