8 Septiembre. Natividad de María (2) Principio de la Iglesia, un pacto "mariano"
La Gran Iglesia (Katholiké o universal) ha nacido en el siglo III-IV d.C. por un pacto de comunidades que asumen la diversidad de textos, tendencias y grupos integrados en el canon del Nuevo Testamento.
En ese “pacto” se sitúa la historia y figura de María, la madre de Jesús que pertenece a la universalidad y 'carnalidad' del evangelio[1]:
| Xabier Pikaza
Principio
− María forma parte de la historia de Jesús. No es un “espíritu” aparecido sobre el mundo (docetismo), ni es un ser extramundano, sino que pertenece a la historia de Jesús. Por eso, rechazando a María como mujer histórica se destruye el cristianismo. Sólo porque ha nacido de hecho como “hijo de mujer” (Gal 4, 4), Jesús ha podido resucitar de hecho, como salvador.
− Signo universal. En un primer momento, María forma parte de la iglesia judeo-cristiana de Jerusalén (como parece suponer todavía Marcos). Pues bien, sólo en el momento en que aparezca como madre supra-israelita (que concibe por obra del Espíritu-Santo, trascendiendo los límites “carnales-cerrados” del judaísmo) ella puede convertirse en signo universal, como vemos ya en Mateo, Lucas, Juan y Apocalipsis.
− Carnalidad.Esta visión supera un tipo de “carnalidad judía”, no para “excluir la carne” (vida real, historia), sino para descubrir y destacar la comunión de carne (vida/amor) del conjunto de la humanidad. Entendido así la carnalidad de María (que es principio de encarnación) ha de expresarse como la opción por la vida de todos los hombres (Lc 1, 47-55).
Esta unión de universalidad y encarnación, partiendo de la historia de Jesús, constituye la nota común de los diversos intentos canónicos del cristianismo primitivo, como han mostrado de hecho, desde diversas perspectivas culturales y religiosas, los grandes “líderes” de la iglesia (Pedro, Santiago, Pablo) y los escritos básicos del Nuevo Testamento (Mc, Mt, Lc, Jn, Ap). En esa línea podemos decir que el Nuevo Testamento incluye varias mariologías, distintas pero convergentes [2]:
Las corrientes mariológicas del Nuevo Testamento y de la iglesia posterior se relacionan con áreas geográficas: así podemos hablar de una mariología jerosolomitana y galilea, siria y egipcia, griega y romana, mediterránea y germana, por poner unos ejemplo. Pero tanto como las áreas geográficas influyen las variedades culturales e incluso personales: así en Jerusalén podía haber varias mariologías (una más judeo-cristiana, otra más helenistas), en Antioquia-Siria confluyen las tendencias de Mateo y Juan, de Tomás e Ignacio; en la zona Éfeso-Asia podemos hallar las visiones del Apocalipsisy de Ireneo (afincado en Lyon Galia). En Roma, en fin, hallamos a Marcos con Lucas y Justino[3].
Jerusalén y Galilea, la primera Iglesia
El movimiento de Jesús ha seguido vinculado a su misión prepascual de Galilea, con su anuncio profético-escatológico del Reino de Dios, su enseñanza sapiencial y su acción carismática, centrada en gestos milagrosos, que se concretizaron en la acogida y curación de los enfermos y expulsados. Estos elementos (cf. Mt 4, 23; 9, 35), constituyen la base galilea del movimiento de Jesús y le definen como profeta, maestro y sanador[4].
La propuesta de Jesús no se impuso al principio de forma “obligatoria”, sino en forma de diálogo, de forma que sus mismos parientes (incluso su madre) tuvieron que recorrer un camino que podemos llamar de “noche oscura”, como definió de forma clásica el Papa Juan Pablo II (Catequesis (11-XII-96; 18-XII-96 y 8-I-97). Esa prueba de fe de María (cf. Jn 7, 1-9) no se puede entender como infidelidad o pecado, sino como opción expresión de su búsqueda y fidelidad mesiánica, dentro de una familia de intenso compromiso “nazoreo”, en una línea de esperanza davídica[5].
María, su Madre, se mantuvo en la cruz, asumiendo el camino pascual de su hijo, con el discípulo amado y algunas mujeres fieles
Con ocasión de las fiestas de Pascua, Jesús subió a Jerusalén, para ofrecer allí su proyecto de Reino. Le siguieron los Doce, algunas mujeres y otros simpatizantes. Todo parece suponer que su propuesta fue aceptada por algunos, pero rechazada por los sacerdotes del Templo, que se sintieron amenazados por las consecuencias sociales y sacrales de su mensaje. Todo nos permite suponer que la propuesta de Jesús fue discutida y que las autoridades del Templo actuaron por miedo (cf. Mc 11, 15-15; 14, 1-2.57). Algunos discípulos le traicionaron (cf. 14, 43-50.66-72), la autoridad romana le condenó a muerte. María, su Madre, se mantuvo en la cruz, asumiendo el camino pascual de su hijo, con el discípulo amado y algunas mujeres fieles.
