Señor, Tú me das la vida cada madrugada
Y yo no reparando en ello
respiro con dificultad cada día
Y así sobrevivo hasta la extenuación.
Y hago mil planes sin contar contigo
Los buitres de mi jardín mustio y reseco merodean por todo mi ser
Y mis huesos están resecos como el polvo.
Y yo como paloma blanca
Como Cordero de tu rebaño
Soy atacado y muy herido por mis
sombríos planes, con las fieras y las alimañas de este mundo.
Y así día tras día.
Hombre, dices continuamente que crees en el Señor,
el rey de tu jardín
Y dejas al Señor del Mal habitar junto al pozo blanco.
¡Cuánto pánico tiene el hombre
a descansar en el jardín de su señor!
A darle todos los aperos del jardinero
y dejar que él y solo él sea el jardinero de tu vida.
Dejarle ser sembrador
Podar nuestras ramas
Enderezarnos cada día
Regar nuestra alma
Para que otros recojan tus frutos
Padre, recibo tu aliento cada día,
tu viento que no reseca y es brisa del edén
Para ser aliento, el tuyo, y ya jamás quedarme sin él.
Tú me llevarás por donde no quiero para hacer lo que no quiero
En las huellas de la humildad
me haces ver tus pisadas que son firmes
y sin volver la vista atrás me pides con dulzura como tú lo sabes hacer,
que pise a tu lado como Padre e hijo, como dos amigos.
Y me recuerdas que tú eres águila real y me creas y crías cada día
dejándome llevar por tus sentidos.
Me proteges cada día como
cordero tuyo, y yo me ocupo de tus
cosas alabándote todos los días,
simplemente, estando muy agradecido por qué tú te ocupas
de las mías
Eso tengo que vivirlo porque así me lo has pedido