Siguiendo a Francisco, Buenaventura fue buscador y testigo de Dios Buenaventura, primera teología franciscana: con los pobres a Dios

San Buenaventura
San Buenaventura

He dicho primera teología franciscana refiriéndome a Francisco de Asís. También podría haberme referido al papa Francisco, por su emoción contemplativa, su amor intenso, en diálogo y respeto hacia todos los hombres, caminando desde y con los pobres hacia Dios, esto es, hacia la fraternidad universal.

Siguiendo a Francisco, Buenaventura fue buscador y testigo de Dios. Es quizá quien ha descrito de un modo más intenso el "camino" de la mente que asciende hacia Dios y le contempla, con rasgos de Platón (y Dionisio Areopagita),  pero desde los más pobres, con ellos y por ellos.

Otros papas modernos (desde León XIII, 1878-1903) han sido más "devotos"  de Tomás de Aquino (un Tomás quizá desvirtuado por la escolástica posterior). Actualmente podemos recuperar mejor la experiencia de Buenaventura, desde el evangelio de los pobres, superando así el idealismo platónico.

(Dedico esta postal a mi amigo Paco, pensador en la línea de Buenaventura, aunque él no lo diga, y a los colegas y amigos de la Universidad de San Buenaventura, de S. F. de Bogotá).

Buenaventura, san (1221-1274). Religioso y teólogo franciscano, de origen italiano. Es con Tomás de Aquino el mayor exponente del pensamiento cristiano del siglo XIII, tanto por su visión del hombre que busca a Dios como por la del Dios que se manifiesta a los hombres.

Estudió en la Universidad París con Alejando de Hales, comentando después en la misma universidad las Sentencias de Pedro Lombardo. El año 1257 fue elegido General de los franciscanos, teniendo que actuar como mediador entre los dos grupos de hermanos (radicales y moderados) y lo hizo con tanto éxito que algunos le tomaron como segundo fundador de la Orden.

El año 1273, el Papa Gregorio X le nombró obispo/cardenal de Albano y le encargo la preparación y dirección del Concilio de Lyon II, que debía tratar de la unión de la Iglesia. Murió mientras se celebraba el Concilio.

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Fue un hombre de Iglesia y un contemplativo, en la línea de la tradición patrística y espiritual, más que un especulativo como Tomás de Aquino. Su teología es de tipo orante y experimental, no de razonamiento crítico, siendo a pesar de ello (o por ello) de gran profundidad.

Buscó los vestigios de Dios en el mundo y en la vida humana, dentro de la mejor tradición platónica, con Filón, Orígenes, Gregorio de Nisa y Dionisio Areopagita, Agustín y Ricardo de San Víctor. Quiso alabar a Dios con los querubines-serafines de Is 6 (y Ez 1), siguiendo a Francisco, de manera que su teología acaba siendo un ejercicio de oración.

Teología franciscana.

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Significativamente, Buenaventura ha desarrollado su teología partiendo de una nueva experiencia de Dios, de la que ha sido portador  Francisco de Asís, que así aparece como “lugar teológico”, es decir, como impulsor de una nueva visión del cristianismo, en una línea en la que se retoman las intuiciones místicas de  Dionisio Areopagita.

De esta manera ha vinculado el “platonismo” de Dionisio (que busca a Dios en un ascenso que le lleva más allá de sí mismo) con el fuerte realismo experiencial de Francisco de Asís, a quien se le ha manifestado el mismo Dios como fuego en el monte de la contemplación (Alvernia). En esa línea, Buenaventura ha interpretado la teología como una expansión de la experiencia contemplativa del mismo Francisco. La teología aparece así como hermenéutica o interpretación de la santidad de los creyentes:

«Y esto es lo que se dio a conocer al bienaventurado Francisco cuando, durante el exceso de la contemplación en el alto monte…, se le apareció el serafín de seis alas, clavado en la cruz, relación que yo mismo y otros varios oímos al compañero, que a la sazón con él estaba; allí donde pasó a Dios por contemplación excesiva y quedó puesto como ejemplar de la contemplación perfecta, como antes lo había sido de la acción, cual otro Jacob e Israel, como si el mismo Dios invitara a todos los hombres verdaderamente espirituales, por medio de él, más con el ejemplo que con la palabra, a semejante tránsito y mental exceso.. Y en este tránsito, si es perfecto, es necesario que se dejen todas las operaciones intelectuales, y que el ápice del afecto se traslade todo a Dios y todo se transforme en Dios. Y ésta es experiencia mística y serenísima, que nadie la conoce, sino quien la recibe, ni nadie la recibe, sino quien la desea; ni nadie la desea, sino aquel a quien el fuego del Espíritu Santo lo inflama hasta la médula. Por eso dice el Apóstol que esta mística sabiduría la reveló el Espíritu Santo.