Ese camino de fe de María, la madre de Jesús, con el discípulo amado y otras mujeres ha de entenderse desde la experiencia de fe de las primeras comunidades cristianas, una experiencia que difícil de precisar con todo detalle, pero que ha sido esencial para el surgimiento de la iglesia, como indica de un modo velado Mc 16,1-8 y como ratifica la tradición posterior de la Iglesia (Mc 26, 69 par; Jn 19, 25-27; Hch 1, 12-14), a pesar del silencio de Pablo en 1 Cor 15, 3-8 que (su interés especial) sólo cita a los fundadores de las “iglesias oficiales” con las que él está dialogando (Pedro, los Doce, Jacobo y los apóstoles).
Actualmente resulta muy difícil fijar los contenidos del mensaje y las formas de vida de estas comunidades, pues (como sucede casi siempre) los orígenes suelen quedar velados, para que así cada uno pueda y deba reinterpretarlos, como dijo con claridad San Ignacio de Loyola:
"Apareció a la Virgen María, lo cual, aunque no se diga en la Escritura, se tiene por dicho en decir que apareció a tantos otros; porque la Escritura supone que tenemos entendimiento, como está escrito: ¿También vosotros estáis sin entendimiento?" Lc 24, 25 (cf Ejercicios Espirituales, 299 [6]).
De un modo consecuente, conforme a su intención catequética y pastoral, el Nuevo Testamento sólo ha recogido las experiencias pascuales que son significativas para la vida de las comunidades, de las que sólo conocemos lo que ellas mismas han dejado en textos posteriores, que asumen y recrean su herencia, tal como aparece en las cartas de Pablo y especialmente en el documento Q y en Mc, textos que han sido recreados por Mt y Lc)[7].
‒ Marcos transmite una tradición y teología posterior, influida por los cristianos helenistas (Pablo) y por una misión universal de Jesús (cf. Mc 13, 10; 14, 9), de manera que es muy crítico con la comunidad de Jerusalén, tal como él la ve centrada en la madre y los hermanos de Jesús, que quieren prenderle y llevarle a la buena “casa de Israel” pensando que está loco (3, 20-21.31-35). Marcos piensa que la madre y los hermanos de Jesús siguen vinculados a la tradición particular de Nazaret, no entienden ni aceptan el carácter universal del mensaje de Jesús[8].
‒ Tradición de los Dichos (Q), ausencia de la madre. Esa tradición ha empezado interpretando a Jesús básicamente como un profeta ymaestro sabio, en la línea de Mc 6, 2: "¿de dónde le viene esta Sabiduría...?". La sabiduría de Jesús no tiene ni padre ni madre en este mundo, pues supera las estructuras familiares antiguas, las normas sociales codificadas por la ley de Israel, situando a los hombres y mujeres de su entorno (especialmente a los pobres) ante la libertad y la gracia de Dios. Lógicamente, en ese contexto, la Madre de Jesús apenas ocupa lugar: no existe una mariología del Q, que pueda inscribirse en las primeras tradiciones antiguas de la iglesia. En ese fondo se entiende el tema de la ruptura familiar de Jesús que la tradición de Q ha destacado (igual que Marcos), en un contexto que parece autobiográfico: la opción por el Reino supera el tipo normal de fidelidades familiares, que son fundamentales en aquel contexto israelita[9].
Iglesia judeo-cristiana de Jerusalén. María y los parientes de Jesús
En el contexto anterior se entiende el surgimiento y riesgo del grupo eclesial de los seguidores judeo-cristianos de Jerusalén, con Santiago y los 'hermanos' de Jesús[10]. Eso significa que al principio hubo tendencias y tensiones en la Iglesia, de manera que lo que podríamos llamar el “cristianismo” no ha empezado con una sino con varias “iglesias”. Pues bien, en contra de Jesús, conforme a su propia teología, Lucas (el autor de Lc-Hech) ha "creado" una visión ideal y unitaria de los orígenes cristianos. Por eso ha prescindido de aquello que no cabe en ese cuadro, con las comunidades de Galilea y el desarrollo de la primera iglesia judeocristiana de Jerusalén.
