Despedidas del Congo
(JCR)
Tenia pensado quedarme en Goma (R D Congo) hasta el 8 de Diciembre, pero después de que la oficina de Naciones Unidas para asuntos humanitarios aconsejara que todos los cooperantes “no indispensables” salieran del país antes del 28 de
Noviembre, fecha de las elecciones, me he visto obligado a anticipar mi partida. Apuré todo lo que pude y puse rumbo a la vecina Uganda el día 26. Los tres últimos días fueron una avalancha de eventos emocionantes.
El primero de ellos, la distribución de ayuda humanitaria que realizamos el jueves 24 de Noviembre en el barrio de Mugunga, al lado de donde tenemos el proyecto de asistencia humanitaria. Lo hicimos en colaboración con la parroquia y 180 cabezas de familia fueron seleccionadas. Algunas personas acudieron solas porque no tienen a nadie. Este es el caso de Anastasie Nyirakuzido. Tiene 71 años y marcha encorvada apoyándose en un bastón con ayuda de un niño, llega a una mesa y firma en una lista donde figura su nombre. Después ella y otras nueve personas entran en un aula llena de sacos de alimentos. Allí Prospere Muhutu y Ernestine Faida les hacen entrega de un saco de 100 kilos de alubias, varios sacos de harina de maíz y un bidón de aceite. El grupo de diez personas salen al patio de la escuela Nengapeta y allí se reparten los alimentos entre ellos con ayuda de sacos, bolsas y escudillas de plástico.
El grupo ha sido seleccionado por el equipo pastoral de la parroquia entre los hogares más vulnerables: abundan los ancianos, los discapacitados y los enfermos crónicos, especialmente los infectados de VIH. La mayor parte de ellos fueron desplazados de sus hogares a causa de la guerra y no han podido regresar a sus pueblos de origen.
Expresándose en kinyarwanda, Anastasie explica que hace cinco años varios hombres armados de la milicia Hunde destruyeron su casa en la comarca de Masisi y mataron a 20 personas de su familia, su marido incluido, Anastasie es ciega y discapacitada física y vive sola en el Campo de Consolidación, un asentamiento para personas desplazadas que desde el año pasado dejó de recibir ayudas internacionales. Desde entonces su único medio de vida es el escaso dinero que recibe de mendigar por el barrio. Hoy está contenta y no deja de decir que por lo menos durante las siguientes seis semanas comerá bien,pero para la mayoría de los que han recibido estas raciones la alegría durará una semana. « Con el sistema de comer aquí, una familia de seis tendrá para una semana », dice el padre Godfroy, parroco de Mugunga. « El sistema de aquí - aclara - quiere decir comer una pequeña cantidad dos veces al día o incluso menos ».
Muchas de las familias de Mugunga tienen serios problemas de seguridad alimentaria y abundan los casos de niños con desnutrición. Lo más irónico del caso es que esto ocurre en la región del Kivu Norte, una de las regiones más fértiles de África donde los campesinos recogen dos y hasta tres cosechas al año. Sin embargo, según datos recientes de Naciones Unidas, 580.000 personas de esta provincia viven desplazadas, lo que equivale a casi el 10% de sus seis millones de habitantes. Todos ellos han perdido sus tierras de cultivo durante la guerra y en muchos casos han sido ocupadas por otras personas, en muchos casos relacionadas con grupos armados.
También el señor Semanywa Nzibon está contento con lo que ha recibido. Su ficha muestra que tiene cien años. Cuenta que tenía seis hijos pero cinco de ellos murieron durante la guerra. Sorprendido, le pregunto qué consejo puede dar para vivir tanto tiempo en un lugar tan difícil. El hombre sonríe y dice que eso es solo la voluntad de Dios.
Al cabo de media hora, el amplio recinto de la escuela se ha convertido en un animado lugar donde aumentan los corrillos de personas que han recibido la ayuda alimentaria y la reparten entre ellos. Prospere, líder del equipo de acción social de la parroquia, comenta que es mejor distribuir las ayudas en grupos: « entre nosotros la gente tiene un gran sentido comunitario y prefieren hacer las cosas entre todos para ayudarse unos a otros, por eso preferimos este sistema a hacer repartos individuales ». El ambiente que se ha formado en pocos minutos parece corroborar su observación.
Vuelvo por la tarde a la comunidad de los Salesianos de Goma, donde resido durante mi estancia en Congo. Termino el día contento de ver que las 180 personas beneficiarias del reparto han vuelto a casa algo más felices. Al mismo tiempo, siento la tristeza propia de quien quisiera hacer más y no puede. Me animan las palabras que me dijo una mujer antes de partir. Enseñándome un puñado de alubias en la mano y con una gran sonrisa, me da las gracias por haber comprado “las alubias de mejor calidad” y me asegura que guardara unas pocas para sembrarlas en la parte de atrás de su casa. Le respondo que volveré al cabo de dos meses para ver como han germinado.
