VII  JUEVES  DE PASCUA /CICLO C/6-06-2019

Evangelio y Breve comentario del VII Jueves de Pascua en el Ciclo C. 

VII  JUEVES  DE PASCUA /CICLO C/6-06-2019 

EVANGELIO DEL DÍA: Jn 17,20-26

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos.» 

COMENTARIO:                 

            Celebramos el VII Jueves de Pascua. Hoy es necesario cimentar la fe cristiana en un testimonio válido que sea capaz de convertirse en la auténtica "roca angular” de la vida y de nuestra fe.                                 La auténtica fe cristiana se debe fundamentar en la experiencia pascual de Jesús de Nazaret, vivida y testimoniada por los apóstoles, unos testigos válidos, que puedan dar soporte estructural a una continuidad legítima entre nosotros y el mismo Jesús.             

           En el Evangelio de este VII Jueves de Pascua, continuamos leyendo la  llamada “oración sacerdotal” de Jesús en la inminencia de la “hora”, el momento histórico salvífico hacia el que converge toda su vida, cuando será glorificado pasando por la pasión y la muerte en actitud de extrema obediencia filial al Padre  (Jn 17,20-26).                                                                                                                                                 Jesús pide insistentemente, para todos los creyentes del futuro, dos dones: la unidad y la salvación.                                                                                              

    Recemos al Padre con la actitud agradecida de María, y pidamos que imitemos las virtudes de María en nuestra vida:  sencillez, confianza, entrega, fe, compromiso, ayuda al que lo necesita, docilidad, humildad, amor, disponibilidad al proyecto de Dios.

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