(a) Así habla de la primera “Iglesia” de Jerusalén, centrada en torno a Pedro y a los Doce, sin hebreos, helenistas o galileos (Hch 1-5).
(b) Después habla de la misión helenista, que se abre a los gentiles, especialmente por medio de Pablo (Hch 6-14).
(c) Solo a partir de eso, y sin aviso previo, supone que la iglesia de Jerusalén está presidida por Santiago, hermano del Señor, que no tiene dificultad en situarse dentro de las corrientes del judaísmo nacional de Jerusalén (Hch 12, 17)[11].
Pues bien, estos modelos de Iglesia que Lucas presenta de forma sucesiva se han dado quizá desde el comienzo o simultáneamente, como supone 1 Cor 15, 3-8 hablando de la resurrección,, lo mismo que Hch 15 y Gal 2, 1-14 hablando del 'concilio' de los apóstoles (año 48-49)[12]:
La relación de parentesco con Jesús parece importante en esta comunidad formada por judíos cristianos. En este contexto se puede hablar de la madre de Jesús como “gebîra”, señora mesiánica
− La comunidad de Santiago/Jacobo, en Jerusalén, asume la sacralidad judía del templo y de la nación, reinterpretándola desde Jesús. Ella está formada sólo por cristianos de observancia judía, que empezaron viniendo de Galilea, pero se instalaron en Jerusalén, donde recibieron nuevos miembros que Hch vincula a los grupos sacerdotales (Hch 6, 7) y fariseos cristianos (Hch 15, 5). La relación de parentesco con Jesús parece importante en esta comunidad formada por judíos cristianos. En este contexto se puede hablar de la madre de Jesús como “gebîra”, señora mesiánica. Para ser miembro de esa comunidad, un pagano tendría que hacerse al mismo tiempo judío (circuncidarse etc.).
− La misión helenista se inspira en una visión escatológica distinta (que aparece ya en Hch 6-7), suponiendo que la muerte de Jesús ha superado las viejas diferencias sacrales simbolizadas por el templo y las leyes de pureza nacional judía; por eso, el evangelio puede extenderse a los gentiles, que son aceptados en el gran cuerpo renovado de Israel. En este contexto se puede hablar de una “concepción virginal de Jesús”, superando un tipo de maternidad puramente judía de María.
− La misión paulina empieza vinculada a la helenista, pero lleva hasta el final su tendencia universal,creando iglesias pagano-cristianas, donde no se exige la observancia de la Ley judía. Sus iglesias no son ya comunidades de judíos helenistas que admiten en su grupo a los gentiles, sino comunidades de paganos que se hacen cristianos de un modo directo. Ciertamente, ellas pueden aceptar también a cristianos de origen judío, pero ellos tendrían que aceptar las normas de vida pagana (comidas compartidas, leyes de pureza).
Conforme al testimonio de 1 Cor 15, 7 y al conjunto de la obra paulina, confirmada de algún modo por Hch 1, 13-14 (y 12, 17), podemos suponer que la iglesia judeo-cristiana de Jerusalén, reunida en torno a Santiago, no ha nacido por escisión o separación, ni a través de un posible "golpe de mano" de los parientes de Jesús, sino por experiencia pascual de Santiago y de otros familiares de Jesús, que han establecido su comunidad, entre el año 30-33 d.C. No han vuelto a Galilea como Pedro y los doce (cf. Mc 16, 7-8), para continuar allí el tipo de misión de Jesús, sino que han fundado un nuevo tipo de "sacralidad mesiánica", en torno al templo, esperando, sin duda, el próximo retorno de Jesús como Hijo de David, mesías escatológico[13].
Conforme al testimonio tardío, pero exacto, de Jn 7, 1-9, los parientes no habían aceptado la misión mesiánica de Jesús en Galilea, pero le “vieron” tras su muerte y le aceptaron como mesías de Israel. Nos gustaría saber la relación que tenían con la madre de Jesús y la posibilidad de que su visión pascual estuviera vinculada al 'luto' funerario por la muerte de su hermano, pero carecemos de datos para precisarlo[14]. También nos gustaría conocer mejor sus vinculaciones con Pedro y los Doce (las comunidades de Galilea), pero tampoco tenemos testimonios más precisos de ello.
