LA ESCUELA PITAGÓRICA /1

Αὐτὸς ἔφα // Él (Pitágoras) lo dijo (lema pitagórico) κοινὰ τὰ φίλων // Las cosas de los amigos son comunes (lema pitagórico)

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El conocimiento del pitagorismo está lleno de dificultades, porque Pitágoras (570-496/97 A.E.C) nada escribió, como tampoco Sócrates, y de él sólo nos llegaron testimonios indirectos. Las muy tardías “Vidas de Pitágoras”, escritas por Porfirio (s. III E.C.), Diógenes Laercio (s. III E.C.) o Jámblico (s. III-IV E.C.) están llenas de elementos legendarios y novelescos.

Además, la regla férrea del secreto dentro de la comunidad nos impide acceder con certeza al conocimiento de la escuela. Por si fuera poco, la atribución de toda la doctrina al fundador, al que sus discípulos le daban culto como líder de la secta, impide saber lo que corresponde al maestro y a sus discípulos. Porfirio atribuye a Pitágoras las siguientes afirmaciones:

Lo que él (Pitágoras) decía a sus discípulos nadie puede decirlo con certeza, dado que ellos guardaban un excepcional silencio. Sin embargo, llegó a hacerse especialmente famoso lo siguiente: en primer lugar, su afirmación de que el alma es inmortal. En segundo lugar, que se cambia en otras clases de seres vivos (metempsícosis). Además, que los acontecimientos vuelven a ocurrir cada ciertos períodos y que no hay nada absolutamente nuevo. Finalmente, que todos los seres vivos deben ser considerados parientes. Parece, en efecto, que fue Pitágoras el primero en introducir estas creencias en Grecia” (cfr. Porfirio: Vida de Pitágoras).


Se cree que Pitágoras viajó a Egipto y a Mesopotamia, donde habría conocido los magos persas y las doctrinas de Zarathustra (así, el dualismo de Luz frente a las Tinieblas, cuyo influjo alcanzó incluso a la secta de los esenios y a los gnósticos cristianos). También se cree que tuvo contacto con Epiménides en Creta, uno de los 22 sabios griegos.

La figura de Pitágoras está llena de oscuridad. Oriundo de la isla jónica de Samos, pero emigrado al sur de Italia, huyendo de la tiranía de Polícrates, se instaló en la ciudad de Crotona (actual Calabria), donde fundó una comunidad religiosa, que es también una escuela filosófica. Los discípulos mitificaron su figura (como harán los discípulos de Jesús) considerándolo un “hombre divino”.

Tuvo fama de sabio, aunque no consta en la célebre lista de los siete. Fue un líder carismático (el carisma en Homero y Hesíodo tiene origen divino, como luego en Pablo) Se le consideró también pedagogo y profeta y como taumaturgo se le atribuyeron prodigios maravillosos.

Dentro de la secta, la autoridad del maestro (autós épha, Él lo dijo) dirimía toda disputa, según atestigua Cicerón en las Disputas Tusculanas. El poeta Jenófanes ridiculizó su teoría de la transmigración de las almas humanas a cuerpos de animales y Heráclito criticaba su mucha erudición (polymathíe), ignorando el Lógos divino que rige el Cosmos como el Todo-Uno.

Parece que Pitágoras fue el primero en usar el término filosofía, que significa amor humano a la sabiduría que no se tiene, en contraste con la sabiduría que sólo poseen los dioses. Ni siquiera se sabe con seguridad si el famoso teorema de Pitágoras, que todos hemos estudiado en la escuela, es creación original suya o si lo tomó de los babilonios.

Sin embargo, con Pitágoras la matemática se eleva a un nivel de rigor teórico, filosófico y científico. Ese status epistemológico será completado más tarde con Euclides, con sus axiomas y teoremas, superando la dimensión empírica y práctica que tenía entre los egipcios.

Platón y Aristóteles prefieren hablar en general de “los pitagóricos” en conjunto. Platón cita el nombre de Pitágoras solo una vez, como creador de una “forma de vida”. Aristóteles lo cita dos veces.

El movimiento pitagórico se extiende por el sur de Italia desde el s. VI al IV A.E.C, alcanzando su máximo desarrollo en tiempos de Platón, con figuras destacadas como Filolao o Arquitas, gobernante de Tarento y amigo de Platón en sus viajes a Sicilia.

Probablemente también el médico Alcmeón de Crotona perteneció a la escuela. Otros pitagóricos fueron Hípaso de Metaponto, el más célebre de los antiguos, el poeta Ión de Quíos, Teodoro de Cirene, matemático y maestro de Platón, Lysis, Simias, Cebes, Equécrates, Timeo, Teeteto y algunas mujeres, entre ellas la propia esposa de Pitágoras.

Hípaso fue expulsado de la secta por “hereje”, pues se opuso a la ortodoxia y rompió la regla del secreto, al aparecer el descubrimiento de los números irracionales. En el s. I A.E.C. y el II D.E.C. hay un renacimiento de la escuela en el neopitagorismo con Nicómaco de Gerasa, Numenio de Apamea y Apolonio de Tiana.

La escuela abarca tres dimensiones: la religiosa, la filosófico-científica y la política, siendo la primera la fundamental. Contiene, pues, una concepción global del universo y del ser humano.

En la política de Crotona participaron como un “partido aristocrático” y fueron más tarde perseguidos por revueltas democráticas (este “gobierno de los filósofos” inspirará a Platón). Tal vez Pitágoras murió en esas revueltas o bien huyó a Metaponto.

Esta secta religiosa, tiene una “forma de vida”, tal como testimonia Platón (República, X, 600a), con normas ascéticas (vegetarianismo), comunidad de vida y de bienes (como más tarde los esenios).

Los discípulos, sometidos a prácticas de iniciación, se dividían en dos categorías: los akusmáticos, que eran los simples, y los matemáticos, la élite de los doctos dedicados al estudio.

Los primeros se interesaban más por los aspectos religiosos y místicos y les bastaba con aprender los dichos del maestro. Los segundos profundizaban en la investigación científica y tenían un conocimiento (gnôsis) más elevado.

Podemos descubrir aquí una analogía con los futuros cristianos: los simples fieles, a los que les basta con oír la predicación, y los doctos o expertos, que poseen un conocimiento superior de los misterios (gnôsis cristiana o herética).
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