E. Schillebeeckx: "per vias caprarum". Un camino teológico abierto

Juan Huarte(nacido en Donibane/Benabarre el año 1529; cf. http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Huarte_de_San_Juan), antropólogo, médico y filósofo, hablaba de “teólogos caprinos” (que exploran y buscan nuevas rutas, arriesgándose al hacerlo) y de “teólogos vacunos”, que a su juicio eran la inmensa mayoría (que se limitan a repetir lo dicho, caminando per vías vacharum). Según Huarte, la abundancia de “espíritus vacunos” hacía que la teología no fuera casi ni ciencia, estando desacreditada entre los espíritus creadores (¡y eso lo decía en pleno siglo XVI).

Desde ese fondo me he atrevido a decir que E. Schillebeeckx ha sido un “teólogo caprino”, alguien que se ha arriesgado por lo que Huarte llamaba “la via caprarum”: ha buscado, ha explorado, ha señalado caminos y, por eso, somos muchos los que le estamos muy agradecidos, sabiendo que los caminos que él exploró siguen siendo muy importantes para la teología y vida de la Iglesia.

El día 25 de este mes (en plena Navidad) presenté una semblanza de su vida. Hoy quiero completarse, ofreciendo un esquema básico de su teología, situada en el contexto hispano, de los años cincuenta hasta finales del siglo XX. Lo hago apelando a mi experiencia y estudio, pues E. Schillebeeckx ha marcado la teología y pensamiento de la segunda mitad del siglo XX en que he crecido y pensado.


No ha sido “condenado” expresamente por la Iglesia, pero le han amonestado y le han pedido que rectifique varias veces, como señala con toda precisión el Portal Oficial de la Congregación de la Doctrina de la Fe, del Vaticano (véanse año 1980, 1984 y 1986), en

http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/doc_doc_index_sp.htm

Carta al R.P. Edward Schillebeeckx referente a sus posiciones cristológicas, 20 de noviembre de 1980 DOCUMENTA 43 OR 26-6-1981, 1-2; DocCath 78 (1981)667-670; EV 7, 760-779; LE 4811; Dokumenty, I, 43

Carta al Padre Edward Schillebeeckx referente a su libro «Kerkelijk Ambt» («El ministerio en la Iglesia», 1980),13 de junio de 1984 AAS 77 (1985) 994-997; DOCUMENTA 56 OR 11.1.1985, 2; DocCath 82 (1985)237-238; EV 9, 828-837;LE 5064; Dokumenty, II, 11

Notificación sobre el libro «Pleidooi voor mensen in de Kerk» (Nelissen, Baarn 1985) del Prof. Edward Schillebeeckx, O.P., 15 de septiembre de 1986 AAS 79 (1987) 221-223 OR 24.9.1986, 1; 5 [Ital.]; CivCat 137 (1986) 4, 591-592; DocCath 83 (1986) 1034-1035 [Gall.]; EV 10, 660-665; Dokumenty, II, 17.

Quien quiera sabersi esas notificaciones son condenas o no, lea los textos de la Congregación, como hemos hecho otros. Estrictamente hablando, no le han condenado, por dos razones principales (a mi juicio). (a) Schillebeeckx es un teólogo muy documentado, muy serio, y resulta prácticamente imposible demostrar que va en contra de la tradición de la Iglesia. (b) La Congregación de la Doctrina de la fe ha tenido miedo (o por lo menos grandes reparos) para enfrentarse con un hombre de su autoridad, respaldado por algunos de los episcopados más influyentes de la Iglesia católica

Si alguien desea conocer mejor algunos aspectos de su teología, lea las observaciones que siguen, desde la perspectiva de la teología hispana. Para un mejor conocimiento del tema, cf. sobre todo, J. Bosch, Diccionario de teólogos contemporáneos, Monte Carmelo, Burgos 2004. Cf. H. J. Schultz, Tendencias de la teología en el siglo XX, Studium, Madrid 1970; E. Vilanova, Historia de la Teología cristiana III, Herder, Barcelona 1992; H. Vorgrimler, (ed.), La teología en el siglo XX, I-III, BAC, Madrid 1973/4; R. Winling, La teología del siglo XX (1495-1980), Sígueme, Salamanca 1987.