Sea como fuere, esos parientes de Jesús han reinterpretado sus relaciones con las leyes del templo y con la vida social de Israel, diciendo que él no ha venido a destruirlas, sino a plenificarlas. Pero, al mismo tiempo, ellos han mantenido relaciones de solidaridad con los otros cristianos (galileos y helenistas). No se han rechazado unos a otros, de forma que tanto Pedro como Pablo han podido acudir a Jerusalén (para estar con Santiago) y Pablo ha vuelto con su "colecta", para expresar sus lazos con la comunidad que es "madre" o centro de referencia de todas las iglesias (cf. 1 Cor 9; Rom 15; Hch 21-22). En este contexto puede hablarse de la madre de Jesús como gebîra y se han escrito sus genealogías davídicas.
María Gebîra, Madre del Señor (cf. Lc 1, 43). María parece vinculada a la comunidad de los judeo-cristianos de Jesús, y tanto Mc 3, 31-35 como Hch 1, 13-14 suponen ella forma parte de la iglesia dirigida por Santiago y los parientes del Señor. Ella ha debido ser una figura muy importante para el grupo, como parecen exigirlo las tradiciones de la gebîra o Señora-Madre. La historia y cultura israelita avala esta visión: el hombre es fuerte como guerrero y gobernante, la mujer como madre, pues en cuanto esposa, ella está a merced del marido que podía expulsarla de casa (cf. Dt 24, 1-4). Pero, muerto el marido, y defendida por sus hijos, ella se vuelve muy importante en la familia y en el grupo al que pertenecía su marido (cf. 1 Rey 15, 13; 2 Rey 10, 13; Jer 13, 18)[15].
Hijo de David, genealogías mesiánicas. Esacomunidad, centrada en los parientes de Jesús, en Jerusalén, ha dado mucha importancia al mesianismo davídico, en una línea nacional judía. Así parece reconocerlo Pablo, al menos de manera táctica, en su saludo de Rom 1,3, cuando define a Jesús como "hijo de David según la carne", para añadir que "ha sido constituido Hijo de Dios por el Espíritu, en la resurrección de entre los muertos". Según eso, el origen davídico de Jesús, que se da por supuesto, pertenece al nivel de la carnalidad, entendida no en un plano de fragilidad humana, sino de poder genealógico. Pablo admite esa genealogía Jesús, hijo de David en perspectiva "carnal", es decir, por descendencia de varón, pues las genealogías sólo se cuentan y valoran en línea de varones, pero añadiendo que ella no tiene sentido salvador; lo que define a Jesús como salvador es su origen pascual, por la resurrección, como hijo de Dios[16].
No conocemos directamente las pretensiones davídicas de la familia de Jesús y de la iglesia primitiva de Jerusalén, pero es claro que jugaron un papel importante en la cristología de la comunidad de Jerusalén
No conocemos directamente las pretensiones davídicas de la familia de Jesús y de la iglesia primitiva de Jerusalén, pero es claro que jugaron un papel importante en la cristología de la comunidad de Jerusalén. En esta perspectiva, la madre quedaría integrada dentro de una familia davídica, determinada por la línea masculina: ella tiene valor como esposa de un descendiente de David y, sobre todo, como madre mesiánica de Jesús. Evidentemente, los cristianos de esta comunidad han considerado a Jesús como Hijo de David a través de su padre. Desde esta perspectiva se han establecido las genealogías, conservadas y transformadas en línea distintas, pero convergentes por Mt 1, 1-17 y Lc 3, 23-36[17].
En este contexto de crítica y desbordamiento del origen genealógico de Jesús se inscriben (y se superan) los relatos de la concepciónvirginal de Jesús por el Espíritu, pues la tradición helenista que está al fondo de esos relatos invalida los argumentos básicos de la iglesia de los parientes de Jesús, con sus pretensiones genealógicas. Nos gustaría conocer mejor la vida de esa iglesia, pero no conservamos ningún testimonio directo de Santiago o de alguno de los miembros de su grupo, ni tampoco un evangelio escrito en esa perspectiva. Solamente conocemos la teología de esa iglesia por las referencias exteriores de Pablo y Hech, por la elaboración de algunos elementos de su piedad en el evangelio de Mt y por algunas posibles alusiones de Jn. Sea como fuere, los parientes de Jesús y los fieles de la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén mantuvieron una "misión" propia, y en algún sentido opuesta a la Pablo, como indica no sólo 1 Cor 9, 5, sino toda la polémica de Gal y 1 Cor contra los judeocristianos (cf. Hch 15, 3; 21, 18)[18].
