Recuerdo de gratitud y afecto a Monseñor Romero

En recuerdo de afecto, gratitud y compromiso con Oscar Romero por América Latina



Nos unimos gozosos a su beatificación el 24 de mayo,

día también de elecciones entre nosotros: ¿por quién votar?





El próximo día 24 de mayo va a ser beatificado Monseñor Romero, que por defender al pueblo salvadoreño denunciando a sus opresores fue asesinado por un sicario, contratado por unos simples 114 dólares, el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba la misa en la capilla del hospital para cancerosos de San Salvador. Gracias al Papa Francisco se activó el proceso de beatificación, pues los dos anteriores no hicieron más que ignorarlo y retrasarlo por connivencia con la derecha salvadoreña, cuya actitud fue evidentemente muy contraria al Evangelio aunque ambos a última hora cambiaron tan solo un poco de actitud. En cambio el pueblo más sensible a quienes están a su lado, ya hace mucho tiempo que le llama San Romero de América. Nos unimos con gozo a la sensibilidad de este pueblo.






La víspera de su asesinato, en la catedral, el día de Ramos, había hecho la siguiente denuncia:




"Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión".




En numerosas ocasiones anteriores había formulado interesantes declaraciones:




"Creo más que nunca en las organizaciones de masas, creo en la verdadera necesidad de que el pueblo se organice, porque creo que las organizaciones de masas son las fuerzas sociales que van a empujar, que van a presionar, que van a lograr una sociedad auténtica, con justicia social y libertad” (Entrevista Prensa Latina 15 de febrero de 1980).




En esa misma entrevista y a propósito del asesinato de algunos sacerdotes, que la oligarquía acusaba de "subversivos" y "comunistas", dice: "Los sacerdotes que usted mencionó, contesta al periodista, atentaron contra la estructura social, se convirtieron por ese hecho en “subversivos” y “comunistas” y como tales los persiguieron y asesinaron. Porque Barrera Motto, Rutilio Grande, Navarro Oviedo, Ortiz y otros vieron lejos, porque se percataron de la realidad con claridad meridiana y precisaron que el enemigo común de nuestro pueblo es la oligarquía. Por eso, debido a eso, fueron odiados y perseguidos hasta la muerte por la oligarquía y los guardianes de sus riquezas”.




Monseñor Óscar Romero estaba muy lejos de ser un revolucionario, aunque revolucionario es el Evangelio para el capitalismo criminal que mata todos los días de hambre, de injusticias, de abusos, de explotación de los pobres, de violencia estructural. Romeo era tan solo un hombre bueno, pacífico, dialogante, pero que había tomado muy en serio ser verdadero pastor de su pueblo y defenderlo ante la represión y la violencia ejercida por los poderosos de El Salvador contra los oprimidos.




En un sermón, dirigiéndose a los ricos del país les había dicho: «No me consideren un juez, ni un enemigo. Soy simplemente el pastor, el hermano, el amigo de este pueblo, un amigo que sabe de sus sufrimientos, de sus hambres, de sus angustias y, en nombre de esas voces, yo levanto mi voz para decir: no idolatren sus riquezas, no las salven de manera que dejen morir de hambre a los demás. Compartan, para que ustedes y todos sean felices.»




Ahora sabemos bien por qué asesinaron a Monseñor Romero.




Pasaron más de 30 años. Su mensaje sigue en plena actualidad, porque es puro Evangelio, que siempre es actual, y más si miramos a la espantosa tragedia de los millones de pobres que hay en América Latina, que aunque están un poco a la baja, aun alcanzan los 164 millones, de los cuales 68 millones están en extrema pobreza a fecha de 2013 (CEPAL, año 2013). En Guatemala el porcentaje actual de pobres es del 85 %, la mitad de los cuales están en extrema pobreza. Según el informe de CEPAL a finales de 2013 el Salvador registraba una pobreza del 45,3 %, pero es uno de los 6 países latinoamericanos con mayor pobreza infantil que alcanza el altísimo porcentaje del 72 %, en cuya lamentable situación le acompañan Bolivia, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Perú. Los culpables de esta dramática situación están dentro pero aun más fuera del país, como los EE.UU. Callar ante este drama es hacerse cómplice del mismo.
Tenemos a la puerta las elecciones del 24 de mayo. Miremos bien por quién votamos. Como creyentes en el Mensaje de Jesús tenemos que optar por quienes se acercan más a los grandes valores del Evangelio: la justicia; la igualdad; la solidaridad; la preferencia por los más necesitados; la ética; la honestidad económica, política y social. A partir de aquí sabemos perfectamente bien por quienes no debemos votar.



Si en la Iglesia hubiera democracia y por tanto elecciones yo votaría por el Papa Francisco, y en contra del cardenal Burke y otros tres más y unos 22 obispos, que se oponen a las reformas que Francico promueve para renovar la Iglesia a fin de que sea testigo fiel de Jesucristo y su mensaje para el mundo actual. Tenemos que darle a este Papa todo nuestro apoyo.



Un cordial abrazo a tod@s.-Faustino
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