Ciencia y religión 3. A. Comte, la dictadura de la ciencia
El tema es complejo e intenso, no puedo tratarlo en su complejidad, y hay además buenos comentaristas que pueden precisarlo en este blog. Pero he querido citar, como ejemplo, la figura “ejemplar” de A. Comte, que planteó hace más de un siglo muchas cosas que se dicen y repiten de un modo “escolar” sobre el tema.
Digo que el “caso Comte” es ejemplar, no por su hondura científica y filosófica (que no la tiene), sino por su monotonía y por la forma en que muchos han seguido su famosa “ley de los tres estadios”, que condena a la religión y la sitúa entre los ensueños de una infancia superada de la humanidad.
Volveré Dios mediante sobre el posible sentido de esa "ley" de los tres estadios (que quire ser la ley de las tres etapas de la humanidad: Edad Antigua, Media y Contemporánea). Este tema está tomado también de mi Diccionario de Pensadores Cristianos (Verbo Divino, Estella. 2010)
COMTE, A. (1798-1857).
Filósofo y sociólogo francés, de orientación positivista; ha tenido mucho influjo en el pensamiento posterior, más por su visión de conjunto de la historia (ley de los tres estadios) y por la manera “religiosa” de presentar su propuesta que por la hondura de sus ideas. Niega la trascendencia y la realidad personal de Dios e interpreta la religión (y en especial el cristianismo) como un momento del despliegue o desarrollo cultural de la humanidad, pero quiere crear y crea una especie de Iglesia de la Diosa/Humanidad, que hay existe en ciertos lugares de América Latina.
1. Ley de los tres estadios. La historia humana.
Su contribución más significativa a la historia del pensamiento es la ley de los tres estadios que la humanidad debería recorrer para alcanzar su pleno desarrollo: el estado religioso o mítico, el filosófico o abstracto y el científico o positivo.
a. En el estadio religioso o de infancia, los hombres apelaban a dioses y fantasmas, espí¬ritus y fuerzas misteriosas para conocer el mundo y dominarlo. En ese tiempo de infancia, los hombres explicaron el ser y los cambios del mundo como efecto de poderes sobrenaturales, de almas o seres divinos que ellos podían conocer y/o controlar por métodos sacrales, de oración o magia. Ese estado ha culminado en las grandes religiones y, en especial, en el cristianismo.
b. El estadio filosófico está marcado por las inquietu¬des raciona¬les, que derivan en gran parte de las religiones, pero que las superan. De esa forma, el mismo cristianismo vino a convertirse en filosofía, de manea que las ideas y/o transcen¬den¬tales (verdad, bondad, be¬lleza) vinieron a situarse en el lugar de los dogmas de la religión. En ese tiempo de juventud racional, los hombres pensaron que había sólo un Ser divino (Brahma o Tao, Nirvana o Elohim); en esa línea avanzan Kant, Hegel, Marx, que divinizan en el fondo la razón humana.
c. En el tercer estadio, propio de la ciencia, no existe más verdad ni valor que los que pueden demostrarse por fórmulas exactas, aplicables después por la técnica. La ciencia ocupa de esa forma el lugar que antes tenían ideas y dioses. El hombre actúa desde ahora en un plano de pura ciencia. La verdad y meta de la historia viene dada por la ciencia, que aparece como expresión de la revelación final de los hombres, que seguirán avanzando, pero en el mismo sentido, sin cambios substanciales ni novedades ontológicas.
Conforme a esta visión, los hombres cultos (positivos) no deben criticar la religión ni combatirla, pues ella se encuentra criticada, combatida y condenada por el mismo destino de la historia, que es el juez de toda realidad.
Los dioses de la religión y, en especial, el Dios cristiano se han elevado por un tiempo, pero el mismo desarrollo de la historia terminará por destruirlos. La cultura de las religiones ha sido buena, ha realizado múltiples servicios, en los tiempos anteriores, pero ahora no es posible conser-varla: se ha agotado, ha perdido su validez, ya no ofrece estímu¬los y fuerzas a los humanos. Por eso es necesario crear una cultura nueva, una religión positiva, que ocupe el lugar del cristianismo, como iglesia universal del pensamiento.
2. El estadio final. La verdad científica.
Este esquema se ha extendido y popularizado entre muchos intelectuales de occidente, que no creen en dioses, ni cultivan tradiciones religiosas reveladas, ni aceptan la filosofía, sino sólo aquello que está «demostrado» por la ciencia. Ellos suponen así que, tras la oscura magia religiosa y la engañosa filosofía, ha brillado al fin la verdad positiva, la luz científica que ilumina todos los problemas. La pre-historia ha terminado. La historia verdadera empieza (culmina) con el descubrimiento y despliegue de los poderes científicos, que Comte ha cantado y exaltado de forma emocionada, como fundador de una religión universal de la humanidad, como sacerdote de la Ciencia y Religión positiva.