En esa línea resulta fundamental la aportación de Lucas que recoge numerosas tradiciones judeocristianas en Lc 1-2 y al comienzo del libro de los Hechos, en una línea histórica, que muestra gran simpatía por los judeocristianos, en especial por María, la madre de Jesús, cuya verdadera “historia” como figura y signo de fe comienza precisamente ahora. No sabemos cuando murió, pero debió hacerlo en un momento en que la comunidad judeo-cristiana, dirigida por su hijo Santiago, hermano de Jesús, estaba bien consolidada, quizá después del 41-44 d.C. (cuando Pedro abandona la Iglesia de Jerusalén) y antes del el 62 (cuando Santiago fue asesinado); murió después de haber realizado una tarea simbólica importante como “gebîra” (madre mesiánica y figura de la Iglesia).
Debió morir en Jerusalén, pues las tradiciones que la vinculan localmente con el Discípulo Amado (cf. Jn 19, 25-27), añadiendo que murió en Éfeso
Sólo así se explica la importancia que ella ha tenido en las iglesias posteriores, y la función que ha realizado en ellas, como veremos estudiando los evangelios. Su recuerdo dejó una huella intensa en la vida de la Iglesia judeo-cristiana de Jerusalén, y de allí pasó al resto de las iglesias, de formas diversas, como seguiré indicando. Debió morir en Jerusalén, pues las tradiciones que la vinculan localmente con el Discípulo Amado (cf. Jn 19, 25-27), añadiendo que murió en Éfeso, carecen de fundamento. Una tradición antigua, propia de las comunidades judeo-cristianas de Jerusalén (¡no de las helenistas!), sitúa su sepulcro en el lugar que ahora ocupa la basílica de la DormitioMaríae, junto al torrente Cedrón, cerca del lugar donde se supone que estaba el Huerto de los Olivos. No es imposible que ella hubiera sido enterrada allí[19].
Iglesia judeo-helenista
Podemos suponer que los llamados “helenistas” (Hch 6) habían venido a Jerusalén para celebrar las fiestas de Pascua o Pentecostés, de manera que pudieron ser testigos de los últimos acontecimiento de la vida, juicio y muerte de Jesús, dentro de un contexto marcado por las esperanzas proféticas y los anuncios de renovación escatológica (cf. Hch 2).
Muchos habían venido a vivir a Jerusalén desde la diáspora, por motivos básicamente religiosos, porque esperaban un movimiento mesiánico o buscaban una nueva experiencia de Dios en la ciudad del santuario. Hch 6, 9 supone que podían tener sus propias sinagogas o lugares de estudio y oración. Traían sus ideas sobre Israel y su misión entre los gentiles.
Ciertamente, algunos pudieron ponerse en contacto con Jesús y con su grupo (como supone quizá Jn 12, 20). Pero la novedad viene dada por su experiencia pascual y por su forma de entender la y expresarla experiencia pascual En este contexto se inscribe la conversión y trayectoria posterior de Pablo (quizá el 32 d.C., a los dos años de la muerte de Jesús). La misión helenista hizo posible el establecimiento del cristianismo con su propia identidad, a partir del trasfondo judío:
‒ Muerte de Jesús, fin del templo. Estos cristianos retomaron la crítica de Jesús contra el templo (cf. Mc 11, 15-19), desarrollando una interpretación judía muy especial de la historia, que veía el templo como signo de rechazo contra Dios (cf. Hch 7, 44-50). Pero su novedad no está en su crítica del culto del templo (cosa que podían hacer otros judíos), sino en relacionarla con la muerte de Jesús, quien de esa forma asume y sustituye (niega y supera) los valores anteriores de sacralidad legal judía. A su juicio, la novedad de Jesús se condensaba en su muerte pascual (resurrección), que supera el culto del templo.
‒ Nacido de mujer (Gal 4, 4). Pero ellos entienden a Jesús no sólo como aquel que muere por los hombres, sino también como el Hijo que Dios ha enviado a este mundo, nacido de mujer. Ciertamente, en un sentido, el nacimiento de Jesús como hijo de David pertenece al plano de la ley, entendida como “carne” (cf. Rom 1, 3-4). Pero él nace en otro plano, como Hijo de Dios, enviado divino, superando así el nivel de la “ley judía”. En ese contexto, el dato más significativo no está en decir que Jesús “nace de Dios”, como ser divino, sino en seguir diciendo que él nace de María, según la carne.
En este contexto ha podido surgir bastante pronto (aunque después de haber muerto María) el simbolismo teológico (theologumenon) del “nacimiento virginal”, que sirve para superar la visión “genealógica” de su origen, describiendo ese nacimiento (que Rom 1, 3-4 aún presenta como propio del plano de la carne, en línea nacional judía) como expresión de la filiación divina de Jesús. Ese signo de la "concepción por el Espíritu" traduce en formas helenistas, cercanas a las empleadas por Filón de Alejandría (filósofo judío del tiempo de Jesús), la experiencia de un nacimiento mesiánico que desborda el plano genealógico y nacional del judaísmo. Según eso, Jesús no es Mesías (Hijo de Dios) por haber brotado “semen de David” (en forma biológica), sino por haber surgido por obra del Espíritu de Dios.
