Lo que la muerte de Bin Laden supone para África
(JCR)
El paradero de Bin Laden se obtuvo por medio de una confesión extraída en sesiones de tortura y al terrorista más buscado del mundo se le disparó estando desarmado. Maquiavelo debe de estar feliz en su tumba al saber que la nación que se erige como modelo de democracia y paladín de los derechos humanos ha consagrado el principio que el pensador italiano expresó hace varios siglos: “el fin justifica los medios”. Miedo me da pensar que este principio se va abriendo paso ante su aceptación con toda naturalidad en una sociedad en la que hace ya mucho tiempo que se perdieron referentes éticos y que está sumida en una profunda crisis de valores.
Y, sobre todo, pienso en África, donde Al Qaeda lleva muy presente desde hace pocos años, y tiemblo al pensar cómo dictadores de diversa calaña tienen ahora más argumentos y excusas para cometer toda clase de abusos. Porque se empieza justificando que todo vale para acabar con un terrorista, después se da el paso de hace lo mismo para quienes están ligados al terrorismo (o quienes el dictador de turno dice que son cooperadores del terrorismo) y a partir de este punto hay muy poca distancia para llegar al final: hacer todo lo que les venga en gana para machacar a los que se opongan a quienes detentan el poder., a quienes por supuesto se termina de presentar como terroristas.
No me estoy inventando nada. Cuando tuvieron lugar los atentados del 11-S, recuerdo muy bien cómo el gobierno de Uganda se convirtió en un alumno aventajado de la doctrina de Bush hijo: “con los terroristas no se negocia, sólo se les combate hasta eliminarlos”. Por aquellos días yo andaba en tareas de mediación para convencer a los rebeldes del Lord’s Resistance Army (LRA) para que aceptaran una salida pacífica a una guerra que duraba ya desde 1986 y recuerdo muy bien cómo quienes abogábamos por el diálogo nos convertimos en blanco de todos los ataques e insultos de quienes nos llamaban “amigos de los terroristas”. Cuando el ejército de Uganda bombardeaba posiciones del LRA y mataba a decenas de niños recién secuestrados, se les contaba como “terroristas muertos”. La doctrina del “todo vale”, hija del maquiavelismo, genera barbaridades como esta, y si protestas te dicen que también tú eres un defensor de los criminales.
Aprovecho para añadir en este post algo sobre las reacciones más significativas que han tenido lugar durante los últimos días en África después de la muerte del líder de Al Qaeda, grupo sobre el que se suele olvidar que hoy día está muy implantado en este continente. Donde parece que ha tenido más eco la noticia es en Kenia. Su presidente Mwai Kibaki dijo que su muerte ha traído justicia a las víctimas. Hay que recordar que 224 personas, la mayor parte kenianos, murieron en los atentados de 1998 contra las embajadas de Estados Unidos en la capital, Nairobi, y en la principal ciudad de Tanzania, Dar es Salaam. En Kenia los servicios de seguridad están en alerta máxima ante la posibilidad de represalias.
Somalia es otro país de África con presencia de Al Qaeda. Allí las fuerzas norteamericanas mataron en 2009 a Saleh Ali Saleh, uno de los principales sospechosos de haber llevado a cabo esos atentados. Los rebeldes islamistas de Al Shabaab mantienen estrechos lazos con Al Qaeda. Un portavoz somalí de este grupo, Mohamed Osman Arus, ha dicho que su grupo vengaría la muerte de Bin Laden con “explosiones destructivas”. Estas amenazas hay que tomarlas en serio. Aún está reciente el recuerdo de los atentados con bombas en Kampala, la capital de Uganda, el día de la final de la copa del mundo de fútbol, el 11 de julio. Al Shabaab reivindicó estos ataques como venganza por el hecho de que Uganda aporta el mayor número de tropas a la misión militar de la Unión Africana, que apoya el frágil gobierno somalí de transición. Su presidente, Sheik Sharif, ha acogido también con satisfacción la muerte de Bin Laden.
Por cierto, que Bin Laden vivió en Sudán de 1991 a 1996. Las autoridades en Jartum no han dicho nada hasta la fecha. El gobierno sudanés, por una parte tiene interés en mejorar sus relaciones con Estados Unidos, pero tiene que tener cautela con no ponerse a mal con una buena parte de su población que tiene simpatías por Bin Laden e incluso guardaban buenos recuerdos de sus años en Sudán.
Pero donde la presencia de Al Qaeda se ha hecho notar más durante los últimos años es en algunos países del Sahel. Por eso merece la pena destacar la reacción de Malí. Su ministro de exteriores, Soumeylou Boubeye Maiga, ha dicho que estaba contento por la muerte de Bin Laden, pero que había que tener mucho cuidado porque existía un serio riesgo de ataques en venganza. Los países del Sahel siempre han tenido fama de tener un Islam muy tolerante y nada radical, pero desde hace pocos añops el panorama está cambiando. La rama conocida como Al Qaeda en el Magreb islámico está presente en una extensísima zona repartida entre varios países: Mauritania, el sur de Argelia, Malí, Níger, Chad y el norte de Nigeria.
Este grupo nació a la sombra de la guerra civil de Argelia durante los años 90. Su líder, el argelino Abdelhamid Abu Zeid, está considerado como uno de los líderes más radicales de los grupos islamistas. A partir de 2007 expresaron su lealtad a Bin Laden. Durante los últimos años han realizado numerosos atentados terroristas en estos países y han secuestrado a 20 occidentales, entre ellos a tres cooperantes españoles en noviembre de 2009. A Europa le preocupa que en estas células se gesten atentados terroristas contra países europeos. Y muy particularmente en Níger, la explotación de las minas de uranio se ha visto seriamente afectada por esta amenaza. No hay que olvidad que Níger produce un tercio del uranio que Francia emplea en sus centrales nucleares. Y países como Malí han perdido mucho de su potencial turístico ante este peligro.
La gran sorpresa ha sido cómo Al Qaeda se ha instalado en el continente africano en muy pocos años. Los atentados de Kenia y Tanzania en 1998 fueron su primera aparición y preocupa mucho que se hayan extendido a Somalia y el Sahel. Al Qaeda opera en muchos lugares del mundo de una forma que no necesita ni jerarquía ni una gran coordinación, sino demostrar que tiene una gran capacidad de hacer daño. Y en el caso de África, que ya tiene suficientes problemas de conflictos y pobreza crónica, la presencia de Al Qaeda en este continente le perjudica enormemente. No sólo por el daño que los islamistas hacen, sino también porque los dictadores africanos que hacen más daño a sus ciudadanos se aseguran el apoyo de la comunidad internacional con la excusa de combatir el terrorismo.