Me resisto a ver las cosas en negro o en gris, pero... 29-VI-2018
Estos días de mañanas de sol y tardes de tormenta, parece como que el ánimo anda decaído o arrugado. “No puedo con el alma y ni ganas de comer tengo”, decía mi hermano ayer, ante lo plomizo de las horas previas al rayo y el trueno. Y es que las tormentas –como quiera que sean- inhiben y aplanan
Tal vez por lo mismo, esta mañana me levanto abonado a la pesadumbre y a un paso del desencanto. Y no veo motivos aparentes. Es cierto que los años pesan, pero no tanto como para oscurecer más de la cuenta las horas primeras de un amanecer como el de hoy, en que no falta la algarabía de los pajaritos que dialogan y se saludan a coro, ni la luz preclara de otro día deja de acudir a su cita, sin fallar una sola vez desde hace miles y quizás millones de años. No es eso, sin embargo, lo que hoy me causa sensaciones de una cierta pesadumbre o, quizás mejor, de estupor y asombro.
Las tormentas del aire no me asustan. La de ayer era rimbombante y enardecía –a mí, al menos- con la majestuosa seriedad de sus centellas y ruidos.
Eran otras cosas las que, este amanecer, pesaban en mis ánimos como si fueran losas de una pizarra más oscura que de costumbre. Eran huellas de lo que deja ver la tempestad cuando trae más que la luz cegadora del relámpago y la rotunda intensidad del trueno. Eran desconcierto y pesar lo que, esta mañana, me hacía escuchar de otra manera -nada habitual en mi- el guirigay de los pajarillos al amanecer y esa lucha vigorosa del sol de hoy con las neblinas y celajes que parecían obstinarse en cerrarle el paso. No lo consiguieron y –a la espera de las nuevas tormentas que se anuncian para la tarde- un sol radiante se colocó enseguida en su camino de luz y calor.
Además, tuve suerte porque dos buenos amigos me ayudaban, algo más tarde, a desintoxicarme con las gracias que toda buena amistad procura.
Jesús me llamó para preguntarme por mi día. Al hablarle de mi ocasional pesadumbre, me recomendó lo mismo que aconsejaba Ortega y Gasset ante las realidades penosas, discutibles o azarosas: tomar distancia de ellas para que las sensaciones fueran menos traumáticas y penosas y los juicios, más objetivos y equilibrados. Jesús me aconsejaba subirme a dos o tres mil kilómetros y mirarlo todo desde allí.
Aunque no sea fácil, ni mucho menos, irse -de un salto- a miles de kilómetros de las cosas que pasan o nos pasan, he de reconocer que el consejo orteguiano es bueno para ganar en objetividad y que mi amigo tiene razón, al invitarme a ganar esas distancias que ayudan a sobrevivir animosamente hasta en medio de un terremoto.
Es difícil, de todos modos. sustraerse al peso de las evidencias y, en las cosas que ayer me apesadumbraban, creo que las hay.
Al otro amigo, a Pedro, lo llamé yo para felicitarle por su onomástica. Era media mañana y andaba trajinando con sus vacas y sus ovejas; y, por añadidura, metido de lleno en la recogida de la hierba. Anda que no para Pedro casi todos los días del año; pero ahora más, porque las tareas de la hierba son duras, agobiantes y de apremio, como saben bien los que, alguna vez en un pajar, se han sentido ahogar con el polvo de la hierba seca.
Cuando –al desearle un buen día de su santo- le dije que rebajara la intensidad de sus desvelos y tareas, me replicó con esta frase digna de un hombre que, a pesar de los años y las tormentas, sigue con buen tono en la brega diaria: “Hay que moverse para sentirse vivo. Si te paras, tienes la sensación de estar acabado, y yo me niego, o me resisto al menos, a sentirme acabado. Hay que abrirse a las ilusiones para sobrevivir”.
