En el principio de la cultura de occidente Iraq/ Mesopotamia (1).Patriarcalismo guerrero, mujer sometida
El Papa irá estos días (6-8 del III) a Iraq (=Mesopotamia). Dicen que es un viaje “peligroso”, yo lo veo fascinante: visitará como hermano a los cristianas, orará como amigo con musulmanes de varias tendencias,ofrecerá un testimonio y deseo de paz, sobre una tierra que ha sido por siglos objeto de guerra entre extranjeros y nativos, culminando en la llamada “república islámica”
Mi amigo F. Strazzari ha trazado en RD una semblanza política y cristiana de la zona. Yo puedo añadir, desde mi oficio de Biblia y religiones, una nota sobre su antigua cultura que ha sido y es clave para la vida y pensamiento de la humanidad, con la religión de Marduk, Dios imperialista guerrero, que mata a su madre/mujer imponerse sobre el mundo.
No es casualidad que una estirpe de nuevos talibanes de Marduk haya re-surgido en Iraq/Mesopotamia y que los nuevos imperios occidentales u orientales sigan siendo en el fondo herederos de Marduk, el asesino de su madre y/o hermana.
Ciertamente, las cosas son menos simples, pero sólo conociendo las raíces mesopotámicas del tema podemos plantear y superar mejor un tipo de religión/cultura de violencia. No sé si Francisco dirá algo de esto en la tierra de Marduk y Tiamat, pero lo que él diga y haga podrá interpretarse en el fondo en esa perspectiva.
Con esta ocasión presentaré en RD tres “postales”. (1) Marduk y el “asesinato” de la mujer/madre: religión y cultura de los primeros imperios de occidente. (2) Isthar/Ester, la madre/mujer soterrada, pero viva: El sustrato femenino de Mesopotamia, una experiencia actual. (3) El antiguo cristianismo del entorno de Mesopotamia, esperanza y futuro de la Iglesia.
No es casualidad que una estirpe de nuevos talibanes de Marduk haya re-surgido en Iraq/Mesopotamia y que los nuevos imperios occidentales u orientales sigan siendo en el fondo herederos de Marduk, el asesino de su madre y/o hermana.
Ciertamente, las cosas son menos simples, pero sólo conociendo las raíces mesopotámicas del tema podemos plantear y superar mejor un tipo de religión/cultura de violencia. No sé si Francisco dirá algo de esto en la tierra de Marduk y Tiamat, pero lo que él diga y haga podrá interpretarse en el fondo en esa perspectiva.
Con esta ocasión presentaré en RD tres “postales”. (1) Marduk y el “asesinato” de la mujer/madre: religión y cultura de los primeros imperios de occidente. (2) Isthar/Ester, la madre/mujer soterrada, pero viva: El sustrato femenino de Mesopotamia, una experiencia actual. (3) El antiguo cristianismo del entorno de Mesopotamia, esperanza y futuro de la Iglesia.
Con esta ocasión presentaré en RD tres “postales”. (1) Marduk y el “asesinato” de la mujer/madre: religión y cultura de los primeros imperios de occidente. (2) Isthar/Ester, la madre/mujer soterrada, pero viva: El sustrato femenino de Mesopotamia, una experiencia actual. (3) El antiguo cristianismo del entorno de Mesopotamia, esperanza y futuro de la Iglesia.
| Xabier Pikaza Teólogo
MESOPOTAMIA, MUJER/MADRE ASESINADA. LA PRIMERA RELIGIÓN IMPERIAL DE OCCIDENTE.
Floreció en el principio de las culturas de Mesopotamia el mito de la madre buena, la diosa fundante de la vida que engendra y alumbra con su cuerpo (de su cuerpo) a los seres humanos, incluidos varones y mujeres. Pues bien, en un momento dado esa religión de la madre original, adorada por los pueblos del antiguo Mediterráneo y Europa Central (y en Mesopotamia, Persia y la India), perdió su valor fundante, viniendo a convertirse en signo de peligro para una sociedad ominada por varones. Ese cambio de la madre divina el Dios masculino dominador y creador de imperios produjo de un modo especial en Mesopotamia[1].
Expulsando o matando a la madre que fundaba el mundo y animaba a los humanos en gesto primordial de donación vital, se ha elevado el varón dominador que impone su ley por medio de la muerte (a través de la violencia). Situándose en la nueva perspectiva (que a mi juicio es derivada y secundaria), como buen representante de la sociedad patriarcal, Sigmund Freud pensó que al fondo de la historia estaba el asesinato del padre. Pues bien, yo pienso que ha existido, al menos simbólicamente, un asesinato anterior y de mayores consecuencias: la muerte de la madre[2].