Tenia pensado quedarme en Goma (R D Congo) hasta el 8 de Diciembre, pero después de que la oficina de Naciones Unidas para asuntos humanitarios aconsejara que todos los cooperantes “no indispensables” salieran del país antes del 28 de
El primero de ellos, la distribución de ayuda humanitaria que realizamos el jueves 24 de Noviembre en el barrio de Mugunga, al lado de donde tenemos el proyecto de asistencia humanitaria. Lo hicimos en colaboración con la parroquia y 180 cabezas de familia fueron seleccionadas. Algunas personas acudieron solas porque no tienen a nadie. Este es el caso de Anastasie Nyirakuzido. Tiene 71 años y marcha encorvada apoyándose en un bastón con ayuda de un niño, llega a una mesa y firma en una lista donde figura su nombre. Después ella y otras nueve personas entran en un aula llena de sacos de alimentos. Allí Prospere Muhutu y Ernestine Faida les hacen entrega de un saco de 100 kilos de alubias, varios sacos de harina de maíz y un bidón de aceite. El grupo de diez personas salen al patio de la escuela Nengapeta y allí se reparten los alimentos entre ellos con ayuda de sacos, bolsas y escudillas de plástico.
El grupo ha sido seleccionado por el equipo pastoral de la parroquia entre los hogares más vulnerables: abundan los ancianos, los discapacitados y los enfermos crónicos, especialmente los infectados de VIH. La mayor parte de ellos fueron desplazados de sus hogares a causa de la guerra y no han podido regresar a sus pueblos de origen.
Expresándose en kinyarwanda, Anastasie explica que hace cinco años varios hombres armados de la milicia Hunde destruyeron su casa en la comarca de Masisi y mataron a 20 personas de su familia, su marido incluido, Anastasie es ciega y discapacitada física y vive sola en el Campo de Consolidación, un asentamiento para personas desplazadas que desde el año pasado dejó de recibir ayudas internacionales. Desde entonces su único medio de vida es el escaso dinero que recibe de mendigar por el barrio. Hoy está contenta y no deja de decir que por lo menos durante las siguientes seis semanas comerá bien,pero para la mayoría de los que han recibido estas raciones la alegría durará una semana. « Con el sistema de comer aquí, una familia de seis tendrá para una semana », dice el padre Godfroy, parroco de Mugunga. « El sistema de aquí - aclara - quiere decir comer una pequeña cantidad dos veces al día o incluso menos ».
Muchas de las familias de Mugunga tienen serios problemas de seguridad alimentaria y abundan los casos de niños con desnutrición. Lo más irónico del caso es que esto ocurre en la región del Kivu Norte, una de las regiones más fértiles de África donde los campesinos recogen dos y hasta tres cosechas al año. Sin embargo, según datos recientes de Naciones Unidas, 580.000 personas de esta provincia viven desplazadas, lo que equivale a casi el 10% de sus seis millones de habitantes. Todos ellos han perdido sus tierras de cultivo durante la guerra y en muchos casos han sido ocupadas por otras personas, en muchos casos relacionadas con grupos armados.
También el señor Semanywa Nzibon está contento con lo que ha recibido. Su ficha muestra que tiene cien años. Cuenta que tenía seis hijos pero cinco de ellos murieron durante la guerra. Sorprendido, le pregunto qué consejo puede dar para vivir tanto tiempo en un lugar tan difícil. El hombre sonríe y dice que eso es solo la voluntad de Dios.
Al cabo de media hora, el amplio recinto de la escuela se ha convertido en un animado lugar donde aumentan los corrillos de personas que han recibido la ayuda alimentaria y la reparten entre ellos. Prospere, líder del equipo de acción social de la parroquia, comenta que es mejor distribuir las ayudas en grupos: « entre nosotros la gente tiene un gran sentido comunitario y prefieren hacer las cosas entre todos para ayudarse unos a otros, por eso preferimos este sistema a hacer repartos individuales ». El ambiente que se ha formado en pocos minutos parece corroborar su observación.
Vuelvo por la tarde a la comunidad de los Salesianos de Goma, donde resido durante mi estancia en Congo. Termino el día contento de ver que las 180 personas beneficiarias del reparto han vuelto a casa algo más felices. Al mismo tiempo, siento la tristeza propia de quien quisiera hacer más y no puede. Me animan las palabras que me dijo una mujer antes de partir. Enseñándome un puñado de alubias en la mano y con una gran sonrisa, me da las gracias por haber comprado “las alubias de mejor calidad” y me asegura que guardara unas pocas para sembrarlas en la parte de atrás de su casa. Le respondo que volveré al cabo de dos meses para ver como han germinado.