LA ESCUELA DE MILETO: ANAXÍMENES

ὅλον τὸν κόσμον πνεῦμα καὶ ἀὴρ περιέχει // El espíritu y el aire envuelven todo el cosmos (Aecio).

========================================================


Discípulo y compañero (hetairos) de Anaximandro en el s. VI. a. e. c., Anaxímenes sostiene que el aire (aér =aire o niebla) es el principio material (arché) que lo envuelve todo, la sustancia originaria y forma básica de la naturaleza.

De una obra perdida se conservan algunos fragmentos, de los que destaca éste, que une la concepción del alma con el principio cósmico:
οἶον ἡ ψυχή, φησίν, ἡ ἡμετέρα ἀὴρ οὖσα συγκρατεῖ ἡμᾶς,
καὶ ὅλον τὸν κόσμον πνεῦμα καὶ ἀὴρ περιέχει // “Así como nuestra alma, dice, siendo aire, nos mantiene unidos, también el soplo y el aire envuelve el mundo todo” (Diels, fr. 2).


Según otros testimonios, el pneuma como aliento es invisible y tiene carácter divino (theîon), como el Ápeiron de Anaximandro. Es el sustrato común a todas las cosas, de modo que las diferencias cualitativas entre las cosas se reducen a diferencias meramente cuantitativas de la sustancia única (monismo).

La concepción del alma como aliento se encuentra en diversos pueblos primitivos y dentro de la cultura griega aparecen varias teorías.

El alma homérica se construye en analogía con los fenómenos meteorológicos. En Homero el “thymós” es la sede de emociones y sentimientos. El “nóos” es la mente o sede del pensamiento y la “psyché” es soplo como principio vital. Cuando se quema el cadáver (sôma) de Patroclo, su alma, asociada al humo (kapnós) y a una exhalación (anathymíosis), permanece en el Hades en forma de imagen o sombra (eídolon).

En los órficos y pitagóricos el alma tiene origen divino y es inmortal, como lo será en Platón. En Heráclito es fuego, o chispa del fuego cósmico y lógos, como luego en los estoicos, de modo semejante al hinduismo, donde el atman individual (hálito o respiración) participa de forma mística en el Brahman cósmico.

En algunos pitagóricos el alma es aire o aliento y en otros (Simias en el Fedón) es armonía entre partes. En Aristóteles es un principio vital de tres tipos y forma del cuerpo (De anima), pero mortal por ser inseparable de la materia corporal.

En el futuro cristianismo, el alma constituye la esencia humana y es sustancia creada, inmaterial e inmortal, separable del compuesto, de acuerdo con el dualismo antropológico de la tradición platónica y en contraste con la antigua concepción unitaria judía.

El mundo para Anaxímenes es como un gigantesco animal que respira y tiene vida. El aire es la fuerza que anima, mueve y gobierna el mundo. También los dioses proceden del aire (ipsos ex aere ortos credidit, según Agustín). Pero no existe aun una diferencia ontológica entre materia y espíritu, pues todo lo existente es natural y corpóreo.

El aire, como el elemento más móvil, lo trasforma todo por un doble proceso de condensación y rarefacción. Cuando el aire se condensa o rarefacta se convierte en fuego. Cuando se condensa se convierte en viento, nube, lluvia, agua, hielo, tierra y piedras.

Es posible, según algunos intérpretes, que en esa tesis haya influido la experiencia del aire, frío o caliente expelido por la boca. Sin embargo, hay un regreso sobre Anaximandro, al pensar la tierra como un disco que flota sobre el aire.

En conclusión, los tres milesios sostienen una cosmovisión naturalista y monista:“cosmovisión materialista y racional, pero es un materialismo dinámico y panteísta. Todo es materia, pero ésta está animada y el universo es divino… todo es al mismo tiempo material y divino.” (cfr. J. Mosterín: La Hélade. Historia del pensamiento, p. 59).

Recordemos que lo divino (tò theîon) es inmanente al mundo y se identifica con la phýsis (del verbo phýnai= surgir, brotar, salir a la luz), siendo la verdad (alétheia) el proceso de hacer manifiesto lo que está oculto. No se trata, pues, de un materialismo ateo, al estilo del ilustrado, sino de un materialismo panteísta que conectará con Leucipo de Mileto, Demócrito y Anaxágoras en el s. V.

En la escuela milesia se ejemplifican, además, los caracteres básicos de toda filosofía: pensamiento libre, racional, autónomo, crítico, reflexivo y pluralista con la propuesta de diversas hipótesis explicativas.

No hay aquí credos dogmáticos, ni revelación, ni herejías, ni cismas, ni anatemas, sino investigación libre de la verdad y argumentación racional de esas hipótesis especulativas, lo que anticipa el racionalismo ético de Sócrates, como señala K. R. Popper (ver Back to Presocratics).
Volver arriba