Cataluña: Falta una carta...pastoral
. Desde perspectivas también predominantemente religiosas, y con formulaciones eclesiales, católicas, apostólicas y romanas, de estricta competencia jerárquica, la importancia del arrepentimiento público y cuasi- penitencial de uno de los responsables máximos de su política, es ciertamente inesquivable. La autoridad – “ que viene de Dios”- , y que en este caso concreto además patrocina y ampara siglas democrático-cristianas, con el pueblo- pueblo por destino y testigo de su actividad y consagración a sus intereses, demanda ser revisada y actualizada a la luz de principios coincidentes con los del evangelio.
. La denuncia profética de cuanto está ya documentado, es público y notorio, y con serias posibilidades de que se desvelen los nombres y las circunstancias de más participantes y encubridores, proporcionan elementos de juicio suficientes como para que la voz de la jerarquía se levante con sinceridad, libertad y santa autonomía. El silencio que corriera el riesgo de interpretarse como interesado o cautivo, perjudicaría gravemente a la Iglesia, y más en unos tiempos en los que el mismo Papa Francisco manifiesta ejemplarmente ser libre de verdad, denunciando en el propio ámbito geográfico de la mafia italiana corrupciones, tropelías, muertes y arbitrariedades de sus principales miembros.
. La Iglesia, por Iglesia, ejercerá su misión profética, en cualquier lugar, situación y circunstancia que se requiera, sin otra intención y límites que los de servir a la comunidad, y asumiendo toda clase de riesgos, entre otros, aún los mismos de su hipotético consentimiento, anuencia, tolerancia o provecho institucional o personal de algunos de sus componentes, por representativos o intocables que hayan sido, o sean. “Mojarse” y comprometerse es tarea-ministerio eclesial y hasta litúrgica, inherente a toda misión teológicamente jerárquica
. Y es que la verdad –que en cristiano se habría de escribir siempre con letras mayúsculas-, tiene un poder terapéutico sacramental. La psicoterapia de la verdad es imprescindible en el organigrama eclesial. Aunque teóricamente se intenten deslindar las fronteras entre lo político y lo religioso, al menos en España, y en su configuración autonómica, tal aspiración no es hoy por hoy factible en la práctica. Las ingerencias entre uno y otro “poder” son frecuentes e irrenunciables.
.Y, al margen, o sobre, estas contingencias, la realidad es que el mismo título heráldico de “muy honorable” – “digno de ser honrado y acatado”-, que protocolariamente le corresponde a la suprema autoridad política catalana, se matrimonia, al menos en el Diccionario de la RAE., con el término “honor”, que “eleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo”. Esto no obstante, en sus penúltimas acepciones –la número 9 y la 10-, hace referencia explícita a “heredad o patrimonio”, y al “usufructo de las rentas de algunas villas o castillos realengos, concedido por el rey, a un caballero”.
. Catalanes y no catalanes, cristianos y no tanto, seguiremos estando a la espera de que la Iglesia jerárquica se defina respecto a los hechos más recientes acontecidos en aquél territorio, sin rehuir su participación de alguna manera en la refundación de coaliciones y partidos, poniendo el acento en el servicio al pueblo, con ejemplaridad, con procedimientos transparentemente democráticos, sin privilegios y, por supuesto, sin tretas e ilegalidades “fiscales”, que oculten o escatimen, su contribución al erario público.