a. Ha caído el Dios de las religiones, pues no resolvía los problemas del hombre, y en su puesto se ha elevado la ciencia, como señora divina, sentido y meta del universo: Ella hará que los hombres habiten, reconciliados e iguales, sobre un mundo lleno de riquezas, de manera que puedan organizar por fin su vida de un modo racional y positivo, sin melancolías ni necesidades diferentes.
b. Ya no se mantiene la razón filosófica. No son necesarias más teorías sobre el desarrollo total del pensamiento o sobre unos problemas de tipo ontológico (que son pseudo-problemas, planteamientos falsos de la vida). Con la ciencia positiva y la abundancia de sus bienes materiales, los hombres alcanzarán su verdad y podrán relacionarse con justicia, sin sufrir más necesidades, de manera armónica, en el mundo.
c. Sólo en el tercer estadio, dominando los recursos de la tierra, abiertos por la técnica al disfrute de sus bienes, los hombres quedarán al fin reconciliados. Habrán alcanzado su meta, no sentirán más miedos ni terrores, y su vida se hallará por siempre iluminada por el gozo de aquello que existe. La ciencia seguirá ofreciendo formas nuevas de conocimiento del mundo y de disfrute de la vida, habrá acabado la penuria, las guerras por la supervivencia.
Desde ese momento, la humanidad reconciliada podrá ser feliz. No habrá revoluciones violentas, ni cambios nuevos en la orientación de los valores. Nadie añorará otra cosa, ni buscará el refugio en un Dios antiguo o metafísico. Habrá llegado el Reino de Dios sobre la tierra, se cumplirá por fin aquello que los grandes hombres religiosos como Jesús habían soñado.
3. Comte y la nueva Iglesia positivista. Un pseudo-cristianismo.
Conforme al esquema anterior, en un primer momento, como promotor de una vida y sociedad fundada en principios positivistas, Comte rechazó las “supersticiones” de la religión y de la ontología filosófica. Pero tras ese rechazo, él convirtió su sistema en religión, presentándose como fundador y pontífice de una Iglesia positivista de la ciencia, bien organizada (sobre el modelo de la Iglesia Católica), una Iglesia que aún existe en algunos lugares, con dos principios básicos.
a. Dogma teórico: la Humanidad es Dios. Así lo habían supuesto los ilustrados de la Revolución Francesa que entronizaron a la Dama Razón (Humanidad) en el altar de Notre-Dame de París, ofreciendo una versión secular de la Encarnación de Dios en Cristo, es decir, en la Humanidad.
b. Dogma práctico: la ciencia es Mesías de Dios, el nuevo y verdadero Cristo. Como representante de ella, Comte se proclamó Pontífice de la nueva religión, servidor de la Humanidad, asumiendo estructuras y ceremonias de la Iglesia Católica, pero creando una Iglesia Positivista de la Humanidad divina y de la ciencia. De esa manera, Comte tomó de la Iglesia católica un elemento secundario (la estructura ceremonial), rechazando lo más importante: la trascendencia y encarnación de Dios, gratuidad y comunión personal. No estuvo solo: Muchos pretendidos “sabios” del siglo XIX y XX no han tenido más Dios que la humanidad, ni más culto o absoluto que la ciencia.
Ciertamente, el Dios-Humanidad y el Cristo-Ciencia de gran parte de los modernos no necesitan formas sacrales, ni ritos o pontífices sagrados, como los que Comte tomó de la Iglesia Católica. Pero el problema no son las ceremonias, ni siquiera Dios como realidad separada, sino el ver si la Ciencia es capaz de ofrecernos aquello que ofrece el Dios cristiano. La Ciencia puede abrir espacios de convivencia gratuita para todos los humanos (especialmente para los excluidos y pobres), pero ella se ha puesto y se pone de hecho al servicio de los privilegiados del sistema, oprimiendo al resto de la humanidad.
La ciencia que Comte anunció como salvadora, capaz de resolver todos los males de la mitología religiosa y la filosofía racional, ha creado otros problemas, aun mayores:
Ha muerto la utopía,
no ha llegado el Reino.
Ciertamente, el sistema funciona, pero lo hace como estructura de violencia: Crece la exclusión y la distancia entre ricos y pobres, favorecidos y marginados. Ciertamente, en muchos lugares aumenta la sensibilidad ética (se crean instituciones no gubernamentales al servicio de los necesitados), pero el sistema en cuanto tal ha perdido utopía y esperanza, en manos de la mamona económica.
Las obras básicas de A. Comte han sido publicadas en: Auguste Comte, Œuvres I-XI (Paris 1968–1970).
En castellano Catecismo positivista (Madrid 1982); Discurso sobre el espíritu positivo I-VI (Buenos Aires 1973; original de 1842); Curso de filosofía positiva (Madrid 1977).
Visión crítica de su pensamiento en. H. de Lubac, El Drama del humanismo ateo (Madrid 1967). Cf. también D. Negro, Comte: positivismo y revolución (Madrid 1985); J. Riezu, La concepción moral en el sistema de A. Comte (Salamanca 2007); A. Jiménez, El concepto de hombre en la doctrina de la educación de Augusto Comte (Madrid 2001).