VI  MARTES  DE PASCUA /CICLO C/28-05-2019

EVANGELIO DEL DÍA: Jn 16,5-11.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».

COMENTARIO:                 

            Celebramos el VI Martes de Pascua. Miramos en a la Virgen María, la perfecta discípula y seguidora de Jesús, la que nos enseña la mejor manera de abrirnos a la voluntad del Padre.                                                                                                                 

     En el Evangelio de este VI Martes de Pascua, Jesús promete a los suyos el Espíritu Santo, el Defensor (Jn 16,5-11).                                                                                                                                                   Jesús sabía que su permanencia entre los suyos iba a ser breve; por eso repetidamente les prometió el envía del Espíritu Santo, que les asistirá siempre. El Espíritu Santo les reforzará para la victoria de la fe y les dará la comprensión plena de la verdad del Evangelio. Y señala que el Defensor revelará a los creyentes el error del mundo, acusándolo de pecado de incredulidad, afirmando que el Príncipe de este mundo está condenado.                                                                                                            

       Oramos al Espíritu Santo para que nos conceda sus siete dones y podamos crecer en la fe, en la esperanza y en la caridad con esta preciosa oración del Cardenal Verdier: “Oh Espíritu Santo, Amor del Padre, y del Hijo, inspírame siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo decirlo, lo que debo callar, cómo debo actuar, lo que debo hacer, para gloria de Dios, bien de las almas y mi propia Santificación...Amén”

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