"La espiritualidad es el espacio verde de las culturas, de las religiones y de los pueblos" Las religiones y la paz: Quincecálogo de Nagasaki
Durante mi visita a Japón invitado por la comunidad budista laica (sin clérigos, ni monjes) de la Soka Gakkai, que sigue las enseñanzas del Sutra del Loto y del monje Nichiren (1222-1282), he participado en encuentros universitarios y en diálogos con comunidades budistas de distintos lugares del país: Tokio, Kamakura y Nagasaki
Bajo el impacto de esta visita, de la memoria de las víctimas y del dolor por tamaño ultraje a la dignidad humana, pronuncié el sábado 23 de noviembre de 2024 una conferencia sobre “Espiritualidad interreligiosa y caminos de paz”, cuya síntesis resumo en el siguiente quincecálogo sobre la contribución de las religiones a la construcción de la paz
Al alcalde de Nagasaki, Susuki Shiro. A las comunidades budistas de la Soka Gakkai de Tokio, Nagasaki y Rivas Vaciamadrid. A Inés Carbajal y al grupo del Diálogo Interreligioso, de León, con gratitud y en sintonía
Al alcalde de Nagasaki, Susuki Shiro. A las comunidades budistas de la Soka Gakkai de Tokio, Nagasaki y Rivas Vaciamadrid. A Inés Carbajal y al grupo del Diálogo Interreligioso, de León, con gratitud y en sintonía
Durante mi visita a Japón invitado por la comunidad budista laica (sin clérigos, ni monjes) de la Soka Gakkai, que sigue las enseñanzas del Sutra del Loto y del monje Nichiren (1222-1282), he participado en encuentros universitarios y en diálogos con comunidades budistas de distintos lugares del país: Tokio, Kamakura y Nagasaki.
La experiencia que más me ha impresionado ha sido la visita a Nagasaki, en plenos preparativos del ochenta aniversario de su destrucción el 9 de agosto de 1945 provocada por la bomba atómica, que causó la muerte de 80.000 mil personas e hirió a otras tantas. Fui recibido por el alcalde de la ciudad, quien me impuso el pin de la paz, y juntos hicimos memoria de tamaña masacre y asumimos el compromiso de luchar por la eliminación total de las armas nucleares.
Las experiencias que más impacto me han producido hasta las lágrimas han sido la visita a la Zona 0, que tiene el nombre de Parque de la Paz, donde explosionó la bomba, al Museo de la bomba atómica donde he visto las imágenes de destrucción de vidas humanas y de la ciudad, la más emotiva que incita a la com-pasión es la del niño de apenas diez años que llevaba en la mochila a su hermanito muerto para enterrar, y la Sala de la Memoria Internacional de Nagasaki para las Víctimas para ofrecer una oración por la paz. Es ahí donde se encuentran los testimonios de los supervivientes y objetos de las víctimas, entre ellos un reloj que se paró a las 11.02, hora exacta de la explosión.
Bajo el impacto de esta visita, de la memoria de las víctimas y del dolor por tamaño ultraje a la dignidad humana, pronuncié el sábado 23 de noviembre de 2024 una conferencia sobre “Espiritualidad interreligiosa y caminos de paz”, cuya síntesis resumo en el siguiente quincecálogo sobre la contribución de las religiones a la construcción de la paz, basado en justicia, bajo la inspiración inicial de Hans Küng y ampliado en relación con la eliminación de las armas nucleares.
1. Existe una falta de sintonía entre los mensaje de paz que predican las religiones y algunas de sus manifestaciones violentas a través de las cuales han impuesto con frecuencia sus creencias. Históricamente las religiones han atizado y siguen atizando no pocos conflictos, pero pueden jugar también un papel decisivo en la construcción de una cultura de paz. Las religiones se encuentran, con frecuencia, en el centro de los choques bélicos con su apoyo, silencio cómplice o falsa neutralidad, pero también intervienen activamente en los procesos de paz. Un ejemplo luminoso y pacificador es la Comunidad de San Egidio.
