FALTA UN PAPA – OTRO - SANTO
Mi reflexión se concreta en la por ahora para muchos impensable apertura y promoción del proceso de beatificación- canonización de Juan Pablo I, con nombre de pila Albino Luciani, nacido el 17 de octubre de 1912 en Canale d´Agordo, pueblecito del valle de Cordovole, en la provincia italiana de Belluno, cardenal-arzobispo de Venecia, elegido Papa el 26 de agosto de 1978, y que por más señas, fallecía el 28 de septiembre del mismo año, provocando dentro y fuera de la Iglesia oleadas de estupefacción, asombro y misterio.
. Con noticias diarias relacionadas con las “causas de los santos”, con sus protagonistas los Papas de los últimos tiempos, extraña de desconcertante manera, que en tan extensa y casi exhaustiva nómina pontificia, el único que en ella no encuentre lugar y aposento haya sido hasta ahora el Cardenal Luciani, de quien el propio Cardenal Tarancón, de tanto prestigio y consideración en la Iglesia, entonces Presidente de la Conferencia Episcopal Española, hizo público su “beatificador” criterio de que, “con su sonrisa alegre y esperanza, había levantado el ánimo de muchos en los efímeros días de su pontificado”.
. Antes de su elección, y exactamente por la comprobación y convencimiento de la coincidencia en él de tantas y preclaras condiciones pastorales, fueron muchos los que enaltecieron su figura, destacando su “sencillez, simpatía, levedad, palabra clara, limpia y amable, serenidad, paz, luz y esperanza, sencillez, ingenio, carácter popular, sin afección de ninguna clase, transparente y sincero, pobre, humilde …”. Es decir, que el pueblo- pueblo y los informadores y cronistas de las más diversas tendencias y pareceres, les habían facilitado el camino a quienes algún día en la Curia Romana pudieran haber sido sus vectores en la hipotética tarea de las “causas de los santos”. Haber tenido a favor un día a la opinión pública en las mismas dependencias vaticanas hubiera sido aval y garantía en la tarea relativa a la selección, redacción, renovación y puesta al día del “Año Cristiano” y del santoral oficial.
. Hoy por hoy, y por misteriosas, y para muchos, escandalosas, razones- sinrazones, el hecho es que el nombre de Juan Pablo I, como aspirante a beato y a santo, está canónicamente vedado. Pero somos ya muchos los que nos preguntamos si exactamente tal situación comprobable y documentada, no es de por sí motivo sobrado para que el pueblo- pueblo prosiga en el carismático empeño de “elevar al honor de los altares” a tan consciente y jerárquicamente olvidado y desconocido Papa Juan Pablo I.
. ¿Acaso no son, y no seguirán siendo, de radiante y creciente actualidad los virtuosos ejemplos que calificaron al humilde Papa Luciani? ¿Qué otros signos y ejemplos más representativamente cristianos pueden proponérseles al pueblo de Dios y a todo el orbe terráqueo que los que encarnara Juan Pablo I y que habían movido a los miembros del cónclave a fijar en ellos su atención y su papeleta- cédula electoral, con sus invocaciones previas al Espíritu Santo?
. Siempre pendientes, y con la justa y entrañable esperanza de que algún día se desvele y señale en qué sección del catálogo oficial de los santos habrán de instalarse su nombre y sus patronazgos posibles, insinúa interrogantes como ¿el de los mártires; el de los programadamente postergados y preteridos, tal vez a consecuencia de propósitos inconfesables? ¿Entre los inscritos en las páginas de las “leyendas áureas” de los que se ignora hasta el por qué de sus muertes? ¿Entre quienes un tupido y misterioso velo de amnesia y aturdimiento se tejió –y se sigue tejiendo-, con el fin de esquivar, y evitarse, algunos sobresaltos, precisamente “non sanctos”, sino todo lo contrario?
. Hagiógrafos e historiadores libres, independientes e ingenuos se reafirman en la idea de que siguen sobrando zonas de opacidad alrededor de la muerte, causas y consecuencias, del primero de los Papas Juan Pablo de nombre. Despejar toda sospecha, duda o presunción es, y será, tarea sagrada, y más en relación con la muerte de quien refirió que “nunca ví a enemigos, sino siempre a hermanos, que tienen el derecho a ser informados y, con frecuencia, a ser iluminados”, manifiestamente “enemigo declarado del tedio y amigo del gozo”, con expresa mención de que “mi cultura está inspirada en el evangelio”, considerando “nada humano ajeno a mí mismo”, “preocupado por el pueblo, los políticos, empresarios y obreros y haciéndome comprender por los ateos más distanciados”…
. ¿Cuándo se darán los pasos primeros en el proceso de beatificación del Papa -¿mártir?- Albino Luciani? ¿No contribuirían los estudios que entonces se llevaran a cabo al esclarecimiento de su misteriosa y enigmática muerte?.