Lo he de confesar. Los dos amigos –cada uno a su manera, Jesús rebajando la tensión de las impresiones penosas y Pedro elevando el listón de las personales exigencias- me cambiaron el aire de la mañana y me ayudaron a sobrellevar mejor las conjuras de todos los “necios”, “canallas”, “irresponsables”, o “gesticulantes” que, ayer, parecieron darse cita sobre nuestra sufrida “piel de toro” y, a más de uno y de dos, invitaron al desánimo y a la pesadumbre.
Creo que la pesadumbre que esta mañana me cogía y desbordaba no era vana ni fútil. Júzguenlo mis amigos, que en sus manos pongo algunas de sus razones.
-El Sr. Torra Pla, en Nueva York, prosiguiendo la pertinaz carrera de insultos, falsedades, provocaciones, befas a este país; y para mayor “Inri” con el dinero de todos los españoles….
-El Sr. Embajador de España en los Estados Unidos, enmendando la plana al truhán y provocando con ello el ruidoso, chulesco y esperpéntico abandono del local por la delegación separatista catalana…
-El ministro de Asuntos Exteriores respaldando al embajador y afirmando que “ningún embajador de España puede permanecer impasible ante estos ataques a la nación…”
-El Sr. presidente del gobierno -seguramente preso por deudas contraídas en pago de su ascenso -legal, aunque muy poco legítimo por el momento- a la Moncloa, escurriendo el bulto y diciendo que no quiere ni busca la confrontación sino el diálogo….
-El mayestático desplante al Rey en Cataluña, con un doble agravante: el vacío de las instituciones patrias, reducido a la mínima expresión para el evento; y el silencio cómplice de esa parte de Cataluña que dice no ser independentista y anti-española, pero que, una y otra vez, se calla, a la vez que pide que no se la deje sola…. No soy monárquico, lo he dicho más de una vez; pero –como español- me da vergüenza….
-Y lo de los presos vascos y catalanes...
-Y lo del PP? Bien hizo Rajoy en marcharse a Santa Pola y dejar a sus huestes en cueros puros y a la greña viva….. A ver si va a ser verdad lo del refrán que asegura que “lo malo conocido es más que lo bueno por conocer”?. Es refrán del pueblo y de estas cosas de consejas y refranes el pueblo sabe bastante más que de ver los forros de las chaquetas de sus representantes…..
Francamente no puedo evitar la sensación de que vamos a pagar muy caro los españoles de verdad los ávidos e incontenibles antojos de Moncloa del Sr. presidente. La luna de miel y los buenos augurios de los primeros pasos van sonando a lo que ya sonaban el primer día: a “dulces sueños”, a pagos que van venciendo, a lo de siempre de la “política” en el sentir de Ortega: ser “el imperio de la mentira”.
Por cierto, ayer, en Bruselas, nuestro Sr. presidente fue recibido y saludado por J. C. Junker como “el nuevo chico”. Si miramos lo que en el Diccionario significa “chico”, quizás el gracioso saludo tenga más miga de lo que parece. De “chico guapo” también le calificaba ayer un diario inglés….. Es cierto que las palabras pueden tener varios sentidos, pero lo de “chico” referido al presidente de un gobierno como el de España, no es que escame, alerta.
Y para cerrar estas reflexiones con puntos de vista preocupados, como se puede ver, ya que en democracia, según parece, estamos, pongo a la vista de mis amigos unos versos, con los que el gran Lope de Vega –en ese genial poema que se titula El nuevo arte de hacer comedias en este tiempo- parece resignarse al “plebeyismo” en el noble arte de dar al pueblo lo mejor y lo más bello y justo, ilustrando a la vez que gustando: “Cuando he de escribir una comedia, encierro los preceptos con seis llaves; saco a Terencio y Plauto de mi estudio, para que no me den voces, que suele dar gritos la verdad en libros mudos; y escribo por el arte que inventaron los que el vulgar aplauso pretendieron, porque, como las paga el vulgo, es justo hablarle en necio para darle gusto”.
Aunque no a la letra, la historia –amigos- se repite. Y una cosa es “predicar” –lo sabe hacer cualquiera – y otra “dar trigo” de buen gobierno o de cualquier otra dedicación o cargo. Es otro refrán.