El recuerdo mítico de ese asesinato ha marcado de forma poderosa la historia de occidente y se ha expresado en relatos de muy diverso tipo. El más significativo es a mi juicio el Enuma Elish de Babiloniacuando cuenta en forma "masculina" el principio y orden actual de la sociedad patriarcalista, imperial y militar, dominada por varones y fundada religiosa y políticamente por la "gesta" victoriosa de Marduk, Dios violento y signo del poder de su ciudad y/o imperio, que es centro del mundo.
En el principio la madre Tiamat resulta dominante. Es el origen universal, es la fuerza donde todo adquiere poder y consistencia. Pero ella carece de individualidad estricta; le faltan los rasgos personales, los perfiles definidos, la conciencia. Ella aparece como fuerza bruta, como un tipo de madre/ monstruo que tiende a devorar a sus hijos. Por eso estos deben rebelarse. Asistimos de esa forma a la inversión de la figura primera de la madre, como he puesto de relieve en mi texto sobre hombre y mujer en las religiones.
Antes, ella lo era todo: la fuerza creadora de la vida y la conciencia. Ahora ha venido a concebirse como monstruo amenazante: simboliza los poderes inconscientes y brutales de una gran naturaleza concebida, al mismo tiempo, origen y peligro original para los humanos. Se viene a concebir de esa manera como madre mala: ha suscitado a los hombres para devorarlos, los engendra para mantenerlos sometidos. Con su misma falta de inteligencia, ella mantiene bajo su ciega opresión a todos los que quieren volverse inteligentes.
Se proyecta así sobre la madre originaria una experiencia aterradora: estamos en manos de una fuerza amenazante ; nacemos de un poder que después de habernos engendrado, sin saber lo que ha hecho, se eleva ante nosotros para matarnos, destruyendo así nuestra conciencia.
La vida se concibe por lo tanto como lucha genética. No provenimos de una "madre buena"; hemos nacido de una especie de figura maternal monstruosa que después de habernos engendrado sin querernos pretende destruirnos. Esa madre que devora a sus hijos es el caos pervertido, el mal principio de la naturaleza. La figura materna se ha invertido; la confianza original se ha transformado en miedo, desconfianza. Hemos brotado de una especie de poder monstruoso que sigue influyendo en nuestra vida, que está al fondo de nosotros. Se eleva así la madre mala y pretende mantenernos sometidos.
Exposición del mito
"Enuma Elish..."[3], es decir, cuando en lo alto el cielo aún no había sido nombrado ni abajo la tierra firme había sido mencionada con un nombre... (I,1-2). Así comienza el gran relato, situando la palabra en el origen de todo lo que existe y suponiendo que las cosas son (o surgen) porque se dicen o, mejor, porque alguien las dice. Este es el principio, pero luego el texto deja en penumbra ese elemento de palabra para destacar otros principios de la creación:
- Tiamat es la generación como principio de vida. Ella expresa el orden (o desorden) primigenio, antes que hubiera cosas en el cielo y en la tierra. Evidentemente es madre. Hay más figuras a su lado: está el varón consorte (Apsu o Kingu), aparecen otros elementos generadores o amenazantes de la vida (monstruos venenosos, vivientes informes...). Pero en el centro de todo, como principio fundamental de la creación emerge ella, la madre, interpretada básicamente como cuerpo de todo lo que existe . El cuerpo desarmado es su grandeza (es continente y principio de vida) y también su debilidad, pues no podrá resistir a los embates de la nueva corporalidad guerrera masculina expandida por las armas militares. Cf. en esta línea el libro de F. Ramis sobre Biblia y Mesopotamia
- Marduk es la creación como victoria militar. Su figura representa el orden nuevo del guerrero bien armado que mata simbólicamente a la madre (le quita su poder), para situarse en su lugar y convertirse en domador y monarca de una vida que no ha brotado de él sino de ella. Ciertamente, la madre sigue existiendo, pues de ella nacemos todos, de su cuerpo nos alimentamos, en su tierra moramos. Pero ella es ahora una madre atada, dominada, utilizada por eso que pudiéramos llamar el poder de la cultura militar de los varones[4].
