Veinte propuestas para erradicar los abusos, y la cultura del silencio ¿Qué le pido a la jerarquía de la Iglesia Católica española en relación con la pederastia?
Veinte propuestas en torno a la pederastia con la esperanza de que con ellas se haga justicia a las víctimas
Soy contrario a hablar de la pederastia de la iglesia católica. Lo correcto es hablar siempre de la pederastia en la iglesia católica
Con su negacionismo, ocultamiento y silencio, primero, encubrimiento, inacción y falta de denuncia, después, y su negativa a investigar, ahora, la jerarquía está siendo cómplice de la pederastia y legitima el comportamiento de los pederastas
Con su negacionismo, ocultamiento y silencio, primero, encubrimiento, inacción y falta de denuncia, después, y su negativa a investigar, ahora, la jerarquía está siendo cómplice de la pederastia y legitima el comportamiento de los pederastas
1.Diferenciar jerarquía y comunidad cristiana y desvincular a la comunidad cristiana de la actuación de la jerarquía. Esta no representa a la comunidad cristiana, ya que no ha sido elegida democráticamente, ni totaliza la eclesialidad, aun cuando pretenda apropiarse de ella como única detentadora. La identificación de la jerarquía con la iglesia es un error muy extendido, sobre todo en los medios de comunicación, que debe ser corregido. Responde a una imagen distorsionada de la Iglesia como organización jerárquico-piramidal-patriarcal, que tristemente es la real, pero no la teológicamente correcta. La comunidad cristiana no tiene responsabilidad alguna sobre la actuación de la jerarquía en relación con la pederastia.
2.No identificar la pederastia con la iglesia en cuanto comunidad cristiana. Por eso soy contrario a hablar de la pederastia de la iglesia católica. Lo correcto es hablar siempre de la pederastia en la iglesia católica. La comunidad cristiana no ha tenido conocimiento de la pederastia hasta ahora. Ahora bien, una vez que conocido su existencia, magnitud y gravedad, no puede guardar silencio, debe condenarla, denunciarla como un crimen horrendo contra las niñas, los niños y los adolescentes y exigir a los obispos que actúen de inmediato.
3.Convocar a las víctimas, escucharlas, creer sus testimonios, reconocerles su autoridad. En el caso de la pederastia, no es la jerarquía quien tiene la autoridad, sino las víctimas, que están sufriendo las consecuencias destructivas de su personalidad, de su dignidad, muchas veces irreparables, incluso llegando al suicidio.
4.Reconocer la gravedad de los hechos y no poner el foco en los casos fuera de la institución eclesiástica, cosa que la jerarquía hace frecuentemente para restar importancia a la pederastia clerical, ni debe afirmar que son muy pocos casos, porque no es verdad, ya que a diario aparecen nuevos casos de agresiones sexuales, ocultos durante décadas, y seguirán apareciendo en la medida en que las víctimas pierdan el miedo, decidan hablar y sean creídos sus testimonios ante organismos no eclesiásticos, como ha sucedido en los países donde se han creado comisiones de investigación independientes. En Francia, por ejemplo, se han identificado más de 300.000 víctimas.
5.Reconocer que, con su negacionismo, ocultamiento y silencio, primero, encubrimiento, inacción y falta de denuncia, después, y su negativa a investigar, ahora, la jerarquía está siendo cómplice de la pederastia y legitima el comportamiento de los pederastas.
6.Reconocer públicamente su permisividad, responsabilidad y culpabilidad al no actuar tras tener conocimiento de la violencia sexual cometida por personas pertenecientes a la institución eclesiástica apoyadas en su carácter sagrado y en su poder religioso y abusando de la confianza de los padres y las madres puesta en ellos.
7.Corregir su actitud inmisericorde ante las víctimas y practicar la com-pasión entendida como identificarse con ellas, ponerse de su lado, hacer suyos sus sufrimientos, acompañarlas, ayudar a curar sus heridas siguiendo el ejemplo de del Buen Samaritano de la parábola evangélica, que tuvo com-pasión de la persona malherida, le dedicó su tiempo, la atendió y cuidó de ella.
8.Excluir a los pederastas de sus funciones pastorales, entregarlos a la justicia civil para que sean juzgados y, si se demuestra su culpabilidad, ser sancionados con las penas acordes con la gravedad de los delitos sexuales. La prescripción del delito no exime de culpabilidad del agresor ni de la necesidad de reparación al agresor y a la institución a la que pertenece si en su momento no fue diligente para atajarlo.
9.Hacer petición pública de perdón, reparar a las víctimas y asumir el compromiso de no repetición.
10.Tener transparencia evangélica en la búsqueda de la verdad, llegando hasta las últimas consecuencias y poniendo en práctica la afirmación de Jesús: “La verdad os hará libres” (Jn, 10,32). De lo contrario, seguirán empecinados en el ocultamiento e incluso el oscurantismo.
