No defraudes a Cristo. Ha salido a la plaza y ha mirado con entusiasmo el corazón del hombre para “atraerlo con correas de amor”.
No olvides nunca que Cristo ha puesto toda su confianza en ti para que tu vida sea un si en disponibilidad permanente como si fuera la única y más valiosa a los ojos de Dios.
No defraudes la llamada vocacional a la que Dios te empuja y recuerda en el silencio de la noche que hay espacios interiores que deben ser purificados para que brille la huella y “los sentimientos de Cristo”.
¡Por favor, no defraudes al Eternamente joven, Cristo, que quiere contagiar de perdón y compasión las fibras más invisibles de tu existencia!