"Comida para todos (6, 31), en contra del banquete selectivo de los puros (fariseos) o los poderosos (Herodes)" Un Sínodo de mesas redondas para conversar (y para comer juntos)
Éstas son las imágenes más impactante del sínodo: Un conjunto de corros (mesas redondas) de conversación (¿por qué no de comida?) de los 464 “padres y madres”, con el papa sentado en uno de esos corros.
No hay una tribuna superior de presidencia con un anfiteatro inferior de oyentes/pasivos que escuchan, asienten y aplauden.Todos los sinodales son pueblo (al menos en principio), aunque después pueda resultar que unos son más pueblo que otros.
Esta imagen recoge el signo básico de la formación de la iglesia conforme al relato de la “multiplicación” de los panes y peces de Jesús que es un relato de “alimentación” de todos los que vienen, sobre el campo abierto de la vida, Marcos 6, 35-44.
Desde ese fondo quiero presentar este Sínodo 2023 (caminar juntos) como simposio (conversar y comer juntos), retomando motivo central de Mc 3, 31-35 (el corro de Jesús) y de la teología de Pablo (Gal 2); la esencia/verdad del evangelio es comer juntos.
Esta imagen recoge el signo básico de la formación de la iglesia conforme al relato de la “multiplicación” de los panes y peces de Jesús que es un relato de “alimentación” de todos los que vienen, sobre el campo abierto de la vida, Marcos 6, 35-44.
Desde ese fondo quiero presentar este Sínodo 2023 (caminar juntos) como simposio (conversar y comer juntos), retomando motivo central de Mc 3, 31-35 (el corro de Jesús) y de la teología de Pablo (Gal 2); la esencia/verdad del evangelio es comer juntos.
| Xabier Pikaza teólogo
Texto
35 Y como se hacía muy tarde, los discípulos se acercaron a decirle: El lugar está despoblado y ya es muy tarde. 36 Despídelos para que vayan a los campos y aldeas del entorno y compren la comida. 37 Y respondiéndoles les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le contestaron: ¿Cómo vamos a comprar nosotros pan por valor de doscientos denarios para darles de comer?38
Jesús les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Id a ver. Cuando lo averiguaron, le dijeron: Cinco panes y dos peces.39 Y les mandó que se reclinaran todos por grupos de comida (symposia symposia) sobre la hierba verde, 40 y se sentaron en corros (prasiai prasiari) en grupos de cien y de cincuenta. 41 El tomó entonces los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los fue dando a los discípulos para que los distribuyeran. Y también repartió los dos peces para todos…y sobraron doce cestos de panes… y los que comieron eran unos cinco mil (sin contar mujeres y niños (Mc 6, 35-44) .
ANOTACIONES
- El sínodo (syn-hodos, caminar juntos) se hace symposio (comer juntos), El fin del sínodo no es caminar por caminar, sino para compartir camino y vida.
- De la enseñanza a la comida… La clave del texto es el paso de la “enseñanza” (Jesús proclama el evangelio) a la comida en comunión, en grupos…
- De sistema mercantil (comprar y comer pagando) al modelo de gratuidad, compartiendo la comida… Los discípulos dicen “la enseñanza de balde, la comida pagando”. Jesús les recrimina: “Dadles vosotros de comer.
- Del un edificio elitista y cerrado al campo abierto y verde de la primavera, para . comer a campo abierto, el la tierra común de todos.
- Todos los que vengan, todos los que quieran. De los comensales contados, pesados y medidos (banquete de muerte de Baltasar, Dan 5) y del sínodo de 464 de Roma a los cinco mil del mundo entero, que son todos los que quieran, sin más invitación y documentación que la vida y fraternidad universal
- 5000 hombres (en números redondos), que son todo el mundo, sin contar mujeres y niños (paralelo de Mateo), no porque no cuenten, sino porque no necesitan ningún tipo de papeles (cf. paralelo de Mt 14).
