José de Segovia La memoria de la vida en los libros de 2019
Savater observa que “con la religión hay gente que mejora y se purifica”, pero “para otros es una fuente de resentimiento, mojigatería y condena a los demás”.
| José de Segovia
Decía Don Manuel Azaña que “en España la mejor manera de guardar un secreto es escribirlo en un libro”. Esa es la impresión todavía del autor del libro escogido por la crítica como el mejor de “este año 20 después de internet, una especie de nueva edad poscontemporánea o algo así”, donde nadie sabe quién es Luis Landero y menos aún va a leer su Lluvia fina. En las redes lo que prima es el autobombo, lo que hace que las memorias que muchos escriben en español sean algo totalmente carente de interés. No dicen nada, o peor aún, dan pistas falsas. Sorprenden, por eso, las confesiones que todavía encierran algunos libros.
Llevo tiempo fascinado por la “autobiografía razonada” que Fernando Savater publicó en 2003, Mira por dónde. Pensé que era un libro sobre la evolución de su pensamiento, lo que me interesaba por los cambios que ha tenido, sobre todo la radical individualidad de sus opiniones, que le hacen uno de los pocos intelectuales independientes que hay en este país. Para mi sorpresa, es algo mucho mejor. Son unas memorias íntimas, la recuperación de la infancia perdida, libros, tebeos y películas. Seguimos su adolescencia y primera juventud con sólo unas notas al final sobre su paso por la universidad y compromiso político. Es un libro delicioso, escrito con una lucidez y pasión asombrosa, que tiene una ternura e ironía que hace que uno se recree en cada frase. Debería reeditarse de nuevo.
Cuando tras anunciar que iba a dejar la literatura por la muerte de su esposa, Sara Torres, escribió La peor parte, pensé que el libro que ha publicado el año pasado iban a ser una “memorias de amor”. El subtítulo otra vez te desorienta. No es sólo un homenaje a la felicidad vivida con ella. Son unas confesiones de una sinceridad tal, que muestran una honestidad desencarnada. Se nota que le ha costado mucho escribirlo, cuatro años, dice. Se da cuenta que ha “hablado mucho de la alegría, pero era honrado hablar también de la fragilidad de la alegría”. Muestra una agonía nada habitual en sus escritos.
Estuve en la presentación del libro en la Filmoteca Nacional y tuve incluso la oportunidad de hablar con él un momento al final del acto. En él comentó que le había sorprendido que muchos le preguntaran por aspectos íntimos –habla abiertamente de su bisexualidad en un matrimonio abierto–, pero pocos mencionaran lo que cuenta por primera vez. Sabíamos que había estado en la cárcel por su oposición al franquismo, pero no que era cercano a Batasuna y su esposa miembro de ETA, antes de convertirse en sus principales opositores como fundadores del movimiento pacifista Basta Ya. Se lamenta por el amor perdido y le gustaría algún día reencontrarse con ella, pero “decir que soy ateo sería ya religioso”, cree él. “¿Qué puedo hacer? Yo no he inventado el universo”, dice.Jesús se opone a esa religión que invade las redes y hace que muchos maldigan su nombre
La historia más triste
Compañero de clase de Savater en el elitista colegio del Pilar del Madrid fue Enrique Ruano, el estudiante muerto a manos de la siniestra Brigada Social del franquismo en 1969. Sobre él, su novia Lola González y el abogado con el que se casó después, Javier Sauquillo, asesinado en la matanza de Atocha en 1977 –ella que era también abogada, sólo resultó herida, porque él la protegió con su cuerpo–, trata la obra del joven malagueño Javier Padilla que ha recibido el Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias del año pasado. Es significativo que sea un autor con sólo 26 años el que haya escrito A finales de enero: La historia de amor más trágica de la Transición. Es una nueva generación la que quiere saber lo que ocurrió entonces.
Ante el debate sobre la memoria histórica, Padilla cree que “es absurdo no querer mirar lo que pasó con objetividad y tratarlo con rigor”. El autor, que es graduado en derecho y máster en filosofía política por la London School of Economics, acusa tanto a la derecha que no quiere “reabrir las heridas”, como a la izquierda por su “perspectiva ideologizadora”. Para él, lo importante es “saber lo que ocurrió”. El acierto del libro es que va más allá de la cuestión política, para contar una emocionante historia de amor y dolor que entrelaza la vida de los tres protagonistas.
Lola apareció muerta en su casa de Madrid en 2015, cuando tenía un cáncer de pulmón, junto al cuerpo de su siguiente marido, que se había suicidado. Así que la principal fuente de Padilla, es la hermana de Enrique, Margot. Reconstruye una época de cantautores, poesía, cine y manifestaciones. La muerte de Ruano se presentó como un suicidio al tirarse por una ventana, a base de notas que le escribió al psiquiatra Castilla del Pino, cuando el estudiante fue detenido por distribuir propaganda de Comisiones Obreras. Las protestas que produjo su muerte llevaron al estado de excepción en que Savater fue encarcelado. Los policías acusados fueron juzgados y absueltos, como cuenta Ana Dominguez Rama en el libro publicado por la Universidad Complutense sobre esta “memoria viva de la impunidad del franquismo”. Es una historia trágica, como la vida misma.
