Los santos que nunca serán canonizados
Los Cátaros: anarquistas cristianos
"avant la lettres"
En plena Edad Media, sobre todo a lo largo del siglo XIII, la Europa cristiana se vió inundada por multitudinarios grupos de "santos incanonizables" que fueron denominados con el apelativo común de los Cátaros"(los "Puros"). Se trataba, en efecto, de seres humanos comprometidos en un gran esfuerzo moral; estaban decididos a imponer la pureza en sus propias vidas y las de los demás no le preocupaba gran cosa,ni el destino de la Iglesia como organización.
Era una ética apropiada para hombres trabajadosres, frugales, sabios y activos. Los Cátaros estaban resueltos a que sus acciones fueran juzgadas en función de sus pricipios y que los juzgara por el grado de correspondencia de sus acciones con sus principios. Eran _ y, por supuesto, esto produjo la gran ofensa sociológica_ lo opuesto a los hombres de la organización.
Un hombre de la organización no puede tener más que una virtud: la obediencia a los mandatos de sus superiores; y los hombres de la organización estaban comprometidos por aquellos días(como más tarde)en la tarea de escalar, a través de la obediencia la no muy ancha escala (la escala nunca es demasiado ancha) del status jerárguico.
Pero los Cátaros, lejos de pretender un status jerárquico, ni siquiera se ocupaban de la opulencia. Deseaban simplemente ser lo que su conciencia les decía que debían ser, y ponían un celo inagotable en esta especie de conciencia moral.
Lo que fascina y aterra en la persecución de los cátaros, es la contienda entre la alta autoridad de los dirigentes y la honda moralidad de los miembros. El resultado no podría ser otro que el sufrimiento de las víctimas en aras de su virtud, mientras prevalecían los perseguidores gracias a su poder.
Las doctrinas de los Cátaros se extendieron a lo largo de las rutas comerciales en dirección a Occidente desde un origen común en los Balcanes. En el siglo XII estas doctrinas habían llegado al norte de Italia y al sur de Francia. Desde luego el movimiento fue anticlerical; lejos de dar muestras de respeto a los sacerdotes, los Cátaros los consideraban como probables elegidos de Satanás, y podían citar como pruebas numerosas y visibles corrupciones. Por ejemplo, si un hombre rico compraba un obispo, cuesta trabajo pensar que este nuevo status tuviera algo que ver con una pretendida sucesión apostólica...
Así pues, los Cátaros constituían un cuerpo de miembros en constante repudio de una jefatura oficial y trataron de producir _intencionadamente o no_ entre millares de adeptos una especie de "revolución permanente avant la lettre".
Hasta el final del siglo XII la crisis de la organización era real e inmediata: este protestantismo primitivo, de haber podido desarrollarse, habría logrado pronto y sin violencia lo que el protestantismo posterior realizó entre incendios y espesas nubes de humo. Es decir, hubiera abolido la estructura feudal de la Iglesia y probablemente también la estructura del sistema feudal en sí.
El Languedoc fue el hogar natural de la corriente espiritual de los Cátaros: la región se convirtió en la más civilizada de Europa, con una feliz y poco frecuente mezcla de privilegios feudales y de empresas comerciales. Allí floreciron los trovadores, para los cuales el amor sagrado y el profano, la adoración a la Virgen y a la dama propia, llegaron a ser casi lo mismo.
Sin embargo, la Iglesia no podía soportarlo. Condenada como estaba a la corrupción desesperada del poder político, donde la superviencia se mantiene brutalmente, la Iglesia contemplaba con una mezcla de vergüenza y horror una plácida civilización en la que _de un modo u otro_ se disponía de los beneficios históricos del crstianismo.
Pero los Cátaros podrían ser vulnerables en ciertos puntos de la doctrina y hasta conservaban quizá algo del viejo regusto agustiniano por la herejía maniquea. Así, pues, el papa Inocencio III(1198-1216)analizó brevemente estos elementos y se dispuso a actuar. En consecuencia, Inocencio, a través de la Orden Cisterciense, hizo una llamada a los señores del norte de Francia para que tomaran la cruz contra los "herejes" del Laguedoc: el botín sería sencillamente para ellos.
La ruina fue completa. Los "cruzados" creyendo que deberían distinguir en la matanza entre herejes y ortodoxos, preguntaron al legado papal, Arnaldo Alarico, cómo podían saber a quién podían matar "¡Matadlos a todos! _gritó el insólito fanático_:¡Dios reconocerá a los suyos!"
Ver: José Mª González Ruiz,
Los santos que nunca serán canonizados
Planeta 1979.