Entre la duda y la fe ‘en tierras altas’
La co-protagonista de la película de George Clooney, “Up In The Air”, sabe de lo que habla. Viene de una familia católica que se hizo pentecostal, cuando vivía en Ucrania. Ella misma interpreta esta historia, que ha realizado con un guión de la autora del libro. La visión de la comunidad cristiana –donde recobró su fe de infancia, Briggs, formando una familia, hasta la crisis de su matrimonio y su alejamiento de la fe–, es ahora mucho más positiva ahora, que cuando escribió su libro “Este oscuro mundo”.
Tras una experiencia de conversión en la “escuela dominical”, Carolyn fue bautizada en un grupo relacionado con la Gente de Jesús ( Jesus People ) –cuando muchos hippies se convirtieron en los años setenta, por la llamada “la revolución por Jesús”–. La película te sumerge desde el primer momento en esta historia, con uno de esos bautismos masivos por inmersión, que se hacían en las playas de los cañones de California, que vemos en las fotos de prensa y los programas de televisión de la época. De fondo, escuchamos una versión folk del himno clásico evangélico “Grata certeza”.
EL VIAJE DE LA VIDA
Farmiga dice que esta es “es la historia del viaje de una mujer –Corinne Walter, se la llama Briggs, en la película– en busca de realización”. El título hace referencia al suelo ( Higher Ground ). Ella “busca una base segura, sobre la que sostenerse”. Su viaje le lleva a lo largo de tres décadas –desde finales de los sesenta, a los años setenta, acabando en los ochenta distribuidas en capítulos–.
La familia de Corinne es complicada, como todas. Vive en el estado de Nueva York. Su madre es algo vanidosa. Adora su cuerpo físico, pero va con su hija a la iglesia. Su padre es un hijo de la Depresión, veterano de Corea. Al gran amor del principio, sucede la separación. De adolescente, Corinne está interpretada por la hermana pequeña de Vera, Taissa Farmiga –que ha hecho la serie de terror American Horror Story –. Llena de curiosidad intelectual e imaginación, quiere leer libros como “El señor de las moscas” –la impresionante respuesta de William Golding al dogma moderno de la bondad natural del hombre–.
Cuando el pastor Bud ofrece a los niños amor eterno, salvación y paz, ella lo acepta. “Abre su corazón a Jesús”, en el lenguaje evangélico. Conocerá el amor y el dolor. Se queda embarazada de adolescente, de un músico de rock. Se casan y tienen un accidente en una gira. Al sobrevivir se dan cuenta que Dios les ha salvado y entran el contacto con unos Locos por Jesús ( Jesus Freaks ) –como llamaban a los hippies convertidos al cristianismo a principios de los años setenta–.
LA GENTE DE JESÚS
De la “Gente de Jesús” –que todavía existe en lugares como Chicago–, nacieron conocidas iglesias evangélicas como la Comunidad de la Viña o la Capilla Calvario, pero también grupos que tenían claros rasgos sectarios como Los Niños de Dios o El Camino Internacional. Es un curiosa combinación de movimiento bíblico –su doctrina es claramente evangélica, con énfasis en la conversión y la escatología– y carismático. Introduce un lenguaje nuevo, cambiando la liturgia tradicional, por la introducción de la música contemporánea.
En los años ochenta se produce un giro en la dirección de estas comunidades, al autoritarismo. Hay una tendencia a un “pastorado y discipulado pesado” ( heavy sheperding ), que resulta bastante controlador y opresivo, como vemos en la película. Esto llevo a la disolución de muchas de ellas y a la absorción de muchos miembros por las iglesias evangélicas. Es la época que sale Bob Dylan de la Comunidad de La Viña o los tres cristianos de U2, de la Comunidad Shalom de Dublín, cuando Larry Norman y Lonnie Frisbee empiezan a perder el rumbo, mientras los evangélicos se apropian de sus expresiones, simbólicas y musicales.
Para Corinne, la crisis aparece con la decepción y la duda, que provoca la enfermedad de su amiga Annika, que era su principal apoyo en la comunidad. En medio de la superespiritualidad de este medio, ella es alguien vitalista y sensual, que la conecta con la vida. “¡Señor, ayúdame!, ¡no te siento!, ¡no siento nada! –ora en el coche–. “¡Acércate a mí, Señor!, ¿dónde estás?”. Busca algo más profundo y superior, pero le parece que no siente nada.
LUCHA DE FE
“La lucha de Corinne con su fe, es algo muy cercano a mí –explica Farmiga–, porque yo he luchado toda mi vida con la fe, para definirla, hacerla clara, real, entenderla, como hace mi padre, por ejemplo”. Para ella, “esta historia es en muchos aspectos, una pequeña muestra de efecto a mi papá y una especie de manifiesto a mi Padre celestial” –dice–.