En esa línea se movía, como he dicho, Filón de Alejandría, que hablaba de un nacimiento virginal-espiritual, pero con una diferencia. Según Filón, lo que nacía de forma "virginal" (por el poder de Dios) eran las virtudes en el alma de los justos. Ahora, en cambio, el que nace es un hombre, el mesías de Dios. El tema podía hallarse evocado por el mismo Pablo cuando afirma que Abrahán tuvo dos hijos, uno que nació según la carne (de Agar, la esclava), otro que nació según la promesa (de Sara, la libre; cf. Gal 4, 21-5, 1). En principio, ese nacimiento a partir de la promesa-espíritu no niega el aspecto "biológico" del nacimiento de Isaac, pero lo sitúa más allá de la "carne", en el nivel pascual del Espíritu (cf. Rom 1, 3-4). Dando un paso más, una visión helenista que se vinculará pronto con tradiciones judeo-cristianas de Santiago y que será asumida y reinterpretada de formas distintas por Mt 1-2 y Lc 1-2, afirmará que Jesús ha nacido "por obra del Espíritu".
No sabemos dónde ha surgido esta tradición del nacimiento virginal de Jesús, por obra del Espíritu. Quizá en la misma comunidad judeo-helenista de Jerusalén, quizá en alguna comunidad posterior
Estrictamente hablando, lo que está en juego no es el nacimiento biológico de Jesús, sino la presencia creadora de Dios, que se manifiesta haciendo que su Hijo divino nazca, por medio de su Espíritu (su gracia) en la misma dinámica del nacimiento humano, tal como viene a realizarse por medio de María.No sabemos dónde ha surgido esta tradición del nacimiento virginal de Jesús, por obra del Espíritu. Quizá en la misma comunidad judeo-helenista de Jerusalén, quizá en alguna comunidad posterior, en el entorno de la misión helenista (en una línea cercana a la de Pablo), pero ha tenido un éxito inmenso en gran parte de las comunidades cristianas posteriores. Éstos son algunos de sus elementos más significativos.
− Dualismo espiritualista, irrupción del poder trascendente de Dios.Estrictamente hablando, esa tradición sólo ha podido surgir en un contexto como el helenista (judeo-helenista) donde se supone que cada nacimiento surge a través de una acción espiritual muy intensa de Dios. Estrictamente hablando, esa “irrupción” del Espíritu de Dios no anula la intervención del varón, sino que puede suponerla, pero ella se expresa de un modo tan hondo e intenso que la acción humana del varón (de la dinastía de David) queda en la sombra, o incluso puede no ser necesaria. De esa forma se evita la mediación genealógica de la familia de David y del pueblo judío en el despliegue del mesianismo.
− Ruptura de las generaciones, universalismo humano. El nacimiento 'genealógico' de Jesús en la línea de David corría el riesgo de encerrarle en los cauces de la ley y de la nación judía, como ponían de relieve los judeo-cristianos de Santiago quienes, a la luz del mensaje y destino de Jesús, habían sacado la conclusión de que debían insistir aún más en el cumplimiento de la Ley nacional. Al afirmar que Jesús ha superado ese nivel, naciendo por obra del Espíritu, de María Virgen, esta tradición se pone al servicio de un nuevo orden humano, en línea de salvación universal. Ciertamente, María es judía (y Jesús nace dentro del judaísmo), pero de un modo universal, como salvador de todos los hombres.
− La madre de Jesús, superación del riesgo gnóstico. Tomado en sí mismo, el helenismo podía conducir a un espiritualismo como el de Filón, en el que sólo importa la vida interior, o a una forma de gnosis, donde la madre y el nacimiento biológico carecen de importancia. Pues bien, en contra de eso, la iglesia ha mantenido en su confesión la palabra 'nacido de María virgen', para destacar así la humanidad de Jesús. En ese sentido, la apelación a María como madre de Jesús (por obra del Espíritu Santo) sirve para destacar la carnalidad de Jesús, su cuerpo histórico (su “carne”). Paradójicamente, ella, la virgen, es una expresión privilegiada de la carne humana, pero en sentido personal y universal, como seguiremos viendo en Mateo y Lucas.
