Dios nos libre de los chismes y de los falsos comentarios que se prodigan tanto en nuestras relaciones cotidianas.
En el chisme se condensan palabras que nunca se han dicho, declaraciones que nunca se han realizado y acciones que jamás se emprendieron, pero que corren de boca en boca como la arena en el desierto.
El chisme genera desconcierto y va unido esencialmente a la mentira, esa tela de araña que nos atrapa sin darnos cuenta. Y lo más grave, la mayor parte de las veces el chisme alienta un atentado sin fundamento hacia la imagen y el honor del otro.