Desde este fondo queremos entender el texto en su conjunto, destacando algunos de sus rasgos más significativos. Al principio, cuando nada se nombraba todavía (antes de toda palabra), como origen sin origen, se encontraban Apsu (el Progenitor, las aguas dulces) y Tiamat (la Generatriz, aguas saladas). Se mezclaban uno y otro de manera fecundante y de su mezcla iban surgiendo, en proceso de generación constante todos los vivientes primordiales, es decir, los grandes dioses del cielo y de la tierra: Anshar y Kishar, Anu y Ea (I,3-19). Apsu y Tiamat, aguas totales, forman una especie de espacio de fecundidad sagrada, un útero materno en cuyo centro juegan y se enfrentan todos los vivientes, molestando así a sus padres (a su gran madre femenino/masculina).
- Apsu, el padre, se enfurece, quiere mantener su anterior tranquilidad y para ello está dispuesto a destruir a los hijos que ha engendrado; pero los hijos son más fuertes y logran matar al propio padre, haciendo de su cuerpo el "apsu", la cámara o recinto sagrado donde reinan.
Tiamat, en cambio, como buena madre tolera a sus hijos, dejando que ellos vivan en su vientre y la molesten. De ahora en adelante (hasta el triunfo final de Marduk) ella aparece como expresión abarcadora de la maternidad divina originaria. Pudiera suponerse que ya existe el equilibrio fontal entre los seres; la gran madre garantiza el surgimiento y pervivencia de todo lo que existe (I,20-75).
Pero ese equilibrio va a romperse pronto por iniciativa del nuevo Dios Marduk, engendrado en el mismo corazón del Apsu, como hijo y representante de una generación de dioses (Anu, Ea...) que quieren separarse de la madre (desgarrar su matriz, romper el cordón umbilical) y alcanzar de esa manera el poderío por la fuerza. Ciertamente, Tiamat se ha presentado previamente como llena de paciencia: ella soporta el alboroto de los hijos en su vientre. Pero esa paciencia tiene hay un momento en que ya no puede soportar más a Marduk, Dios que se alza con violencia despiadada y amenaza sin cesar su mismo vientre con tormenta y tempestad, con viento y marejada (I, 100-119).
Tiamat, madre divina, necesita su descanso: quiere vida de sosiego y no puede tolerar que esa batalla cósmica sin cesar el templo santo de su vientre. Marduk ha puesto en riesgo su mismo ser de madre (el misterio de su seno engendrador). Ha llegado el momento en que no puede mantener su vida, es incapaz de realizar su obra y ya no encuentra más salida que la guerra a muerte. Sólo a través de la lucha podrá verse cuál de ambos poderes es más fuerte.
Comenzamos presentado los aspectos principales del poder de la Gran Madre a quien el texto actual (escrito para gloria de Marduk, el vencedor final) presenta como envidiosa y opresora. Ella sería una madre castrante: ha engendrado a los hijos, pero quiere mantenerlos sometidos a su ley, sin dejar que ellos expresen su poder y se realicen con autonomía.Estos son sus rasgos, estos los momentos que definen su figura:
- Tiamat es poderosa por ser madre. Ella ha creado (engendrado, formado) el conjunto de las cosas (II, 10-19; III, 15-24.70-85). Quizá pudiéramos definirla como cuerpo todo vientre: posee una grandeza inmensa, pero le falta inteligencia. A los ojos de Marduk y de los nuevos triunfadores, ellas es la raíz inconsciente (prerracional) de la vida; es el signo del pasado que ellos, dioses del imperio militar, deben superar para que surja un orden nuevo, marcado por su propia violencia creadora.
- Lo que antes parecía bien supremo (el cuerpo/madre) se presenta luego como perversión pues ella impide que los hijos sean, presentándose "más ruin y violenta que Apsu" (su antiguo consorte) y odiando a los mismos seres que ha engendrado (II,2.11). Pero no olvidemos que son ellos, los rebeldes, quienes dicen que ella odia; son ellos los que quieren imponer su nueva ley ( violencia), sometiéndola a su imperio.
- Tiamat posee el poder de la naturaleza amenazante, conforme a los esquemas de la madre bruja, en la que vienen a encarnarse los aspectos maléficos del cosmos: ella suscita un ejército de terrores de la naturaleza, diversos tipos de dragones, hydras, leviatanes (monstruos acuáticos), híbridos feroces (hombres-peces, hombres-escorpiones) ... Así evoca y encarna el miedo de la naturaleza, condensada en las doce constelaciones de monstruos dirigidos por un tipo de Titán o engendro maléfico llamado Kingu a quien confía el mando y entroniza como a príncipe consorte (II-40; cf III, 15-50).
