DE COLOR “VERDE LECHUGA”

La noticia tuvo y tendrá multitud de lecturas. Y además, variadas, pese a que sea notable y frecuente su presencia, con leves retoques, en función de las circunstancias de lugar y de tiempo..

Se trata de que, concretamente en la ermita de Ranadoiro, en el concejo de Tineo, del Principado de Asturias, unas tallas de madera, datadas en el siglo XV, acaban de ser repintadas, con vivos colores, por una vecina del lugar, previo el permiso, y con las bendiciones debidas, del sacerdote en cuya jurisdicción canónica se hallan y son veneradas…Representan a la Santísima Virgen, a su madre santa Ana y al Niño Jesús. Refieren los cronistas que los colores que destacan y llaman la atención más entusiasta de devotos y devotas son los ecológicos, que en la escala se extienden desde el “verde lechuga”, al fresa, al rosa fuerte y el añil, o azul intenso. Todos ellos, además de ecológicos por naturaleza y composición, distribuidos con la gracia y la buena intención de la protagonista de tan religiosa obra…

Y de entre las preguntas que lectores y comentaristas de la noticia, relacionadas con esta nueva “obra de arte”, de modo similar a como aconteció con el celebérrimo “Ecce Homo” de tierras aragonesas, a título de ejemplo, subrayo algunas de ellas:

. ¿Qué saben de arte románico, gótico, semigótico y así sucesivamente, los responsables –clérigos y laicos- de tantas riquezas como todavía albergan los templos, iglesias, santuarios, capillas y ermitas existentes –inmatriculadas o no-, en sus correspondientes demarcaciones eclesiásticas o civiles?. ¿Qué control se lleva de ellas en los organismos diocesanos, en los mismos en los que se consintieron enajenaciones y despojos de valiosos objetos –hasta templos enteros, retablos y atrios-, que se transportaron a otros países, unas veces para salvar parte del templo y otras para engordar cuentas bancarias de poseedores oficiales, o de quienes les sirvieron de intermediarios en tan jugosa y profana operación?

. ¿No habrá llegado ya también la hora de educar a los fieles cristianos, y a los sacerdotes, en la fe que explica y justifica la inversión de los donantes de tales obras de arte, así como en la devoción auténtica a las imágenes de sus “Cristos”, “Vírgenes, santos y santas que depositaron las generaciones pasadas, encomendándose a quienes ellas representa.? ¿Acaso no habrá llegado ya también la hora de que la sagrada liturgia busque, encuentre y emplee lenguajes y símbolos más asequibles que los actuales, muchos de ellos paganos, para contribuir a que el pueblo de Dios se entienda y se relacione más y mejor con lo sagrado, y sus mensajes sobrenaturales sean más inteligibles y practicables? ¿Es que, tanto en latín, como en castellano y en cualquiera de las lenguas vernáculas, es factible “entender” la liturgia, lo mismo en el tono en el que se predica e interpreta, como en los gestos, palabras, motivos, fines y propósitos?

. ¿Se valora convenientemente cómo el papa Francisco, hable o no hable, es “entendido” –comprendido- con tanta facilidad y catequesis, por cristianos y no cristianos, sin necesidad de traducción simultánea o de otros mecanismos, trampantojos y tretas? ¿No será que la liturgia-liturgia cristiana no lo es de verdad, si antes no se vive, al menos por aquello que salmodia la música popular –celestial- de que “nadie da lo que no tiene”?

Lejos de mí la pretensión de justificar el festival de colorines ecológicos con los que la piadosa devota asturiana repintó al Niño Jesús, a su madre la Virgen y a su abuela santa Ana. Pero conste que no están tan lejos las explicaciones, un tanto o un mucho coherentes, con las que sean posibles disculpar decisiones radicalmente incultas a la luz de la historia del arte, pero tal vez no tanto a la luz de la religiosidad popular, tal y como tradicionalmente ha llegado, y sigue llegando, al pueblo fiel, piadoso y sumiso. La calificación de “Bienes de Interés Cultural” (BIC) aún no alcanzó de lleno a los curas y menos a los seglares/as, quienes con el tiempo, y la buena intención algún día sean beneficiados.
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