- En grupos de comida (symposia-simposía), porque no se traza de comer a solas en comederos de vacas o cerdos, sino en grupos de conversación (prasiai-prasiai), mirándose unos a otros, como pétalos de margarita o de rosa
- No hay lugares superiores. Todos varones o mujeres, forman parte del mismo banquere
- Cada celebración cristiana un simposio abierto de corros de palabra y comida. Miles y miles y millones de “simposios”, en cada parroquia, en cada comunidad, en cada diócesis… Transformar el mundo a través de la comica compartida…
AMPLIACIÓN (Marcos 6, un mosaico de temas)
Los discípulos siguen la lógica normal de muchos maestros y quieren que cada uno vaya, compre y coma lo suyo. Jesús les dice que compartan la comida… Estos son algunos de los rasgos de este sínodo de comida:
Viene la multitud. Jesús rompe en este pasaje el ideal del “pequeño grupo” de los buenos cumplidores, y ofrece su comida para todos (6, 44; comparar con 6, 31), a diferencia de lo que puede ser el banquete selectivo de los puros (fariseos) o los poderosos (Herodes). Vienen de un modo especial los más necesitados (como ovejas sin pastor, no tienen provisiones: 6, 34.36), y Jesús no excluye a nadie sobre el ancho campo de la verde tierra, abriendo espacio universal de comensalía, vinculada a la palabra escuchada y compartida. No empieza proponiendo un sacramento selectivo para bautizados y limpios (nuevamente puros, bien confesados, separados de los malos) como después exigirá la iglesia en su forma normal de eucaristía. El sacramento es la misma comida.
Palabra y comida. Jesús ofrece un banquete de comunicación integral. Él sabe (según la tradición del Q) que no sólo de pan (ni de palaba descarnada) vive el ser humano (como desarrollará la tradición que está al fondo de Mt 4, 4). Por eso, Marcos ha vinculado en su gesto profético dos signos que son inseparables: la palabra anterior (enseñanza universal) y la mesa o comida también universal. Sobre el mundo/casa (en un lugar deshabitado) crea Jesús un espacio de comunicación de Reino para todos. Una palabra cerrada sería ideología; un pan que no se fundara en la palabra dialogada no sería comida verdadera ni encuentro personal sino ocasión de una forma de "caridad" clasista, para mantener sometidos, a los más pequeños.
Panes y peces (6, 38). Éste es un “banquete” de comida normal, con el alimento necesario para la subsistencia, en ámbito cultural mediterráneo. No se dice nada del agua, porque allí (junto al lago) resulta gratuita y abundante para todos. Tampoco hallamos aquí el vino del gozo y las bodas (cf. 2, 22; Jn 2, 1-11) ni la carne de animales sacrificados. En aquel contexto los peces no se consideraban “animales de sangre”, podían tomarse sin peligro de violencia (éste tema debería precisarse). .
Comida gratuita. No es alimento que se compra, y que separa a ricos de pobres, sino pan y pescado de la vida diaria, que se comparte, gratuitamente (Mc 6, 36-37). Suele decirse que en el mundo faltan alimentos, que no existen bienes de consumo suficientes y se añade luego que resultan necesarios los dineros. Esto implicaría que estamos condenados a la ley de oferta y demanda, del mercado, donde todo se negocia. Así piensan los discípulos: ¡que compren (agorasôsin: Mc 6, 36) quienes puedan! Así se desentienden, añadiendo que para alimentar a todos haría falta muchísimo dinero (unos doscientos denarios: 6, 37).
La misa es la mesa compartida. El verdadero templo, casa de oración, bendición y acción de gracias (cf. Mc 8, 6 y sobre todo 14, 22-25), se identifica aquí con el campo abierto donde Jesús bendice a Dios y ofrece (comparte) la comida de los necesitados, por medio de la iglesia. En este contexto cobran su sentido la palabras rituales: “Y tomando lo cinco panes y los dos peces, mirando hacia el Cielo, bendijo y partió lo panes y los dio a los discípulos para que los repartieran...” (6, 41). Son palabra de culto, pero del culto de la misma vida fraterna, propia de los hombres que comparten palabra y alimento.
Creación de iglesia, creación de comunidades. Los judíos rabínicos insisten en el surgimiento de un pueblo especial y unos ritos (normas de comida, circuncisión); los romanos tienen administradores judiciales y soldados que mantienen el orden militar. Pues bien, los discípulos de Jesús sólo pueden presentar como propio este signo de la comida compartida que es su ley, su poder y sacramento. No necesitan templos para bendecir, ni cultos sacrales para descubrir la grandeza de Dios, ni ejércitos ni bienes económicos (denarios). Poseen el valor más elevado: la comida que comparten de modo gratuito con todos los que vienen, sobre el ancho campo, en bendición sagrada.