Así, no pudiendo nada la naturaleza y poco la industria, ha de darse poco a la inquisición y mucho a la unción; poco a la lengua y muchísimo a la alegría interior; poco a la palabra y a los escritos, y todo al don de Dios, que es el Espíritu Santo; poco o nada a la criatura, todo a la esencia creadora, esto es, al Padre, y al Hijo, y a Espíritu Santo, diciendo con Dionisio al Dios trino:

“Oh Trinidad, esencia sobre toda esencia y deidad sobre toda deidad, inspectora soberanamente óptima de la divina sabiduría, dirígenos al vértice trascendentalmente desconocido, resplandeciente y sublime de las místicas enseñanzas, vértice donde se esconden misterios nuevos, absolutos e inmutables de la Teología en lo oscurísimo, que es evidente sobre toda evidencia, en conformidad con las tinieblas y del silencio que ocultamente enseñan, relucientes sobre toda luz, resplandecientes sobre todo resplandor, tinieblas donde todo brilla y los entendimientos invisibles quedan llenos sobre toda plenitud de invisibles bienes, que son sobre todos los bienes”.

Digamos esto a Dios. Y al amigo para quien estas cosas se escriben, digámosle con el mismo Dionisio: “Y tú amigo, pues tratas de las místicas visiones, deja con redoblados tus esfuerzos, los sentidos y las operaciones intelectuales y todas las cosas sensibles e invisibles, las que tienen el ser y las que no lo tienen; y como es posible a la criatura racional, secreta o ignoradamente, redúcete a la unión de aquel que es sobre toda substancia y conocimiento. Porque saliendo por el exceso de la pura mente de ti y de todas las cosas, dejando todas y libre de todas, serás llevado altísimamente al rayo clarísimo de las divinas tinieblas» (Itinerario de la mente a Dios; texto on line en ) http://www.franciscanos.net/document/itinerio.htm).

El amor, testimonio de Dios

DICCIONARIO DE PENSADORES CRISTIANOS | XABIER PIKAZA IBARRONDO | Casa del  Libro

San Buenaventura elabora su argumento teológico partiendo de su comprensión de Dios como Perfección y Amor, desde la perspectiva de los pobres a quienes Jesús ofrece un testimonio básico de fe. En este contexto no dialoga con los no creyentes, ni razona desde fuera de la fe, sino que se sitúa dentro de la fe (el don supremo de los pobres), desde la perspectiva del cristiano que quiere comprender lo que está implicado en su fe (fides quaerens intellectum).

La teología no es un ejercicio intelectual para algunos privilegiados del sistema sino expresión de eso que pudiéramos llamar la "inteligencia de los pobres", capaces de dejarse iluminar por Dios y responderle amando: A juicio de Buenaventura, siendo amor, y para serlo plenamente, Dios ha de ser despliegue personal y comunión de vida, desde las raíces de un mundo enriquecido de amor que le busca y encuentra.

Grabados & Dibujos Antiguos | Flamenca pintura - San Francisco - San  Buenaventura (Rubens) - Interior de una Iglesia (Pieter Neefs I) |  Heliograbado | 1870

«Entiende, pues, y considera que aquel Bien (Dios) es óptimo del todo y en su comparación nada mejor puede concebirse. Y es Bien es de tal manera que no puede concebirse como no existente, dado que es absolutamente mejor el existir que el no existir. Más aún, es un bien que no puede concebirse rectamente a no ser que se le conciba como Uno y Trino. El Bien, en efecto es difusivo de suyo; luego el sumo bien es sumamente difusivo de suyo. Pero la difusión no puede ser suma, no siendo a la vez actual e intrínseca, substancial e hipostática natural y voluntaria, liberal y necesaria, indeficiente y perfecta. Por lo tanto, si no existiera una producción actual y consubstancial, con duración eterna, en el sumo Bien, y si no surgiera una persona tan noble como la persona que la produce a modo de generación y de espiración –... de suerte que haya un amado y un co-amado, un engendrado y un espirado, a saber: el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo –no podría existir el Sumo Bien, pues no se difundiría sumamente...

