"En el caso de los abusos sexuales, me parece de gran honestidad el documento" Respeto a la dignidad infinita, también dentro de la Iglesia
"Tras la publicación de este documento veo cada vez más difícil, por no decir imposible, la reconciliación del Vaticano con la teoría y la práctica feministas, asignatura pendiente que, de no aprobarse, seguirá produciéndose el abandono de la Iglesia por parte de las mujeres"
"Muchas veces me he preguntado, y vuelvo a hacerlo ahora tras leer este documento, por qué el Papa tiene tan profunda sintonía con los movimientos populares, con quienes se ha reunido en varias ocasiones y comparte sus tres reivindicaciones “Tierra techo y trabajo”, y no se ha reunido ni una sola vez con el movimiento feminista, sino que lo critica frecuentemente y en este documento de manera especial"
"A mi juicio, el documento peca de idealista y de falta de autocrítica al presentar a la Iglesia como garante de la dignidad humana, sin reparar en sus propias transgresiones no solo en el pasado sino en la actualidad. Lo que ha dado lugar a algunos críticos a recordar el viejo refrán “consejos vendo, pero para mí no tengo”. De ahí mi petición de respeto a la “dignitas infinita” también en la Iglesia católica para que teoría y práctica vayan al unísono y su mensaje sea creíble"
"A mi juicio, el documento peca de idealista y de falta de autocrítica al presentar a la Iglesia como garante de la dignidad humana, sin reparar en sus propias transgresiones no solo en el pasado sino en la actualidad. Lo que ha dado lugar a algunos críticos a recordar el viejo refrán “consejos vendo, pero para mí no tengo”. De ahí mi petición de respeto a la “dignitas infinita” también en la Iglesia católica para que teoría y práctica vayan al unísono y su mensaje sea creíble"
El documento Dignitas infinita, del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que recientemente se ha hecho público, es el más fiel reflejo de las dos tendencias que coexisten en la Iglesia católica y en el propio Papa: a) la sociopolítica y económica en continuidad con el pensamiento de Francisco, crítico del neoliberalismo, al que define como injusto en su raíz, y de la cultura del descarte, que coincide con la teoría de la necropolítica de Achille Mbembe; b) la moral, que reproduce las orientaciones tradicionales del magisterio eclesiástico en temas como el origen y el final de la vida, la sexualidad, la teoría de género, el cambio de sexo, etc., sin apenas avance alguno.
El documento ofrece un riguroso análisis de algunas de las más graves violaciones contra la dignidad humana, entre las que cita las siguientes: el drama de la pobreza y la aparición de nuevas pobrezas; la tragedia de las guerras que constituye una “derrota de la humanidad”; el envenenamiento de la casa común; el maltrato a las personas migrantes y el irrespeto a sus derechos fundamentales; la trata de personas, que califica de “crimen contra la humanidad”, el tráfico de órganos y tejidos humanos, la explotación infantil, el trabajo esclavo, la prostitución; los abusos sexuales que “dejan profundas cicatrices en el corazón de quienes las sufren”; la violencia contra las mujeres, poniendo el acento en el feminicidio, y las grandes desigualdades entre hombres y mujeres; la maternidad subrogada (vientres de alquiler), que convierte al niño “en un mero objeto” y viola la dignidad de la mujer; la violencia digital; el descarte de la personas con discapacidad; los genocidios; la pena de muerte, etc. etc.
En el aspecto moral, tiende a repetir las condenas de siempre. Me parece ajeno a los cambios producidos en la sociedad y choca frontalmente con el movimiento feminista y con no pocos parlamentos que han aprobado leyes que amplían derechos humanos y defienden la igualdad real entre hombres y mujeres en respuesta a las legítimas reivindicaciones de justicia de género del feminismo. Tras la publicación de este documento veo cada vez más difícil, por no decir imposible, la reconciliación del Vaticano con la teoría y la práctica feministas, asignatura pendiente que, de no aprobarse, seguirá produciéndose el abandono de la Iglesia por parte de las mujeres.
Veamos algunos ejemplos. Califica la teoría de género de “extraordinariamente peligrosa” y de una de más graves manifestaciones de “colonización ideológica” porque pretende negar la diferencia sexual. Niega su carácter científico, cuando se trata de una teoría que cuenta con una sólida fundamentación antropológica y ética. Se mueve en el paradigma de la binariedad sexual. Es contrario al cambio de sexo alegando que “por regla general, corre el riesgo de atentar contra la dignidad única que la persona ha recibido desde el momento de la concepción”.
Me permito sugerir a Francisco y al Dicasterio para la Doctrina de la Fe que se aproximen a la teología feminista, lean sus textos, que cuentan con una sólida fundamentación bíblica, y entren en diálogo con las teólogas que trabajan en esa dirección
Muchas veces me he preguntado, y vuelvo a hacerlo ahora tras leer este documento, por qué el Papa tiene tan profunda sintonía con los movimientos populares, con quienes se ha reunido en varias ocasiones y comparte sus tres reivindicaciones “Tierra techo y trabajo”, y no se ha reunido ni una sola vez con el movimiento feminista, sino que lo critica frecuentemente y en este documento de manera especial con descalificaciones que me resultan poco respetuosas. Me permito sugerir a Francisco y al Dicasterio para la Doctrina de la Fe que se aproximen a la teología feminista, lean sus textos, que cuentan con una sólida fundamentación bíblica, y entren en diálogo con las teólogas que trabajan en esa dirección. No quedarán defraudados. Será un diálogo enriquecedor.