- Tiamat representa el terror de los sueños de un varón que se siente amenazado. Es evidente que sus atributos de madre bruja que da miedo pertenecen al plano de la fantasía de aquellos que, por utilizar una palabra posterior, satanizan a su propia madre, interpretando su figura (cuerpo cósmico) como una amenaza para su propia seguridad[5].
Por dos veces intentan vencerla sus hijos divinos y no lo consiguen. Primero se alza Ea, el más violento,pero retrocede ante el poder de Tiamat (II,50-85). Luego pretende destruirle Anu, pero también le vence el miedo y vuelve atrás (II,86-105). Sólo queda Marduk, Dios de la violencia nueva, de las armas poderosas de una cultura guerrera que puede convertirse y se convierte en principio de nueva comprensión para los hombres. Estamos ante eso que pudiéramos llamar el enfrentamiento de razones o formas de entender la realidad:
- Hay una racionalidad materna, centrada en el útero que engendra y engendra vida. Ella es la verdad que se expresa como don, cuerpo fecundo.
- Hay otra racionalidad guerrera, reflejada por Marduk, el creador de la nueva cultura de violencia; su verdad está en las armas que le han dado la victoria. Por eso le reconocen y coronan los restantes dioses[6].
Ciertamente, Marduk es fuerza cósmica y así aparece como Dios de la tormenta: tiene dominio sobre el viento y rayo; es suyo el poder de las tempestades. Frente al gran "vientre" fecundo y nutricio de la madre se eleva la potencia del relámpago y diluvio. Pero más que puro signo de la naturaleza, es señal de nueva racionalidad humana guerrera: representa la violencia originaria[7].
- Marduk es la cultura de la guerra: lleva en su mano el arco y flecha, la red que cautiva al adversario, la maza que rompe su cráneo. Aquí emerge la más honda diferencia: Tiamat crea y combate con su cuerpo, es decir, con sus fuerzas naturales. Marduk, en cambio, ha suscitado, en torno a su cuerpo natural, una especie de nueva corporalidad o razón objetivada de violencia que está representada por las armas.
-El mito actual ofrece una lectura partidista de los combatientes, presentando a Tiamat como expresión monstruosa de la naturaleza (en forma negativa), cantando sin embargo la gloria de Marduk con sus cuerpo tejido de violencia (hecho de armas).Es claro que el relato es parcial, no es inocente: es la expresión de una mentira organizada por los varones triunfadores[8].
Este es el mito fundador de una cultura de dominación. Su palabra invierte el sentido de la realidad, tanto en plano negativo como positivo: por un lado denigra a la madre, presentando su cuerpo como realidad monstruosa que debe ser vencida, dominada; por otro lado canta al cuerpo del varón/guerrero, hecho de armas de violencia artificial, como signo de cultura buena. En el principio de su creación está la guerra. Así entendemos el pasaje central del gran poema. Marduk y Tiamat se han enfrentado. Son el signo divino hecho batalla:
Se lanzaron al combate y se enzarzaron en un cuerpo a cuerpo.Pero el Señor (Marduk), desplegando su red, la envolvió en ella, luego soltó contra Tiamat el viento malo, que le seguía detrás. Y cuando Tiamat abrió su boca para engullirlo, él hizo penetrar en ella el Viento malo para impedirle cerrar sus labios...
Él disparó su flecha y le atravesó el vientre; cortó su cuerpo por la mitad y le abrió el vientre. Así triunfó de ella, acabando con su vida (IV, 94-103)... El Señor puso sus pies sobre la parte inferior de Tiamat y con su despiadada maza aplastó su cráneo.... Dividió luego la carne monstruosa para fabricar maravillas, la partió en dos, como si fuera un molusco (un pescado para el secadero)y dispuso de una mitad que la abovedó a manera de cielo (IV, 129-138).
