Francisco inaugura la 'Casa de la Misericordia' antes de salir en avión hacia Roma El Papa se despide de Mongolia reivindicando una Iglesia compasiva, que no "hace todo esto por proselitismo"
El centro "es una especie de puerto donde atracar, donde poder encontrar escucha y comprensión", que por primera vez en el país "es la Iglesia particular la que lleva adelante la obra, con la sinergia de todos los elementos misioneros, pero con una clara identidad local"
"La gratuidad aligera el alma, sana las heridas del corazón, acerca a Dios, desvela la fuente de la alegría y nos mantiene interiormente jóvenes"
"El verdadero progreso de las naciones no se mide en base a la riqueza económica ni mucho menos a los que invierten en la ilusoria potencia de los armamentos, sino a la capacidad de hacerse cargo de la salud, la educación y el crecimiento integral de la gente"
"La caridad requiere profesionalidad, pero las iniciativas benéficas no deben convertirse en empresas, sino conservar la frescura de las obras de caridad, donde quien pasa necesidad encuentre personas capaces de escucha y de compasión, más allá de cualquier tipo de retribución"
"El verdadero progreso de las naciones no se mide en base a la riqueza económica ni mucho menos a los que invierten en la ilusoria potencia de los armamentos, sino a la capacidad de hacerse cargo de la salud, la educación y el crecimiento integral de la gente"
"La caridad requiere profesionalidad, pero las iniciativas benéficas no deben convertirse en empresas, sino conservar la frescura de las obras de caridad, donde quien pasa necesidad encuentre personas capaces de escucha y de compasión, más allá de cualquier tipo de retribución"
Antes de abandonar Mongolia y regresar a Roma, adonde llegará en torno a las 17,30 de esta tarde (hora española), el Papa Francisco quiso encontrarse con los 'ángeles' de la solidaridad en el país, junto a los que inauguró la 'Casa de la Misericordia' de Ulán-Bator.
En una ceremonia que tuvo mucho de despedida, y de ese 'alegrarse' del que habló Bergoglio en sus primeros discursos en el país, Francisco reivindicó una de las palabras de Jesús, y de su pontificado (léase, Mateo 25): "Tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber".
Una verdad que "desde sus orígenes, la Iglesia se tomó en serio", demostrando "con obras que la dimensión caritativa fundamenta su identidad". Y es que, recordó, las primeras comunidades cristianas estaban "construidas sobre cuatro columnas: la comunión, la liturgia, el servicio y el testimonio".
"Es maravilloso ver que, después de tantos siglos, el mismo espíritu impregna la Iglesia en Mongolia. En su pequeñez, esta vive de la comunión fraterna, de la oración, del servicio desinteresado a la humanidad que sufre y del testimonio de la propia fe", agradeció el Papa, inaugurando la nueva casa "que ustedes han construido".
"Desde que los primeros misioneros llegaron a Ulán Bator en los años noventa, sintieron inmediatamente la llamada a la caridad, que los llevó a hacerse cargo de la infancia desamparada, de los hermanos y hermanas sin hogar, de los enfermos, de las personas con discapacidades, de los presos y de quienes, en su situación de sufrimiento, pedían ser acogidos", valoró el Papa, contemplando cómo "de esas raíces ha crecido un tronco, han brotado ramas y han crecido muchos frutos" en forma de proyectos solidarios, gestionados por instituciones misioneras y valoradas por la población.
"En estos proyectos están comprometidos hasta el día de hoy misioneros y misioneras procedentes de muchos países, que ponen al servicio de la sociedad mongola sus conocimientos, su experiencia, sus recursos y sobre todo su amor.", saludó, de nuevo, Francisco.
"Manos tendidas" a los hermanos que sufren
#PapaInMongolia
— Vatican News (@vaticannews_it) September 4, 2023
Inaugurazione della Casa della Misericordia ad Ulaanbaatar, in Mongolia, e incontro di #PapaFrancesco con gli Operatori della Carità.
