¿Le queda mucho a Rouco Varela?


Ayer por la mañana "el Señor Cardenal" Rouco Varela ofició la misa en la capilla de las Concepcionistas de Madrid, acto que fue retransmitido por el “estatal” espacio televisivo “El Día del Señor”.

Encendemos el aparato para ver qué hay, hurgamos aquí y allá, en este canal y en esotro... Si caemos en el susodicho "Día del Señor", hacemos lo que todos, después de observar por encima la “escena”, apretamos el mando a distancia para ver qué ponen en “la otra”.

Pero esta vez no, algo llamó mi atención. Fue el observar algo raro en “el señor cardenal”: estaba distinto, era como su otro yo, no parecía el mismo, siendo él mismo.

¿Más viejo? ¿Más deteriorada su ya de por sí quebradiza salud? ¿Estaba cansado del ajetreo habido con motivo de los fastos por su sobrino en tierras gallegas? ¿Había dormido mal la noche del sábado? ¿O es que está realmente enfermo de enfermedad?

Si es esto último, sinceramente deseamos que mejore. Aprovehce que en el mundo en que casi todos nos movemos, tiene a su disposición la sanidad pública o privada. Y si prefiere elegir el mundo en el que se mueven "ellos", puede acudir donde quiera, hay cien mil sanadores en la casa del Padre; incluso puede aprovechar alguna que otra oleada peregrina a la Virgen de Lourdes que todo lo cura.

El señor cardenal nació el 28 de julio de 1936. Ya es casualidad, diez días más tarde del glorioso Alzamiento. Va camino de los 72 años. Joven dentro de lo que cabe. Pero...

El hecho es que "el señor cardenal", ayer, no podía ni con el anillo: voz apagada; sin fiato cantor alguno cuando lo intentaba --no ha debido tener mala voz en su juventud ni carece de oído musical, bien lo sabemos--; permaneció sentado al menos dos veces porque sus fuerzas no daban más de sí; no pudo ni acariciar el infante que portaba su ofrenda; fatigado por no decir exánime en algún momento de la ceremonia, aunque el rito de la misa lo llevase adelante con dignidad.

Al dato de su cansino deambular por el rito, otro relacionado con su aspecto físico, su cara. Mala "fondinga" la de los realizadores de TV que no ahorraban primeros planos de su rostro ocupando toda la pantalla. Y encima sin maquillaje. Rostro cada vez más cetrino. Rostro preñado de algo como granos o tubérculos minúsculos... ¿Qué le pasa al “señor cardenal”?

La cara, que sigue siendo espejo del "ánimus", lo decía todo.

El Señor Cardenal” debería hacerse un chequeo si todavía no se lo ha hecho.

No sería de extrañar que en breve plazo tuviéramos un emérito más dentro del ya de por sí avejentado claustro de príncipes de la Iglesia.

Ahorro algún comentario al blog: “¿Y a ti que te va en esto?”. Pues eso.

*¿...que por qué insisto en lo de “el señor cardenal”? Porque una vez que hablé de él ante un obispo diciendo, así a secas, “Rouco”, me corrigió suavemente con “el señor cardenal”. Desde entonces, cuidado, ¡un respeto!
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