Deseo que mi pesadumbre se acabe con el día de hoy. Me resisto a pensar en negro y hasta en gris. Pero…
SANTIAGO PANIZO ORALLO
Tal vez por lo mismo, esta mañana me levanto abonado a la pesadumbre y a un paso del desencanto. Y no veo motivos aparentes. Es cierto que los años pesan, pero no tanto como para oscurecer más de la cuenta las horas primeras de un amanecer como el de hoy, en que no falta la algarabía de los pajaritos que dialogan y se saludan a coro, ni la luz preclara de otro día deja de acudir a su cita, sin fallar una sola vez desde hace miles y quizás millones de años. No es eso, sin embargo, lo que hoy me causa sensaciones de una cierta pesadumbre o, quizás mejor, de estupor y asombro.
Las tormentas del aire no me asustan. La de ayer era rimbombante y enardecía –a mí, al menos- con la majestuosa seriedad de sus centellas y ruidos.
Eran otras cosas las que, este amanecer, pesaban en mis ánimos como si fueran losas de una pizarra más oscura que de costumbre. Eran huellas de lo que deja ver la tempestad cuando trae más que la luz cegadora del relámpago y la rotunda intensidad del trueno. Eran desconcierto y pesar lo que, esta mañana, me hacía escuchar de otra manera -nada habitual en mi- el guirigay de los pajarillos al amanecer y esa lucha vigorosa del sol de hoy con las neblinas y celajes que parecían obstinarse en cerrarle el paso. No lo consiguieron y –a la espera de las nuevas tormentas que se anuncian para la tarde- un sol radiante se colocó enseguida en su camino de luz y calor.
Además, tuve suerte porque dos buenos amigos me ayudaban, algo más tarde, a desintoxicarme con las gracias que toda buena amistad procura.
Jesús me llamó para preguntarme por mi día. Al hablarle de mi ocasional pesadumbre, me recomendó lo mismo que aconsejaba Ortega y Gasset ante las realidades penosas, discutibles o azarosas: tomar distancia de ellas para que las sensaciones fueran menos traumáticas y penosas y los juicios, más objetivos y equilibrados. Jesús me aconsejaba subirme a dos o tres mil kilómetros y mirarlo todo desde allí.
Aunque no sea fácil, ni mucho menos, irse -de un salto- a miles de kilómetros de las cosas que pasan o nos pasan, he de reconocer que el consejo orteguiano es bueno para ganar en objetividad y que mi amigo tiene razón, al invitarme a ganar esas distancias que ayudan a sobrevivir animosamente hasta en medio de un terremoto.
Es difícil, de todos modos. sustraerse al peso de las evidencias y, en las cosas que ayer me apesadumbraban, creo que las hay.
Al otro amigo, a Pedro, lo llamé yo para felicitarle por su onomástica. Era media mañana y andaba trajinando con sus vacas y sus ovejas; y, por añadidura, metido de lleno en la recogida de la hierba. Anda que no para Pedro casi todos los días del año; pero ahora más, porque las tareas de la hierba son duras, agobiantes y de apremio, como saben bien los que, alguna vez en un pajar, se han sentido ahogar con el polvo de la hierba seca.
Cuando –al desearle un buen día de su santo- le dije que rebajara la intensidad de sus desvelos y tareas, me replicó con esta frase digna de un hombre que, a pesar de los años y las tormentas, sigue con buen tono en la brega diaria: “Hay que moverse para sentirse vivo. Si te paras, tienes la sensación de estar acabado, y yo me niego, o me resisto al menos, a sentirme acabado. Hay que abrirse a las ilusiones para sobrevivir”.
Lo he de confesar. Los dos amigos –cada uno a su manera, Jesús rebajando la tensión de las impresiones penosas y Pedro elevando el listón de las personales exigencias- me cambiaron el aire de la mañana y me ayudaron a sobrellevar mejor las conjuras de todos los “necios”, “canallas”, “irresponsables”, o “gesticulantes” que, ayer, parecieron darse cita sobre nuestra sufrida “piel de toro” y, a más de uno y de dos, invitaron al desánimo y a la pesadumbre.