Con el cadáver de la madre ha creado Marduk nuestro universo. Ha dividido en dos su vientre (=matriz), poniendo una parte como techo (el cielo) y disponiendo la otra como suelo. En el hueco del gran cuerpo de esa madre asesinada hemos nacido, de ese cuerpo provenimos y en él existimos (vivimos, nos movemos y somos: cf Hech 17,28). Cuerpo de mujer asesinada, utilizada, por la técnica violenta (racionalizada) de los guerreros varones de Marduk es nuestro mundo
Parece que el cuerpo de mujer (de Tiamat) resulta amenazante: no permite que los hombres (varones) se realicen, vivan con autonomía. Por eso, Marduk, el gran varón debe imponer su ley sobre ese cuerpo, haciendo que la mujer resulte inofensiva y útil, es decir, descanso y criada del guerrero. Eso significa que el hombre actual no nace y crece cuando mata al padre (tema freudiano) o al hermano (Gén 4) ni a un posible dragón o fiera mala (tema de otros mitos) sino cuando domina y descuartiza a su madre. Todo el universo es cuerpo de madre, como señala de forma estremecedora el mito:
- En la parte superior de ese gran horno que forma el cadáver dividido en dos de Tiamat ha puesto Marduk los grandes astros, destacando de un modo especial la importancia de su hígado (utilizado en la adivinación de tipo astronómico) (V,1-47)
- Con la saliva y aliento de Tiamat hizo Marduk las nieblas, las nubes y los vientos, como indicando que vivimos (respiramos) del hálito vital de la gran madre muerta (V,47-53).
- Sobre la parte inferior del cuerpo de Tiamat vivinos y movemos, ella es costra y superficie de la tierra. Cabeza y pechos de la madre son las inmensas montañas, sus ojos manantiales de los grandes ríos (Eúfrates y Tigris) que fecundan la tierra cultivada del entorno de Mesopotamia... (V,53-68)[9].
Difícilmente podían haberse dicho las cosas de manera más fuerte, más clara. En el principio de la historia no está el padre asesinado ni la alianza posterior de los hermanos que se unen tras matarle (S. Freud) sino el asesinato de la madre. Sólo quien la mata puede convertirse en rey sobre la tierra (V,109). Todos nosotros somos herederos de ese matricidio. Brotamos de la carne y sangre de Tiamat (y/o de Kingu, su consorte). Pero nacemos por obra de Marduk, como beneficiarios y representantes de su historia. Lo que él hizo tenemos que seguir haciéndolo, para ratificar su gesto matricida, en una fuerte cultura de violencia. Sobre esa "hazaña" de Marduk se edifica la ciudad (Babel) y se instaura la religión (el culto de los dioses), en claves de violencia.
Llegando a su final, el mito resulta transparente. Antes parecía haberse impuesto el miedo de la madre, el fantasma de una naturaleza opresora. Ahora, los dioses (y los hombres) tienen que inclinarse ante los signos primordiales del poder violento:
El Señor (Marduk) presentó su Arco, puso esta arma delante de ellos; los dioses, sus padres, contemplaron la Red que había hecho; y admiraron cuán maravillosa era la factura del Arco... (Y Anu) tras besar el Arco dijo: Sí! ¡Este es mi Hijo! (VI, 83-98).
Pocas veces se habrán dicho las cosas más claras. Donde antes reinaba el útero materno reinan y se adoran las armas que han matado a la madre. El Arco y la Red forman el nuevo cuerpo de violencia del varón que de esa forma se impone sobre el mundo. Ha terminado la "protohistoria" (tiempo del cuerpo materno); sobre el cadáver de la madre, con el Arco y la Red como dioses, han comenzado su historia los "grandes creadores" de violencia que han sido y son los babilonios (antiguos y modernos), iniciando así lo que podemos llamar nuestro pecado original[10]
Lectura antropológica y moral. La mujer vencida
Evidentemente, el mito de Marduk expresa el ideal de una sociedad que se funda en la violencia del varón conquistador (guerrero) y se expande a través de eso que pudiéramos llamar derrota y domesticación del principio femenino. Es claro que a la mujer no se la mata para destruirla totalmente, pues con ello se haría imposible el transcurso posterior de la existencia. No se la destruye pero se la vence y domestica, en un proceso que se pone al servicio de la política de la sagrada de la imperial Babilonia, administrada por varones. Estos son algunos de sus momentos significativos.
- La mujer que era al principio madre se presenta luego como un monstruo. El varón la ve como peligo y se siente "obligado" a dominarla para encontrar s su identidad y autonomía sobre el mundo: necesita dominar a la mujer para sentirse seguro. Por eso lucha y sólo queda tranquila al convertirla en "material" o base de su propio triunfo. Evidentemente, los rasgos monstruosos que el mito ha visto en la mujer son proyección del varón, no expresión real de la mujer.
- La mujer es la primera conquista del varón. Ella era persona dando vida. El varón no puede darla (en proceso de generación) y por eso inventa un modo diferente de dominio en clave de violencia. El cuerpo de la mujer será el primero y más misterioso de sus territorios conquistados, la mayor de sus colonizaciones. A partir de eso se entienden todas las restantes "conquistas" de la historia, dentro de una moralidad y religión interpretadas en clave de virtud (de vir), esto es, de poder conquistador de los varones. Lógicamente, en la primera asamblea de la nueva sociedad sagrada de Babel donde se adoran arco y red que han permitido cazar a la mujer "fiera".
