ESCUELA DE ELEA: JENÓFANES / 1


Der Mensch macht die Religion, Die Religion macht nicht den Menschen// El ser humano crea la religión, la religión no crea al ser humano (K. Marx)

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La segunda escuela itálica de filosofía, después de la pitagórica, es la llamada eleática por tener su centro en la antigua ciudad de Elea y está formada por cuatro figuras: Jenófanes, Parménides, Zenón y Meliso. De los cuatro es, sin duda, Parménides la figura más importante y de mayor influjo en la filosofía posterior.

Jenófanes tuvo su flouit hacia el 530 AEC. Era oriundo de la ciudad jónica de Colofón pero, desterrado de su tierra natal según Diógenes Laercio, huyó a la Magna Grecia, llevando una vida errante como poeta y rapsoda, recitando sus poemas por la Italia meridional. Parece que fue alumno del milesio Anaximandro y que asistió a la fundación de Elea. Filósofo y poeta, lo mismo que Parménides y Empédocles, compuso elegías, yambos, sátiras (sílloi) y un poema en exámetros titulado Sobre la naturaleza, del que quedan algunos fragmentos.

Dedicó también un poema épico a su antigua patria. Murió muy viejo, sobre los 95 años. Su obra más interesante son los poemas satíricos dirigidos contra Homero, Hesíodo, Epiménides o Pitágoras. A éste, por ejemplo, le critica la idea de la transmigración de las almas, pues Pitágoras afirmaba haber reconocido su alma reencarnada en el perro maltratado de un amigo, lo que el escéptico Jenófanes consideraba absolutamente ridículo.

La filosofía de Jenófanes comprende dos temas importantes: la crítica de la religión, que desemboca en un monismo panteísta y su crítica del conocimiento, estableciendo de forma innovadora una gnoseología de límites. Sin duda, la crítica más dura de Jenófanes se dirige contra la teología mítica y la religión antropomórfica de Homero y Hesíodo, quienes atribuían a los dioses los peores vicios humanos, como adulterios, hurtos o engaños: “Homero y Hesíodo dicen que los dioses hacen toda clase de cosas que los hombres consideran vergonzosas: son adúlteros, roban, se engañan los unos a los otros” (fr. 23 de Diels).

Esta crítica a la inmoralidad de los dioses homéricos aparecerá también en Platón (República), quien proponía censurar la lectura de Homero en la educación de los niños.
Simultáneamente, Jenófanes hace también una crítica racional de las creencias religiosas populares, como también haría Heráclito. La crítica radical y racional de la religión popular se extiende también a la mántica o arte de la adivinación, práctica muy extendida en el mundo griego. Acentúa, así, la ruptura epistemológica con el mito y la religión, en un proceso de constante racionalización, como otros presocráticos.

La idea más importante de Jenófanes es su crítica a la religión antropomórfica, que se aplica no sólo a la griega, sino a la de otros pueblos, en un amplio sentido antropológico. Los dioses inmortales, escribe, son un invento humano y una mera proyección de cualidades humanas, con vicios y virtudes. Afirma que no son los dioses los que crean a los humanos, sino los humanos los que han formado los dioses a su imagen y semejanza, comenzando por los rasgos corpóreos. Y si los animales tuviesen religión, dibujarían sus dioses a su imagen y semejanza:

Pero los mortales se imaginan que los dioses han nacido y que tienen vestido, voz y figura humana como ellos. Los etíopes dicen que sus dioses son chatos y negros; y los tracios, que tienen los ojos azules y el pelo rubio. Si los bueyes, los caballos y los leones tuvieran manos y fueran capaces de pintar como los humanos, los caballos dibujarían las imágenes de sus dioses semejantes a las de los caballos, y los bueyes semejantes a las de los bueyes, harían sus cuerpos tal como cada uno tiene el suyo.
(Kirk y Raven: Los filósofos presocráticos).


La crítica de Jenófanes como “filósofo de la religión” será continuada por los sofistas Protágoras, Gorgias, Pródico o Critias, por Demócrito, Anaxágoras (algunos condenados por delito de impiedad, lo mismo que Sócrates), por Epicuro y el poeta latino Lucrecio en su obra De rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas). Pero esa original crítica de este poeta-filósofo anticipa algunas de las teorías modernas propias de la Filosofía de la religión. Por ejemplo, la futura teoría de la alienación religiosa de Feuerbach, que retomará el joven Marx, en el contexto de la crítica al cristianismo realizada por la izquierda hegeliana (Bruno Bauer, Strauss etc.).

En el contexto monoteísta, Feuerbach (cfr. La esencia del cristianismo) defiende una teoría análoga a la crítica de Jenófanes en un contexto politeísta: no es el Dios bíblico, escribe, quien crea a los humanos, sino que son los humanos los que crean a Dios a su imagen y semejanza. Marx defenderá la misma idea, cuando afirma que “el ser humano hace la religión, la religión no hace al ser humano”

Jenófanes combate el politeísmo, pero defiende al mismo tiempo la tesis de una divinidad única, que es eterna e inmutable: “(existe) un solo dios, el mayor entre los dioses y los hombres, no semejante a los mortales ni en su cuerpo ni en su pensamiento (fr. 23 de Diels), tesis avalada por Aristóteles (Met, A 5): “Jonófanes…, mirando al universo entero, dice que lo Uno es dios (tò hén eînai phesi tòn theón).

Pero no ha de entenderse esta idea en sentido monoteísta, como hicieron algunos historiadores confesionales, partidarios de la “praeparatio evangelica”, sino en sentido monista y panteísta, en la línea de los jónicos (El Todo-Uno y divino). Se trata de una divinidad inmanente al mundo, de ningún modo trascendente y exento de rasgos antropomórficos. La crítica del antropomorfismo religioso la realiza con las categorías propias del naturalismo jónico, como sucede en Heráclito con su idea del “Dios-Uno”, que es día y noche, en sentido monista y panteísta.
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