Todos los que vienen, todos los que buscan, todos los que tienen hambre. Jesús no se ha limitado a ofrecer a los hombres unos bienes puramente espirituales, sino que su misma palabra les vincula en la comunión de los panes y los peces. Por eso, los discípulos reúnen a la multitud sobre la hierba verde, bajo el ancho cielo, en grupos de cincuenta o cien (6, 39-40), symposia, symposia (de symposion, banquete), en grupos de diálogo y comida compartida. Les reúnen prasia, prasia, en corros de comunicación humana, como pétalos de flor en primavera (cf. peri autôn de 3, 32.34). La muchedumbre se convierte así en comunidades donde todos pueden conocerse, compartir la mesa y dialogar desde el reino.
La objeción de los discípulos. Palabra sí, comida no…. Los discípulos de Jesús no han opuesto ninguna objeción cuando regala abiertamente la palabra, pero la elevan y fuerte cuando les pide que alimenten a la muchedumbre con sus propios panes y peces. Ellos piensan que podemos y debemos ser hermanos en los grandes ideales, a nivel de teorías que no cuestan. Pero Jesús les pide más: que ofrezcan y compartan aquello que han traído y que ellos guardan para cubrir sus necesidades. No es que se opongan, pero empiezan pensando que no son suficientes: que no basta lo que tienen para todos. Para un bautista llado Bano y para Bautista era esencial una comida de “pureza cósmica” (silvestre). Jesús busca ante todo la comida compartida: abierta a los que vienen, superando las normas de pureza elitista.
- Frente a la palabra exclusivista de un tipo escribas que actúan como dueños del mensaje de Dios (hecho enseñanza elitista de unos pocos), Jesús ha ofrecido en el desierto una palabra, dialogada, convertida en pan, por la que pueden vincularse y se vinculan los humanos, conforme a los dos rasgos de 4,1-34: palabra sembrada y trigo de la mesa compartida. Sólo de esa forma recibe densidad y encuentra su sentido la unión de los humanos en familia: los que siguen a Jesús comparten la palabra y panes/peces bendecidos.
Sínodo universal…Este es el momento en que surge la familia mesiánica, a pleno campo, allí donde se unen todos y no sólo los grandes del banquete de Herodes (6, 14-29). Esta es la fraternidad universal, gratificante, que Jesús instaura culminando la historia israelita. No es algo casual, que pasó una sola vez, sino el momento central y permanente de la misión de Jesús en Galilea; este es el lugar y signo al que deben volver los creyentes, tras la pascua (cf. Mc 16, 7).
Comida para todos (6, 31), en contra del banquete selectivo de los puros (fariseos) o los poderosos (Herodes). Vienen de un modo especial los más necesitados (como ovejas sin pastor, no tienen provisiones: 6, 34.36). Jesús no excluye a nadie sobre el ancho campo de la verde tierra, abriendo espacio universal de comensalidad, vinculada a la palabra escuchada y compartida. No empieza proponiendo un sacramento selectivo para bautizados y limpios (nuevamente puros, bien confesados, separados de los malos) como después exigirá la iglesia en su forma normal de eucaristía. Estamos en un plano antecedente, más valioso, de comunicación abierta, sin limitaciones de pureza, vinculando a todos en la única familia del pan y la palabra.
Banquete de comunicación integral. Jesús sabe que no sólo de pan (ni de palaba descarnada) vive el ser humano (cf. Mt 4, 4). Por eso ha vinculado en gesto profético dos signos que son inseparables: mesa y palabra. Sobre la casa del mundo (en desierto) se crea una comunicación universal que transforma a la persona y sociedad. Una palabra que estuviera cerrada en sí sería ideología; un pan que no estuviera fundado en la palabra dialogada no sería comida verdadera ni signo de encuentro personal sino ocasión de "caridad" clasista, para mantener sometidos, distanciados, a los más pequeños.
Es comida gratuita. Jesús rompe el esquema monetario, empezando por los miembros de su grupo a quienes dice: Dadles vosotros... (6, 37-38). Supera así la ley del mercado (comprar) introduciendo en la iglesia el principio de la donación y gratuidad activa (dar). No hay problema de carencia (los bienes resultan suficientes) sino de participación. No se trata de promover la mendicidad o de introducir un sistema de limosnas o un plan de caridad en el sentido usual/actual de esa palabra. Jesús suscita un gesto de donación y vida compartida; por eso empieza pidiendo a sus discípulos (iglesia) que pongan en común (regalen y compartan) lo que tienen.