. Con noticias diarias relacionadas con las “causas de los santos”, con sus protagonistas los Papas de los últimos tiempos, extraña de desconcertante manera, que en tan extensa y casi exhaustiva nómina pontificia, el único que en ella no encuentre lugar y aposento haya sido hasta ahora el Cardenal Luciani, de quien el propio Cardenal Tarancón, de tanto prestigio y consideración en la Iglesia, entonces Presidente de la Conferencia Episcopal Española, hizo público su “beatificador” criterio de que, “con su sonrisa alegre y esperanza, había levantado el ánimo de muchos en los efímeros días de su pontificado”.
. Antes de su elección, y exactamente por la comprobación y convencimiento de la coincidencia en él de tantas y preclaras condiciones pastorales, fueron muchos los que enaltecieron su figura, destacando su “sencillez, simpatía, levedad, palabra clara, limpia y amable, serenidad, paz, luz y esperanza, sencillez, ingenio, carácter popular, sin afección de ninguna clase, transparente y sincero, pobre, humilde …”. Es decir, que el pueblo- pueblo y los informadores y cronistas de las más diversas tendencias y pareceres, les habían facilitado el camino a quienes algún día en la Curia Romana pudieran haber sido sus vectores en la hipotética tarea de las “causas de los santos”. Haber tenido a favor un día a la opinión pública en las mismas dependencias vaticanas hubiera sido aval y garantía en la tarea relativa a la selección, redacción, renovación y puesta al día del “Año Cristiano” y del santoral oficial.
. Hoy por hoy, y por misteriosas, y para muchos, escandalosas, razones- sinrazones, el hecho es que el nombre de Juan Pablo I, como aspirante a beato y a santo, está canónicamente vedado. Pero somos ya muchos los que nos preguntamos si exactamente tal situación comprobable y documentada, no es de por sí motivo sobrado para que el pueblo- pueblo prosiga en el carismático empeño de “elevar al honor de los altares” a tan consciente y jerárquicamente olvidado y desconocido Papa Juan Pablo I.
. ¿Acaso no son, y no seguirán siendo, de radiante y creciente actualidad los virtuosos ejemplos que calificaron al humilde Papa Luciani? ¿Qué otros signos y ejemplos más representativamente cristianos pueden proponérseles al pueblo de Dios y a todo el orbe terráqueo que los que encarnara Juan Pablo I y que habían movido a los miembros del cónclave a fijar en ellos su atención y su papeleta- cédula electoral, con sus invocaciones previas al Espíritu Santo?
. Siempre pendientes, y con la justa y entrañable esperanza de que algún día se desvele y señale en qué sección del catálogo oficial de los santos habrán de instalarse su nombre y sus patronazgos posibles, insinúa interrogantes como ¿el de los mártires; el de los programadamente postergados y preteridos, tal vez a consecuencia de propósitos inconfesables? ¿Entre los inscritos en las páginas de las “leyendas áureas” de los que se ignora hasta el por qué de sus muertes? ¿Entre quienes un tupido y misterioso velo de amnesia y aturdimiento se tejió –y se sigue tejiendo-, con el fin de esquivar, y evitarse, algunos sobresaltos, precisamente “non sanctos”, sino todo lo contrario?
. Hagiógrafos e historiadores libres, independientes e ingenuos se reafirman en la idea de que siguen sobrando zonas de opacidad alrededor de la muerte, causas y consecuencias, del primero de los Papas Juan Pablo de nombre. Despejar toda sospecha, duda o presunción es, y será, tarea sagrada, y más en relación con la muerte de quien refirió que “nunca ví a enemigos, sino siempre a hermanos, que tienen el derecho a ser informados y, con frecuencia, a ser iluminados”, manifiestamente “enemigo declarado del tedio y amigo del gozo”, con expresa mención de que “mi cultura está inspirada en el evangelio”, considerando “nada humano ajeno a mí mismo”, “preocupado por el pueblo, los políticos, empresarios y obreros y haciéndome comprender por los ateos más distanciados”…
. ¿Cuándo se darán los pasos primeros en el proceso de beatificación del Papa -¿mártir?- Albino Luciani? ¿No contribuirían los estudios que entonces se llevaran a cabo al esclarecimiento de su misteriosa y enigmática muerte?.