Educastradores

En las esferas de la religiosidad cristiana, y sobre todo en las vividas en los tiempos “gloriosos” del “Nacional Catolicismo”, en los que fuimos educados los curas hoy jubilados, la correlación entre la ética-moral con la sexualidad y sus aledaños, fue tal, que hasta se llegó exhaustivamente a unificarse. Moral- inmoral se referenciaba fundamental, o exclusivamente, con lo sexual. No se registraba en los catecismos, y en los epítomes de formación religiosa, otra inmoralidad –“desarreglo en las costumbres”-, que la que no se relacionara con el sexo, en la que además “no cabía levedad de materia”. El dinero, los comportamientos político- sociales, las relaciones cívicas, familiares, laborales y profesionales… jamás podrían enjuiciarse ética o moralmente, si no era bajo el prisma de lo sexual.

La “patologización” de esta faceta de la vida sobrepasó de lleno todo diagnóstico relacionado con lo religioso. Lo puro, lo casto, lo púdico, lo a-sexualizado, lo angelical y lo arcangélico, en su diversidad de formas y expresiones – sin excluir las hipócritas y farisaicas- , constituían las referencias de la veracidad semántica y convivencial de la moralidad “católica, apostólica y romana”. Menos mal que, por fin, también en estas áreas de la “sexualería”, el Papa Francisco hace de vez en vez algunas puntualizaciones y, poco a poco, coloca los puntos sobre las “íes” y se les despeja a muchos el camino de los auténticos valores de la sexualidad en el contexto de la profesión y práctica de la fe.

El motivo de esta reflexión nos la proporcionó uno de los contertulios jubilados, quien nos aportó fotocopia de una de las fichas que le sirvieron de base para el estudio que sobre el tema – “el tabú sexual”- que había realizado.

“Dicen los santos que, por el incumplimiento del sexto mandamiento, están en el infierno en noventa y nueve por ciento de los condenados”. Los Arzobispos Metropolitanos españoles codificaron en el año 1957 los peligros sexuales, advirtiendo lo pecaminoso de los baños simultáneos de personas de diferente sexo.. “Un hombre no debe tratar afectiva y asiduamente a una mujer, sino con vistas al noviazgo”. “No puede admitirse que los novios vayan cogidos del brazo”. “Hay que evitar que los jóvenes, solos, de diverso sexo, vayan de paseo o excursión por lugares retirados, ya en parejas, ya en grupos”. “Los bailes agarrados son un serio peligro para la moral cristiana y la formación religiosa”. “También lo son los llamados “novios bufanda”.

“Es preciso medir la longitud de las mangas y faldas en conformidad con el criterio de los reverendísimos prelados en sus respectivas diócesis”. “El traje de baño para las mujeres se permitirá sólo dentro del agua y, al salir de ella, las mujeres deberán ponerse faldillas”. “Los hoteles, pensiones y restaurante tienen todos los inconvenientes de la mezcla de sexos y de clase de individuos”. Un obispo prohibió a sus sacerdotes ver la televisión, alegando “los peligros sexuales que podía reportarles…”

La “ficha”, infinita y farragosamente larga y anecdótica, fue enriquecida con las informaciones de vigente actualidad de otro contertulio, que aseguró ser sabedor de que a uno de sus feligreses, dirigido espiritualmente por sacerdotes del “Opus”, estos aconsejaban cambiar de acera en las que estuvieran ubicados los quioscos de prensa “para evitar contemplar portadas y titulares de mujeres provocadoras”.

El imperio de los “educastradores” – con perdón por el destemplado y orgánico barbarismo-, da la impresión de estar pasando a mejor vida, pero sin dejar de olvidar que el recurso a las “sexualerías” en las prédicas pastorales eximía, y exime a muchos de tener que dedicar su tiempo y preocupación a la divulgación de mensajes sociales tomados al pie de la letra de los santos evangelios. De todos es bien sabido que esta tarea ha de resultar más comprometida, antipática y poco, o nada “divertida”, lo que en parte hasta pudo, puede y podrá explicar el recelo a su tratamiento y a su insistencia, dado que no existe otro sector en la vida como el de la sexualidad, en el que el desfase de la moral oficial y el de la real sean tan alarmante.

¿Tendrán alguna pizca de razón quienes relacionen la pederastia con la “educastración”?
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