El Chukudu, transporte "made in Congo"
(JCR)
Se les ve por todas partes en la ciudad de Goma. Bajan a toda velocidad cuesta abajo cargados de enormes sacos de carbón, tablones, fardos con alimentos o cualquier
mercancía que se pueda comprar y vender en los mercados de esta ciudad de la R D Congo. Son los « chukudu », una peculiar carretilla construida con maderas toscamente labradas y engarzada as la buena de Dios con clavos de grueso calibre y correas hechas de llantas viejas. Esta sencilla mecánica se completa con dos muelles para conectar el tosco manillar de madera con la parte frontal. Dos ruedas de madera cubiertas por llantas usadas completan el artilugio, que suele ser utilizado por jóvenes, bastante de ellos niños, que se ganan la vida transportando todo lo humanamente imaginable.
Bonanne empezó a manejar su ckukudu cuando tenia 15 años, al morir su madre y caer su padre enfermo. Dejó entonces los estudios y desde entonces se gana la vida como conductor de chukudu, que él mismo construyó. Suele ingresar unos dos dólares al día y con eso comen él, su padre y sus otros tres hermanos, dos de los cuales van a la escuela. Vive en el arrabal de Birere y se expresa con educación, mostrando orgulloso su instrumento de trabajo. Su jornada de trabajo suele empezar antes de las seis de la mañana y termina al anochecer.
El lugar preferido para este tipo de negocios se encuentra en el pueblo de Kibumba, a 25 kilómetros al norte de Goma. Allí acuden muy de mañana, tras pagar algunos cientos de francos congolenos a camiones que les evitan el mal trago de recorrer esta distancia cuesta arriba empujando el pesado mamotreto. Tras cargar el chukudu todo lo que pueden, se lanzan a una carrera frenética cuesta abajo hasta que llegan a la ciudad a tiempo para surtir sus mercados. A menudo viajan dos o tres niños en esta carretilla y uno no puede menos de preguntarse cómo harán para sortear los innumerables baches y pedruscos que jalonan una carretera donde a menudo hay accidentes serios con victimas muy jóvenes. El mismo Bonanne muestra las cicatrices de sus brazos y piernas y cuenta que estos percances son parte de una ocupación que le gustaría dejar por ser demasiado dura, pero para la que no tiene alternativa.
Nadie sabe cuantos chukudu hay en Goma, pero se calcula que cientos. En varias ocasiones las autoridades municipales han intentado controlar estos medios de transporte informales, siempre sin éxito. No pagan impuestos ni hay normas especiales que los regulen. Entre ellos se organizan y hay varios grupos de ayuda mutua que les hacen sentirse como un gremio con todas las de la ley. Si un día dejaran de trabajar todos a la vez, nadie duda de que se paralizaría el comercio de Goma.
Quizás por eso, el año pasado la fuerza de paz de Naciones Unidas en el Congo (MONUSCO) tuvo la feliz idea de inaugurar un monumento al chukudu en una de las rotondas del centro de la ciudad. Fue con ocasión del 50 aniversario de la independencia del país. Desde entonces, allí luce la estatua dorada de un joven que empuja su carretilla. Boanne asegura que el y sus compañeros se sienten orgullosos cuando la ven y que es un reconocimiento a la labor que hacen ellos, los niños que no tienen otra manera de ganarse la vida.
Se les ve por todas partes en la ciudad de Goma. Bajan a toda velocidad cuesta abajo cargados de enormes sacos de carbón, tablones, fardos con alimentos o cualquier
Bonanne empezó a manejar su ckukudu cuando tenia 15 años, al morir su madre y caer su padre enfermo. Dejó entonces los estudios y desde entonces se gana la vida como conductor de chukudu, que él mismo construyó. Suele ingresar unos dos dólares al día y con eso comen él, su padre y sus otros tres hermanos, dos de los cuales van a la escuela. Vive en el arrabal de Birere y se expresa con educación, mostrando orgulloso su instrumento de trabajo. Su jornada de trabajo suele empezar antes de las seis de la mañana y termina al anochecer.
El lugar preferido para este tipo de negocios se encuentra en el pueblo de Kibumba, a 25 kilómetros al norte de Goma. Allí acuden muy de mañana, tras pagar algunos cientos de francos congolenos a camiones que les evitan el mal trago de recorrer esta distancia cuesta arriba empujando el pesado mamotreto. Tras cargar el chukudu todo lo que pueden, se lanzan a una carrera frenética cuesta abajo hasta que llegan a la ciudad a tiempo para surtir sus mercados. A menudo viajan dos o tres niños en esta carretilla y uno no puede menos de preguntarse cómo harán para sortear los innumerables baches y pedruscos que jalonan una carretera donde a menudo hay accidentes serios con victimas muy jóvenes. El mismo Bonanne muestra las cicatrices de sus brazos y piernas y cuenta que estos percances son parte de una ocupación que le gustaría dejar por ser demasiado dura, pero para la que no tiene alternativa.
Nadie sabe cuantos chukudu hay en Goma, pero se calcula que cientos. En varias ocasiones las autoridades municipales han intentado controlar estos medios de transporte informales, siempre sin éxito. No pagan impuestos ni hay normas especiales que los regulen. Entre ellos se organizan y hay varios grupos de ayuda mutua que les hacen sentirse como un gremio con todas las de la ley. Si un día dejaran de trabajar todos a la vez, nadie duda de que se paralizaría el comercio de Goma.
Quizás por eso, el año pasado la fuerza de paz de Naciones Unidas en el Congo (MONUSCO) tuvo la feliz idea de inaugurar un monumento al chukudu en una de las rotondas del centro de la ciudad. Fue con ocasión del 50 aniversario de la independencia del país. Desde entonces, allí luce la estatua dorada de un joven que empuja su carretilla. Boanne asegura que el y sus compañeros se sienten orgullosos cuando la ven y que es un reconocimiento a la labor que hacen ellos, los niños que no tienen otra manera de ganarse la vida.