La alegría del Evangelio: Papa Francisco
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Papa Francisco
El anuncio del Evangelio en el mundo actual
Capítulo Tercero
El Anuncio del Evangelio
(Cont., viene del día 15)
Un oído en el pueblo
154. El predicador necesita también poner un oído en el pueblo, para descubrir lo que los fieles necesitan escuchar. Un predicador es un contemplativo de la Palabra y también un contemplativo del pueblo.
De esta manera, descubre "las aspiraciones, las riquezas y los límites, las maneras de orar, de amar, considerar la vida y el mundo, que distinguen a tal conjunto humano", prestando atención "al pueblo concreto con sus signos y símbolos, y respondiendo a las cuestiones que plantea". Se trata de conectar el mensaje del texto bíblico con una situación humana, con algo que ellos viven, con una experiencia que necesite la luz de la Palabra. Esta preocupación no responde a una actitud oportunista o diplomática, sino que es profundamente religiosa y pastoral.
En el fondo es una "sensibilidad espiritual para leer en los acontecimientos el mensaje de Dios" y esto es mucho más que encontrar algo interesante para decir. Lo que se procura descubrir es "lo que el Señor desea decir en una determinada circunstancia. Entonces la preparación de la predicación se convierte en un ejercicio de discernimiento evangélico, donde se intenta reconocer _a la luz del Espíritu_ "una llamada que Dios hace oir en una situación histórica determinada; en ella y por medio de ella Dios llama al creyente"(Juan Pablo II Pastores dabo vobis).
155. En esta búsqueda es posible acudir simplemente a alguna experiencia humana frecuente, como la alegría de un reencuentro, las desilusiones, el miedo a la soledad, la compasión por el dolor ajeno, la inseguridad ante el futuro, la preocupación por un ser querido, etc.; pero hace falta ampliar la sensibilidad para reconocer lo que tenga que ver realmente con la vida de ellos. Recordemos que nunca hay que responder preguntas que nadie se hace, tampoco conviene ofrecer crónicas de actualidad para despertar interés: para eso ya están los programas televisivos.
En todo caso, es posible partir de algún hecho para que la Palabra pueda resonar con fuerza en su invitación a la conversión, a la adoración, a actitudes concretas de fraternidad y de servicio,etcétera, porque a veces algunas personas disfrutan escuhando comentarios sobre la realidad en la predicación, pero no por ello se dejan interpelar personalmente.
Ver:Papa Francisco
La alegría del Evangelio
Exhortación apostólica
Evangelii gaudium
Papa Francisco
El anuncio del Evangelio en el mundo actual
Capítulo Tercero
El Anuncio del Evangelio
(Cont., viene del día 15)
Un oído en el pueblo
154. El predicador necesita también poner un oído en el pueblo, para descubrir lo que los fieles necesitan escuchar. Un predicador es un contemplativo de la Palabra y también un contemplativo del pueblo.
De esta manera, descubre "las aspiraciones, las riquezas y los límites, las maneras de orar, de amar, considerar la vida y el mundo, que distinguen a tal conjunto humano", prestando atención "al pueblo concreto con sus signos y símbolos, y respondiendo a las cuestiones que plantea". Se trata de conectar el mensaje del texto bíblico con una situación humana, con algo que ellos viven, con una experiencia que necesite la luz de la Palabra. Esta preocupación no responde a una actitud oportunista o diplomática, sino que es profundamente religiosa y pastoral.
En el fondo es una "sensibilidad espiritual para leer en los acontecimientos el mensaje de Dios" y esto es mucho más que encontrar algo interesante para decir. Lo que se procura descubrir es "lo que el Señor desea decir en una determinada circunstancia. Entonces la preparación de la predicación se convierte en un ejercicio de discernimiento evangélico, donde se intenta reconocer _a la luz del Espíritu_ "una llamada que Dios hace oir en una situación histórica determinada; en ella y por medio de ella Dios llama al creyente"(Juan Pablo II Pastores dabo vobis).
155. En esta búsqueda es posible acudir simplemente a alguna experiencia humana frecuente, como la alegría de un reencuentro, las desilusiones, el miedo a la soledad, la compasión por el dolor ajeno, la inseguridad ante el futuro, la preocupación por un ser querido, etc.; pero hace falta ampliar la sensibilidad para reconocer lo que tenga que ver realmente con la vida de ellos. Recordemos que nunca hay que responder preguntas que nadie se hace, tampoco conviene ofrecer crónicas de actualidad para despertar interés: para eso ya están los programas televisivos.
En todo caso, es posible partir de algún hecho para que la Palabra pueda resonar con fuerza en su invitación a la conversión, a la adoración, a actitudes concretas de fraternidad y de servicio,etcétera, porque a veces algunas personas disfrutan escuhando comentarios sobre la realidad en la predicación, pero no por ello se dejan interpelar personalmente.
Ver:Papa Francisco
La alegría del Evangelio
Exhortación apostólica
Evangelii gaudium