Luego el Bien no sería Sumo Bien si careciera de la difusión suma. Por tanto, si con el ojo de la mente puedes co-intuir la pureza de aquella Bondad, que es el acto puro del Principio que caritativamente ama con amor gratuito, con amor debido y con amor compuesto de entrambos; que es la difusión plenísima a modo de la naturaleza y de la voluntad; que es la difusión a modo del Verbo, en quien se dicen todas las cosas, y a modo de Don, en quien los demás dones se donan.

Entenderás que, por razón de la suma comunicabilidad del bien, es necesario exista la Trinidad del Padre, y de] Hijo, y del Espíritu Santo, personas que por ser sumamente buenas, por necesidad son sumamente comunicables; por ser sumamente comunicables, sumamente consubstanciales; por ser sumamente consubstanciales, sumamente configurables en semejanza; por ser comunicables, consubstanciales y configurables en sumo grado, son sumamente co-iguales y, por lo mismo, sumamente coeternas; propiedades de las que resulta la suma co-intimidad por la que, no sólo una persona está necesariamente en la otra por razón de la circunincesión suma, sino también la una obra con la otra por razón de la omnímoda identidad de la substancia, virtud y operación de la misma beatísima Trinidad» (Itinerario de la mente a Dios).

Excurso. La Trinidad, principio teológico.

 Más que de una prueba racional de Dios, Buenaventura habla de un vestigium (huella), palabra que le sirve para expresar el carácter simbólico y contemplativo de la teología. Más que la especulación intelectual, le ha importado el camino de búsqueda, que le va llevando desde las huellas de Dios en el mundo hasta la verdad del Dios que se refleja en las cosas del mundo y culmina en Jesús, Libro de Dios.

«Dios-Trinidad se manifiesta y ofrece el testimonio de sí mismo por el vestigio de la omnipotencia, de la sabiduría y de la voluntad divina que hallamos en las cosas. Y dado que ese vestigio aparece claramente en todas y cada una de las criaturas –cada una en efecto está dotada de pode, de verdad y de bondad – resulta claro que el Dios-Trinidad se manifiesta y da testimonio de sí mismo como realidad trinitaria a través del conjunto de los seres creados. Sin embargo, para que este testimonio pueda ser visto y entendido, Dios abre los ojos y los oídos de sus fieles a través de la revelación de los misterios divinos» (De Triplici testimonio de SS. Trinitatis, n. 7).

«El Unigénito de Dios, como Verbo increado, es el Libro de la Sabiduría... ¡Oh!, si yo pudiese hallar este Libro, cuyo origen es eterno; su esencia, incorruptible; su conocimiento, vida; su escritura, indeleble; su meditación, deseable; fácil su doctrina; dulce su ciencia; inescrutable su profundidad; inefables sus palabras, y todas sus palabras un solo verbo. En verdad quien halla este Libro, hallará la vida y alcanzará del Señor la salud» (El árbol de la vida, 46).

 Obras

Edición completa: Opera omnia I-X (Quaracchi 1882-1902). Texto con versión castellana en Obrasde San Buenaventura I-VI (Madrid 1946-1956).Entre las importantes:

Commentarii in IV libros Sententiarum Petri Lombardi; Quaestiones disputatae de perfertione evangelica; Breviloquium (un compendio de la teología.);

Itinerarium mentis in Deum (ascenso del hombre a Dios); Collationes in Hexaemeron, y también en otros que aparecen editados en sus Obras.

Bibliografía en castellano

Cf. O. González de Cardedal, Misterio Trinitario y Existencia humana. Estudio histórico-teológico en torno a San Buenaventura (Madrid 1966);

J. A. Merino, Historia de la filosofía franciscana (Madrid 1993); J. Sanz, San Buenaventura. Experiencia y Teología del Misterio (Madrid 2000).

(Texto tomado de X. Pikaza, Diccionario Pensadores Cristianos,Verbo Divino, Estella, págs. 143-145

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