El amor es el fundamento del matrimonio

Si el amor se ha acabado por completo, ¿hay matrimonio?

La diferencia entre el hombre y la mujer es un hecho, pero la igualdad es un derecho.
Aristóteles: “la naturaleza hace mujeres cuando no puede hacer hombres"



Marcos 10,2-16:

Se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba: "¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?" Él les replicó: "¿Qué os ha mandado Moisés?" Contestaron: "Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio". Jesús les dijo: "Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso aban­donará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una solo carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre". En casa, los discípu­los volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: "Si uno se divor­cia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio".


El Mensaje que quiere transmitir Jesús en este relato evangélico es sencillamente este: “El hombre y la mujer tienen exactamente los mismos derechos”. Que hay diferencias entre el hombre y la mujer es un hecho, pero la igualdad es un derecho, que por ningún concepto se puede violar.



Este reconocimiento que hace Jesús de los derechos de la mujer, en el contesto de aquella sociedad judía, tiene un valor extraordinario. Veamos por qué:



La condición de la mujer era vivir sometida al varón, servirle de ayuda adecuada, satisfacerlo sexualmente y darle hijos antes que hijas. Las niñas a los 12 años ya tenían que pagar tributo al Emperador de Roma, los niños a los 14 (una discriminación más).



La mujer era la tentadora de Adán y por tanto peligrosa y sospechosa. En consecuencia había que acercarse a ella con cautela, y sobre todo mantenerla siempre sometida. La mujer era propiedad del varón. Antes de casarse lo era del padre y después del marido. Si quedaba viuda era propiedad de los hijos varones o de nuevo del padre.



La mujer era ritualmente impura durante la menstruación y hasta siete días después. Si tenía un hijo varón era impura 40 días después del parto, pero si era niña hasta 80 días, por lo que tenía que ir al templo a "purificarse". Durante ese tiempo nadie debía acercarse a ella. Incluso los objetos que tocaba quedaban contaminados. De todo esto derivaba su exclusión del sacerdocio ritual, de la participación plena del culto y de acceso a las áreas más sagradas del templo. La mujer era fuente de impureza.



El esposo podía repudiar a su mujer por una tontería, como que se le quemara la comida, o simplemente porque viese a otra que le gustase más, pero ella por ningún motivo podía repudiar a su esposo.



En tiempos de Jesús esta visión negativa de la mujer aún era más severa porque se la consideraba además frívola, sensual, perezosa, chismosa, desordenada, según la describe Filón de Alejandría contemporáneo de Jesús. Flavio Josefo lo resumen diciendo: “la mujer es inferior al varón en todo”. Y en Grecia el filósofo Aristóteles decía: “la naturaleza hace mujeres cuando no puede hacer hombres”.



La mujer debe estar recluida en casa para protegerla de la agresividad sexual de otros hombres. De lo contrario deshonraría a la propia familia. Para evitarlo era más seguro mantener a las mujeres cerradas en casa. A su marido tenía que llamarle “mi señor”. No podía tomar parte en banquetes. Su testimonio no era aceptado como válido. Las que se alejaban de casa sin la compañía de un varón eran consideradas de mala vida y de sospechosa reputación sexual.



En el templo e incluso en la sinagoga debían estar separadas de los hombres y solo podían acceder al atrio de los paganos (no israelitas). En las celebraciones religiosas bastaba con que estuviesen los hombres, ellas no hacían falta, porque ante Dios no tenían la misma dignidad. Por lo mismo no se les debía enseñar la Ley de la Torá (libro de la Ley de los Judíos) porque harían mal uso de ella: antes quemarla que confiarla a una mujer, decían los varones, y al hacer oración daban gracias a Dios por haber nacido varones (y tenían razón, qué razón...).



Está claro que estamos ante una sociedad machista al máximo con discriminación total de la mujer, tanto en lo público, como en lo privado, como en la religioso.



Aún hoy siguen en vigor muchas de estas discriminaciones y desigualdades, incluso dentro de la iglesia católica, pero aún mucho peor en otras concepciones religiosas, impregnadas de fanatismo y prácticas abominables (ablación, infibulación femenina, etc.) como la musulmana.



Pues bien: Ante esa realidad tan negativa para las mujeres el comportamiento de Jesús con ellas fue verdaderamente revolucionario, con sus palabras, pero sobre todo con sus hechos, admitiéndolas en su compañía al lado de los discípulos varones, aceptando sus servicios, incluso reservando para ellas los primeros acontecimientos pascuales de su resurrección, los más importantes de su vida para El, para nosotros y para toda la creación, e incluso encomendándoles ser mensajeras de los mismos para los apóstoles.



Concretamente en este debate con los fariseos Jesús deja claro:



Que tienen los mimos derechos la mujer que el hombre.



Que quiere que haya una unidad perfecta entre el hombre y la mujer. Es el ideal. Ser una sola carne es ser una sola persona: el matrimonio es para esto, es estar cada vez más unidos, en una perfecta igualdad en dignidad y derechos. Entre hombre y mujer hay diferencias. Las diferencias son para enriquecerse y complementarse mutuamente.



-El ideal de Dios Creador es la unión perfecta y perpetua entre el hombre y la mujer. Que se rompa es siempre un fracaso, para los esposos y para los hijos.



¿Qué está sucediendo en España?



Según el INE (Instituto Nacional de Estadística), en los años 2008 al 2014 se celebraron 1.172.030 matrimonios. En esos mismos años las separaciones y divorcios sumaron 763.176, o sea, que algo más del 65 % terminaron en fracaso.



Realmente se trata de un problema muy grave.



Esto parece demostrar que no se llega al matrimonio con una preparación mínima y con la madurez suficiente para contraerlo. No es suficiente un cursillo prematrimonial. Es necesaria una educación integral de la persona en los valores fundamentales de la vida a través de las diferentes etapas por las que va pasando. En esto, tanto la sociedad como la Iglesia estamos fallando mucho. Los fracasos matrimoniales sin duda son un fracaso de la sociedad, como lo son los internos en los Centros Penitenciarios. ¿Los centros educativos, las familias y la sociedad facilitamos el desarrollo integral de la persona? ¿Acaso solo programamos a las personas como objetos para producir, tener y consumir?



Si el fundamento del matrimonio es el amor, ¿sin amor ninguno, realmente sigue habiendo matrimonio? Si por las razones que sean, el amor no solo se acaba y la convivencia resulta imposible, sino que hasta se convierte en odio, e incluso tan peligroso que en algunos casos acaba con muerte, con daño muy lamentable para los hijos, ¿tiene sentido seguir viviendo juntos?



¿No es mucho mejor, de forma ordenada, pactada, civilizada y armoniosa, ver la posibilidad de solicitar la nulidad matrimonial y que ambos puedan rehacer su vida?



El Papa Francisco acaba de decir: “Los divorciados vueltos a casar no están excomulgados y forman parte de la Iglesia”. Y también, adelantándose al Sínodo sobre la Familia, acaba de modificar varios artículos del Código de Derecho Canónico para agilizar las nulidades matrimoniales y hacerlas gratuitas, lo que es a su vez una importante llamada de atención al aparato económico correspondiente, sobre el que había muchas quejas, por ser excesivamente lentas y caras.



Un abrazo muy cordial a tod@s.-Faustino
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