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Todo ello hasta llegar a la Casa de la Misericordia que, añadió el Papa, "se propone como punto de referencia para un gran número de acciones caritativas; manos tendidas hacia los hermanos y hermanas que tienen dificultad para navegar en medio de los problemas de la vida".
"Es una especie de puerto donde atracar, donde poder encontrar escucha y comprensión", que por primera vez en el país "es la Iglesia particular la que lleva adelante la obra, con la sinergia de todos los elementos misioneros, pero con una clara identidad local".
El nombre del centro congrega "en estas dos palabras la definición de la Iglesia, que está llamada a ser hogar acogedor donde todos pueden experimentar un amor superior, que mueve y conmueve el corazón; el amor tierno y providente del Padre, que nos quiere en su casa como hermanos y hermanas".
"Para que eso se realice es indispensable el voluntariado, es decir, el servicio, puramente gratuito y desinteresado, que las personas libremente deciden ofrecer a quienes lo necesitan; no en base a una compensación económica o cualquier otra forma de retribución individual, sino por puro amor al prójimo", pidió Francisco, quien incidió en que "la gratuidad aligera el alma, sana las heridas del corazón, acerca a Dios, desvela la fuente de la alegría y nos mantiene interiormente jóvenes".
Junto a ello, alguna advertencia ante el supuesto progreso únicamente en la tecnología y en el querer ganar más. "El verdadero progreso de las naciones no se mide en base a la riqueza económica ni mucho menos a los que invierten en la ilusoria potencia de los armamentos, sino a la capacidad de hacerse cargo de la salud, la educación y el crecimiento integral de la gente". Por ello, el Papa animó a los ciudadanos mongoles a "comprometerse en el voluntariado, poniéndose a disposición de los demás". "Aquí, en la Casa de la Misericordia, tienen un “gimnasio” siempre abierto donde ejercitar sus deseos de bien y entrenar el corazón", señaló.
Refutar mitos sobre la solidaridad
Finalmente, el Papa quiso refutar algunos "mitos", como el que sostiene que "sólo las personas pudientes pueden comprometerse en el voluntariado". Y es que, explicó, "la realidad dice lo contrario: no es necesario ser ricos para hacer el bien, es más, casi siempre son las personas comunes las que dedican tiempo, conocimientos y corazón para ocuparse de los demás".
El segundo mito es el del proselitismo de la Iglesia, "como si ocuparse de los otros fuera una forma de convencerlos y ponerlos “de su lado”". "No, los cristianos reconocen a quienes pasan necesidad y hacen lo posible para aliviar sus sufrimientos porque allí ven a Jesús, el Hijo de Dios, y en Él la dignidad de toda persona, llamada a ser hijo o hija de Dios", recalcó, deseando "imaginar esta Casa de la Misericordia como el lugar donde personas de “credos” diferentes, y también no creyentes, unen los propios esfuerzos a los de los católicos locales para socorrer con compasión a tantos hermanos y hermanas en humanidad".
"Este será el signo más hermoso de una fraternidad que el Estado sabrá custodiar y promover adecuadamente", insistió. De hecho, "para que se realice este sueño es indispensable, aquí y en cualquier otro sitio, que quien posee la responsabilidad pública favorezca tales iniciativas humanitarias, dando prueba de una sinergia virtuosa para el bien común".
El tercer mito es el de que "lo que cuenta serían sólo los medios económicos, como si el único modo para hacerse cargo de los demás fuera la contratación de personal asalariado y el equipamiento de grandes estructuras". "Ciertamente, la caridad requiere profesionalidad, pero las iniciativas benéficas no deben convertirse en empresas, sino conservar la frescura de las obras de caridad, donde quien pasa necesidad encuentre personas capaces de escucha y de compasión, más allá de cualquier tipo de retribución", incidió.
Resumiendo: "para hacer realmente el bien, lo indispensable es un corazón bueno, determinado a buscar lo que es mejor para el otro", mientras que "comprometerse sólo a cambio de una remuneración no es amor verdadero; porque sólo el amor vence el egoísmo y hace que el mundo avance".
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