2. No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones. Más de tres cuartas partes de la población mundial están vinculadas a alguna sistema de creencias religiosas. Si estas personas activan sus tradiciones religiosas pacificadoras resultará más fácil la solución de los conflictos de forma pacífica. De lo contrario serán cómplices de la extensión de la violencia en el mundo.
3. No habrá paz entre las religiones sin diálogo entre ellas. Un diálogo que debe incluir a todas las religiones y debe caracterizarse por la simetría, la correlacionalidad, la corresponsabilidad y el respeto al pluralismo religioso, cultural y étnico.
4. No habrá diálogo interreligioso si las religiones no se conocen entre sí. El desconocimiento -tristemente muy extendido- constituye el caldo de cultivo para las descalificaciones mutuas, los fanatismos y los fundamentalismos que incitan al uso de la violencia. El conocimiento riguroso y en profundidad de las religiones a través de las distintas disciplinas que se ocupan de su estudio, facilita la comprensión entre ellas. Es por ello muy necesario el estudio de las ciencias de las religiones.
5. No habrá diálogo entre las religiones sin una ética mundial. Las religiones pueden colaborar en la construcción de dicha ética asumiendo las siguientes tareas: trabajo por la no violencia activa y respeto por la vida; defensa de la naturaleza sometida a explotación por el actual modelo de desarrollo científico técnico; opción por los sectores, los pueblos y los continentes excluidos; apuesta por una cultura de la solidaridad y por un mundo donde quepan todos los mundos; trabajo por un orden económico justo; promoción de una cultura de la igualdad y la colaboración entre hombres y mujeres, frente a la cultura patriarcal hoy imperante en todas las sociedades.
El respeto a las peculiaridades de cada cultura es condición necesaria para evitar el racismo, la xenofobia y el colonialismo, que suelen desembocar en violencia
6. No habrá paz en el mundo sin el reconocimiento y respeto del pluriverso en todos los niveles y ámbitos de la vida: político, social, cultural, religioso y étnico, y el correspondiente diálogo entre las diferentes culturas, religiones, espiritualidades, etnias y filosofías, así como entre los pueblos y los continentes. El respeto a las peculiaridades de cada cultura es condición necesaria para evitar el racismo, la xenofobia y el colonialismo, que suelen desembocar en violencia.
7. El mundo gasta hoy en armamento y en las guerras en torno a dos billones cuatrocientas mil millones de dólares. Las religiones, junto con otros actores en favor de la paz, deben denunciar dicho gasto y exigir a los gobiernos que lo destinen a la educación y alimentación de los millones de personas hambrientas que hay en el mundo.
8. Siguiendo el ejemplo de San Francisco de Asís, Mahatma Gandhi y Martin Luther King, las religiones están llamadas a desterrar la violencia en todas sus formas, en su organización, sus textos fundantes, sus códigos jurídicos, sus discursos, su relación con la naturaleza y el estilo de vida de sus seguidores y seguidoras, y a fomentar la fraternidad-sororidad eco-humana entre sus miembros, en la sociedad y con la naturaleza.
9. El 1% de la población mundial tiene el 99% de las riquezas de toda la humanidad. El diálogo de culturas, el encuentro de religiones y la inter-espiritualidad serán estériles si no van acompañados de una alianza con los movimientos sociales, las ONG’s y las organizaciones internacionales de solidaridad en la lucha contra la pobreza, el hambre y las brechas de la desigualdad, cada vez más profundas, y en la condena del neoliberalismo, que, como afirma el Papa Francisco, es injusto en su raíz y genera tamañas desigualdades en el mundo entre el Norte global y el Sur global.
