Adviento: tiempo de alegría, tiempo de misión
Adviento es tiempo de esperanza, de alegría, de fraternidad. Comienza cuatro domingos antes de celebrar la Navidad, es decir para este año, el 29 de noviembre. Es también el inicio del año litúrgico de la Iglesia. Y, por supuesto, es tiempo de misión del anuncio del Señor que viene. Por eso uno de los textos bíblicos más recurrentes en este tiempo se refiere a las palabras de Juan Bautista sobre Jesús: “Este es aquel de quien habla el profeta Isaías cuando dice: ‘voz del que clama en el desierto, preparen el camino al Señor, enderecen sus sendas” (Mt 2, 3). Adviento nos convoca a anunciar la cercanía de nuestro Dios. A sorprendernos por la decisión divina de hacerse uno de nosotros, compartir nuestra suerte, vivir las limitaciones de lo humano.
¿Qué nos dice la Palabra de Dios sobre este tiempo para captar y recibir al Dios que viene? Las lecturas del evangelio de los cuatro domingos de Adviento pueden orientarnos. En el primer domingo de Adviento retomando la lectura de Lucas (21,25-28.34-36) Jesús está hablando a sus discípulos de los últimos tiempos y la frase clave es el anuncio de la liberación: “Cuando empiece a suceder esto, levanten la cabeza, se acerca su liberación”. El Señor que viene nos trae liberación de todas las esclavitudes, de todos los egoísmos, del corazón mezquino que no es capaz de amar a los demás. Adviento, por tanto, es tiempo de buenas noticias de liberación, de transformación de lo negativo, de encontrar salidas a toda situación difícil, comenzando por supuesto, por las realidades límite que padecen los más pobres de nuestro entorno.
El segundo domingo de Adviento el evangelio se refiere a las palabras de Juan Bautista a las que antes nos referimos (Lucas 3, 1-6). Juan Bautista comienza a predicar el bautismo de conversión para que “todos puedan ver la salvación de Dios”. Profunda tarea misionera que hoy nos sigue convocando. Y muy significativas son las palabras que se dicen respecto a la tarea del que anuncia y llama a la conversión: “enderezar las sendas, todo monte y colina sea rebajado y lo tortuoso hacerlo recto, allanar los caminos”. Estas palabras recuerdan esta actitud de misericordia de la que tanto habla el Obispo de Roma Francisco, y que han de acompañar el anuncio de esta buena noticia. La tarea misionera ha de allanar los caminos para que todos puedan descubrir al Señor. Presentar el rostro de misericordia de nuestro Dios para que nadie se sienta excluido de su llamado. Abrir caminos de vida y esperanza porque para el Señor siempre es posible un nuevo comienzo. Él es un Dios de vida y nunca se la niega a ninguno de sus hijos e hijas.
El tercer domingo de adviento el evangelio de Lucas (3, 10-18) continúa con la predicación de Juan Bautista el cual responde a los que preguntan qué hacer para convertirse. Y la respuesta es tan clara y sencilla que recuerda lo que el Papa en la Evangelii Gaudium (194) hablando de la misericordia, de los pobres, de las obras de justicia, dice: “Es un mensaje tan claro, tan directo, tan simple y elocuente, que ninguna hermenéutica eclesial tiene derecho a relativizarlo. La reflexión de la Iglesia sobre estos textos no debería oscurecer o debilitar su sentido exhortativo, sino más bien ayudar a asumirlos con valentía y fervor. ¿Para qué complicar lo que es tan simple?” Pues bien, Juan Bautista es así de claro: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo (…) No exijan más de lo establecido (…) No hagan extorsión ni se aprovechen de nadie …”. En otras palabras, solidaridad efectiva, obras de justicia. Adviento es tiempo propicio para el compartir, el encuentro, la generosidad. No tanto con aquellos que “pueden pagarnos” como dice el evangelio (Lc 14,13), sino con los que en verdad lo necesitan y no tienen a nadie más que pueda ayudarles. Como puede verse, el “comercio navideño” no tiene nada que ver con el espíritu de adviento. Este dar generoso no equivale al derroche y el consumo que se vive en estas fiestas y que los medios de comunicación contribuyen a fomentarlo. En este aspecto ¡sí que se necesita una urgente y profunda conversión!
Finalmente, el cuarto domingo de Adviento (Lc 1, 39-45) nos presenta a María de camino al pueblo donde vivía su prima Isabel. Este relato, por una parte, nos muestra esa actitud “en salida” de María, quien no mide las consecuencias de ya estar grávida porque lo que le interesa es estar disponible para hacer realidad el plan de salvación. Y, por otra parte, el reconocimiento de Isabel del misterio que se gestaba en sus vientres: “Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Dichosa tu que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.