1. Hasta los años sesenta. La teología en la creció Schillebecckx
En su conjunto, la teología oficial de la Iglesia católica ofrecía planteamientos y respuestas de tipo neo-escolástico integrista.

(a) La filiación eterna del Logos divino se expresaba en términos de carácter ontológico; exponía después el sentido de la encarnación, describiendo las naturalezas y persona de Jesús. Daba la impresión de que el Verbo de Dios se introducía en este mundo desde fuera, sin asumir de verdad la historia humana. En sentido estricto, la vida de Jesús resultaba teológicamente secundaria: influía sólo en la espiritualidad.

(b) Por otra parte, la Iglesia aparecía como estamento dominante de la sociedad. Ella marcaba lo que se debía pensar y creer, en un contexto de neocristianismo establecido. Daba la impresión de que la historia del mundo había culminado y terminaba en la “revolución hispana”, que había conectado con las raíces de la cristiandad. Nosotros éramos los que teníamos razón, todo el resto del mundo parecía equivocado.

(c) Pero Schillebeeckx tuvo la suerte de estudiar en un contexto de apertura a la tradición patrística y teológica, que marcó el catolicismo francés de los años anteriores a la guerra (antes del 1945). Vivió por dentro el espíritu de renovación de Chenu y de otros historiadores, que quisieron empalmar con la Escolástica original y con la patrística.

2. Entre finales de los sesenta y principios de los setenta. Principios.
Schillebeeckx vivió inmerso en la “nueva teología” que desembocó en los años cincuenta, en autores como (de Lubac, Congar...), con el retorno a la tradición patrística y el deseo de vincular cristología con eclesiología y espiritualidad. La gran renovación del pensamiento hispano empezó, en gran parte, con el descubrimiento de la teología que se estaba haciendo en Europa, en la que intervenía de un modo decisivo E. Schillebeeckx.

(a) Fueron años de Concilio y apertura de la iglesia hispana a las diversas líneas del pensamiento centro-europeo. Influyó el programa de la historia de la salvación (Cullmann) y las visiones de los grandes pensadores germanos, tanto católicos (Rahner, von Balthasar) como protestantes (Barth), deseosos de trazar la conexión entre el misterio del Hijo de Dios y el sentido de la vida humana, en línea existencial e histórica. Fueron tiempos de creatividad intensa, en apertura a los diversos campos de exégesis bíblica y teología protestante (en línea de ecumenismo), pero también y sobre todo en apertura a las fuentes bíblicas y patrísticas de la teología, recreando desde el siglo XX lo que quiso hacer Santo Tomás en el XIII.


3. Obras básicas.

En ese contexto se sitúan algunas de las obras básicas de Schillebeeckx, que han servido de referencia para el estudio de la teología en la segunda mitad del siglo XX:

(a) Cristo como Sacramento.

En aquel contexto conocimos al primer Schillebeecks, cuyas obras empezaron a conocerse en España. La más importante fue Cristo Sacramento del Encuentro con Dios (Dinor San Sebastián 1966; original: Christus, sacrament van de Godsontmoeting, Bilthoven 1959), que tuvo varias ediciones y que fue quizá la obra teológica más significativa en los años de preparación del Vaticano II). Esa obra estaba inspirada en la tesis doctoral de Schillebeecks, titulada De sacramentele heilseconomie (Antwerp 1952), en la que ponía de relieve el carácter “sacramental” (no ontológico) de la Economía de la Salvación (es decir, del cristianismo).
Ciertamente, Schillebeeckx no negó la cristología ontológica (de las dos naturalezas), ni las especulaciones barrocas sobre la identidad de Cristo. Pero puso de relieve la necesidad de encontrar nuevas categorías religiosas para entender su vida e influjo en la humanidad.

(b) El Tema de la Eucaristía.