11.Crear, en consecuencia, una comisión de investigación de la verdad independiente de la jerarquía, que garantice la objetividad para no obstruir el proceso investigador, y asumir los resultados de la misma con todas sus consecuencias, por muy dolorosas que sean. Como afirma el jesuita alemán Hans Zollner, miembro de la Comisión creada por el Papa para este tema, “si la Iglesia no cumple con su deber, serán otros quienes lo hagan”. La negativa episcopal a dicha comisión es la que ha llevado a dos propuestas: a) la aprobación de una Comisión parlamentaria que investigue hasta el fondo sobre los delitos sexuales dentro de la iglesia católica y b) a la propuesta de que sea la Defensoría del Pueblo quien lleve a cabo dicha investigación.
12.Apoyar dichas iniciativas y colaborar en el esclarecimiento de los hechos poniendo a disposición de la Fiscalía y de la comisión que se cree al respecto todos los expedientes canónicos sobre agresiones sexuales cometidos en parroquias, seminarios, noviciados, congregaciones religiosas, colegios católicos, conventos, etc., que consten en los archivos de las diócesis y otras instituciones eclesiásticas. Es una de las exigencias fundamentales que debe cumplir la CEE si desea colaborar en el esclarecimiento de los hechos.
13.Hasta ahora se ha negado a la apertura de dichos archivos y a entregar la documentación reclamadapor la Fiscalía, apelando a los Acuerdos con la Santa Sede de 1979, que los declaran inviolables. La búsqueda de la verdad sobre tamaños crímenes está por encima de la inviolabilidad de los documentos. Su negativa sería un nuevo acto de encubrimiento de los pederastas y de complicidad con ellos, tan grave como los anteriores.
Un ejemplo de transparencia lo acaban de dar los obispos de Portugal facilitando a la comisión que estudia las agresiones sexuales a menores el acceso a los archivos diocesanos para tener una mejor y más completa información sobre lo sucedido de 1950 a 2022 y facilitar así el trabajo a las personas investigadoras. Espero, confío y deseo que dicho ejemplo sea seguido por los obispos españoles para que resplandezca la verdad. La plena transparencia no busca la venganza, sino que será beneficiosa para todos y, sobre todo, reparadora para las víctimas y ejemplarizante para los pederastas.
14. Analizar las causas estructurales de la pederastia que no se reduce a casos aislados y excepcionales, sino que afectan a todos los sectores y niveles de la institución.
15.Anteponer la atención a las víctimas sobre la protección de los intereses de la institución.
16.Prestar a las víctimas apoyo psicológico, espiritual y económico.
17.Para atajar las causas que desembocan en la pederastia es necesario y urgente des-patriarcalizar, des-clericalizar, des-jerarquizar, des-masculinizar y democratizar la iglesia católica. El patriarcado, el clericalismo, la masculinidad del poder, el carácter piramidal y la jerarquización de la iglesia católica contribuyen a fomentar y mantener comportamientos tan perversos como la `pederastia.
18.Además de tolerancia 0 con los pederastas, la jerarquía debe desarrollar programas de educación afectivo-sexual en las instituciones donde se forman las personas aspirantes al ministerio sacerdotal y procesos de reeducación de los pederastas en el reconocimiento y respeto a la dignidad e inviolabilidad de todos los seres humanos y, en este caso, de las personas que son víctimas de tamaños crímenes.
19.La visibilidad y relevancia, necesarias y totalmente justificadas, que los medios de comunicación, la opinión pública, el Parlamento y el poder ejecutivo están dando a los abusos sexuales contra la infancia y la adolescencia dentro de la iglesia católica, no debe desconocer, y menos aún minusvalorar, encubrir y ocultar las múltiples formas de violencia ejercidas por personas del clero contra las mujeres en el seno de la misma iglesia y legitimadas por el patriarcado religioso en su alianza perversa entre el Dios varón y las masculinidades sagradas. “El patriarcado tiene a Dios de su parte”, afirma Kate Millet- "Si Dios es varón, el varón es Dios”, escribe Mary Daly.
20.Múltiples son las formas de violencia sufridas por las mujeres en la iglesia católica, tan graves y condenables como la violencia sexual contra la infancia y la adolescencia: simbólica, sagrada, psicológica, sexual, física, etc. Violencias que van desde la consideración de las mujeres como inferiores, la negativa al acceso directo al ámbito de lo sagrado, la prohibición del sacerdocio, la exclusión de los espacios de poder y responsabilidad, la negación de los derechos sexuales y reproductivos y que son invisibilizadas o, peor todavía, normalizadas.
En algunos casos, se llega a justificar la violencia contra las mujeres y la “violencia vicaria”, como hizo el padre Fernando Páez Santana, sacerdote canario, con motivo del asesinato de las niñas Olivia y Anna por su padre, Tomás Gimeno, alegando como justificación “la infidelidad” de la madre, “ya que las niñas estarían vivas -dijo- si la madre no hubiera roto el matrimonio”. Dichas violencias deben ser reconocidas en toda su gravedad e inhumanidad visibilizadas, denunciadas y condenadas. Es necesario impulsar dentro de la iglesia católica el movimiento Me too, que saque a la luz las agresiones sexuales de miembros del clero contra las mujeres. Ya existe un movimiento dentro de las Congregaciones religiosas femeninas que viene denunciando la esclavitud y la violencia sexual a la que son sometidas mujeres pertenecientes a dichas Congregaciones.