- Es comida cultual, celebrativa. Sólo en este contexto ha utilizado Mc un lenguaje de celebración. El templo de Jerusalén carece de sentido pues no ofrece alimento: es cueva de pura compraventa de ladrones (cf. 11, 12-26). El verdadero templo, casa de oración, bendición y acción de gracias (cf. 8, 6 y sobre todo 14, 22-25), es el campo abierto donde Jesús bendice a Dios y ofrece (comparte) la comida de los necesitados, por medio de la iglesia. Aquí cobran su sentido la palabras rituales: y tomando los cinco panes y los dos peces, mirando hacia el Cielo, bendijo y partió lo panes y los dio a los discípulos para que los repartieran... (6, 41). Los sacerdotes bendecían a Dios en un lujoso santuario, sobre el sacrificio elitista y pagado de los animales muertos. Jesús, en cambio, le bendice (eulogêsen: 6, 41) a pleno campo, allí donde los suyos con todos los humanos comparten la comida. De esa forma se vinculan de manera inseparable el culto (mirar al Cielo en eulogía o beraká) y la comunicación económica o fracción del pan. Donde tal culto nace ha terminado el templo, han perdido su función los sacerdotes, ha nacido ya la iglesia: Dios y los humanos se vinculan en bendición sobre el ancho campo donde todos comparten la comida de Jesús.
- Esta es el signo central de la iglesia. Los judíos mantenían el recuerdo del maná, como alimento sacral en el principio de su historia: Dios mismo les había sostenido en los cuarenta años de desierto. Ahora, en este descampado (cf. 6, 32) del comienzo eclesial, sobre la hierba verde (6, 39) del nuevo nacimiento, Jesús ofrece a quienes llegan un banquete de abundancia que es don de Dios y contraseña de la nueva comunidad mesiánica. Los judíos tienen pueblo, templo y ritos (normas de comida, circuncisión), los romanos administradores judiciales y soldados que mantienen el orden militar. Pues bien, los discípulos de Jesús sólo tienen como propio este signo de comida compartida que es su ley, su poder y sacramento. No necesitan templos para bendecir, ni cultos sacrales para descubrir la grandeza de Dios, ni ejércitos ni bienes económicos (denarios). Poseen el valor más elevado: la comida que comparten de modo gratuito con todos los que vienen, sobre el ancho campo, en bendición sagrada.
- Es comida que vincula con Jesús y sus discípulos. Jesús ha ofrecido la palabra, regalando su riqueza a los que viven y mueren desprovistos de riqueza, a los que vagan perdidos sobre el mundo, como ovejas sin entendimiento. Por su parte, los discípulos deben ofrecer los panes y peces de su grupo (vienen preparados como indica 6, 31), compartiendo su comida y casa con los pobres. Jesús quiso hacerles pescadores de humanos (1, 16-20), enviándoles para curar y expulsar demonios (cf. 3, 13-19; 6, 7-13). Pues bien, ahora les hace (si vale la ironía) repartidores de panes y pescado. Esta es su mayor autoridad, esta su tarea: ofrecer lo propio, organizar los grupos de comida, servir de criados a los otros en el campo (6, 39-42).
- Es comida que vincula a los discípulos con todos los hombres y mujeres (symposia-symposia, prasia-prasia). Para ello, los discípulos reúnen a la multitud sobre la hierba verde, bajo el ancho cielo. No necesitan templos especiales, ni basílicas regias (de Basileis, reyes)…., ni palacios, ni termas, ni catacumbas… Su templo es la llanada o la montaña, cualquier lugar donde uno puede sentarse, inclinarse…,
- Esta es finalmente comida de abundancia, marcada por la saciedad de los presentes y lacantidad de sobras, recogidas simbólicamente en doce cestos, signo de la plenitud israelita (6, 42-43). A través de sus discípulos, Jesús ofrece comida a los que vienen y asi participan de esta experiencia de pascua cristiana (los cinco mil de 6, 44 han de ponerse en relación con los quinientos de 1 Cor 15, 6). De esa forma invierte la tendencia normal de los humanos, empeñados en lograr la posesión egoísta de bienes, en círculos de agresión y respuesta violenta. Jesús no tiene que crear externamente nada nuevo, no trae maná del cielo, no espera codornices milagrosas sobre el campamento de los nuevos israelitas (cf. Ex 16). Lo que él suscita por su entrega pascual es más grande: hace posible esa liturgia de los discípulos que ofrecen su comida a los que llegan, compartiéndola con ellos. Así crea la iglesia.
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