“Varias vidas”
Este año pasado se ha publicado también una extensa biografía en inglés de Benjamin Mosser sobre Susan Sontag, mientras se ha reeditado la transcripción completa en castellano de la entrevista de doce horas que le hizo la revista Rolling Stone, cuando Jonathan Cott la convirtió en una publicación de referencia en los años 70. Sontag me parece una mujer apasionante. Esta filósofa, novelista y cineasta nació en una familia judía neoyorquina, que no le dio ninguna educación religiosa. Su difícil relación con el comunismo y el feminismo muestra un tipo de pensadora independiente que no era del agrado de muchos.
Casada a los 17 años con un profesor de sociología de Chicago, Sontag estudió en Harvard literatura, filosofía y teología con el propio Tillich. El neo-marxista Marcuse vivió con el matrimonio un año, mientras escribía Eros y la civilización. En la entrevista dice que su afición al rock fue la causa de su divorcio. Lo cierto es que era bisexual, ya que lo mismo vivió con el poeta ruso Joseph Brodsky que con una dramaturga cubana. Sontag acabó rechazando el comunismo como “fascismo con rostro humano” y apoyando al disidente Heberto Padilla. Se relaciona entonces con el feminismo de Camille Paglia, frente al de Adrienne Rich, para acabar siendo luego criticada por las dos, por su falta de militancia.
Sontag escribió sobre la enfermedad y “el dolor de los demás”. Se enfrenta muchos años al cáncer que le trae la muerte en 2004. Está enterrada en Paris, aunque vivía con la fotógrafa Annie Leibovitz en Nueva Yok, porque tuvo allí una intensa relación en los años 50 con una francesa. Estaba muy unida a su hijo David Rieff, que ha editado sus cuadernos y diarios, pero es ahora conocido también por sus críticas al trabajo de las ONG y la idea de que el humanitarismo puede salvar el mundo. Ella acabó, de hecho, defendiendo la intervención estadounidense tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, después su gran oposición al Vietnam y a la guerra de los Balcanes. “Es duro tener varias vidas”, dice en la entrevista.
¿El tiempo todo lo cura?
El tópico que más le irrita a Savater ahora y repite en toda entrevista, es el de que “el tiempo todo lo cura”. Como observa él, la vejez es horrible. Y no tiene remedio. La medicina no puede acabar con la muerte. Por eso es que para él, como para Revel, “el tiempo cura tan escasamente como el espacio”. Siente como “con el dolor se irá empequeñeciendo también el amor mismo, que no puede ser ya más que la constancia sangrante de la ausencia”. Para él, “un amor que no desazona y perturba cuando está vivo, que no aniquila cuando pierde irrevocablemente lo que ama, puede ser afición o rutina, pero no auténtico amor”.
¿Qué aprende uno de la muerte con ella cerca?, le preguntan a Savater. La respuesta es obvia: “Que te tocará a ti también”. Pues “si todos aguantamos el miedo a morir –que podría hacernos la vida totalmente insufrible y que casi nos lo hace– es porque en el fondo no nos lo creemos”. Se da cuenta que “cuando ves morir a la persona que amas te das cuenta de que la muerte es verdad”. A la pregunta de si es ahora creyente, contesta: “No soy una persona religiosa en el sentido eclesiástico del término, pero siempre he sido una persona espiritual, porque uno no se puede dedicar a pensar sin creer en el espíritu”. Para él, “Dios tiene sentido simplemente como el realizador de lo imposible”. Según Savater, “ese es el reto: creer en lo imposible”.
Cuando le preguntan al filósofo para el que “ser ateo sería de por sí religioso”, qué ha sido de su amada Sara, contesta que “ojalá supiera dónde está”. Reconoce que le “aburren todas las religiones”, pero le “gustaría creer en lo imposible, alguien que garantizase el regreso de los muertos”. Savater observa que “las religiones son como el vino: hay gente a la que le sienta bien”. Son las “personas que con dos copas se vuelven locuaces, abiertas y desinhibidas”. El problema es que “otros se vuelven brutos y groseros con la misma cantidad”. Por eso “con la religión hay gente que mejora y se purifica”, pero “para otros es una fuente de resentimiento, mojigatería y condena a los demás”.
Jesús se opone a esa religión que invade las redes y hace que muchos maldigan su nombre. La religión te dice “gana la vida” –como dice el predicador de Nueva York, Tim Keller–, mientras la sociedad hoy te da la ilusión de “crearla”. Lo que Jesús nos ofrece es su vida por la nuestra. Ese es el Evangelio. La fe es recibir ese regalo. “La religión nos hace orgulloso de lo que logramos, el Evangelio de lo que Cristo ha logrado”, como dice Keller.
El creyente que está orgulloso de su vida es una contradicción del Evangelio. Jesucristo no vino al mundo para aquellos que están bien, sino para los que necesitan un Médico. “No ha venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:31-32). ¿Y qué es el arrepentimiento sino darnos cuenta de que no somos como debiéramos ser? La honestidad de los testimonios que encuentro en estos libros de no creyentes contrasta con el orgullo religioso de los que predican los valores que faltan en esta sociedad y ellos tienen. “¿Cuándo los valores no han estado en crisis?”, se pregunta Savater. El Evangelio no son valores. Es la vida que Jesús nos da. Y Él no da otra vida que no sea eterna (Juan 17:3).