Creo que la pesadumbre que esta mañana me cogía y desbordaba no era vana ni fútil. Júzguenlo mis amigos, que en sus manos pongo algunas de sus razones.
-El Sr. Torra Pla, en Nueva York, prosiguiendo la pertinaz carrera de insultos, falsedades, provocaciones, befas a este país; y para mayor “Inri” con el dinero de todos los españoles….
-El Sr. Embajador de España en los Estados Unidos, enmendando la plana al truhán y provocando con ello el ruidoso, chulesco y esperpéntico abandono del local por la delegación separatista catalana…
-El ministro de Asuntos Exteriores respaldando al embajador y afirmando que “ningún embajador de España puede permanecer impasible ante estos ataques a la nación…”
-El Sr. presidente del gobierno -seguramente preso por deudas contraídas en pago de su ascenso -legal, aunque muy poco legítimo por el momento- a la Moncloa, escurriendo el bulto y diciendo que no quiere ni busca la confrontación sino el diálogo….
-El mayestático desplante al Rey en Cataluña, con un doble agravante: el vacío de las instituciones patrias, reducido a la mínima expresión para el evento; y el silencio cómplice de esa parte de Cataluña que dice no ser independentista y anti-española, pero que, una y otra vez, se calla, a la vez que pide que no se la deje sola…. No soy monárquico, lo he dicho más de una vez; pero –como español- me da vergüenza….
-Y lo de los presos vascos y catalanes...
-Y lo del PP? Bien hizo Rajoy en marcharse a Santa Pola y dejar a sus huestes en cueros puros y a la greña viva….. A ver si va a ser verdad lo del refrán que asegura que “lo malo conocido es más que lo bueno por conocer”?. Es refrán del pueblo y de estas cosas de consejas y refranes el pueblo sabe bastante más que de ver los forros de las chaquetas de sus representantes…..
Francamente no puedo evitar la sensación de que vamos a pagar muy caro los españoles de verdad los ávidos e incontenibles antojos de Moncloa del Sr. presidente. La luna de miel y los buenos augurios de los primeros pasos van sonando a lo que ya sonaban el primer día: a “dulces sueños”, a pagos que van venciendo, a lo de siempre de la “política” en el sentir de Ortega: ser “el imperio de la mentira”.
Por cierto, ayer, en Bruselas, nuestro Sr. presidente fue recibido y saludado por J. C. Junker como “el nuevo chico”. Si miramos lo que en el Diccionario significa “chico”, quizás el gracioso saludo tenga más miga de lo que parece. De “chico guapo” también le calificaba ayer un diario inglés….. Es cierto que las palabras pueden tener varios sentidos, pero lo de “chico” referido al presidente de un gobierno como el de España, no es que escame, alerta.
Y para cerrar estas reflexiones con puntos de vista preocupados, como se puede ver, ya que en democracia, según parece, estamos, pongo a la vista de mis amigos unos versos, con los que el gran Lope de Vega –en ese genial poema que se titula El nuevo arte de hacer comedias en este tiempo- parece resignarse al “plebeyismo” en el noble arte de dar al pueblo lo mejor y lo más bello y justo, ilustrando a la vez que gustando: “Cuando he de escribir una comedia, encierro los preceptos con seis llaves; saco a Terencio y Plauto de mi estudio, para que no me den voces, que suele dar gritos la verdad en libros mudos; y escribo por el arte que inventaron los que el vulgar aplauso pretendieron, porque, como las paga el vulgo, es justo hablarle en necio para darle gusto”.
Aunque no a la letra, la historia –amigos- se repite. Y una cosa es “predicar” –lo sabe hacer cualquiera – y otra “dar trigo” de buen gobierno o de cualquier otra dedicación o cargo. Es otro refrán.
Deseo que mi pesadumbre se acabe con el día de hoy. Me resisto a pensar en negro y hasta en gris. Pero…
SANTIAGO PANIZO ORALLO