Adviento nos convoca a reconocer al Dios que ya está presente entre nosotros pero que necesita del compromiso misionero para llegar a muchos. Vivamos, entonces, este tiempo de gracia y preparación, saboreemos la Palabra de Dios que cada domingo se nos ofrece, dejemos interpelar por ella y anunciémosla con la alegría de quien prepara el camino al Señor y trabaja con ahínco por allanar todos los senderos.
¿Qué nos dice la Palabra de Dios sobre este tiempo para captar y recibir al Dios que viene? Las lecturas del evangelio de los cuatro domingos de Adviento pueden orientarnos. En el primer domingo de Adviento retomando la lectura de Lucas (21,25-28.34-36) Jesús está hablando a sus discípulos de los últimos tiempos y la frase clave es el anuncio de la liberación: “Cuando empiece a suceder esto, levanten la cabeza, se acerca su liberación”. El Señor que viene nos trae liberación de todas las esclavitudes, de todos los egoísmos, del corazón mezquino que no es capaz de amar a los demás. Adviento, por tanto, es tiempo de buenas noticias de liberación, de transformación de lo negativo, de encontrar salidas a toda situación difícil, comenzando por supuesto, por las realidades límite que padecen los más pobres de nuestro entorno.
El segundo domingo de Adviento el evangelio se refiere a las palabras de Juan Bautista a las que antes nos referimos (Lucas 3, 1-6). Juan Bautista comienza a predicar el bautismo de conversión para que “todos puedan ver la salvación de Dios”. Profunda tarea misionera que hoy nos sigue convocando. Y muy significativas son las palabras que se dicen respecto a la tarea del que anuncia y llama a la conversión: “enderezar las sendas, todo monte y colina sea rebajado y lo tortuoso hacerlo recto, allanar los caminos”. Estas palabras recuerdan esta actitud de misericordia de la que tanto habla el Obispo de Roma Francisco, y que han de acompañar el anuncio de esta buena noticia. La tarea misionera ha de allanar los caminos para que todos puedan descubrir al Señor. Presentar el rostro de misericordia de nuestro Dios para que nadie se sienta excluido de su llamado. Abrir caminos de vida y esperanza porque para el Señor siempre es posible un nuevo comienzo. Él es un Dios de vida y nunca se la niega a ninguno de sus hijos e hijas.
El tercer domingo de adviento el evangelio de Lucas (3, 10-18) continúa con la predicación de Juan Bautista el cual responde a los que preguntan qué hacer para convertirse. Y la respuesta es tan clara y sencilla que recuerda lo que el Papa en la Evangelii Gaudium (194) hablando de la misericordia, de los pobres, de las obras de justicia, dice: “Es un mensaje tan claro, tan directo, tan simple y elocuente, que ninguna hermenéutica eclesial tiene derecho a relativizarlo. La reflexión de la Iglesia sobre estos textos no debería oscurecer o debilitar su sentido exhortativo, sino más bien ayudar a asumirlos con valentía y fervor. ¿Para qué complicar lo que es tan simple?” Pues bien, Juan Bautista es así de claro: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo (…) No exijan más de lo establecido (…) No hagan extorsión ni se aprovechen de nadie …”. En otras palabras, solidaridad efectiva, obras de justicia. Adviento es tiempo propicio para el compartir, el encuentro, la generosidad. No tanto con aquellos que “pueden pagarnos” como dice el evangelio (Lc 14,13), sino con los que en verdad lo necesitan y no tienen a nadie más que pueda ayudarles. Como puede verse, el “comercio navideño” no tiene nada que ver con el espíritu de adviento. Este dar generoso no equivale al derroche y el consumo que se vive en estas fiestas y que los medios de comunicación contribuyen a fomentarlo. En este aspecto ¡sí que se necesita una urgente y profunda conversión!
Finalmente, el cuarto domingo de Adviento (Lc 1, 39-45) nos presenta a María de camino al pueblo donde vivía su prima Isabel. Este relato, por una parte, nos muestra esa actitud “en salida” de María, quien no mide las consecuencias de ya estar grávida porque lo que le interesa es estar disponible para hacer realidad el plan de salvación. Y, por otra parte, el reconocimiento de Isabel del misterio que se gestaba en sus vientres: “Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Dichosa tu que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.
Adviento nos convoca a reconocer al Dios que ya está presente entre nosotros pero que necesita del compromiso misionero para llegar a muchos. Vivamos, entonces, este tiempo de gracia y preparación, saboreemos la Palabra de Dios que cada domingo se nos ofrece, dejemos interpelar por ella y anunciémosla con la alegría de quien prepara el camino al Señor y trabaja con ahínco por allanar todos los senderos.