- La mujer viene a entenderse al fin como "materia" o naturaleza originaria. Ella pierde su autonomía, ya no es dueña de su propia identidad pues el varón dominador la ha destruido en su valor como persona. Pero debemos afirmar que su muerte ha sido (sigue siendo) redentora: de la tumba de la madre muerta hemos nacido, de su cuerpo dividido procedemos, de la fuente de su vida recibimos el agua verdadera de la vida. Ella sigue existiendo tras su muerte, pues solo sobre el campo de su cuerpo (principio fontal de toda vida) pueden ir surgiendo en su camino de violencia los varones. Si la mujer dejara de encontrarse al fondo, si los varones sólo contaran con la fuerza de su guerra (con su cuerpo de violencia hecho de armas) la vida del mundo ya se habría terminado[11].
El mito de Marduk ha definido en gran medida la experiencia religiosa y todo el sistema económico y social de un imperio como el babilonio, sustentado sobre bases de violencia, organizado por varones. Podemos afirmar que este ha sido y sigue siendo en algún sentido un mito vivo que puede presentarse como prototipo de toda religión de la violencia que se expresa en formas de dominación militar y masculina. El mundo occidental ha estado definido en gran medida por el triunfo político y social de Marduk, dios de la guerra, violencia original sacralizada.
La estabilidad y armonía y de este mundo surge sin cesar de la victoria del principio "positivo" masculino (Marduk) que enigmáticamente ha surgido del caos materno femenino para derrotarlo y dominarlo. El poder antes monstruoso e irracional de la naturaleza, fuente de miedo para los varones violentos, parece haberse estabilizado a través de la violencia de esos mismos varones. Sobre el orden de Markuk vivimos todos, pero no podemos olvidar que es un orden matricida: como asesino de su madre nos ofrece una estructura de existencia sobre el mundo. Es como si no tuviéramos más remedio que matar a la madre para hacernos personas.
De un caos materno nacemos; en un orden masculino violento y represivo estamos asentados. Esta es la razón, el signo originario y sacro en que se funda la existencia. No nacemos ya de la gracia de la madre sino de la violencia del hijo matricida: nacemos para "servir a Marduk" y a sus dioses compañeros de violencia: para ofrecerles sacrificios y cuidar de sus moradas (templos) en la tierra. La teogonía-cosmogonía culmina de esa forma en el momento en que Marduk se establece con Dios en la Esagila o gran templo de Babel, para imponer desde allí su dominio sobre los humanos. Vivir es ya servir: ¡Somos esclavos de aquellos que aparentemente nos han liberado del monstruo de la madre!
La religión se convierte de esa forma en justificación del sometimiento. Marduk, Dios poderoso y vencedor, garantiza un orden de violencia sobre el mundo y de esa forma mantiene el caos sometido. Los hombres tienen que agradecerle el don de la vida; por eso le sirven y le ofrecen sacrificios, cuidando de su templo. Religión y culto son así reflejo y expansión de la violencia militar de los que dicen habernos liberado del caos materno. Evidentemente, se trata de una religión "estatal" (al servicio del orden de Babel) y masculina, para honor de los grandes guerreros.
Esta religión sirve para sancionar el orden social: los humanos han nacido de la sangre mala de la diosa derrotada (de Tiamat o Kingu, su malvado consejero); por eso llevan en su vida algo perverso y hay que mantenerlos sometidos. Han nacido para obedecer y servir al Dios que representa el poder de Babilonia y en su imperio. Por su mismo nacimiento son esclavos de una autoridad sacral de la que dependen. Signo y presencia de Dios en el mundo, eso es Babel, con su templo y su imperio. Los hombres han de hallarse según eso sometidos
El mismo mundo (interpretado en clave femenina) viene a presentarse como cuerpo derrotado y por siempre amenazante del monstruo originario. De ese monstruo procedemos: llevamos en la sangre vida y sangre mala de la mala Tiamat, pero, al mismo tiempo, somos criatura positiva del violento vencedor Marduk: así podemos asumir su gran victoria masculina. La vida es lucha: de ella procedemos y en ella nos gestamos como humano, dentro de un proceso donde pueden destacarse, en forma quizá convencional tres elementos:
- En el punto de partida se halla el huevo germinal o caos femenino que es, al mismo tiempo lo más pobre y lleno de riqueza. Es pobre por no ser diferenciado: es inconsciente, anterior al bien y al mal, a los contrastes. Es rico como fuente de todo lo que surge, como masa germinal en la todo está latente. Por eso, el mito representa ese principio como monstruo terrible e impotente, poderoso y frágil al mismo tiempo. Este es el principio de lo femenino.
