Bizarro de piel morena - 18.VII-2018

ATISBOS DE VERANO -18 de julio de 2018
Mi punto de vista

Bizarro de piel morena

Un gigante. Un paradigma del humano vivir. Una persona de las que hacen la historia y de las que entran pocas en docena. Héroe de la libertad. Santo laico, de altar profano. Un gran hombre, en suma, con sombras como todos y con luces como pocos, pero en quien las sombras se redimen por la magnitud de sus virtudes humanas y cívicas. Gran señor también, si por “señor” se entiende “señorío”, es decir, categoría de persona que no denota “dominio” sobre los demás sino control de sí mismo, gravedad y mesura en el porte, dignidad en el obrar con sumisión de las pasiones e instintos a la razón.
Eso –cuando menos- fue Mandela.
El Nelson Mandela -del “appartheid”, descolonizador de racismos y de intolerancias y desigualdades, coloso tanto de la objeción de conciencia como de la desobediencia civil, Nóbel de la Paz del año , hoy –este 18 de julio- hubiera cumplido cien años.
A cuatro años de su muerte; con 27 años de cárcel entretenido en jugar a las damas y en pensar y madurar las ideas hasta ponerlas a punto de buen paladar, artista en dar cuerda, soltar hilo y ralentizar los pasos hasta exasperar al contrario, Mandela fue –para Sudáfrica, su tierra, y para el mundo, su gran universo- uno de esos iconos que, a fuerza de ser luchadores empedernidos de verdades auténticas, y por eso mismo inmutables, alcanzan el rango de mito; pero mitos de calles y plazas aunque hombres en el hogar, con la familia, con los amigos y con todo lo que no sea airear su ideal noble….

Hoy, a los cien años de su nacimiento; a los cuatro de su muerte; recordando los 27 de cárcel y toda una vida entregada a la lucha por la igualdad de los seres humanos, por la tolerancia y por la libertad, por la concordia y la reconciliación, parece cosa de realzar su nombre y honrar su memoria; no como se recuerda o realza al mito que pudo ser o haber sido, sino como al hombre que siempre fue y quiso ser por su grandeza de alma y un coraje hasta hacer de su vida un ejemplo de cordura, de fortaleza y tesón, de valor; sin resignarse jamás ni arredrarse nunca ante el coste, alto a veces, de las causas nobles del hombre.

Todo un ejemplo a seguir fue Mandela, en unos tiempos y en unas plazas en que llevar “las de perder” era lo normal, pero que él quiso invertir hasta hacerlos irreconocibles tras su paso por ellos.
Recalquemos esta idea. Un ejemplo a seguir para gentes de tiempos de esclavitudes –voluntarias o forzosas -, en los que la condición del portaestandarte hace pensar en graves riesgos, pero convence de que las empresas de la justicia, de la verdad, de la libertad y del amor, no son imposibles cuando los hombres y mujeres de verdad ponen el alma y el corazón en ellas.

Un ejemplo a seguir sin duda, pero ¿por qué?
Por su entrega plena a la obra; porque supo dar pruebas de que, cuando el mito sale a la calle, el hombre le sigue y acompaña como la buena sombra…
Por haber sido vivo-viviente portavoz de esos grandes valores y principios de los que muchos hablan o hacen loas, pero son muy pocos se atreven a defender arriesgando, como la tolerancia, el perdón, la reconciliación…
Por haber puesto su propia conciencia de hombre por encima de todo lo demás.
Por haber luchado hasta extenuarse por las cosas en que creía, por esa libertad de su conciencia, por haber otado incluso por la desobediencia civil cuando transigirt con seguir colonizado de alma y cuerpo sería indignidad o farsa.
Por no haberse quedado nunca indiferente ante los demás y sus problemas y no haberle parecido nunca un valor real esa indiferencia.
Por no haber tensado la cuerda hasta romperla, sino haber sabido soltar hilo y recoger templado y paso a paso hasta rendir al enemigo o contrario
Por todo esto o más, Mandela sigue siendo un ejemplo muy vivo, a los cien años de su nacimiento y cuatro ya de su muerte.

Nelson Mandela, con Gandhi y Luther King, son realmente tres grandes estrellas y santos laicos modernos de la igualdad, de la libertad y, por ende, de la mejor democracia, política, completa y verdaderamente comprensiva de lo que es “el pueblo” y no tanto algunas élites dadas a usurpar su nombre y lugar, en todo tiempo pasado y presente.

Ante ellos, y hoy ante Mandela especialmente, la pregunta que compromete.
¿Se puede ser un Mandela –o alguno de los otros dos paladines- a la escala reducida de la vida de cada uno, a pesar de la pequeñez o mediana talla de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a pesar de su ciencia, su técnica y las ínfulas de “gran señor”, que no “gran hombre” con que se reboza en aras de parecer más?
Creo que sí, que se puede.
Entre los muchos ejemplos de Mandela, escoger uno o dos y seguirlos: puede ser una clave. Luchar por el buen tiempo en horas borrascosas es señal de buen sentido y como entrar por caminos de grandezas como lass suyas. ¡Ánimo, pues, que nunca está perdido todo y él lo mostró no resignándose, ni tirando la toalla jamás!

El lema final de mis reflexiones de hoy sobre Mandela, a sus cien años de nacer y a cuatro de su muerte, una frase tópica, pero que ser hacer de mensaje o consigna: “Vince in bono malum”. Que es como decir, nunca te resignes ni te aquietes ante el mal o lo mal hecho. Haz lo que puedas en la propia perqueñez. Ha de vencerse al mal luchando -con tesón, coraje y convicciones profundas por el bien.
Es tarea de los grandes hombres y no tanto de los “grandes señorones” de la tierra.

Gallardía, valor, entereza, generosidad, esplendor del alma o magnanimidad son dotes de la bizarría; y no se ajan ni desmerecen lo más mínimo por tener la piel o la tez morena. Y otra vez, ¡Ánimo, pues!.

SANTIAGO PANIZO ORALLO




UN “FLASH” VIVO ADJUNTO

Es cuando menos curioso y casi no me lo puedo creer; pero la noticia salta este día y causa sorpresa: el expresidente socialista Sr. Zapatero entra en liza en la aqria refriega del PP por la presidencia del partido y dice inclinarse por la candidatura de la Sra. Sáez de Santamaría, frente al Sr. P. Casado, el oponente.

Ante lo curioso, cuando menos, del caso y del pronunciamiento, y aunque pudiera haber escondidas intenciones o miras en la recámara del oficioso mediador, a bote pronto no se me ocurre atisbo mejor que recomendar a la candidata de esas preferencias leerse y pensar la moraleja de la graciosa fábula de Tomás de Iriarte que se titula El oso, la mona y el cerdo, y el sano consejo que su moraleja ofrece a los que apetecen o ansían empeños o empresas: “Guarde para su recado esta sentencia el autor; si el sabio no aprueba, malo; si el necio aplaude, peor”. O eso otro tan viejo por derivado de la epopeya de Homero: “Cuidate de los griegos que hacen regalos.

¿Se habrá tal vez cansado el ex-presidente de aconsejar a Maduro y opta por volverse a sus antípodas. “Cosas veredes” que os harán reír o sospechar al menos, que no es del Quijote porque data de antes, del poema de Mío Cid nada menos.
S.P.O.
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