E. Schillebeeckx escribió una obra esencial, titulada La presencia de Cristo en la eucaristía (Fax Madrid 1968, original: Christus' tegenwoordigheid in de eucharistie, Nelissen, Bilthoven 1967). Éste es un libro que ha tenido una importancia excepcional en la visión católica de la liturgia).
Ciertamente, Schillebeeckx presupone la presencia real de Cristo en el Sacramento (en el conjunto de la vida sacramental de la Iglesia). Pero piensa que el término “transubstanciación” proviene de una filosofía que ha sido ya superada o, mejor, abandonada. Por eso, tenemos que volver más hacia atrás (antes de las controversias eucarísticas del siglo XII), para descubrir el sentido de la eucaristía, que no está en la mutación ontológica del pan-vino (que se vuelven sustancia de Cristo), sino en su elevación, en la línea de una trans-finalización o, por una trans-significación.

La “comida” humana, en fraternidad y justicia, en apertura a los pobres y en esperanza de Reino, se hace el signo más hondo de la “presencia” de Cristo, que está en las “especies” pero, sobre todo, en la comunidad reunida que celebra el recuerdo de Cristo y anticipa su venida. En este contexto, Schillebeecks se apoya en otras de autores anteriores (como Baciocchi, Vanneste, Welte, Davis, Schoonenberg etc.), para reintepretar el sentido de la realidad eucarística, que no se puede entender en el plano físico o químico (ni en el de una ontología de las esencia), sino en el nivel del sentido más profundo que la realidad alcanza en su relación con los hombres y con Dios.
El pan-vino de la eucaristía reciben así su sentido más hondo (su significado, su finalidad, su realidad) de su relación con la historia de Jesús, que los cristianos actualizan celebrando su memoria y comiendo (compartiendo) el pan y vida, en esperanza de salvación. Por eso, los cristianos creen y afirman que Cristo está presente en la celebración, en las especies (es decir, en la comida real) y sobre todo en la comunidad, reunida en su nombre, bajo la presidencia de alguien que remite a Jesús, que actualiza sus gestos (que es el presbítero delegado de la iglesia, que puede ser hombre o mujer).

(c) Teología del símbolo, nueva hermenéutica.

Eso significaba que el cristianismo es ante todo un Símbolon, una señal de la transcendencia de Dios. En esa línea, Cristo es el signo máximo, la expresión más honda de la presencia de Dios en la historia de los hombres. No es un “signo del ser”, sino de la “presencia” de Dios. Pasamos así de la ontología del ser absoluto, a la experiencia existencial (metafísica) de la presencia de Dios. A mi juicio, una reedición “crítica” de la obra primera de Schillebeeckx (Cristo, Sacramento del encuentro con Dios) resulta necesaria para entender en sus raíces la teología católica de la segunda mitad del siglo XX.

Desde ese fondo simbólico y hermenéutico, en diálogo con las raíces religiosas del cristianismo y con el pensamiento de la modernidad, se entienden otras obras muy significativas de Schillebeeckx traducidas especialmente por Ediciones Sígueme:

Revelación y teología (Salamanca 1968);
Dios y el hombre. Ensayos teológicos (Salamanca 1969, original 1964);
El mundo y la Iglesia (Salamanca 1969, original 1966);
Dios, futuro del hombre (Salamanca 1970, original 1965);
La misión de la Iglesia (Salamanca 1971, original 1966);
Interpretación de la fe. Aportaciones a una teología hermenéutica y crítica (Salamanca 1973; original de 1972).

Fueron las obras más influyentes de la teología de aquellos años posteriores al Concilio. No eran fáciles de entender para muchos que venían de la teología escolástica y que buscaban recetas sencillas, pues obligaban a realizar un cambio de mentalidad, un giro epistemológico y teológico (y social) que aún (a los umbrales del año 2010) no se ha dado aún del todo. Son obras situadas en aquel tiempo, pero que pueden y debe ser leídas todavía.


(4) Finales de los sesenta y principios de los setenta. Nueva problemática.

El final de los sesenta y el comienzo de los setenta estuvo marcada por una visión simbólico-antropolígica, que vio a Jesús como Palabra que libera al ser humano del pecado (angustia de muerte), para abrirle hacia el futuro de su propia libertad, superando los antiguos mitos religiosos que le esclavizaban. En este contexto influyeron de un modo decisivo los planteamientos de Schillebeeckx, que se transmitían sobre todo a través del Catecismo Holandés.