− La madre de Jesús. Narraciones evangélicas. Al llegar a este nivel, debemos añadir que una cosa es confesar que Jesús ha nacido por obra del Espíritu (superando así la genealogía de los varones y la ley) y otra es articular esa confesión en un relato. Eso es lo que han hecho, de un modo ejemplar, en formas distintas pero convergentes, Mt 1-2 y Lc 1-2. Sus relatos no pueden entenderse en forma “dogmática”, como han pensado muchos teólogos posteriores, sino en línea histórico-salvífica, mostrando de forma simbólica cómo Jesús no ha empezado a ser salvador en un momento posterior, a través de su mensaje especial y de su muerte, sino desde su mismo nacimiento, por obra del Espíritu Santo en María Virgen.
Ni Mateo ni Lucas han querido narrar el nacimiento virginal de Jesús por sí mismo, sino que lo han puesto al servicio de algo que para ellos es más importante (la filiación salvadora universal de Jesús) y así lo han hecho poniendo de relieve la exigencia de conversión de José, el hijo de David (Mt) y la experiencia creyente de María (Lc). Tanto el uno como el otro reinterpretan de modos distintos, pero convergentes, la misión y figura de María como “gebîra” (Señora Mesiánica), asumiendo y superando la visión de los judeo-cristianos de Santiago[20].
NOTAS
[1] La unidad que brota de Jesús y que reflejan los textos del Nuevo Testamento, no es la de un imperio como el romano, ni de un pueblo con su ley nacional, como el judaísmo, sino la de un sínodo (camino compartido) entre diversas comunidades que se saben vinculadas desde un mismo Jesús. Pablo no ha querido (ni ha podido) imponer su evangelio sobre todos los cristianos, sino que ha defendido el valor de su propio mensaje e iglesia, pero reconociendo la validez de las demás iglesias (representadas, sobre todo, por Pedro y por Santiago/Jacobo, cf. 1 Cor 15, 3-8).
[2] No se puede hablar de un depósito mariológico ya fijo, donde las cosas se encuentran definidas y cerradas en sí mismas, sino de un camino sinodal mariológico con varias corrientes de vida, que siguen manando y corriendo, pero que pueden y deben comunicarse y fecundarse entre sí.
[3] La tradición mariana de la iglesia debe ser reasumida y recreada en formas distintas, pero en línea de fidelidad a la historia y de universalidad “carnal”, no puramente espiritualista del NT
[4] Cf Historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2013.
[5] Esa “prueba de fe” indica la novedad de Jesús, que se ha enfrentado con la visión mesiánica (nazorea) de su familia, para abrir un camino nuevo, escandaloso, de opción por el reino de Dios a partir de los pobres y excluidos.
[6] San Ignacio de Loyolasupone que la Biblia no ha citado esta experiencia de la madre de Jesús, pues ella se encuentra incluida en otros pasajes donde se cuenta la resurrección de Jesús. Así lo supone Santa Teresa de Jesús: “Díjome (Jesús) que en resucitando había visto a Nuestra Señora, porque estaba ya con gran necesidad, que la pena la tenía tan absorta y traspasada, que aun no tornaba luego en sí para gozar de aquel gozo…”(Cuentas de conciencia, 13ª, 12). Son palabras que Teresa de Jesús escucha en su interior después de comulgar, en actitud de profundo acogimiento (éxtasis).
[7] Durante un tiempo, hasta el 45-46 d.C., a pesar del carácter central de Santiago, Pedro sigue siendo la figura más importante de esas comunidades (cf. Gal 1, 18).
[8] A pesar de eso, Marcos puede y quiere recuperar las tradiciones galileas del mensaje y milagros de Jesús, vinculadas a la memoria de Pedro y de los Doce, a quienes confía la tarea de extender su obra y mensaje (cf. 6, 6b-13). En este contexto se inscribe su referencia a la madre y hermanos de Jesús, vinculados a Nazaret, que aparece enfáticamente como su patria (Mc 6, 1).
[9] En ese contexto (cf. Q 21: Lc 9, 57-61 par), Jesús ha podido decir "quien no odia a su padre y a su madre... no puede ser mi discípulo" (Q 56; Lc 14, 26-27; Mt 10, 37-39). Según eso, Jesús ha superado un tipo de relaciones familiares que se cierran en sí mismas, mostrando que la apertura al Reino y el compromiso a favor de los pobres y excluidos de la sociedad está por encima de la pequeña fidelidad al padre o a la madre. Todo nos permite suponer que estas palabras expresan su experiencia personal, su apertura a Dios Padre: “Todo me ha sido concedido por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Q 25; Lc 10, 21-22; Mt 11, 25-27). Dios mismo aparece así como padre-madre de Jesús, origen de su autoridad (todo me lo ha concedido), principio y sentido de todo conocimiento; en ese contexto no se puede hablar de influjo de su madre.