Es una película tan personal, que Vera la ha hecho incluso embarazada de cinco meses. La mayor parte de su familia, de hecho, está en la película. No sólo su hermana, sino también su madre, su abuela, su marido, su hija, su suegra, su prima o sus cuñados. Incluye hasta amigos, que no son actores. Y lo ha hecho en el lugar donde vive, Ulster County, en el estado de Nueva York.
No hay cinismo aquí. Todo es verosímil. Nadie que conozca el mundo evangélico con toda su variedad, dirá que hay exageración alguna. Los personajes no son caricaturas, clichés o estereotipos, como en tantas películas. Los sermones son auténticos, el lenguaje reconocible y el ambiente está perfectamente reconstruido.
La música incluye himnos tradicionales, porque todavía estaban en los años setenta en un periodo de transición, con la introducción de la música de alabanza contemporánea de cancioneros como el de Maranatha y las discusiones sobre los dones del Espíritu.
CREO, ¿POR ESO A VECES TAMBIÉN DUDO?
“Creo, por eso a veces también dudo”, decía una canción de Luis Alfredo en los años ochenta –un gran admirador, por cierto, de Larry Norman y la Gente de Jesús, que intentó emular en Burgos–.
Farmiga dice que “sea cual sea tu creencia, todos hemos llegado a un punto de desencanto, conflicto y confusión”. Para ella, “la idea de la película es hacer preguntas”. Es una historia inconclusa. No sabemos que fue de la fe de sus protagonistas, pero te abre al ámbito de la duda, que produce esa crisis de fe.
La duda es un problema universal. Es fuente de ansiedad y de culpa. No es lo contrario de la fe, ni lo mismo que la incredulidad. El hecho de que los escépticos no sean escépticos sobre su escepticismo, nos muestra que para dudar de algo, tenemos que creer en algo. La duda nos sirve para detectar errores, pero en sí misma, no es la prueba final de la verdad de nada.
Muchos nos empujan a una falsa elección, entre creer de cualquier manera –reprimiendo tus dudas y sintiéndote culpable por ellas–, o dejar la fe. La fe es un don de la gracia de Dios, igual que la resolución de nuestras dudas. La seguridad de la fe viene de conocer a Dios, tal y como se ha revelado objetivamente en su Palabra y subjetivamente, por su Espíritu. Como el conocimiento es cierto, pero la fe es algo más que conocimiento, la fe puede ser insegura.
Nadie se salva por su seguridad de salvación, sino por la fe en Cristo Jesús. Algunas personas se sienten más seguras que otras. Mientras que otros dudamos constantemente, incluso después de haber decidido algo. Por eso es que algunos tienen más problemas con la seguridad de salvación que otros. No es algo que tiene que ver con la fe, sino con el temperamento.
LO QUE ESPERAMOS
El DVD incluye un making-off como extra, con el significativo título de “La sustancia de las cosas esperadas”. Es fácil olvidar que llegar a ser cristiano, es sólo el principio. Nada es más duro para la fe, que esperar, pero “la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” ( Hebreos 11:1). La fe viva se pone más a prueba por la crisis, que por los credos.
La fe es dejar a Dios ser Dios. Cuando en el Génesis , Sara escuchó que iba a tener a un hijo, a una edad tan avanzada, se rió (18:12). Dudaba que fuera posible, porque su idea de Dios era demasiado pequeña. El padre de un hijo demente, ruega a Jesús que lo sane. El le dijo: “Si puedes creer, al que cree todo le es posible”. A lo que el padre le contesta: “Creo, ayuda mi incredulidad” ( Marcos 9:23-24).
Dios es mayor que nuestras pequeñas ideas de Él, pero su gracia es mayor también que nuestras mezquinas ideas de quién es Él. Nuestro problema es que reducimos a Dios a nuestra imagen. Amamos los ídolos, porque los hacemos nosotros, pero la verdad de Dios nos resulta mucho más incomoda. Chesterton decía que “el hombre tiene que dudar de si mismo, pero no de la verdad”. Ahora “es exactamente al revés”.
La comprensión es esencial, para que haya verdadera fe ( Hebreos 11:6). Es de hecho, más importante que las emociones, en la conversión. Corinne ha dejado de sentir a Dios. Es por eso que entra en una crisis de fe. Lo que pasa es que “el sentimiento ha de seguir a la fe, pero la fe va primero, más allá de todo sentimiento”, como dice Lutero.
La fe no sabe el por qué, en términos de lo inmediato, pero sabe por qué confía en Dios, en último término. Por eso debemos hacer nuestra “la oración del que duda”, que compuso el reformador:
Querido Señor.
Aunque estoy seguro de mi posición,
Soy incapaz de mantenerla sin Ti.
¡Ayúdame, o estoy perdido!