El documento amplía sus críticas a la eutanasia y al suicidio asistido. Condena el aborto de manera radical alegando que “la dignidad humana tiene carácter intrínseco y vale desde el momento de la concepción”. Pero no se queda ahí, sino que va más allá, hasta considerar que la aceptación del aborto, tan extendida hoy, “constituye una señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal”. La acusación se dirige, indirectamente, contra los numerosos parlamentos que consideran legal el aborto e incluso contra colectivos católicos que lo defienden. Critica incluso el uso de la expresión “interrupción del embarazo”. Termina ese apartado calificando el aborto de “eliminación deliberada y directa de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento”.
A mi juicio, el documento peca de idealista y de falta de autocrítica al presentar a la Iglesia como garante de la dignidad humana, sin reparar en sus propias transgresiones no solo en el pasado sino en la actualidad. Lo que ha dado lugar a algunos críticos a recordar el viejo refrán “consejos vendo, pero para mí no tengo”. De ahí mi petición de respeto a la “dignitas infinita” también en la Iglesia católica para que teoría y práctica vayan al unísono y su mensaje sea creíble.
Uno de los casos de irrespeto a la dignidad humana en la Iglesia católica es la discriminación que sufren las mujeres dentro de su estructura jerárquica, patriarcal y clerical. Ellas son excluidas del acceso a los ministerios ordenados, de la asunción de responsabilidades en los órganos de poder, del acceso directo al ámbito de lo sagrado, de la consideración de sujetos religiosos y morales autónomos y, por regla general, de la participación en la elaboración de la doctrina teológica y moral. Tales exclusiones, claramente discriminatorias, cuentan, además, con la justificación y la legitimación de no pocas leyes y códigos jurídicos de obligado cumplimiento.
Revisión de textos doctrinales
La devolución de la plena dignidad de las mujeres en la Iglesia católica y la no discriminación de los colectivos LGTBIQ+ requieren una revisión a fondo de no pocos textos doctrinales y legales, especialmente, del Código de Derecho Canónico y del Catecismo de la Iglesia Católica, ambos promulgados durante el pontificado del Papa Juan Pablo II en 1983 y 1992 respectivamente.
En el caso de los abusos sexuales me parece de gran honestidad el documento del Dicasterio para la Defensa de la Fe al reconocer que “afectan también a la Iglesia y representan un obstáculo para su misión. De ahí su inquebrantable compromiso de poner fin a cualquier tipo de abuso empezando desde dentro”. El reconocimiento de dichos abusos y el compromiso de ponerlos fin en un documento de tal relevancia doctrinal me parece un paso importante tras tantas décadas umerosos de encubrimiento y complicidad.
Lo que no acabo de ver es que tenga ese inquebrantable compromiso la jerarquía de algunas iglesias nacionales, entre ellas la española, una de las que más se ha resistido a investigar los casos de pederastia en su seno y a reconocer los testimonios de las víctimas hasta el punto de no incorporar en su documento Para dar luz varios centenares de agresiones sexuales recogidos en los diferentes informes de las propias instituciones religiosas y de no reconocer como probados otros muchos.
A decir verdad, me hubiera gustado que el documento hubiera sido más explícito sobre el tema dadas la amplia extensión y la extrema gravedad de las innumerables agresiones sexuales contra niños, niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres en instituciones católicas, como han confirmado numerosas investigaciones independientes, las denuncias de víctimas y las condenas de tribunales de justicia.
Un fenómeno estructural
No, no son casos aislados, como a veces se quieren presentar, sino un fenómeno estructural legitimado institucionalmente con el silencio y la complicidad de la jerarquía eclesiástica y del propio Vaticano durante décadas. Estamos ante un fenómeno que afecta a todo el cuerpo eclesiástico: cardenales, arzobispos, obispos, sacerdotes, formadores, profesores y padres espirituales de seminarios, noviciados y colegios religiosos.
No quiero terminar esta reflexión sin referirme a dos ideas que considero de especial importancia y que documento destaca: la denuncia de los lugares en los que se encarcela, se tortura e incluso se priva del bien de la vida a no pocas personas solo por su orientación sexual; y la llamada a la comunidad internacional para que asuma el compromiso de “prohibir universalmente [el subrayado es mío] la práctica de la maternidad subrogada”. Acabo de leer en RD que el Papa se ratifica en esta prohibición, según el testimonio de Bernardo García Larraín, coordinador de la Declaración de Casablanca para la abolición de los vientres de alquiler, durante el encuentro del Congreso Internacional con el Papa: “El Santo Padre no se cansó de repetirnos en dos o tres ocasiones que la maternidad subrogada no es otra cosa que un negocio”.
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