- De ese caos indeterminado surge el mundo a partir de las antítesis, contrastes y figuras concretas de los Dioses posteriores. Ellos gozan de conciencia y caracteres personales. Son realidad positiva, pero han dejado ya de ser el todo. Cada uno tiene fuerza pero, al mismo tiempo, es débil por hallarse amenazado por los otros. Más aún, los mismos dioses y los hombres se descubre, a la vez, amenazados por el "caos" del principio. Por eso deben mantenerse alerta, vinculándose entre sí, para combatir contra el caos anterior. Tiamat viene a presentarse así como el primero de los "chivos expiatorios" de la historia humana: resulta necesario que los mismos varones, dirigidos por el más brutal de todos (Marduk), luchen contra ella y la sometan.
- La lucha no termina con la destrucción de Tiamat (madre monstruosa). Simbólicamente, ella muere: pierde su carácter autónomo y deja de ser una amenaza directa para el mundo. Pero al derrotarla, Marduk, el gran varón, la pone al servicio de su propia acción conquistadora o civilizadora. La madre se convierte en mujer sometida, esclavizada a los varones. Frente al signo de la lucha primera de los dos varones (Caín y Abel, Gen 4) aparece aquí el combate de lo masculino "cultural" (Marduk) contra lo femenino "natural" (Tiamat).
Somos hijos de un asesinato, del más grande parricidio, (deicidio): hemos matado a nuestra madre, convirtiéndonos en seres errantes sobre el mundo. Este es el pecado original: es la marca de Caín que no ha empezado asesinando a su hermano/compañero (Abel) sino a su madre. De esta forma se ha instaurado (se ha expresado para siempre) la tragedia que está al fondo de la historia humana: sólo matando a la madre podemos realizarnos como humanos.
Bibliografía.
Mito de Marduk/Tiamat en F.Lara, Enuma Elish, Trotta, Madrid 1994; edición parcial en J.B. Pritchard, La sabiduría del Antiguo Oriente, Garriga, Barcelona 1966,35-45.
- F. Ramis Darder, Mesopotamia y el AT, VD, Estella 2019
- H. Frankfort, Reyes y Dioses (en Egipto y Mesopotamia),,Rev. de Occidente, Madrid 1976;
- M. García Cordero, La biblia y el legado del Antiguo Oriente, BAC, Madrid 1977;
- Th. Jacobsen, Mesopotamia, en Varios, El pensamiento prefilosófico. Egipto y Mesopotamia, FCE, México 1967; W.H.Ph.Romer, La religión en la antigua Mesopotamia, en Bleeker-Widengren I,121-196;
- G.Roux, Mesopotamia. Historia política,económica y cultural, Akal, Madrid 19
NOTAS
[1] Esta es la versión de la historia humana que ha contado, quizá con un poco de ingenuidad pero con gran belleza, R. Eisler, El Cáliz y la Espada, Cuatro Vientos, Santiago de Chile 1987. En una perspectiva más o menos convergente se sitúan aquellos/as que de un modo temático sitúan al principio de la historia la figura de la diosa. Cf trabajos recogidos por M. J. Ress, U. Seibert-Cuadra y L. Sjorup (eds), Del cielo a la tierra. Una Antología de Teología Feminista, Cuatro Vientos, Santiago de Chile 1994, con entrevista a M. Gimbutas en págs 175-184. También R. R. Ruether, Mujer nueva, tierra nueva, Aurora, Buenos Aires 1977; Id. , Gaia y Dios. Una teología ecofeminista para la recuperación de la tierra, DEMAC, México 1993; M. Stone, When God was a Woman, Harcourt, New York 1976.
[2] El asesinato de la madre está en el fondo de muchos mitos, aunque no ha sido estudiado todavía de manera suficiente por autores clásicos como G. van der Leeuw, Fenomenología de la religión FCE, México 1964, 442-416; G. Widengren, Fenomenología de la religión, Cristiandad, Madrid 1976, 41-134; M. Eliade, Tratado de la historia de las religiones, Cristiandad, Madrid 1981, 250-271. E. Neumann, Storia delle origini della coscienza, Astrolabio, Roma 1978, 143-166, analiza el asesinato primitivo del padre y la madre. Son valiosas las observaciones de R. R. Ruether, Sexism and God-Talk. Towards a Feminist Theology, SCM, London 1983, 12-115.