(a) Avanzó en esa línea la teología de la secularización, unida al pensamiento y experiencia de la muerte de Dios: empezamos a vivir en un mundo donde la religión había dejado de ser el impulso dominante, el eje y foco básico de la vida social. Algunos cristianos comenzaron a sentirse extraños en el mundo. Hasta ahora, parecía natural que la sociedad fuera cristiana. Desde entonces, el cristianismo vino a presentarse como un factor casi extraño, o por lo menos nuevo, separado de los principios de la vida social. De esa manera, de forma sorprendente, la teología nos situaba en su origen: en el momento en que el mensaje de Jesús se abría hacia un mundo no cristiano.

(b) En ese contexto, fue importante el descubrimiento del valor de la resurrección de Jesús, como tema exegético y teológico, y la afirmación de la importancia de la escatología, como hicieron Pannenberg y Moltmann, que vincularon a Jesús con el despliegue y cumplimiento de la vida humana… Desde un punto de vista católico, las aportaciones de esos autores protestantes (como Pannenberg y Moltmann) podían ser comprendidas y reinterpretadas porque se situaban en la nueva línea hermenéutica de Schillebeekx, es decir, de Jesús como “sacramento”, es decir, como signo máximo de encuentro con Dios.

(c) Al mismo tiempo, comenzó en Europa el diálogo de cristianos y marxista, y en América Latina se escucharon las primeras voces de la teología de la liberación. En ese momento fue básico el impulso hermenéutico y de diálogo cristiano representado por la teología de Schillebeecks, que nos introdujo otra vez en los problemas reales de la cultura y de la humanidad. Con él descubrimos que la teología dentro del mundo real, de la mano de Jesús, para entender lo que hay y buscar lo que debe haber, desde un compromiso radical con la verdad.


(5) De la segunda mitad de los setenta al comienzo de los ochenta (hasta hoy)

En ese tiempo terminó de introducirse y se implantó con fuerza la teología de la liberación, empeñada en descubrir el misterio de Jesús desde la perspectiva de los pobres en América Latina y en otros lugares de opresión. Llevaba latente varios años, desde el Vaticano II, pero sólo entonces se hizo dominante en el panorama teológico, expandiéndose de forma crítica y creadora en casi todos los campos de la vida eclesial y la teología. Ella penetró como aire fresco dentro de un contexto donde imperaba el cansancio. Los temas de la secularización y muerte de Dios quedaron en segundo plano. El evangelio parecía capaz de transformar la sociedad injusta, al menos en los pueblos de vieja tradición cristiana (católica).

En España, ese cambio coincidió con la caída del franquismo. Fueron tiempos de intensa labor soteriológica: hubo que fijar el sentido de términos como salvación y redención, en perspectiva histórica, teórica y práctica, sentando las bases de la reflexión posterior. De lo que se pensó en aquellos años sigue viviendo gran parte de la teología. Entre el repliegue y la huida. Desde mediados de los ochenta, ha comenzado un tiempo de reajuste y división, en el que todavía nos hallamos.

(a) Por un lado, ha crecido el deseo y nostalgia de lo antiguo, al menos en plano eclesial. Ciertos sectores de la teología y del pueblo cristiano quieren un retorno a los viejos tiempos, a la autoridad sacral y teológica de los años pre-conciliares, como si nada hubiera cambiado, como si Vaticano II no se hubiera celebrado.

(b) Otros sectores parecen cansados: cada vez es mayor el número de “fieles” que se van desligando de la iglesia oficial (en nuestro caso la iglesia católica; en otros casos las comunidades e iglesias protestante), pero no sólo para caer en la pura indiferencia o en agnosticismos (que empieza a ser dominante) ateísmo, sino también para buscar y cultivar un tipo de religiosidad difusa, que no está ya dirigida por la jerarquía tradicional. Entre el retorno a lo antiguo (integrismo de algunas minorías) y el abandono “religioso” de la iglesia (cada vez menos aceptada) nos movemos.

((He ofrecido una interpretación de la teología europea del siglo XX en la Introducción a R. Bultmann, Historia de la tradición sinóptica, Sígueme, Salamanca 1999 y en la Introducción a Varios, Salvador del mundo. Historia y actualidad de Jesucristo. Cristología fundamental, Secretariado Trinitario, Salamanca 1997)).