[10] Cf. R. Bauckham, Jude and the Relatives of Jesus in the early Church, Clark, Edinburgh 1990; "James and the Jerusalem Church", en The Book of Acts IV. Palestinian Setting, Eerdmanns, Grand Rapids MI 1995, 415-480; J. Blinzer, Die Brüder und Schwestern Jesu, SBS, Stuttgart 1967.
[11] Hch 1, 12-14 supone que la primera comunidad de Jerusalén estaba formada por tres grupos: los Doce, las mujeres y los hermanos de Jesús con su madre. De las mujeres como grupo separado no dice después nada. De los Doce como tales tampoco dice luego nada, ni se ocupa más de los hermanos de Jesús como grupo significativo, hasta que cita bruscamente a Santiago (Hch 12, 17), como representante de la iglesia de Jerusalén, de la que Pedro tiene que huir, a causa de una persecución.
[12] El año 49 se reúnen los líderes (Santiago, Pedro, Pablo) en Jerusalén y reconocen la existencia de dos (o tres) tendencias eclesiales: Los judeo-cristianos siguen cumpliendo las normas nacionales de la ley; los pagano-cristianos, quedan eximidos de ella, de manera que aparecen como fieles al Cristo (y a las promesas de Israel) sin hacerse judíos.
[13] Tras la muerte de Santiago Zebedeo y la marcha de Pedro, en tiempos de Herodes Agripa (años 43–44 d.C.; cf. Hch 12), la comunidad de Jerusalén quedó dirigida por Santiago/Jacobo (=Santiago el Menor), hermano del Señor (cf. Hch 15, 13; 21, 18; 1 Cor 15, 7; Gal 1, 19; 2, 9.12). Este Jacobo y su grupo son partidarios de un cristianismo judío, vinculado a Jerusalén y a las tradiciones legales y mesiánicas de Israel.
[14] CF. La Madre de Jesús, Sígueme, Salamanca 1990, 26-30. Ha destacado este motivo J. D. C. Crossan, The Birth of Christianity, Harper, San Francisco 1998.
[15] Cf. R. de Vaux, Instituciones del AT, Herder, Barcelona 1985, 172-173.
[16] Es muy posible que la tradición de Mc 12, 35-37, aceptada de modo reticente por el autor del evangelio, nos sitúe en el mismo contexto. Los que apelan al mesianismo nacional, diciendo que Jesús es Hijo de David, se sitúan en un plano imperfecto. El Jesús mesiánico y resucitado pertenece a un plano superior, pues David, autor simbólico del Sal 110, 1, le llama mi Señor, y Dios, verdadero protagonista de la historia, le hace sentar a su derecha, como mesías y juez definitivo. Esta es la cita del salmo: "Dios el Señor (=Dios) a mi Señor (=el mesías Jesús): ¡siéntate a mi derecha...!" (cf. Mc 12, 36) sólo de un modo reticente ese título mesiánico de Jesús, al ponerle por encima de David.
[17] En su origen, las genealogías le sitúan dentro de una descendencia que está determinada por la sucesión de los padres varones, de manera al final de ellas debería hablarse de un nacimiento normal de Jesús, “hijo de José”, en clave de genealogía de varones. Jesús aparecía así como “hijo de David” por ser hijo de José, el “nazoreo” (pretendiente davídico). En este contexto, María aparece sólo en un segundo momento, como esposa de José, y después como gebîra, madre del Señor mesiánico, recibiendo así toda su importancia.
[18] Esta iglesia quiso mantenerse dentro del judaísmo, pero eso no impidió que suscitará el rechazo de otros círculos judíos, de manera que Santiago, su representante más significativo, fue asesinado por orden del sumo sacerdote saduceo en torno al 62 d. C. (cf. Flavio Josefo, AJ, 20, 199-203). Ciertamente otros judíos protestaron pero las tensiones de estos judeo-cristianos con otros judíos no cristianos aumentaron.
[19] Ha estudiado el tema A. Álvarez, María de Nazaret. Visión Bíblica Actual, Nueva Utopía, Madrid 2012.
[20] No es imposible que Jesús naciera en Belén, de donde provenía su familia nazarena, pues unos cien años antes de su nacimiento (104-103 a. C.) hubo una 'rejudaización' de Galilea, conquistada por los reyes asmoneos de Jerusalén, que llevaron colonos judíos a Galilea. Pero esto es una suposición, y los relatos del nacimiento en Belén pueden entenderse quizá mejor en perspectiva teológica.
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