[3] Sigo la traducción de F. Lara, Enuma Elish. Poema babilonio de la creación, Trotta, Madrid 1994. Versión anterior en J. Lara y M. G. Cordero, Enuma elis. Poema babilónico de la creación, Ed. Nacional, Madrid 1981. Cómodo texto inglés en J. B. Pritchard, ANET, Princenton UP 1955, 60-72. Traducción parcial en J. B. Pritchard, Sabiduría del Antiguo Oriente, Garriga, Barcelona 1966, 35-45.
[4] El mito de Tiamat y Marduk ha sido estudiado muchas veces desde una perspectiva bíblica, como transfondo de la lucha entre el Tehom (las aguas primordiales de Gén 1que corresponden a Tiamat) y Yahvé-Elohim (que corresponde a Marduk). Cf: J. Day, God's conflict with the Dragon and the Sea: echoes of a Canaanite Myth in the Old Testament, Cambridge lUP 1985; I. Rapaport, The Babylonian Poem Enuma Elish and Genesis Chapter One, Melbourne 1979; D. T. Tsumura, The Earth and the Waters in Genesis 1 and 2,JSOTSupp 83, Sheffield.
[5] E. Neumann, La Grande Madre, Astrolabio, Roma 1981, 151-180 ha estudiado los diversos tipos de "demonización" de la figura divina femenina. Sobre el surgimiento y sentido de las divinidades "superiores" masculinas cf. L. Cencillo, Mito. Semántica y Realidad, BAC, Madrid 1970, 154-166.
[6] A. M. Fernández, La mujer de la ilusión, Paidós, Buenos Aires 1993 ha puesto de relieve el carácter partidista (dominador) de una racionalidad masculina vinculada a la violencia.
[7] R. Girard, La violencia y lo sagrado, Anagrama, Barcelona 1983 ha estudiado con gran erudición y fuerza persuasiva el origen violento de la racionalidad occidental (que nosotros llamaríamos "masculina"). En esa línea de violencia sacrificial, que necesita siempre víctimas, se mueve a su juicio la filosofía europea, desde Heráclito hasta Heidegger, en contra del carácter no violento (no "masculino") de la revelación bíblica que culmina en Cristo: cf. Id. , El misterio de nuestro mundo, Sígueme, Salamanca 1982, 299-318.
[8] Buena presentación y enjuiciamiento general de la temática del mito en C. Acevedo, Mito y conocimiento, Univ. Iberoamericana, México 1993 con amplia bibliografía. Siguen siendo importantes L. Cencillo, Mito Semántica y realidad, BAC, Madrid 1970 y G. Gusdorf, Mito y metafísica, Nova, Buenos Aires 1960.
[9] U. Bianchi, Teogonie e cosmogonie, Studium , Roma 1960, 96-110 ha situado el tema en el transfondo de las diversas cosmogonías de los pueblos antiguos. . V. Hernández, La expresión de lo divino en las religiones no cristianas, BAC, Madrid 1972, 155-182 destaca el transfondo materno y dual de las cosmogonías.
[10] Sobre eso que pudiéramos llamar el pecado original en la cultura babilonia sigue siendo clave P. Ricoeur, Finitud y Culpabilidad, Taurus, Madrid 1969, 465-512. Es significativo el hecho de que Hab 1,15-16 reasuma en clave de crítica el tema de la adoración idolátrica de las armas de guerra (anzuelo y red del pescador perverso) en contexto de crítica antiimperialista. Cf P. Jaramillo, La injusticia y la opresión en el lenguaje figurado de los profetas, EVD, Estella 1992, 267-284. Hermosa visión del trasfondo opresor de los mitos mesopotámicos de la creación en S. Croatto, Conciencia mítica y liberación, en R. Aguirre (ed.), Escritos de Biblia y Oriente, BibSalm 38, Salamanca 1981, 347-358.
[11] Para el estudio posterior de la religión babilonia cf: Th. de Liagre, Religión de los babilonios y asirios, En F. König (ed. ), Cristo y las religiones de la tierra II, BAC, Madrid 1960, 415-468; W. H. Ph. Romer, La religión de la Antigua Mesopotamia, en C. J. Bleeker, Historia Religionum I, Cristiandad, Madrid 1973, 121-196.