(6). La aportación última de Schillebeeckx.

En esos años (de la mitad de los setenta a los noventa del siglo pasado) puede situarse la aportación de Schillebeeckx, que ha escrito, como dije ayer, las más impresionante trilogía teológica de la segunda mitad del siglo XX. Esta etapa, que cae de lleno dentro del duro período posconciliar de “repliegue” de la Iglesia católica, está marcada por su famosa “trilogía”, una de las obras teológicas más significativas del siglo XX, volviendo a las raíces del misterio cristiano. En esa línea se sitúan sus tres obras básicas:

a. Jesús, la historia de un viviente (Madrid 1981, original de 1974). Se trata de una lúcida reflexión teológica sobre Jesús, partiendo de los datos de la exégesis bíblica y de la situación existencial del hombre en la actualidad. Muchos esperaban que Schillebeecks, uno de los teólogos mejor formados en la escolástica tradicional, formulara una nueva cristología dogmática, reafirmando (desde una filosofía algo renovada) los principios de la cristología tradicional. Pero, en lugar de eso, en vez de construir una nueva dogmática, en la línea tradicional pero renovada, Schillebeeckx optó por volver a las raíces del evangelio, para replantear desde el mismo evangelio las formulaciones conciliares de Nicea y Calcedonia. Fue una especie de gran rechazo a la “ontología cristológica” (al Cristo del Logos griego), para volver a la historia de Jesús, pues sólo del Jesús histórico se dice que es “hijo de Dios” y que tiene la misma naturaleza del Padre. Por vez primera, en la teología católica moderna, un dogmático, de primera línea, ha analizado la historia de Jesús para situarla como principio de la fe cristiana. La jerarquía vaticana, segura en su teología, se sintió nerviosa ante esa presentación del Jesús de la historia, abriendo un proceso que hoy (2011), pasados treinta y cinco años no ha terminado todavía.


b. El segundo volumen se titula Cristo y los cristianos. Gracia y liberación (Madrid 1982, original del 1977). Trata de Jesús como Cristo, es decir, como mesías presente en la comunidad de aquellos que le confiesan salvador, en un camino de compromiso por el Reino. En este contexto elabora el sentido y fuerza de la experiencia fundamental cristiana como gracia (presencia de Dios en Cristo), pero también como liberación a lo largo de la historia humana. Más que de la Iglesia como presencia inmediata (jerárquica y sacramental) de Cristo, Schillebeeckx habla del camino de la salvación que se abre, ciertamente, desde un fondo eclesial, pero que quiere abarcar a todos los hombres.
De esa manera, de la historia de Jesús (tema del volumen anterior), él ha pasado a la historia de los hombres, elaborando así una verdadera antropología mesiánica (cristológica). Lo que a Cristo le importa son los hombres, en su camino de salvación, en medio de un mundo que corre el riesgo de cerrarse en sí mismo.

c. El tercer volumen se titula Los hombres, relato de Dios (Sígueme, Salamanca 1994, original de 1989). Tampoco esta vez ha escrito Schillebeeckx una eclesiología en el sentido técnico del término (como podía ser su plan), sino más bien una especie de pre-eclesiología pneumatológica. Desde ese fondo se entienden sus temas fundamentales. Hoy, a comienzos del 2010, seguimos allí donde Schillebeeckx nos había dejado hace unos veinte años, cuando terminó su etapa teológica más activa. No es que él tenga todas las soluciones, pero ha planteado temas que siguen siendo urgentes… a pesar del miedo de un parte de la jerarquía católica actual.

Schillebeeckx ha muerto en un momento en que su teología parece “proscrita” por parte de la iglesia, que tiene miedo de la apertura real al mundo, del diálogo con las religiones… y de la radical fidelidad al evangelio. Pero los gérmenes necesitan un tiempo para germinar. Los “espíritus caprinos” como Schillebeeckx necesitan un tiempo para que los otros les sigamos. He ha cruzado caminos, ha abierto senderos. Nos ha precedido.
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