Agendas de curas y obispos
Pese a que hay agendas técnicas y de las otras, el diccionario sigue “erre que erre” –“de manera insistente y obstinada”-, definiéndolas como “libro o cuaderno en el que se anota lo que se tiene que hacer para no olvidarlo”. Y, por supuesto, cualquier persona que se precie, o sea, importante, contará con una agenda en cuya página correspondiente, al día y aún a la noche, apenas si quede espacio con antelación. Hay profesionales necesitados de confiarles a secretarios, secretarias y adjuntos, anotar y calificar los temas de importancia.
Curas y obispos cuentan, por tanto, con sus respectivas agendas. Estas –las agendas- son fiel espejo de lo que en realidad son, y por qué y para qué son y sirven las personas, con justificación de sus sueldos y emolumentos. El trabajo –su dedicación, intensidad y otras circunstancias-, les confiere a los usuarios de estos cuadernos su categoría ante sí mismos, ante la sociedad y, en nuestro caso, ante la Iglesia.
Precisamente por eso, asomarse e interpretar los datos y signos de las agendas de los curas y obispos , proporciona elementos clave para descubrir su ministerio, exigencias y prioridades del ejercicio de su profesión-vocación y, por tanto, la propia esencia de la Iglesia en su dimensión testimonial, tanto pastoral como ministerialmente. Las agendas clericales son exponentes fieles de la vida de la Iglesia. Muestran con realismo su imagen. Son otros tantas confesiones y confesonarios de los clérigos. Son su DNI.
Realmente faltan curas. Y, al paso que vamos, dentro de poco, hasta faltarán obispos, por lo que el reciclaje diocesano no está ya lejos.. Hay diócesis españolas en las que la edad media de sus sacerdotes ronda los 75 años, lo que equivale a decir que están en vísperas inminentes de jubilarse, tal y como establece el Código de Derecho Canónico, con todas sus consecuencias teológicas, pastorales, también y sobre todo, en su proyección hacia los jóvenes y aún mayores.
Pero si es grave la falta de curas, a quienes todavía les quedan arrestos para cumplir con sus compromisos pastorales adquiridos o impuestos, les sobran agendas… De modo singular, en los días festivos, como los domingos en los que todas y cada una de las líneas de las líneas y anotaciones de sus agendas son otras tantas admoniciones a sus quehaceres y menesteres litúrgicos o para-litúrgicos, el resto de los días de la semana, en gran proporción y holgura, los tienen libre y sin ninguna –pocas- referencias a ministerios de carácter sagrado, que reclamen preparación y presencia.
En conformidad con lo que reflejan las agendas tanto las de los curas como las de los obispos, les sobran espacios para hipotéticas citas, actos y celebraciones de tipo “religioso”. Templos e iglesias se encuentran vacíos de liturgia y de presidencias eclesiásticas. Misericordiosamente, y “con la que está cayendo” en casi todo orden de cosas, salir de casa resulta incómodo y enojoso, sobre todo para jubilados o pre-jubilados.
Explicación reconfortante en este caso es la de que, gracias sean dadas a Dios, seglares y “seglaras” se sienten, y se reconocen más o menos, con capacidad suficiente como para suplir a los sacerdotes y hasta a los mismos obispos en no pocas, actividades y acciones en las que solo o fundamentalmente la presencia clerical era, y es, reclamada e impuesta solo o fundamentalmente en las y celebraciones de tipo “religioso” por lo de los hábitos y ornamentos sagrados. .
La Iglesia se clericalizó indefinidamente, hasta acaparar la exclusividad de su misión salvadora, sin tener que recurrir a la colaboración- participación del laicado, lo que, además de no construirla, destruyó gran parte de la misión encarnada y testimoniada en el evangelio, al margen o sobre los estilos románicos, góticos, renacentistas, barrocos o churriguerescos. Sea bienvenida la desclericalización de la Iglesia, lo que contribuirá al reencuentro con su imagen verdadera.
Las agendas de clérigos y obispos necesitan estar cumplidamente ocupadas también con citas y referencias laborales o profesionales. El trabajo extra eclesiástico, o “civil”, es –será- pronto tan ministerial como hasta el presente ha sido el intra- eclesiástico, con sus incensarios, bendiciones y agua bendita. Más que de títulos universitarios en Ciencias Sagradas, curas y obispos precisarán de “aprobados”, “sobresalientes” o “cum laude” en tiempos o espacios “civiles”.
El trabajo crea- re-crea, santifica, redime, y además incluye el sueldo, la Seguridad Social y la inseguridad –el paro-, con lo que se participa y se comprende más y mejor la vida del resto del pueblo de Dios. Depender económicamente del Estado, en calidad de curas y obispos , o solo de la caridad y generosidad de los fieles, tal y como hoy se están poniendo las cosas en España – con Concordato o sin é, equivaldría a vivir y añorar el pasado y no estar haciéndolo ya “franciscanamente” en la “Iglesia en salida”