10. Nuestra sociedad vive inmersa en todo tipo de excesos y desmesuras: en el consumo, que desemboca en consumismo; en la múltiple discriminación de las mujeres por género, identidad sexual, clase social, cultura, religión, etnia, que desemboca en feminicidios; en el uso de la violencia, que desemboca en constantes guerras destructivas de vidas humanas; en el odio contra las personas y los colectivos diferentes, inmigrantes, refugiados, desplazados, lgtbiq+, que tristemente desemboca en prácticas violentas; en el maltrato a la naturaleza convertirla en un basurero; en el ejercicio del poder, que desemboca en dictaduras y autoritarismos.
Las religiones deben contribuir a buscar la justa medida y seguir el camino medio, la moderación, el autocontrol, el equilibro, la corresponsabilidad, la razón cordial
11. Para evitar dichos excesos, las religiones deben contribuir a buscar la justa medida y seguir el camino medio, la moderación, el autocontrol, el equilibro, la corresponsabilidad, la razón cordial, la sensibilidad hacia el dolor de las personas, la compasión y la ética del cuidado. La justa medida “confiere cohesión a la sociedad” y contribuye a “superar o equilibrar conflictos y, eventualmente, incluso enfrentamientos bélicos. Siempre que impera la justa medida, se vigoriza la paz entre todos y también con la naturaleza” (Leonardo Boff).
12. En plena crisis y declive de las religiones, en la era de la inteligencia artificial, de la tecnocracia, del transhumanismo, del antropoceno, es necesario recuperar la espiritualidad, que es una de las dimensiones fundamentales del ser humano, más allá de las creencias e increencias religiosas, y tiene su propio órgano: el corazón, donde los valores tienen su lugar (Boff). “El corazón tiene razones que la razón no entiende”, afirmaba el filósofo y científico Pascal. “Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”, escribía Antoine de Sant Exupery. La espiritualidad es el espacio verde de las culturas, de las religiones y de los pueblos, y una de las mejores reservas de la humanidad, que es necesario poner en valor y activar.
13. El diálogo entre espiritualidades deja sin efecto la justificación de la teoría de la “guerra justa”, desactiva las guerras de religiones y apuesta por la paz justa, inseparable de la justicia, como afirma bellamente un salmo de la Biblia hebrea: “la justicia y la paz se besan” (Salmo 85, 10).
14. Hago mía la afirmación del filósofo y teólogo Raimon Panikkar, que transitó por los caminos del diálogo entre el cristianismo, el budismo, el hinduismo y la secularización: “Sin diálogo, el ser humano se asfixia y las religiones se anquilosan".
15. Siguiendo el ejemplo del doctor Daisaku Ikeda, que fuera presidente de la comunidad budista Soka Gakkai Internacional, las religiones, sus miembros y sus dirigentes deben trabajar por la eliminación de todas las armas nucleares para salvar a la humanidad y a la naturaleza de su extinción. Si no se destruyen las armas nucleares, estas destruirán a la humanidad y a la naturaleza.
Tal reivindicación la he hecho precisamente en Nagasaki, donde he pronunciado esta conferencia, lugar en el que, junto con Hiroshima, la explosión de la bomba autónoma provocó el asesinato premeditado y alevoso de 236.000 personas y numerosas secuelas en la población que sobrevivió, para que nunca vuelva a producirse tamaña masacre por el uso de las armas nucleares. “Hiroshima y Nagasaki ¡nunca más!”. Ese es el grito de la organización Nihon Hidankyo, formada por supervivientes de la bomba atómica y galardonada con el premio Nobel de la Paz 2024, al que deben sumarse todas las religiones.
Tras declarar la similitud de los niños ensangrentados en Gaza con lo sucedido en Japón hace ochenta años, el codirector de Nihon Hidankyo, Toshiyuki Mimaki, ha afirmado que “las armas nucleares deben ser abolidas absolutamente, ya que no traen la paz”. Masako Hidankyo, miembro de dicha organización, ha alertado del “riesgo de que las armas nucleares sean utilizadas en Ucrania y Oriente Medio”.
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